viernes, 20 de abril de 2007

Guillermo, Raul, Antonio y la contracorriente

No son jugadores más. Tanto Guillermo Barros Schelotto, como Raúl González Blanco, como Antonio Del Piero, tienen en común haber sido noticia esta semana por un hecho similar, como fondo de sus acciones. Guillermo Barros Schelotto, el Mellizo, el jugador con más títulos en la historia de un club lleno de títulos como Boca Juniors (nada menos que 15), ha decidido, por fin, cambiar de aires para terminar su carrera en el soccer de Estados Unidos (en el Columbus Crew) y de esta forma cerrar un ciclo brillante en un club en el que fue amado y no por casualidad, sino porque primero él dió todo de sí, no sólo jugando bien, sino con amor propio, defendiendo la camiseta al punto tal de rechazar innumerables ofertas del exterior, dándole a Boca la importancia que se merece en el concierto mundial. El Mellizo no parece un jugador de estos tiempos, sino de aquellos otros, que por suerte hemos podido vivir y constatar, de cuando los jugadores amaban la camiseta, y no necesitaban besarla para justificarse, o sacársela para mostrar la de abajo, la que aman de verdad. El hincha argentino no es tonto. Es intuitivo, y sabe bien cuándo los jugadores aman de verdad una camiseta. Y el Mellizo amó a Boca y viceversa. Y no necesitó llorar en la conferencia de prensa cuando anunció su salida del equipo, harto ya de estar harto, como diría el maestro Joan Manuel Serrat, de que le faltaran el respeto una y otra vez.
En España, algo parecido pasa con Raúl, a quien el Real Madrid no le dice nunca si le piensa renovar el contrato luego de todo lo que le dió a los merengues desde que debutara hace ya década y media, y con dos centenares de goles convertidos. Otra falta increíble de respeto de una institución a la deriva, como la de los blancos en los últimos años. Raúl se las bancó todas. Pasó los buenos tiempos de las tres Champions en cinco años, en tiempos de Hierro, Redondo, Seedorf, y luego pasó los años de sequía, los actuales. Hizo lo que pudo y hasta resignó tres años de estar en la tabla de goleadores, para jugar para Ronaldo porque los entrenadores así lo querían. Jamás un problema. Acaso un desliz perdonable del día que en pleno festejo de liga en las Cibeles, pidió que le trajeran "ahora mismo" al alcalde de la ciudad, Jesús Alvarez del Manzano, al notar que la famosa estatua estaba cercada por estar en obra. Pero en tantos años de carrera, eso no es nada. Y el mismo club que manoseó y maltrató a un gran goleador como Fernando Morientes (quien casualmente tiene mañana sábado una chance más de vengarse, como lo hizo con el Mónaco en 2003), ahora lo hace con quien lo dió todo por la camiseta, aún proviniendo del vecino Atlético Madrid. Morientes pudo ser jugador del Barcelona. Iba a ir en una triangulación en el pase de Ronaldo al Real Madrid desde el Inter. Pero justamente fue Raúl, junto con Hierro, quien trabó ese pase, exigiendo al entonces presidente Florentino Pérez, que Morientes se quedara en el club. Porque Morientes siempre quiso quedarse en el Real Madrid.
Y Del Piero también pertenece a esta cofradía de los que aún sienten amor por su camiseta. Tan es así, que siendo campeón mundial con Italia en Alemania 2006, el talentoso bianconero aceptó pasar por la humillación de jugar en Segunda luego de la sanción por la corrupción en el Calciópoli, pero prefirió continuar vistiendo la camiseta de la Juventus. Y ahora segramente tendrá el premio de jugar en Primera del calcio la temporada 2007/08, y acaso luego diga "adiós" y continue en el club como dirigente, tal lo prometido por la familia Agnelli. Es lo menos que podía hacer por un jugador tan identificado con su club, y tan comprometido. También Del Piero ganó muchas cosas con la "vecchia signora", pero más importante aún es haber estado tantos años al máximo nivel.
Nos acordamos en este momento, cómo no, de aquellos tiempos de Ricardo Bochini, de Norberto Alonso, que se tuvo que ir de River y lloró cuando le convirtió aquel gol con la camiseta de Vélez en el Monumental en 1982, de Silvio Marzolini y aquella doble vuelta olímpica enbtre los grifos en 1969 en el mismo Monumental, de la extensa carrera con el 4 del San Lorenzo de la camiseta con el "Casla" a la altura del corazón del "Sapo" Sergio Bismark Villar, y nos preguntamos qué quedó de todo aquello, y cuánto que lo añoramos. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? a veces pareciera que sí, pero los Guillermos, Raúles y Antonios, que navegan contracorriente, nos generan un hálito de esperanzas en medio de tanto desierto.

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