sábado, 9 de febrero de 2008

Con poco, el fútbol argentino sigue respirando (Yahoo)

Con más de doscientos jugadores de los cuatroscientos que juegan en los torneos de primera división, que alguna vez pasaron por el campeonato Nacional B (Segunda), y otra buena parte de juveniles menores de 22 años o veteranos que regresan para finalizar decorosamente sus largas carreras, el fútbol argentino sigue respirando, y hasta habiendo conseguido los dos títulos continentales del año (Copa Libertadores y Copa Sudamericana), y liderando la clasificación mundial de la FIFA en el nivel de seleccionados nacionales.

¿Cómo se entiende eso? No es fácil explicarlo y sin embargo, no hay una única razón. En el caso de los clubes, justamente puede decirse que Boca Juniors es hoy, tal vez, un equipo “europeo” en tierras sudamericanas. Una sana administración que lleva ya dos décadas (entre las presidencias de Antonio Alegre, primero, y de Maucio Macri después, quien acaba de dejar su cargo para pasar a ser intendente de Buenos Aires), y una sólida situación económica, generan una establidad en un plantel con buenas figuras, y que se hace muy fuerte como local en la tradicional Bombonera (la diferencia de gol en la Copa Libertadores fue de 20-1 y el único gol en contra se lo hizo el arquero Mauricio Caranta ante Libertad de Paraguay).

Pero básicamente, aún con un plantel en el nivel más alto, Boca ganó la Copa Libertadores por haber tenido en sus filas a Juan Román Riquelme, quien hoy marca diferencias con su juego ya maduro, y su administración de los tiempos y su manejo exquisito del balón. Boca sufrió su ausencia en el reciente Mundial de Clubes en Japón pero volverá a contar con él, ahora de manera definitiva, hasta 2010 lo que le abre un panorama de posibles nuevos títulos.

La otra cara es la del modesto Arsenal, del que pocos entienden cómo (y cuándo) llegó a donde se encuentra, con una Copa Sudamericana ganada con justicia pero para lo que debió dejar en el camino nada menos que a River Plate en el mismísimo Monumental de Núñez, en semifinales, y al América de México en una extraña final, que la tenía ganada luego de vencer como visitante, y luego perdida, cuando los aztecas sacaron una fuerte distancia en Argentina.

Lo de Arsenal es totalmente distinto a Boca, porque no dispone de esos fondos, ni de tradición, ni de historia como los auriazules. Lo de este club de Sarandí (fundado por el actual vicepresidente de FIFA y eterno presidente de la AFA con 28 años de mandato, Julio Humberto Grondona), pasa por una prolija administración de sus escasos recursos, una precisa política de fichajes, y especialmente, un juego de conjunto perfectamente hilvanado por un entrenador joven con muchísimo futuro, Gustavo Alfaro. Con la política del almacenero, apenas de gastar menos de lo que ingresa, Arsenal ha dado muestras de cómo se puede llegar lejos con escasos recursos.

No menos ejemplo (incluso mayor, si se toma en cuenta el tiempo y los años de trabajo que implicó) es el del Club Atlético Lanús, por primera vez campeón de un torneo oficial (el reciente Apertura), porque si hay una entidad que merecía llegar hasta el título era ésta, del sur del Gran Buenos Aires (a pocos kilómetros de la capital argentina), porque no hubo ninguna institución más coherente en las últimas décadas, y el dato más relevante es que este campeonato llega luego de un crecimiento de actividades y socios y un constante ascenso como equipo cuando apenas en 1979, se encontraba en Primera C (Tercera).
Lanús, contrariamente a la mayoría de los clubes (un ejemplo de que no siempre es válido seguir a las mayorías), apeló a la política de divisiones inferiores, los juveniles propios, que fue transfiriendo al fútbol europeo (Graf, Leto, Fabbiani, Archubi, antes Schurrer, Ibagaza, Ariel López) o a equipos grandes (Gioda), para con ese dinero, volcarlo en el cuidado y ascenso de nuevos valores o a la política social en una región desvastada en los años noventa por los duros años de Carlos Menem como presidente argentino. Sumado a esto, la excelente conducción de un ex jugador como Ramón Cabrero, un hombre sano que concibe un fútbol prolijo y sin dramas, trajo las mejores consecuencias posibles, y nuevas figuras que seguramente continuarán su carrera en Europa, como especialmente Diego Valeri, el mejor jugador del campeonato y una gran promesa (incluso de selección argentina), el volante central Agustín Pellettieri, el marcador central Ribonetto, o los delanteros José Sand o Lautaro Acosta.

En cambio, el primer semestre arrojo como campeón del Torneo Clausura a San Lorenzo de Almagro, gracias en buena parte a la mejora económica y a la tarea como entrenador de Ramón Díaz aunque como suele pasar en el continente sudamericano, ya la mayoría de sus jugadores emigró a múltiples destinos: Lavezzi al Nápoli, Ledesma al Olympiakos, Gastón Fernández y Andrés Silvera a México, y muy posiblemente se vaya el defensor Cristian Tula.

El fútbol argentino se encuentra entonces en un momento extraño, de necesidad de títulos para su selección nacional, que lo último que ganó en mayores fue la Copa América de Ecuador 1993, pese a lo cual se mantiene en el primer lugar del ranking mundial de FIFA, con promesa de grandes figuras en un futuro cercano (Tévez, Messi, Agüero, Banega, Zárate, Gago, Carrizo, Lavezzi), pero con un torneo local que se alimenta de extranjeros de países vecinos, jugadores sin experiencia que emigran ante la primera oferta, y muchos otros provenientes del torneo de Segunda. Todo esto, además, mezclado con reiterados episodios de violencia que ya han arrojado cerca de 300 muertos y miles de heridos.

Contradicciones de un fútbol argentino muy parecido al mismo país, que lo tiene casi todo, pero que tiene a la mitad de su población sumida en la pobreza. No por nada se dic que el fútbl es un recorte de la misma realidad…..

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