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¿Se puede hablar de una final cuando ésta queda
claramente definida en menos de diez minutos de juego? No parece, apenas lo fue
en el imponente marco de público de los dos equipos, en la tensión política por
la silbatina del himno español por catalanes y vascos, ante la presencia del
príncipe Felipe en el Palco de Honor, y por tratarse del partido despedida de
Josep Guardiola tras una etapa brillante de cuatro temporadas y quince títulos
conseguidos.
Se sabía que el Barcelona podía llegar a establecer
superioridad sobre el Athletic de Bilbao, y de hecho, los catalanes pagaban
demasiado poco en las apuestas porque eran los candidatos de casi todos, al
punto de verse esto en los rostros de los jugadores vascos cuando finalizó el
partido, muy distintos a los muy tristes que se percibían, aún con el mismo
resultado final, hace un mes en Bucarest, ante el Atlético Madrid, y por la
Europa League.
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