Hay una frase
del fútbol, especialmente latina, que dice “goles son amores” y más que nunca
puede aplicarse en lo ocurrido en este partido jugado en el estadio Santiago
Bernabeu, donde el Barcelona se impuso por una amplia diferencia de 0-3 al Real
Madrid y logró la clasificación a la final de mayo de la Copa del Rey.
Para cualquier
aficionado desprevenido, o que no haya podido observar el partido y se entera del
resultado final, lo primero que seguramente aparece es la idea de que, como en
tantas otras veces que se enfrentaron en el último tiempo, especialmente en
este mismo escenario, el Barcelona sacó a relucir ese juego de toque corto en
el medio que suele volver locos a los jugadores blancos, desesperados por no
encontrar el balón.
Sin embargo,
esta vez no sólo no fue así, sino que el Real Madrid había hecho los méritos
suficientes, en la primera parte, para irse al descanso con una ventaja que
permitiera esperar tranquilo el desenlace. La estrategia de los blancos fue
acertada y se enfocó en una presión muy fuerte en el medio, en el que se
destacó el brasileño Casemiro, con tiempo hasta para meter dos pases profundos
a sus compañeros de ataque, que no pudieron resolver las claras ocasiones que
tuvieron.
En este punto,
hay que detenerse en un hecho fundamental. Este Real Madrid juega su primera
temporada sin uno de sus grandes goleadores de las últimas décadas, el
portugués Cristiano Ronaldo, traspasado a la Juventus, y si hubo un partido de
este ciclo en el que se notó su ausencia, fue precisamente este.
Porque el joven
brasileño Vinicius Junior tiene velocidad y regate, pero no reúne la madurez
para finalizar las jugadas, y porque Karim Benzema es un jugador fino, pero
tiene noches en las que la portería se le cierra, sumado todo esto a la gran
actuación –una vez más- del portero alemán Ter Stegen, que sacó todo lo que le
remataron.
El Barcelona,
que no venía jugando bien y que necesitaba marcar como mínimo un gol para no
quedar eliminado del torneo (en la ida habían empatado 1-1 y el 0-0 clasificaba
al Real Madrid), no encontraba variantes, tampoco le duraba mucho el balón por
la presión del rival, y costaba entender, con un Messi apagado, cuál iba a ser
la vía que podía encontrar el equipo para la segunda parte, porque el reloj le
jugaba ya en contra.
Pero el fútbol
tiene estas cosas. Un célebre periodista argentino ya fallecido, Dante Panzeri,
definió a este deporte como “dinámica de lo impensado”, porque en pocos
segundos, a partir de cualquier tipo de circunstancias, todo puede cambiar. Y
lo que casi no había podido realizar en toda la primera parte, eso de acelerar
y centrar con precisión, lo consiguió el francés Ousmane Dembélé a los cinco
minutos, y el uruguayo Luis Suárez, gran goleador, pudo marcar el primer tanto,
que ya le daba a su equipo otro cariz.
Quedaban
cuarenta minutos, pero ya era otro partido. Real Madrid, ahora, necesitaba
empatar, como mínimo, para forzar un alargue de treinta minutos, con un
Barcelona que, como en tantos partidos pasados, ahora podía congelar el balón,
hacerlo circular y que el tiempo jugara a su favor.
Y en pocos
minutos llegó la segunda estocada con la misma fórmula. Otra vez centro de
Dembélé desde la punta derecha, y esta vez llegó Suárez para empujar el balón
junto con los dos defensores centrales del Real Madrid y uno de ellos, Raphael
Varane, empujó la pelota a la red y con este autogol, ya la distancia era de
0-2 y parecía ya inexorable, porque si los blancos no habían podido llegar a
marcar en su momento cumbre, ya con el ánimo desmoronado y el Barcelona
tranquilo, ahora ya sonaba casi imposible.
El partido se
rompió, porque las urgencias del Real Madrid así lo indicaban. Los locales se
enfocaron en atacar como fuese (el entrenador Santiago Solari hizo ingresar a
Gareth Bale por Lucas Vázquez y a Marco Asensio por Vinicius Junior, buscando
variantes desesperadas) pero ya chocaba con el rombo del medio en el Barcelona
(Iván Rakitic, de gran partido, Sergio Busquets, Sergi Roberto y Lionel Messi),
que esperaba cualquier hueco para el golpe final.
Y así llegó el
penalti de Casemiro a Suárez, que para sorpresa de todos, terminó ejecutando el
uruguayo (gentileza de Messi), con magistral golpe de “Panenka”, dejando sin
reacción al portero costarricense Keylor Navas, que paradójicamente, tuvo menos
trabajo en los noventa minutos que su colega Ter Stegen y acaso esto indique
mucho de lo que pasó.
¿Jugó tan bien
el Barcelona para un resultado tan amplio a su favor? No, sólo fue efectivo y
luego supo manejar el resultado manteniendo el balón. ¿Fue tan flojo el Real
Madrid para caer eliminado por tan abultada diferencia? Tampoco. De hecho debió
irse al descanso en ventaja.
Pero el fútbol
es así y gana el que marca más goles, para bien o para mal. Entonces, el Real
Madrid queda eliminado y su gran foco estará puesto ahora en la Champions,
porque en la Liga está muy lejos y su última oportunidad será este sábado, otra
vez en el Bernabeu y ante el Barcelona.
Los catalanes,
en cambio, líderes en la Liga Española, esperan ahora en su sexta final
consecutiva de Copa del Rey, en mayo, en el estadio Benito Villamarín de
Sevilla, al ganador de la otra semifinal que se dilucidará mañana entre el
Valencia y el Betis.
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