Dos acontecimientos nos vienen a la mente en estos días. Uno fresco, reciente, que es la sexta Copa Libertadores ganada por Boca Juniors ante el Gremio de Porto Alegre, por el resultado global más amplio de la historia de la competición, que comenzó en 1960 (5-0). Y otro ya teñido por las nieves del tiempo, esa hermosa frase ´pronunciada por Carlos Gardel en "Volver", y que acaso nos de una relatividad a nuestro deseo de que la juventud no se nos pueda escapar. Pasaron ya 21 años de aquel brillante, único, gol de Diego maradona a Inglaterra en el Mundial de México 1986. Tanto el genio inigualable de Maradona de aquel tiempo, como el de Juan Román Riquelme de la actualidad, nos llevan a algunas reflexiones qu se nos ocurren, interesantes.
De Maradona y su gol a los ingleses (nos referimos al mágico, al segundo) se ha dicho mucho y se dirá muchísimo más, y especialmente se ha vuelto al mismo hace muy poco, cuando otro jugador camino a ser un genio, Leo Messi, convirtiera otro de similar factura (aunque menos importante, por una semifinal de Copa del Rey) ante el Getafe. Más que analizar la jugada en sí, nos atrae recordar dos décadas después el hecho de haber sido privilegiados espectadores de aquella genialidad en el mismísimo estadio Azteca, como otros recordarán el gol que Ernesto Grillo le convirtiera también a los ingleses en 1953 en Buenos Aires. El hecho de haber podido estar presente en aquel instante que se eterniza en nuestra mente, nos permite recordar sensaciones extrañas, a tan solo cuatro años de la Guerra de Malvinas. Por ejemplo, aquella extraña visita a la concentración argentina del club América del Distrito Federal, de Robert "Bobby" Charlton, para promover un encuentro pacífico que auspiciaba el fallecido relator José María Muñoz. O el festejo loco después del partido de los jugadores y el primer intento de la prensa argentina por vulnerar el vallado policial para ingresar a un vestuario al que no nos estaba permitido llegar legalmente. No podríamos en aquella ocasión (luego en la película "Héroes" comprobamos como sí pudo entrar Constancio C. Vigil, director de Editorial Atlántida), pero lo volveríamos a intentar luego del partido ante Bélgica en semifinales y especialmente luego de la final, para vivir un vestuario que jamás volveríamos a ver en toda nuestra carrera profesional.
El recuerdo que nos trae en aquel momento del gol fue el abrazo con el gran amigo de Las Parejas Luis Blanco, la mano franca de un colega inglés, luego de lesionarnos una pierna en el salto, y cuando el colega (por entonces en Editorial Perfil), Jorge Ruprecht, se nos cayera encima.
Paradojicamente recién un año más tarde, y cuando cubríamos un partido en el estadio de Ferro por el torneo local, pudimos escuchar el mejor relato radial jamás realizado sobre un gol, sin dudas el de Víctor Hugo Morales, a quien no habiamos podido seguir por estar de cuerpo presente en el estadio.
Y de aquel Maradona genial, a este Riquelme tremendo, poniéndose a todo Boca en el hombro. A este Riquelme casi entrenador bis, dando indicaciones a cada compañero, y hasta tomando del brazo a los más jóvenes. Este Riquelme que agregó dinámica, fuerza y madurez a todo el talento que ya poseía, y que resultó demasiado para esta edición de la Copa Libertadores 2007. Casi que se podría decir que esta Copa fue de cientos de jugadores, y Riquelme, que jugó siempre a algo superior, a otra cosa. Es cierto que con muy buenos complementos en un equipo que creemos que hubiera podido salir campeón igual, sin él, aunque sufriendo mucho más. Pero sin dudas esta fue la Copa de Riquelme y una prueba más de que no se trata de un jugador lento, ni apático, apenas serio, como dijo alguna vez, que se parecía más a Zidane que a Ronaldinho. Que la alegría aparecía donde tenía qu aparecer, en el césped y no antes o después.
Lo dijimos más de una vez y lo reiteramos: Román tiene una velocidad y una estética muy parecida a la de Pelé. No es el jugador quien debe correr en el fútbol, sino la pelota. Si fuera al revés, con once Carl Lewis, cualquier equipo se aseguraría el título. Pero hay un problema: esto es fútbol, señores. Y se trata de un deporte colectivo, de roce físico, y con pelota. Y quien mejor la administre, más chance tiene de ganar. Y quien más tiempo la conserve, más chances tiene de asegurarse un buen resultado y que hasta no le lleguen con peligro. Es elemental, pero en tismpos de tanta confusión, mejor recordarlo y enmarcarlo.
Aún hay un sector que discute a Riquelme. Cuesta creerlo, pero es así. Se ha dicho que se perdió el pasado Mundial por él, pero cuando Riquelme fue reemplazado ante Alemania, la selección argentina iba ganando. Se ha dicho que por su culpa, por aquel fatídico penal ante Jens Lehman del Arsenal, el Villarreal se privó de ganar una Chamìons League en 2006. Lo que nadie se pregunta es cómo, y por quién, el Villarreal llegó a una instancia semifinal y estuvo tan solo a un penal de llegar a la finalísima. El resultadismo impide a muchos ver la realidad.
Maradona y Riquelme son, o fueron, dos cracks de los más grandes del fútbol, y todos aquellos que tuvimos o tenemos la chance de disfrutarlos, ya sea en vivo o en el presente, tenemos que estar felices, si amamos el fútbol, y si cracks como estos se pusieron alguna camiseta que amemos.
martes, 26 de junio de 2007
domingo, 17 de junio de 2007
Este articulo no tiene titulo
Antes de someterse a la dura y nunca limpia campaña electoral para su reelección, en este caso para Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se le descubrió a Jorge Telerman que el título de licenciado que utilizaba, no era cierto, lo cual demuestra desde el vamos, el criterio ético y moral de buena parte de nuestros dirigentes, que ya veremos cómo es que no salen de un repollo.
Poco antes de finalizar esta misma campaña, pero ya a la altura de la segunda vuelta, un diario de Buenos Aires, “Página 12”, investigó al supuesto ingeniero Juan Carlos Blumberg, en carrera para ser el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por el macrismo, y descubrió que tampoco quien por tantos años fue así reconocido, lo era en la vida real, sino que simplemente, “vio luz” en la posibilidad de usar este lindo título que engalanaría su nombre, y subió a buscarlo y a agregarlo en sus tarjetas de presentación y en su reputación.
Claro que en este mismo diario, pero en la sección Deportes, uno de sus columnistas más defensores de una supuesta ética y moral, no sólo participó de la película “La fiesta de todos” de Sergio Renán, que se refería a los festejos de la gente en la Argentina durante el Mundial 1978 (de lo que el fallecido colega Néstor Ibarra se arrepintió y nos lo dijo en el libro “El deporte de informar”, Editorial Paidós, 2002), sino que uno de sus hermanos trabajaba por años en un hospital sin el título de médico, y cuando se descubrió esta situación, fue relevado de su cargo, aunque un poco tarde.
El tema de los falsos títulos en la Argentina es ya una costumbre que se va agigantando. En el área de quien esto escribe, la sociología, se ha dado el caso de un “opinólogo” (muy buscado por los medios en tiempos de “todólogos” que pueden opinar de todo y sacan recetas de sus bolsillos con una pasmosa facilidad), quien llegó a firmar columnas de todo tipo, artículos de diarios y revistas, asistió a canales de TV, y fue consultado por programas de radio, en su extraña faceta de “sociólogo” (nos referimos a un tal Pablo Blablablarces), cuando si bien tenía un título en su poder, éste era de Letras, pero no de la carrera a la que hacía alusión. Recién muchos años después, y con un curso de postgrado, pudo rescatar lo que por muchos años colocó indebidamente en su currículo, pero que el “progresismo vernáculo” que tanto ve en lo ajeno cuando le conviene, prefirió omitir, ignorar, o jamás investigar, tratándose de un “gomía”.
No sólo esto. En este caso, que tocó de cerca de este cronista, que perdió lugares en la Universidad de Buenos Aires (UBA) tomados por este sociólogo sin título alguno, así como tantos otros colegas que en vano estudiaron y aprobaron cada una de las materias de la carrera (27 materias, 4 seminarios de 50 horas de investigación, y 6 niveles de idioma, además de una tesis final), el personaje de marras fue apoyado y designado como investigador, siempre sin título, por las propias autoridades de la Carrera de Sociología o del Instituto de Investigaciones Gino Germani, siempre de la UBA, sin que a nadie se le moviera un pelo.
Asqueados por esta situación, es que un día de 1997 decidimos emigrar al exterior, para buscar oportunidades más limpias en un país que fuera más normal y no aceptara estas ilegalidades dignas de uno bananero.
Pero al regresar una década después, notamos que no sólo hubo un caso, sino que ahora en el deporte pululan los falsos sociólogos que escriben libros, comentan partidos, o consiguen que por ser psicólogos, o psicólogos sociales de muy buenas, buenas, mediocres, malas o pésimas escuelas, sean por eso nombrados sociólogos, sin que ninguna institución haga algo para ponerle freno.
En una oportunidad, nos invitaron a la misma casa en la que supimos cursar periodismo, para dar una conferencia en la cátedra de Sociología. El docente que nos formuló la invitación, de muy buena fe, nos llamó de parte de un sociólogo por el que sentimos una amistad y que resultó un compañero de estudios, muy ligado al fútbol aún en el presente. Por eso accedimos a la invitación no sin antes recibir también un pedido para que recomendáramos bibliografía para la cátedra. Ante este pedido, se nos ocurrió consultar al docente sobre cómo arribó a ese trabajo. Su respuesta, que nos dejó atónitos, es que simplemente él no es sociólogo sino profesor de educación física, pero que en el INEF donde cursaba, vio un aviso en la cartelera, solicitando gente para hacerse cargo de la cátedra de Sociología del Deporte en el curso de Periodismo, y que ese pedido estaba formulado por el mismo Colegio de Graduados de Sociología.
Pasando en limpio lo que comentamos, esto que nos decía el profesor de educación física que tiene a su cargo una cátedra de Sociología del Deporte de una de las principales casas de estudios de Periodismo, es que él mismo llegó a esta cátedra, sin tener el título correspondiente, por ver un anuncio, para profesores de educación física, colocado por un Colegio de Graduados en Sociología que supuestamente vela por los intereses...de los sociólogos.
Es decir, pasándolo aún más en limpio, que el Colegio de Graduados en Sociología, pone avisos pidiendo...profesores de educación física.....para dar clases....de sociología!
Si el Congreso Nacional se dio el lujo en una oportunidad de que un “diputrucho” como Juan Kenan pudiera aparecer votando leyes entre los parlamentarios electos por el pueblo, ¿por qué entonces no pensar que en la Argentina un día nos desayunemos descubriendo que el licenciado o el doctor de nuestro lado, no tenga título alguno y nos estuvo engañando cual costureritas?
También podemos dar fe de que en más de una obra faraónica, en la misma Buenos Aires, y trabajando para organismos oficiales, se puede encontrar a más de un falso arquitecto.
Recuerda este cronista la envidia sana que le generaba en España cada referencia de algún periodista de ese país a algún colega suyo. “Es que fuimos compañeros de la facultad”. En Buenos Aires, la UBA no tenía carrera de Ciencias de la Comunicación hasta 1985….
Los Telerman y los Blumberg no son entonces una casualidad.
(*) Sociólogo, graduado en la UBA en 1989.
Poco antes de finalizar esta misma campaña, pero ya a la altura de la segunda vuelta, un diario de Buenos Aires, “Página 12”, investigó al supuesto ingeniero Juan Carlos Blumberg, en carrera para ser el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por el macrismo, y descubrió que tampoco quien por tantos años fue así reconocido, lo era en la vida real, sino que simplemente, “vio luz” en la posibilidad de usar este lindo título que engalanaría su nombre, y subió a buscarlo y a agregarlo en sus tarjetas de presentación y en su reputación.
Claro que en este mismo diario, pero en la sección Deportes, uno de sus columnistas más defensores de una supuesta ética y moral, no sólo participó de la película “La fiesta de todos” de Sergio Renán, que se refería a los festejos de la gente en la Argentina durante el Mundial 1978 (de lo que el fallecido colega Néstor Ibarra se arrepintió y nos lo dijo en el libro “El deporte de informar”, Editorial Paidós, 2002), sino que uno de sus hermanos trabajaba por años en un hospital sin el título de médico, y cuando se descubrió esta situación, fue relevado de su cargo, aunque un poco tarde.
El tema de los falsos títulos en la Argentina es ya una costumbre que se va agigantando. En el área de quien esto escribe, la sociología, se ha dado el caso de un “opinólogo” (muy buscado por los medios en tiempos de “todólogos” que pueden opinar de todo y sacan recetas de sus bolsillos con una pasmosa facilidad), quien llegó a firmar columnas de todo tipo, artículos de diarios y revistas, asistió a canales de TV, y fue consultado por programas de radio, en su extraña faceta de “sociólogo” (nos referimos a un tal Pablo Blablablarces), cuando si bien tenía un título en su poder, éste era de Letras, pero no de la carrera a la que hacía alusión. Recién muchos años después, y con un curso de postgrado, pudo rescatar lo que por muchos años colocó indebidamente en su currículo, pero que el “progresismo vernáculo” que tanto ve en lo ajeno cuando le conviene, prefirió omitir, ignorar, o jamás investigar, tratándose de un “gomía”.
No sólo esto. En este caso, que tocó de cerca de este cronista, que perdió lugares en la Universidad de Buenos Aires (UBA) tomados por este sociólogo sin título alguno, así como tantos otros colegas que en vano estudiaron y aprobaron cada una de las materias de la carrera (27 materias, 4 seminarios de 50 horas de investigación, y 6 niveles de idioma, además de una tesis final), el personaje de marras fue apoyado y designado como investigador, siempre sin título, por las propias autoridades de la Carrera de Sociología o del Instituto de Investigaciones Gino Germani, siempre de la UBA, sin que a nadie se le moviera un pelo.
Asqueados por esta situación, es que un día de 1997 decidimos emigrar al exterior, para buscar oportunidades más limpias en un país que fuera más normal y no aceptara estas ilegalidades dignas de uno bananero.
Pero al regresar una década después, notamos que no sólo hubo un caso, sino que ahora en el deporte pululan los falsos sociólogos que escriben libros, comentan partidos, o consiguen que por ser psicólogos, o psicólogos sociales de muy buenas, buenas, mediocres, malas o pésimas escuelas, sean por eso nombrados sociólogos, sin que ninguna institución haga algo para ponerle freno.
En una oportunidad, nos invitaron a la misma casa en la que supimos cursar periodismo, para dar una conferencia en la cátedra de Sociología. El docente que nos formuló la invitación, de muy buena fe, nos llamó de parte de un sociólogo por el que sentimos una amistad y que resultó un compañero de estudios, muy ligado al fútbol aún en el presente. Por eso accedimos a la invitación no sin antes recibir también un pedido para que recomendáramos bibliografía para la cátedra. Ante este pedido, se nos ocurrió consultar al docente sobre cómo arribó a ese trabajo. Su respuesta, que nos dejó atónitos, es que simplemente él no es sociólogo sino profesor de educación física, pero que en el INEF donde cursaba, vio un aviso en la cartelera, solicitando gente para hacerse cargo de la cátedra de Sociología del Deporte en el curso de Periodismo, y que ese pedido estaba formulado por el mismo Colegio de Graduados de Sociología.
Pasando en limpio lo que comentamos, esto que nos decía el profesor de educación física que tiene a su cargo una cátedra de Sociología del Deporte de una de las principales casas de estudios de Periodismo, es que él mismo llegó a esta cátedra, sin tener el título correspondiente, por ver un anuncio, para profesores de educación física, colocado por un Colegio de Graduados en Sociología que supuestamente vela por los intereses...de los sociólogos.
Es decir, pasándolo aún más en limpio, que el Colegio de Graduados en Sociología, pone avisos pidiendo...profesores de educación física.....para dar clases....de sociología!
Si el Congreso Nacional se dio el lujo en una oportunidad de que un “diputrucho” como Juan Kenan pudiera aparecer votando leyes entre los parlamentarios electos por el pueblo, ¿por qué entonces no pensar que en la Argentina un día nos desayunemos descubriendo que el licenciado o el doctor de nuestro lado, no tenga título alguno y nos estuvo engañando cual costureritas?
También podemos dar fe de que en más de una obra faraónica, en la misma Buenos Aires, y trabajando para organismos oficiales, se puede encontrar a más de un falso arquitecto.
Recuerda este cronista la envidia sana que le generaba en España cada referencia de algún periodista de ese país a algún colega suyo. “Es que fuimos compañeros de la facultad”. En Buenos Aires, la UBA no tenía carrera de Ciencias de la Comunicación hasta 1985….
Los Telerman y los Blumberg no son entonces una casualidad.
(*) Sociólogo, graduado en la UBA en 1989.
viernes, 8 de junio de 2007
Fútbol en la altura y la teoría de la relatividad
Si hay algo que saben con certeza los dirigentes de la FIFA es que todo es relativo, y que todo, o casi todo, es objeto de manipulación en el sentido que más conviene. En este caso, en los afiebrados días previos a la reelección de Joseph Blatter como presidente, en la nueva casa que construyó en Zurich, los popes máximos del balompié mundial decidieron que no se pueden jugar más partidos oficiales a más de 2500 metros de altura.
Para muchísimos países, esta es una decisión o bien poco trascendente, o bien favorable, especialmente si se trata de aquellos que tienen el llano como geografía, y que, casualmente, son los que siempre fueron potencia o predominaron en el continente sudamericano, como Argentina y Brasil, a los que podríamos sumar, más por pasado que por presente, al Uruguay.
Paradójicamente, los dirigentes de las federaciones de estos países (cuestionados por sus pares restantes de Sudamérica que muchas veces los vincularon con ciertas prácticas mafiosas o al menos, dudosas), no se quejaron nunca de tener que ir a jugar a la altura de La Paz (Bolivia), Quito (Ecuador) o Cuzco (Perú) hasta que el fútbol se emparejó en los últimos tiempos, y las derrotas comenzaron a ser más frecuentes, en especial, desde que el poderoso Brasil tuvo una seguidilla de derrotas en esos lugares por eliminatorias para los mundiales.
Nadie discute demasiado el tema científico. Es evidente que quien vive en el llano, al llegar a zonas más altas, tiene problemas de respiración porque disminuyen los glóbulos rojos, y esto lo notará cualquiera que viaje en condiciones normales, lo que de todos modos cambia si cualquier persona se mantiene en la altura varios días. Esto es: para un torneo largo, como podría ser una Copa América, la excusa de la altura como influencia para bajar el rendimiento deportivo, no es válida.
En 1973, para las eliminatorias para llegar al Mundial de Alemania Federal 1974, un seleccionado argentino, dirigido por Enrique Omar Sívori, decidió preparar un equipo B, para enfrentar a Bolivia en la altura, al que se lo llamó desde la prensa, “la selección fantasma”. Los titulares, o el equipo A, quedaron en Buenos Aires concentrados para el resto de los partidos del grupo (que completaba Paraguay), y el segundo equipo se trasladó a Bolivia varios días antes para prepararse, equilibrar los organismos, y jugar de igual a igual al conjunto local. El resultado fue favorable a los argentinos por 0-1 con gol de Oscar Fornari.
Ese trabajo de preparación estuvo a cargo de un gran científico argentino, el recordado doctor Bernardo Losada, indiscutido conocedor de la preparación atlética, y sin embargo, pocas veces se lo emuló. Sólo recordamos el trabajo hecho por otra selección argentina el Tilcara, Jujuy, también en una zona de altura, con vistas al Mundial de México 1986. Ese equipo, posteriormente, ganó el Mundial.
Sin embargo, lo que suele primar en estos tiempos en los que el fútbol se juega cada día más en los despachos que en los campos de juego, y más en la diplomacia que con la pelota, son las quejas, que dependiendo de donde vengan, sirven para modificar o no lo ya dado.
Para poner un ejemplo de esto de la altura, supongamos que los lectores de esta columna, un día se desayunan con que la FIFA decidió no jugar más partidos oficiales en Japón por considerar que el país se encuentra muy lejos de los europeos o sudamericano y el viaje de los planteles genera un cansancio demoledor.
Es de esperar que el público japonés, la prensa, y sus dirigentes, se sientan obviamente discriminados por las autoridades de la FIFA. Esto mismo pasa con los ecuatorianos, peruanos o bolivianos, que siempre han jugado de locales en ciudades altas, y es posible que hayan sacado partido de esta situación, así como otros equipos sacan partido de otras situaciones favorables. Pero no se puede negar, en nombre del perjuicio de los poderosos, que cada país tiene su propia realidad y es una condición necesaria de un fútbol igualitario, contemplar esta realidad en cada lugar del mundo.
No se puede privar al público de ver fútbol por cuestiones extradeportivas. Brasil, Argentina o Uruguay ganaron muchas veces en la altura, y sólo se quejaron cuando los resultados no les fueron favorables. Nos hacen recordar a la fábula de la zorra y las uvas, de Esopo. La zorra ya no intentaba tomar las uvas bajo cualquier excusa, sólo porque estaban más lejos y había que realizar mayores esfuerzos, y de esta manera, se autoengañaba, se autojustificaba. Los zorros de hoy son Argentina, Brasil o Uruguay, que ven que ya no es tan fácil ganar lo que antes se ganaba, y recurren al enorme poder que tienen como aliados de Blatter, quien no parece proclive a recibir, por ejemplo, a Evo Morales, el presidente boliviano que ama el fútbol y que hizo gestiones para explicarle al suizo el por qué se trata de una soberana injusticia.
Acaso la mejor frase la haya dado un ex jugador argentino de los años cuarenta, cuando su selección daba conciertos de fútbol por todo el continente sudamericano, cuando Bolivia, Perú o Ecuador no eran rivales, y mucho menos de Brasil. Cuando se le consultó por qué no se quejaban antes, cuando había menos avances científicos y de todos modos había que trasladarse a tantos metros de altura, su respuesta fue contundente e irónica: “es que antes no había altura”.
S.L.
Para muchísimos países, esta es una decisión o bien poco trascendente, o bien favorable, especialmente si se trata de aquellos que tienen el llano como geografía, y que, casualmente, son los que siempre fueron potencia o predominaron en el continente sudamericano, como Argentina y Brasil, a los que podríamos sumar, más por pasado que por presente, al Uruguay.
Paradójicamente, los dirigentes de las federaciones de estos países (cuestionados por sus pares restantes de Sudamérica que muchas veces los vincularon con ciertas prácticas mafiosas o al menos, dudosas), no se quejaron nunca de tener que ir a jugar a la altura de La Paz (Bolivia), Quito (Ecuador) o Cuzco (Perú) hasta que el fútbol se emparejó en los últimos tiempos, y las derrotas comenzaron a ser más frecuentes, en especial, desde que el poderoso Brasil tuvo una seguidilla de derrotas en esos lugares por eliminatorias para los mundiales.
Nadie discute demasiado el tema científico. Es evidente que quien vive en el llano, al llegar a zonas más altas, tiene problemas de respiración porque disminuyen los glóbulos rojos, y esto lo notará cualquiera que viaje en condiciones normales, lo que de todos modos cambia si cualquier persona se mantiene en la altura varios días. Esto es: para un torneo largo, como podría ser una Copa América, la excusa de la altura como influencia para bajar el rendimiento deportivo, no es válida.
En 1973, para las eliminatorias para llegar al Mundial de Alemania Federal 1974, un seleccionado argentino, dirigido por Enrique Omar Sívori, decidió preparar un equipo B, para enfrentar a Bolivia en la altura, al que se lo llamó desde la prensa, “la selección fantasma”. Los titulares, o el equipo A, quedaron en Buenos Aires concentrados para el resto de los partidos del grupo (que completaba Paraguay), y el segundo equipo se trasladó a Bolivia varios días antes para prepararse, equilibrar los organismos, y jugar de igual a igual al conjunto local. El resultado fue favorable a los argentinos por 0-1 con gol de Oscar Fornari.
Ese trabajo de preparación estuvo a cargo de un gran científico argentino, el recordado doctor Bernardo Losada, indiscutido conocedor de la preparación atlética, y sin embargo, pocas veces se lo emuló. Sólo recordamos el trabajo hecho por otra selección argentina el Tilcara, Jujuy, también en una zona de altura, con vistas al Mundial de México 1986. Ese equipo, posteriormente, ganó el Mundial.
Sin embargo, lo que suele primar en estos tiempos en los que el fútbol se juega cada día más en los despachos que en los campos de juego, y más en la diplomacia que con la pelota, son las quejas, que dependiendo de donde vengan, sirven para modificar o no lo ya dado.
Para poner un ejemplo de esto de la altura, supongamos que los lectores de esta columna, un día se desayunan con que la FIFA decidió no jugar más partidos oficiales en Japón por considerar que el país se encuentra muy lejos de los europeos o sudamericano y el viaje de los planteles genera un cansancio demoledor.
Es de esperar que el público japonés, la prensa, y sus dirigentes, se sientan obviamente discriminados por las autoridades de la FIFA. Esto mismo pasa con los ecuatorianos, peruanos o bolivianos, que siempre han jugado de locales en ciudades altas, y es posible que hayan sacado partido de esta situación, así como otros equipos sacan partido de otras situaciones favorables. Pero no se puede negar, en nombre del perjuicio de los poderosos, que cada país tiene su propia realidad y es una condición necesaria de un fútbol igualitario, contemplar esta realidad en cada lugar del mundo.
No se puede privar al público de ver fútbol por cuestiones extradeportivas. Brasil, Argentina o Uruguay ganaron muchas veces en la altura, y sólo se quejaron cuando los resultados no les fueron favorables. Nos hacen recordar a la fábula de la zorra y las uvas, de Esopo. La zorra ya no intentaba tomar las uvas bajo cualquier excusa, sólo porque estaban más lejos y había que realizar mayores esfuerzos, y de esta manera, se autoengañaba, se autojustificaba. Los zorros de hoy son Argentina, Brasil o Uruguay, que ven que ya no es tan fácil ganar lo que antes se ganaba, y recurren al enorme poder que tienen como aliados de Blatter, quien no parece proclive a recibir, por ejemplo, a Evo Morales, el presidente boliviano que ama el fútbol y que hizo gestiones para explicarle al suizo el por qué se trata de una soberana injusticia.
Acaso la mejor frase la haya dado un ex jugador argentino de los años cuarenta, cuando su selección daba conciertos de fútbol por todo el continente sudamericano, cuando Bolivia, Perú o Ecuador no eran rivales, y mucho menos de Brasil. Cuando se le consultó por qué no se quejaban antes, cuando había menos avances científicos y de todos modos había que trasladarse a tantos metros de altura, su respuesta fue contundente e irónica: “es que antes no había altura”.
S.L.
jueves, 7 de junio de 2007
Periodistas......
Cada 7 de junio, en el Dia del Periodista, se renuevan recuerdos, y también aparecen en nuestra mente referentes, en algunos casos, ilustres plumas a las que queríamos emular de muy jóvenes (porque nuestra generación quería ser, y admiraba, a los que escribían, no a los que aparecían en la TV), y también, aquellos colegas de la actualidad que reconocemos, por una cosa o por otra, sean más o menos conocidos en el medio, pero a los que nosotros reconocemos, y que vale la pena hacerlo en este espacio.
Aparecen nitidamente en nuestro recuerdo, por ejemplo, aquellas luchas estudiantiles del Circulo de Periodistas Deportivos de la calle Rodriguez Peña, alla por 1982, 1983, cuando la Guerra de Malvinas y el regreso a la democracia nos permitieron debatir con aquellas autoridades que nosotros, esos jóvenes casi imberbes que poníamos en tapas de revistas amateurs a un Videla con su uniforme sangrante, o a Galtieri con un vaso desbordado de whisky, no sólo éramos "periodistas de-por-ti-vos", como ellos querían, sino simple, lisa y llanamente, "pe-rio-dis-tas", que nos rebelábamos ante el extraño festejo de los 7 de noviembre, instituído como "Día del Periodista Deportivo", cuando se cerraban las puertas de la institución por un feriado que no entendíamos ni aceptábamos, al punto tal de caminar hasta la misma puerta, con la idea de demostrar que ese día correspondía tomar clases por tratarse de un día corriente.
Lamentablemente, con el paso del tiempo, muchos de aquellos jóvenes son hoy "periodistas deportivos" hechos y derechos, que hasta fundan instituciones de este tipo, acorde a los tiempos y al mercado, y exprimen a los jóvenes como ellos fueron algún día, en muchos casos pasantes sin mucha experiencia y dispuestos a aceptar lo que venga. Otros pocos, acaso ingenuos pero idealistas también, nos mantenemos en aquella postura.
Somos periodistas, ante todo. Cuando vamos a un torneo de fútbol, y nos emiten una película de los mejores jugadores, también hay cine. Cuando se incendia un estadio, hay elementos de información general. Cuando un club entra en quiebra, hay elementos de Economía y de Judiciales. Cuando el presidente de la AFA acude a Casa de Gobierno, o cuando decide perjudicar a una institución para favorecer a otra, hay Política. No somos sólo "periodistas deportivos". Somos, ante todo, "periodistas", nos debemos rebelar contra el sistema, contra las injusticias. estamos para contar lo que pasa, aquello que no se ve, que no se distingue tan facilmente. No sólo estamos para decir que el partido va 0-0, ni debemos ser meros ponedores de micrófonos. Sabemos que esto se dice hasta el hartazgo, pero no viene mal recordarlo. Tampoco, que las cosas no "se vienen" y apenas si "vienen", porque el verbo es "venir" y no "venirse". Nada "se nos viene". Apenas si "viene".
También es cierto que el llamado "Periodismo deportivo" ha sido tomado por asalto por un segundo grupo, los que directamente pasan del deporte, que tampoco es cuestión de llegar a eso, e incapaces de comentar algo técnico, sólo se refieren a su "derredor". Ni una cosa, ni la otra.
Este espacio, en este caso particular, es para recordar a un maestro del periodismo que nos dejó hace muy poco, y que si bien ya el año pasado no lo teníamos para esta fecha, el desconocimiento de su fallecimiento nos impidió escribir. Nos referimos a José María Suárez, más conocido en el medio como "Walter Clos", acaso el último panzerista de verdad, o uno de los últimos ante tanto "progre" que usa a Panzeri como le conviene. Suárez, que también fue docente (y vaya si lo fue), integró míticas redacciones, como la de "La Prensa", en los primeros meses de la última dictadura militar, cuando Panzeri aún vivía, y la ética primaba sobre cualquier otra cosa. También "Diario Popular", aunque fundamentalmente, "El Día" de La Plata, donde desplegó notables columnas con ironís sobre el devenir del fútbol, y especialmente, en la sección "Pelota" de la revista "Hum(o)r", con los inolvidables diálogos entre el tío y el sobrino, forma de evitar hablar en primera persona en tiempos complicados.
Tuvimos la suerte de tratar y en cierta forma podríamos decir que fuimos amigos de Suárez, y todo comenzó un día que timidamente lo abordamos en la Sala de Periodistas de la AFA, en la calle Viamonte (cuando no estaba vaciada de contenido como ahora, que no hay casi nada que hacer allí), para ofrecerle ser prologuista de nuestro primer libro. Nos miró con esa cara con la que miran los hombres que sienten hastío de los ingenuos que intentan mostrarle algo diferente a esa altura de sus vidas, pero luego por fortuna accedió, y nos emocionó leer que no había dormido leyendo entero nuestro libro en una sola noche. A partir de allí, se sucedieron reuniones en bares céntricos, el aprendiz, con su grabadorcito de mano, su birome y su libretita. El veterano maestro con sus anteojos de marco pesado y oscuro, y su voz medio ronca, y su recuerdo siempre a flor de piel, y un anecdotario interminable.
Lo escuchamos en el final, ya como Suárez otra vez, en "Competencia" por Radio Continental con Víctor Hugo Morales, acaso el único lugar al que podía acceder, por ética compartida, alguien de su calibre. Supimos con el océano Atlántico de por medio, de su deceso, y lo lamentamos profundamente. Pero no es gente que nos deje. Sus consejos y sus anécdotas, así como su prólogo, nos quedan como tesoro de por vida.
Periodista que también admiramos fue Luis Sciutto, uruguayo, más conocido como Diego Lucero, único que había estado en todos los mundiales hasta Estados Unidos 1994 incluído, hasta que dejó este mundo, y tuvimos también la inmensa suerte no sólo de tratarlo, sino de ver juntos partidos de gran importancia, o de compartir cafés con él y su amena esposa en Brasil, Estados Unidos, Italia o donde fuera. Cuando en Francia 1998 el iluestre colega oriental Atilio Garrido propuso un brindis en su homenaje, siendo el primer Mundial sin su presencia, por un instante imaginé que algún día, acaso, me pudiera suceder. Fue simple y al mismo tiempo, emocionante. Garrido colocó un poster con un retrato de Lucero, el mítico autor del notable libro "Siento ruido de pelota", y Horacio Pagani lo recordó brevemente. Pensamos, también en aquel instante que se fue como un soplo, que nos gustaría terminar así nuestros días: con la cabeza golpeando en el teclado. Trabajando hasta el final, con esa lucidez, a falta de ese talento tan especial. Guardamos como tesoro una cinta en la que nos cuenta brevemente cada uno de los mundiales que presenció, un día cualquiera, en su casa de La Plata.
Pero periodistas buenos y no siempre tan conocidos, los hay también ahora. Por citar a uno que estimamos mucho, del que aprendemos a diario gracias a la maravilla de los emails, y que cumple con informar y hacernos pensar, siendo de nuestra misma generación, lo hacemos con el amigo y colega Edgardo Krawiecki, residente en Tel Aviv y argentino, profundo conocedor de lo que ocurre en Medio Oriente, fino analista, excelente pluma, y quien esgrime esa ética que a veces lo hace distanciarse de los medios tradicionales, poco dispuestos a la rigurosidad. Ojalá muchos de los que están interesados en estos temas, o aquellos que hablan sin mucho fundamento, pudieran conocer más el material que Edgardo es capaz de escribir o de analizar diariamente.
Otro Día del Periodista que pasa, y tenemos pasado, presente y esperemos que haya futuro, y que el gran periodismo, el curioso, el analista, el que quiere profundizar y escarbar, nunca se termine, que siempre alguien tome la posta que dejamos, sin importarle tanto ser o no famoso, sino que cada día estemos más cerca de la luz.
Aparecen nitidamente en nuestro recuerdo, por ejemplo, aquellas luchas estudiantiles del Circulo de Periodistas Deportivos de la calle Rodriguez Peña, alla por 1982, 1983, cuando la Guerra de Malvinas y el regreso a la democracia nos permitieron debatir con aquellas autoridades que nosotros, esos jóvenes casi imberbes que poníamos en tapas de revistas amateurs a un Videla con su uniforme sangrante, o a Galtieri con un vaso desbordado de whisky, no sólo éramos "periodistas de-por-ti-vos", como ellos querían, sino simple, lisa y llanamente, "pe-rio-dis-tas", que nos rebelábamos ante el extraño festejo de los 7 de noviembre, instituído como "Día del Periodista Deportivo", cuando se cerraban las puertas de la institución por un feriado que no entendíamos ni aceptábamos, al punto tal de caminar hasta la misma puerta, con la idea de demostrar que ese día correspondía tomar clases por tratarse de un día corriente.
Lamentablemente, con el paso del tiempo, muchos de aquellos jóvenes son hoy "periodistas deportivos" hechos y derechos, que hasta fundan instituciones de este tipo, acorde a los tiempos y al mercado, y exprimen a los jóvenes como ellos fueron algún día, en muchos casos pasantes sin mucha experiencia y dispuestos a aceptar lo que venga. Otros pocos, acaso ingenuos pero idealistas también, nos mantenemos en aquella postura.
Somos periodistas, ante todo. Cuando vamos a un torneo de fútbol, y nos emiten una película de los mejores jugadores, también hay cine. Cuando se incendia un estadio, hay elementos de información general. Cuando un club entra en quiebra, hay elementos de Economía y de Judiciales. Cuando el presidente de la AFA acude a Casa de Gobierno, o cuando decide perjudicar a una institución para favorecer a otra, hay Política. No somos sólo "periodistas deportivos". Somos, ante todo, "periodistas", nos debemos rebelar contra el sistema, contra las injusticias. estamos para contar lo que pasa, aquello que no se ve, que no se distingue tan facilmente. No sólo estamos para decir que el partido va 0-0, ni debemos ser meros ponedores de micrófonos. Sabemos que esto se dice hasta el hartazgo, pero no viene mal recordarlo. Tampoco, que las cosas no "se vienen" y apenas si "vienen", porque el verbo es "venir" y no "venirse". Nada "se nos viene". Apenas si "viene".
También es cierto que el llamado "Periodismo deportivo" ha sido tomado por asalto por un segundo grupo, los que directamente pasan del deporte, que tampoco es cuestión de llegar a eso, e incapaces de comentar algo técnico, sólo se refieren a su "derredor". Ni una cosa, ni la otra.
Este espacio, en este caso particular, es para recordar a un maestro del periodismo que nos dejó hace muy poco, y que si bien ya el año pasado no lo teníamos para esta fecha, el desconocimiento de su fallecimiento nos impidió escribir. Nos referimos a José María Suárez, más conocido en el medio como "Walter Clos", acaso el último panzerista de verdad, o uno de los últimos ante tanto "progre" que usa a Panzeri como le conviene. Suárez, que también fue docente (y vaya si lo fue), integró míticas redacciones, como la de "La Prensa", en los primeros meses de la última dictadura militar, cuando Panzeri aún vivía, y la ética primaba sobre cualquier otra cosa. También "Diario Popular", aunque fundamentalmente, "El Día" de La Plata, donde desplegó notables columnas con ironís sobre el devenir del fútbol, y especialmente, en la sección "Pelota" de la revista "Hum(o)r", con los inolvidables diálogos entre el tío y el sobrino, forma de evitar hablar en primera persona en tiempos complicados.
Tuvimos la suerte de tratar y en cierta forma podríamos decir que fuimos amigos de Suárez, y todo comenzó un día que timidamente lo abordamos en la Sala de Periodistas de la AFA, en la calle Viamonte (cuando no estaba vaciada de contenido como ahora, que no hay casi nada que hacer allí), para ofrecerle ser prologuista de nuestro primer libro. Nos miró con esa cara con la que miran los hombres que sienten hastío de los ingenuos que intentan mostrarle algo diferente a esa altura de sus vidas, pero luego por fortuna accedió, y nos emocionó leer que no había dormido leyendo entero nuestro libro en una sola noche. A partir de allí, se sucedieron reuniones en bares céntricos, el aprendiz, con su grabadorcito de mano, su birome y su libretita. El veterano maestro con sus anteojos de marco pesado y oscuro, y su voz medio ronca, y su recuerdo siempre a flor de piel, y un anecdotario interminable.
Lo escuchamos en el final, ya como Suárez otra vez, en "Competencia" por Radio Continental con Víctor Hugo Morales, acaso el único lugar al que podía acceder, por ética compartida, alguien de su calibre. Supimos con el océano Atlántico de por medio, de su deceso, y lo lamentamos profundamente. Pero no es gente que nos deje. Sus consejos y sus anécdotas, así como su prólogo, nos quedan como tesoro de por vida.
Periodista que también admiramos fue Luis Sciutto, uruguayo, más conocido como Diego Lucero, único que había estado en todos los mundiales hasta Estados Unidos 1994 incluído, hasta que dejó este mundo, y tuvimos también la inmensa suerte no sólo de tratarlo, sino de ver juntos partidos de gran importancia, o de compartir cafés con él y su amena esposa en Brasil, Estados Unidos, Italia o donde fuera. Cuando en Francia 1998 el iluestre colega oriental Atilio Garrido propuso un brindis en su homenaje, siendo el primer Mundial sin su presencia, por un instante imaginé que algún día, acaso, me pudiera suceder. Fue simple y al mismo tiempo, emocionante. Garrido colocó un poster con un retrato de Lucero, el mítico autor del notable libro "Siento ruido de pelota", y Horacio Pagani lo recordó brevemente. Pensamos, también en aquel instante que se fue como un soplo, que nos gustaría terminar así nuestros días: con la cabeza golpeando en el teclado. Trabajando hasta el final, con esa lucidez, a falta de ese talento tan especial. Guardamos como tesoro una cinta en la que nos cuenta brevemente cada uno de los mundiales que presenció, un día cualquiera, en su casa de La Plata.
Pero periodistas buenos y no siempre tan conocidos, los hay también ahora. Por citar a uno que estimamos mucho, del que aprendemos a diario gracias a la maravilla de los emails, y que cumple con informar y hacernos pensar, siendo de nuestra misma generación, lo hacemos con el amigo y colega Edgardo Krawiecki, residente en Tel Aviv y argentino, profundo conocedor de lo que ocurre en Medio Oriente, fino analista, excelente pluma, y quien esgrime esa ética que a veces lo hace distanciarse de los medios tradicionales, poco dispuestos a la rigurosidad. Ojalá muchos de los que están interesados en estos temas, o aquellos que hablan sin mucho fundamento, pudieran conocer más el material que Edgardo es capaz de escribir o de analizar diariamente.
Otro Día del Periodista que pasa, y tenemos pasado, presente y esperemos que haya futuro, y que el gran periodismo, el curioso, el analista, el que quiere profundizar y escarbar, nunca se termine, que siempre alguien tome la posta que dejamos, sin importarle tanto ser o no famoso, sino que cada día estemos más cerca de la luz.
lunes, 4 de junio de 2007
Parece que en serio retiraron la 10......
Un nuevo partido del seleccionado argentino ante Suiza, y otra vez sopa. Uno de esos tantos partidos que con el paso del tiempo casi no se recuerdan bien en qué año fueron, ni dónde se jugaron. Uno de esos partidos que como ultimamente pasa con la AFA, se organizan tres días antes, como para que nadie pueda moverse mucho ni planificar si vale la pena cubrirlo o no, ni qué hablar para los que somos freelances y podemos intentar venderlo a distintos medios. Pero eso es "harina de otro costado" (Muñoz dixit) y tenemos que ceñirnos al fútbol. ¿Al qué? bueno, a eso que dicen que trata de jugar la selección y que además, genera que en el colmo de los colmos, el Alfio Basile defensor supuesto del "fútbol que le gusta a la gente", diga que terminó satisfecho con lo que hicieron "los muchachos". Nos preguntamos qué diría el periodismo deportivo "progre" si en vez de Basile, en el banco hubiera estado otro DT.
Este seleccionado no sólo por ahora no juega a nada interesante, ganando, empatando o perdiendo, sino que como nos dijeron muchos de sus jugadores, aún no le escucharon decir nada a Basile en lo que se refiere a la parte táctica.
Concordamos con el "Coco" en que hoy es mucho más "seleccionador" que "entrenador" pero aún así, y con poco tiempo de trabajo (¿cuánto es el tiempo que necesitaría?, ¿cómo se contabiliza eso, cuando en el pasado bailábamos a todos sin casi entrenarse?), hay muchos elementos para tener en cuenta.
El que más nos preocupa, pensando en lo que sigue (otro amistoso de menor valor ante Argelia, la Copa América de Venezuela contra Brasil B y los demás), es el de jugar sin un número 10, un reggista, play maker, organizador, líder, o como se le quiera llamar. Aquel que movía los hilos del equipo, que hacía jugar a todos, que hasta movía los brazos indicando dónde posicionarse a los compañeros (lo que por ejemplo hace Juan Román Riquelme, acaso más aparatosamente, con los jugadores de Boca). Si hay un fútbol que no puede prescindir del 10 es justamente el nuestro, el argentino. Desde siempre, los pibes se pelearon por llevar ese número a sus espaldas. El 10 fue siempre sinónimo de saber más, de ser el mejor, el que más sabe. Pero luego de que Diego Maradona se la pusiera, la AFA decidió retirar el número, y parece que fue mucho más que un símbolo. El 10 fe retirado tambièn mentalmente del equipo. Y llegó el día del colmo, de que una selección con nuestra tradición, temida por todos, juega haciendo todo lo posible para que nadie nos tema nunca más. Cedemos la pelota, el campo, y la iniciativa, y en nombre de la modernidad, marcamos y corremos, y nos olvidamos de jugar. Ni siquiera un desvencijado Pablo Aimar, o de última un débil D'Alessandro, o hasta un mediocre Ibagaza. Pero no....dobles y triples cincos (en un momento llegaron a jugar juntos Cambiasso, Gago y Mascherano), y nadie que meta un pase para asistir a los aislados delanteros. Tévez y Messi, los dos jugadores con más peligro (teléfono, Pekerman), tuvieron que bajar casi hasta el medio a buscarla, y Lucho González navegó en la nada eterna. Atrás, no parece haber mucho problema, salvo esto de los últimos años de improvisar a Heinze de lateral porque tampoco trabajamos los laterales ahora, y los centrales van tambíén a los laterales, aunque haya que darse vuelta y sean grandotes para eso. Ya no importa mucho la estética....pero lo que más molesta es lo del 10. No sólo lo retiramos en camiseta, sino en concepto. Y así, hasta Suiza un día se nos transformó en rival competitivo. No, si nosotros mismos somos los que avivamos giles....por eso no me sumo, y recuerdo aquel lema de "no se queje, si no se queja". No digan después que no lo dijimos......
Este seleccionado no sólo por ahora no juega a nada interesante, ganando, empatando o perdiendo, sino que como nos dijeron muchos de sus jugadores, aún no le escucharon decir nada a Basile en lo que se refiere a la parte táctica.
Concordamos con el "Coco" en que hoy es mucho más "seleccionador" que "entrenador" pero aún así, y con poco tiempo de trabajo (¿cuánto es el tiempo que necesitaría?, ¿cómo se contabiliza eso, cuando en el pasado bailábamos a todos sin casi entrenarse?), hay muchos elementos para tener en cuenta.
El que más nos preocupa, pensando en lo que sigue (otro amistoso de menor valor ante Argelia, la Copa América de Venezuela contra Brasil B y los demás), es el de jugar sin un número 10, un reggista, play maker, organizador, líder, o como se le quiera llamar. Aquel que movía los hilos del equipo, que hacía jugar a todos, que hasta movía los brazos indicando dónde posicionarse a los compañeros (lo que por ejemplo hace Juan Román Riquelme, acaso más aparatosamente, con los jugadores de Boca). Si hay un fútbol que no puede prescindir del 10 es justamente el nuestro, el argentino. Desde siempre, los pibes se pelearon por llevar ese número a sus espaldas. El 10 fue siempre sinónimo de saber más, de ser el mejor, el que más sabe. Pero luego de que Diego Maradona se la pusiera, la AFA decidió retirar el número, y parece que fue mucho más que un símbolo. El 10 fe retirado tambièn mentalmente del equipo. Y llegó el día del colmo, de que una selección con nuestra tradición, temida por todos, juega haciendo todo lo posible para que nadie nos tema nunca más. Cedemos la pelota, el campo, y la iniciativa, y en nombre de la modernidad, marcamos y corremos, y nos olvidamos de jugar. Ni siquiera un desvencijado Pablo Aimar, o de última un débil D'Alessandro, o hasta un mediocre Ibagaza. Pero no....dobles y triples cincos (en un momento llegaron a jugar juntos Cambiasso, Gago y Mascherano), y nadie que meta un pase para asistir a los aislados delanteros. Tévez y Messi, los dos jugadores con más peligro (teléfono, Pekerman), tuvieron que bajar casi hasta el medio a buscarla, y Lucho González navegó en la nada eterna. Atrás, no parece haber mucho problema, salvo esto de los últimos años de improvisar a Heinze de lateral porque tampoco trabajamos los laterales ahora, y los centrales van tambíén a los laterales, aunque haya que darse vuelta y sean grandotes para eso. Ya no importa mucho la estética....pero lo que más molesta es lo del 10. No sólo lo retiramos en camiseta, sino en concepto. Y así, hasta Suiza un día se nos transformó en rival competitivo. No, si nosotros mismos somos los que avivamos giles....por eso no me sumo, y recuerdo aquel lema de "no se queje, si no se queja". No digan después que no lo dijimos......
domingo, 3 de junio de 2007
Carta abierta a Cuauhtémoc Blanco
Por Rafael Ramos Villagrana (La Opinion de Los Angeles)
29 de mayo de 2007
Cuauhtémoc:
Lo sabes, aunque aún no lo entiendes, pero lo cierto es que el domingo, en el crepúsculo del Clausura 2007 comenzó el crepúsculo de tu propia carrera. Has empezado a irte sin saberlo. Lamentable que no regresaste de esa mazmorra tan tuya, de ese destierro tan íntimo de tu propia rabia, de tu propia impotencia, de tu propio dolor, lamentable que no regresaste de la tumba del vestidor del Estadio Hidalgo para recoger la medalla de subcampeón. Como toda tu carrera, como muchas veces en tu vida, la soberbia te hizo perder las proporciones entre la victoria que tiene tintes de derrota y entre la derrota que tiene la dignidad pura de la victoria. Si en alguien esa perenne, efímera, medalla de subcampeón, habría podido convertirse en memoria infinita de gloria, habría sido en tus manos o en tu encorvado pescuezo que apenas despunta de tu jorobada estampa. Pero creíste que era una humillación desfilar con los vencidos, que era una vergüenza ser parte del funeral de los caídos, y preferiste huir por la puerta de atrás, por esa por la cual sólo pueden escurrirse los espíritus acobardados. Nunca percibiste que ahí, en la tribuna, miles de aficionados, americanistas o no, vencedores o vencidos, esperaban verte por última vez. Unos te esperaban para que consolaras las penas desfloradas de las ilusiones rotas, y otros, los más, te esperaban porque sólo tú y ese monumental golazo del 0-1, habían hecho más grandes la victoria, porque sin ti, sin tu gol, Pachuca sería un poquitito menos campeón. Pero no regresaste, aunque todos ellos, juntos, habían preparado una ovación que en decibeles habría superado, en la unión de fuerzas de tirios y troyanos, de vencedores y vencidos, a la que coronó al mismo Pachuca, porque, y esto no supiste recapacitarlo, antes que ser odiado jugador del América, siempre serás un memorable futbolista del balompié mexicano. Ese domingo, esa noche fresca de brindis pachuqueño, pulularon notables jugadores, héroes del esfuerzo y el sudor, pero futbolistas, futbolistas de verdad, sólo hubo dos: Damián Álvarez y tú. Ellos, todos, los demás, son obreros del futbol y rescatan dignamente el pan con el sudor de su frente. Lo de ustedes, lo de Damián y lo tuyo, es otra cosa, es ser futbolistas, vivir del placer de ser, de dar y de poseer la magia de este deporte. Por eso, debiste estar ahí, por eso debiste regresar, porque no sólo ellos, los privilegiados en el estadio merecían tu presencia para darte la última ofrenda, la que no merecía Pachuca, la que no podía merecer el América, sino porque en el regalo de consuelo de la televisión, millones que te quieren y te respetan y que te odian y te respetan, querían ver al irrepetible futbolista. Nadie merecía ese berrinche tuyo, tan tuyo, tan predecible, tan miserable, porque abandonaste a un equipo que siempre dependió de ti, a una afición que siempre vivió para ti, y a una coalición de rivales, de tribuna y de cancha, que vivieron en los rebordes del precipicio por el temor a que hicieras una de ésas, una de tantas, una tan tuya, que hubiera podido arruinarles la fiesta. Has empezado a irte y, sin saberlo, quedan estelas en ese mar confuso de tus actitudes. Quedan en la cancha agasajos. Desde la mundialista cuautemiña, hasta esa asombrosa facilidad y delicadeza para entregar a tu compañero goles en bandeja, sin dejar de lado los pases de cadera, matar el balón con las nalgas, los soberbios tiros libres y ese don malandrín para proteger el balón, negociar la falta y tirarse el clavado con la misma delicadeza que una señora gorda cayendo de un "bongie", para que el árbitro en turno pagara de contado con los cheques de su ingenuidad. Queda ahí aquel gol con el Valladolid al Real Madrid y a Holanda en el Mundial 2002, como dos joyas impagables.>>Queda ahí esa figura jorobada, de carrera despatarrada, con esos ridículos zapatos en tonos de un creador daltónico, y cuya estampa trataron de remedar, sin éxito, un decadente Daniel Osorno y un suicida futbolístico, como el "Bofo" Bautista. Queda ahí la constancia del único jugador que ha llevado injertados como piel de pasiones, la dignidad americanista. Nunca nadie ha representado igual a este equipo asumiendo además el estandarte de caudillo, porque muchos no nacieron en ese Nido y los que nacieron nunca alcanzaron esas alturas como futbolistas. No pueden marginarse tus atropellos: golpeaste a gente a mansalva en el abuso de poder, a tu propia esposa, asaltaste alcobas ajenas y dejaste prole, protegida con manutención, pero abandonada de apellido. Sólo quienes sabemos de los tormentos de tu cuna familiar, de tu adolescencia atormentada y tormentosa, podemos entender que en ti cohabiten el instinto del rufián y el alevoso, pero al mismo tiempo, por veneración a tus orígenes, hagas, altruista y desinteresado, labores calladas con quienes no tienen dinero ni esperanza, y a los que les entregas ambos, esperanza con tus palabras simples y dinero con tus ganancias simples. Serás un enigma siempre, como lo es el acceder a sepultar tu carrera en la MLS. Para todos ellos que nunca te entenderán, hay un trozo de trova del argentino Jorge Hugo Chagra: "No sabes acaso que la luna es fría porque dio su sangre para las estrellas".
rafael.ramos@laopinion.com
29 de mayo de 2007
Cuauhtémoc:
Lo sabes, aunque aún no lo entiendes, pero lo cierto es que el domingo, en el crepúsculo del Clausura 2007 comenzó el crepúsculo de tu propia carrera. Has empezado a irte sin saberlo. Lamentable que no regresaste de esa mazmorra tan tuya, de ese destierro tan íntimo de tu propia rabia, de tu propia impotencia, de tu propio dolor, lamentable que no regresaste de la tumba del vestidor del Estadio Hidalgo para recoger la medalla de subcampeón. Como toda tu carrera, como muchas veces en tu vida, la soberbia te hizo perder las proporciones entre la victoria que tiene tintes de derrota y entre la derrota que tiene la dignidad pura de la victoria. Si en alguien esa perenne, efímera, medalla de subcampeón, habría podido convertirse en memoria infinita de gloria, habría sido en tus manos o en tu encorvado pescuezo que apenas despunta de tu jorobada estampa. Pero creíste que era una humillación desfilar con los vencidos, que era una vergüenza ser parte del funeral de los caídos, y preferiste huir por la puerta de atrás, por esa por la cual sólo pueden escurrirse los espíritus acobardados. Nunca percibiste que ahí, en la tribuna, miles de aficionados, americanistas o no, vencedores o vencidos, esperaban verte por última vez. Unos te esperaban para que consolaras las penas desfloradas de las ilusiones rotas, y otros, los más, te esperaban porque sólo tú y ese monumental golazo del 0-1, habían hecho más grandes la victoria, porque sin ti, sin tu gol, Pachuca sería un poquitito menos campeón. Pero no regresaste, aunque todos ellos, juntos, habían preparado una ovación que en decibeles habría superado, en la unión de fuerzas de tirios y troyanos, de vencedores y vencidos, a la que coronó al mismo Pachuca, porque, y esto no supiste recapacitarlo, antes que ser odiado jugador del América, siempre serás un memorable futbolista del balompié mexicano. Ese domingo, esa noche fresca de brindis pachuqueño, pulularon notables jugadores, héroes del esfuerzo y el sudor, pero futbolistas, futbolistas de verdad, sólo hubo dos: Damián Álvarez y tú. Ellos, todos, los demás, son obreros del futbol y rescatan dignamente el pan con el sudor de su frente. Lo de ustedes, lo de Damián y lo tuyo, es otra cosa, es ser futbolistas, vivir del placer de ser, de dar y de poseer la magia de este deporte. Por eso, debiste estar ahí, por eso debiste regresar, porque no sólo ellos, los privilegiados en el estadio merecían tu presencia para darte la última ofrenda, la que no merecía Pachuca, la que no podía merecer el América, sino porque en el regalo de consuelo de la televisión, millones que te quieren y te respetan y que te odian y te respetan, querían ver al irrepetible futbolista. Nadie merecía ese berrinche tuyo, tan tuyo, tan predecible, tan miserable, porque abandonaste a un equipo que siempre dependió de ti, a una afición que siempre vivió para ti, y a una coalición de rivales, de tribuna y de cancha, que vivieron en los rebordes del precipicio por el temor a que hicieras una de ésas, una de tantas, una tan tuya, que hubiera podido arruinarles la fiesta. Has empezado a irte y, sin saberlo, quedan estelas en ese mar confuso de tus actitudes. Quedan en la cancha agasajos. Desde la mundialista cuautemiña, hasta esa asombrosa facilidad y delicadeza para entregar a tu compañero goles en bandeja, sin dejar de lado los pases de cadera, matar el balón con las nalgas, los soberbios tiros libres y ese don malandrín para proteger el balón, negociar la falta y tirarse el clavado con la misma delicadeza que una señora gorda cayendo de un "bongie", para que el árbitro en turno pagara de contado con los cheques de su ingenuidad. Queda ahí aquel gol con el Valladolid al Real Madrid y a Holanda en el Mundial 2002, como dos joyas impagables.>>Queda ahí esa figura jorobada, de carrera despatarrada, con esos ridículos zapatos en tonos de un creador daltónico, y cuya estampa trataron de remedar, sin éxito, un decadente Daniel Osorno y un suicida futbolístico, como el "Bofo" Bautista. Queda ahí la constancia del único jugador que ha llevado injertados como piel de pasiones, la dignidad americanista. Nunca nadie ha representado igual a este equipo asumiendo además el estandarte de caudillo, porque muchos no nacieron en ese Nido y los que nacieron nunca alcanzaron esas alturas como futbolistas. No pueden marginarse tus atropellos: golpeaste a gente a mansalva en el abuso de poder, a tu propia esposa, asaltaste alcobas ajenas y dejaste prole, protegida con manutención, pero abandonada de apellido. Sólo quienes sabemos de los tormentos de tu cuna familiar, de tu adolescencia atormentada y tormentosa, podemos entender que en ti cohabiten el instinto del rufián y el alevoso, pero al mismo tiempo, por veneración a tus orígenes, hagas, altruista y desinteresado, labores calladas con quienes no tienen dinero ni esperanza, y a los que les entregas ambos, esperanza con tus palabras simples y dinero con tus ganancias simples. Serás un enigma siempre, como lo es el acceder a sepultar tu carrera en la MLS. Para todos ellos que nunca te entenderán, hay un trozo de trova del argentino Jorge Hugo Chagra: "No sabes acaso que la luna es fría porque dio su sangre para las estrellas".
rafael.ramos@laopinion.com
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