Ya nada será lo
mismo. El mundo del fútbol se conmovió ante la noticia de que por fin, Lionel
Messi se hartó de los continuos desastres dirigenciales del Barcelona y lo hizo
gráfico al enviar un fax al club oficializando sus intenciones de irse ya
mismo, algo que ya venía amenazando días pasados, cuando dejó sus vacaciones
para advertirle al nuevo entrenador, el holandés Ronald Koeman, que se sentía
“más afuera que adentro” del nuevo proyecto, y que terminó de cerrarse cuando
el propio director técnico le comunicó a su amigo Luis Suárez que no lo tendrá
en cuenta para la próxima temporada.
Habíamos escrito
que la única razón por la que Messi podía dudar entre irse o no de este
Barcelona, luego de veinte años en el club (llegó en 2000 a los 13, y fue el
primer no-europeo en ser contratado a esa edad) pasaba por su incondicional
amor hacia la entidad azulgrana, que
también le correspondió con creces, y en la que hizo historia al romper
todos los récords, ganar cuatro Champions Leagues y marcar más de 700 goles,
algo que será muy difícil de igualar en el futuro.
La salida de
Messi del Barcelona, aunque los tiempos que corren son tan veloces que ya la
noticia ahora pasa a ser a qué equipo irá (todo indica que picó en punta el
Manchester City y ya hay versiones fuertes acerca de que antes de enviar el
fax, el propio rosarino se comunicó con su ex entrenador, y actual de los
“ciudadanos” ingleses, Josep Guardiola y con su gran amigo Sergio Agüero,
jugador de ese club, aunque hubo una reunión con el Inter y el Manchester
United se anotó en el pelotón de los que lo pretenden), marca el final de una
etapa brillante en Cataluña pero también el de una época en la Liga Española,
que se vende como “la mejor del mundo”, pero que se queda sin los dos máximos
goleadores de este tiempo y los que acapararon once de los últimos doce Balones
de Oro, Cristiano Ronaldo, que hace dos temporadas emigró a la Juventus, y el
crack argentino, que más allá de dónde, no se quedará en la competencia en la
que participó por 17 temporadas.
En la madrugada
catalana de hoy todavía se buscaba una manera de retener a Messi en el Barcelona,
apostando a la salida del actual presidente del club, Josep María Bartomeu, que
como en tantas otras crisis desde que ocupa el cargo en 2014, se aferra al
sillón de manera desesperada, aunque haya confesado a un periodista de mucha
experiencia radial, que hasta teme por su integridad física, con infinidad de
manifestaciones de repudio desde las redes sociales o en la puerta del Camp Nou
de los devastados hinchas “culés”.
Algunos
dirigentes se estaban nucleando en la organización “Manifiesto Blaugrana”
(azulgrana, en catalán) para exigir antes del fin de semana una moción de
censura, para la que se necesitan unos 16 mil votos, para destituir ya mismo a
Bartomeu (incluso apoyados por candidatos opositores en la elección
presidencial prevista por el club para el 15 de marzo), con la idea de que una
vez que saliera la comisión directiva que irrita tanto al crack, y con razón,
haya al menos un hilito de esperanza para convencerlo de que se quede.
También se
sucedieron las llamadas y una de las que Messi recibió fue la de su ex
compañero Xavi Hernández, desde Qatar, donde dirige, en la que le habría pedido
que soportara unos meses, que él llegaría sí o sí como entrenador a mitad de
año, para la temporada 2021/22, junto con el candidato Víctor Font, el que según
las mediciones más chances reúne hoy para ganar esos comicios que hoy suena que
fueran dentro de un siglo. Es más, Font anunció que aunque Koeman ganara todo
en esta temporada que se inicia, si él gana asumirá con Xavi manejando al
equipo.
Lo cierto es que
Messi no daba más, entre tantas malas decisiones de una dirigencia que chocó la
Ferrari, pero contra el poste de su propio garaje, sin sacarlo siquiera a la
calle, especialmente en los últimos dos años. Como capitán, el rosarino tuvo
que salir a cruzar a la comisión directiva cuando sostuvo que no creía que
hubiera hecho todo el esfuerzo por traer de regreso a Neymar, que daba muestras
de arrepentimiento por irse al PSG, o le exigió a su ex compañero Eric Abidal,
director deportivo anterior, para que diera nombres cuando el francés dijo que
había jugadores que no habían puesto todo en la cancha para justificar la
salida del DT Ernesto Valverde, a quien el argentino sostenía en el vestuario.
Bartomeu tuvo
que acudir varias veces en este tiempo a los entrenamientos a dar
explicaciones, como cuando la comisión directiva contrató a la empresa de
marketing “I3Ventures”, que utilizó cuentas de redes sociales para atacar a
Messi, Gerad Piqué, o dirigentes opositores.
Tampoco cayó
bien en el plantel la contratación como DT, tras Valverde, de Quique Setién,
con quien algunos referentes llegaron a discutir a voz alzada, o directamente
ignoraron en algunas indicaciones que daba su ayudante de campo, Eder Sarabia.
Ya poco tenía
que ver este Barcelona de los últimos cinco años, con aquellos equipos que eran
una garantía de espectáculo. Un plantel viejo, poco renovado en fichajes
desacertados, y con un Messi que se iba haciendo veterano, y que necesitaba más
colaboración en el ataque, y que pocas veces encontró, y sin una política de
divisiones inferiores, algo que siempre fue un basamento del Barcelona.
Por si fuera
poco, la ausencia de títulos europeos (“esa Copa tan desesada”, llegó a decir
Messi en una presentación de temporada con el equipo), con dos increíbles remontadas
(la Roma en Italia luego de ganar 4-1 en la ida, el Liverpool en Anfield, al
año siguiente, luego de un engañoso pero 3-0 al fin en el Camp Nou) y que el
Real Madrid haya ganado cuatro entre 2014 y 2018, ahondaron las heridas.
Y al final, el
tiro de gracia, cuando Koeman, recién asumido, luego de la humillación del 8-2
del Bayern Munich, llamó por teléfono a Suárez, el mejor amigo de Messi, con
las esposas amigas y ex socias en una zapatería en Barcelona, con sus hijos
amigos, para decirle que se buscara club, que no sería tenido en cuenta, y
cuando el argentino le había advertido que se sentía “más afuera que adentro”
de su proyecto. Fue la gota que rebalsó el vaso, y fue en la mañana de ayer, 25
de agosto, un día negro para la historia del barcelonismo, que su padre, Jorge,
envió el burofax que ponía fin a la relación.
Ahora vendrán
seguramente tiempos de litigios, abogados y jueces, Messi se considera libre
porque aunque según el texto del contrato, el tiempo para irse sin
resarcimiento al club ya pasó, la temporada recién termina ahora por causa de
la pandemia, y el club se aferrará a lo escrito en los documentos.
¿A dónde irá Messi? Es una renovada y gran pregunta para el mundo del fútbol. ¿Irán a juicio el Barcelona, Messi y su nuevo club para cobrar la cláusula de rescisión de 700 millones de euros cuando el jugador se considera libre? Muy probable. Lo que es seguro es que es el fin de un ciclo único. Y sólo queda agradecer por tanto fútbol, por la magia única de un jugador inigualable, que esperamos que nos vuelta a deleitar con la camiseta que quiera.
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