Si algo le faltaba al deporte francés, y especialmente a su fútbol para tomar conciencia de que el camino es definitivamente equivocado en cuanto a la violencia que lo rodea, fue la muerte de Julien Queremer, aún cuando no parece precisamente una víctima inocente y eso, en cierta forma, representa cierta fortuna porque el azar jugó su papel. Pero si el fútbol francés no repara en las consecuencias que puede acarrear el aumento de sus hechos violentos como los que muy bien relata el especialista Fernando Trejo Segura en su artículo, o en el cada vez más duro enfrentamiento entre los ultras del PSG y el Olympique de Marsella, alimentado por los deseos de hacer crecer a la plaza parisina antes relegada, es muy posible que siga yendo para atrás y cada vez le costará más a Francia regresar a los primeros planos desde el punto de vista organizativo.
El shock que produjo en París la pérdida de los Juegos Olìmpicos de 2012 a manos de Londres se suma a la gran chance de la ciudad rival de organizar en breve un Mundial de fútbol, probablemente en 2018 ó 2022, basado en hechos como el haber erradicado la violencia más dura de los hooligans, la construcción de nuevos estadios, más adaptados al siglo XXI, y la gran explotación comercial, de marketing y de grandes estrellas de la Premier League, hoy claramente la liga más importante del mundo.
Pero la violencia en el fútbol europeo no es patrimonio de los franceses. De hecho, la UEFA festejó por lo bajo la no clasificación de ninguna de las cuatro selecciones británicas para la Eurocopa de este año en Austria y Suiza, como forma de salvaguardar los intereses del torneo, y el municipio de Barcelona está a punto de aprobar un protocolo contra la violencia de los ultras para proteger su ciudad en partidos de copas europeas de equipos, luego del trago amargo de la llegada de hooligans del Glasgow Rangers en el partido de primera fase de la Champions League ante el Barcelona, al punto de que ya en octavos de final, cuando los catalanes tuvieron que recibir al Celtic, el otro equipo escocés, el club blaugrana publicó una serie de avisos pagos en los periódicos escoceses que decían “gane quien gane, que no pierda la ciudad”, rogando a los hinchas que viajen con tranquilidad y se apiaden de los monumentos e instalaciones públicas, aunque fue difícil evitarlo. Por esta misma razón, se habilitó toda una zona a la altura de la “Fira”, en Plaza España, con todo tipo de actividades culturales y barriles de cerveza, para concentrar allí a los escoceses, camino del estadio Camp Nou, para evitar problemas.
Francia, más que nunca ahora, está en la mira de la UEFA, cuyo presidente es, para más, nada menos que Michel Platini, quien conoce mejor que nadie lo que ocurre en su país.
Si Francia tomó el modelo inglés a la hora de copiar la violencia de sus hooligans, no vendría mal que ahora tomara el modelo británico para combatirla y para generar una instancia superior que la coloque otra vez en un lugar de privilegio
jueves, 20 de marzo de 2008
Raul-Aragonés: cuando el fútbol es cuestión de Estado (Yahoo)
Pocas veces en la historia del fútbol han ocurrido situaciones como la que atraviesa la selección española de fútbol. No sólo porque su actual entrenador, el veterano Luis Aragonés, está a punto de dejar su cargo cuando termine la participación del equipo en la próxima Eurocopa, cuando finalice su contrato, sino que la no convocatoria de Raul González, el delantero del Real Madrid, desde el pasado Mundial de Alemania, se ha tornado una cuestión de Estado tal, que ambos debieron llamar a una conferencia de prensa conjunta, luego de más de un ahora de reunión a puertas cerradas, sólo para aclarar que no tienen ningún problema personal.
Todo indica, como dice la mayor parte de la propia prensa española, que si Raúl y Aragonés tuvieron que aclarar que no tienen problemas personales, significa que, al menos, antes sí los tuvieron, pero pocas veces ocurrió en este fútbol moderno que haya habido tanta presión para que un jugador sea convocado aún cuando a nivel de los últimos resultados, la selección española logró clasificarse con holgura en su grupo eliminatorio para la próxima edición de la Eurocopa de Austria y Suiza del próximo verano.
Raúl no participó en ningún partido de la selección española desde que acabara el Mundial de Alemania, y los rumores de los medios que cubrieron ese certamen indican que en aquel entonces, el delantero y el entrenador tuvieron un fuerte entredicho, en el que se habría puesto en juego el liderazgo del grupo, dado que González era el capitán.
Desde ese momento, Aragonés optó por armar el nuevo equipo español con jugadores jóvenes y de “buen pie”, los que tienen mayor calidad técnica, y entonces el entrenador se volcó más hacia el plantel del Valencia o los españoles que abundan en la Premier League inglesa.
Lo que Aragonés no tenía en sus cálculos era que Raúl retornaría a su mejor nivel luego de varios años marcando pocos goles, pero la llegada del alemán Bernd Schuster como entrenador del Real Madrid lo ha colocado en el lugar donde mejor funciona, algo detrás del centrodelantero definidor, papel que en este caso cumple a la perfección el holandés Ruud Van Nistelrooy.
La influencia que Raúl ejerce tanto en el Real Madrid como en el resto de futbolistas españoles y su nivel actual tornan cada vez más difícil su no convocatoria por parte de Aragonés, quien ya recibe pancartas de apoyo al jugador desde los coches que paran cerca del suyo en un semáforo hasta su llegada oficial a cualquier ciudad española, al punto tal que ya presionado por todos los costados, incluso por el propio presidente de la Federación, Angel Maria Villar, llegó a decir que la manifestación de Málaga pidiendo por el delantero del Real Madrid estuvo “organizada”.
Aragonés no aclaró nunca quién se encargó de esa organización aunque primero dejó entrever que habría sido el propio jugador, para luego rechazarlo de plano con el delantero a su lado en la sede de la Federación, y ahora se cree que apuntaría a la empresa Adidas, que es la que viste a Raúl con indumentaria deportiva.
El propio Raúl tuvo que reconocer que esta reunión que ambos sostuvieron esta semana, de cara a la prensa y la opinión pública, lo deja en un lugar muy difícil porque da ahora en más, una convocatoria al jugador implicaría haber clauudicado ante las presiones, y no convocarlo se tornaría una medida impopular aunque al mismo tiempo, mostraría la fortaleza de carácter de Aragonés.
El otro punto más que conflictivo es que todas las partes saben que una vez que finalice la Eurocopa (hasta tiene fecha exacta para la misma semana siguiente a que España finalice su participación en ella), el ex entrenador del Real Madrid, Vicente Del Bosque, será designado en el cargo, con lo cual, las chances de que Raúl regrese a la selección, y máxime si conserva el actual nivel, son muchísimas, lo que paradójicamente implica que Raúl tiene más futuro en la selección española que el propio entrenador actual. Y eso, a su vez, es una nueva presión para un Aragonés que en las últimas semanas volvió a insistir en que tal como están las cosas, deberían echarlo del cargo y pagarle la correspondiente indemnización, mientras el presidente de la Federación, Villar, recalca que no es su deseo echarlo y que incluso está “enamorado futbolísticamente” del actual entrenador, que de todos modos no continuará luego de la Eurocopa.
Al mismo tiempo, hay otro actor que no aparece en los primeros planos pero parece operar bien en las sombras. Es el director deportivo de los seleccionados nacionales españoles, el ex defensor del Real Madrid Fernando Hierro.
Este fue el factótum de la contratación de Del Bosque como entrenador nacional para cuando finalice la Eurocopa, y el que también dirigiera a Raúl en tiempos de glorias continuas del equipo blanco por Europa a principios del siglo XXI, en la era de los galácticos, antes de que Florentino Pérez optara por la política de la venta de camisetas por sobre los logros deportivos.
Es más: Hierro, como capitán del Real Madrid y también de la selección española, y Raúl, como subcapitán en ambas, fueron los encargados de manejar el vestuario con Del Bosque. No parece entonces tan extraño que Hierro promueva ahora una reunión entre su amigo y ex compañero Raúl y Aragonés, sometido ya a presiones de todo tipo, internas y externas.
Lo que es claro es que si Raúl debe o no debe jugar para la selección española en la Eurocopa es ya un asunto de Estado que ocupa las primeras planas tanto o más que la propia elección de presidente de España, prevista para el próximo 9 de marzo.
Todo indica, como dice la mayor parte de la propia prensa española, que si Raúl y Aragonés tuvieron que aclarar que no tienen problemas personales, significa que, al menos, antes sí los tuvieron, pero pocas veces ocurrió en este fútbol moderno que haya habido tanta presión para que un jugador sea convocado aún cuando a nivel de los últimos resultados, la selección española logró clasificarse con holgura en su grupo eliminatorio para la próxima edición de la Eurocopa de Austria y Suiza del próximo verano.
Raúl no participó en ningún partido de la selección española desde que acabara el Mundial de Alemania, y los rumores de los medios que cubrieron ese certamen indican que en aquel entonces, el delantero y el entrenador tuvieron un fuerte entredicho, en el que se habría puesto en juego el liderazgo del grupo, dado que González era el capitán.
Desde ese momento, Aragonés optó por armar el nuevo equipo español con jugadores jóvenes y de “buen pie”, los que tienen mayor calidad técnica, y entonces el entrenador se volcó más hacia el plantel del Valencia o los españoles que abundan en la Premier League inglesa.
Lo que Aragonés no tenía en sus cálculos era que Raúl retornaría a su mejor nivel luego de varios años marcando pocos goles, pero la llegada del alemán Bernd Schuster como entrenador del Real Madrid lo ha colocado en el lugar donde mejor funciona, algo detrás del centrodelantero definidor, papel que en este caso cumple a la perfección el holandés Ruud Van Nistelrooy.
La influencia que Raúl ejerce tanto en el Real Madrid como en el resto de futbolistas españoles y su nivel actual tornan cada vez más difícil su no convocatoria por parte de Aragonés, quien ya recibe pancartas de apoyo al jugador desde los coches que paran cerca del suyo en un semáforo hasta su llegada oficial a cualquier ciudad española, al punto tal que ya presionado por todos los costados, incluso por el propio presidente de la Federación, Angel Maria Villar, llegó a decir que la manifestación de Málaga pidiendo por el delantero del Real Madrid estuvo “organizada”.
Aragonés no aclaró nunca quién se encargó de esa organización aunque primero dejó entrever que habría sido el propio jugador, para luego rechazarlo de plano con el delantero a su lado en la sede de la Federación, y ahora se cree que apuntaría a la empresa Adidas, que es la que viste a Raúl con indumentaria deportiva.
El propio Raúl tuvo que reconocer que esta reunión que ambos sostuvieron esta semana, de cara a la prensa y la opinión pública, lo deja en un lugar muy difícil porque da ahora en más, una convocatoria al jugador implicaría haber clauudicado ante las presiones, y no convocarlo se tornaría una medida impopular aunque al mismo tiempo, mostraría la fortaleza de carácter de Aragonés.
El otro punto más que conflictivo es que todas las partes saben que una vez que finalice la Eurocopa (hasta tiene fecha exacta para la misma semana siguiente a que España finalice su participación en ella), el ex entrenador del Real Madrid, Vicente Del Bosque, será designado en el cargo, con lo cual, las chances de que Raúl regrese a la selección, y máxime si conserva el actual nivel, son muchísimas, lo que paradójicamente implica que Raúl tiene más futuro en la selección española que el propio entrenador actual. Y eso, a su vez, es una nueva presión para un Aragonés que en las últimas semanas volvió a insistir en que tal como están las cosas, deberían echarlo del cargo y pagarle la correspondiente indemnización, mientras el presidente de la Federación, Villar, recalca que no es su deseo echarlo y que incluso está “enamorado futbolísticamente” del actual entrenador, que de todos modos no continuará luego de la Eurocopa.
Al mismo tiempo, hay otro actor que no aparece en los primeros planos pero parece operar bien en las sombras. Es el director deportivo de los seleccionados nacionales españoles, el ex defensor del Real Madrid Fernando Hierro.
Este fue el factótum de la contratación de Del Bosque como entrenador nacional para cuando finalice la Eurocopa, y el que también dirigiera a Raúl en tiempos de glorias continuas del equipo blanco por Europa a principios del siglo XXI, en la era de los galácticos, antes de que Florentino Pérez optara por la política de la venta de camisetas por sobre los logros deportivos.
Es más: Hierro, como capitán del Real Madrid y también de la selección española, y Raúl, como subcapitán en ambas, fueron los encargados de manejar el vestuario con Del Bosque. No parece entonces tan extraño que Hierro promueva ahora una reunión entre su amigo y ex compañero Raúl y Aragonés, sometido ya a presiones de todo tipo, internas y externas.
Lo que es claro es que si Raúl debe o no debe jugar para la selección española en la Eurocopa es ya un asunto de Estado que ocupa las primeras planas tanto o más que la propia elección de presidente de España, prevista para el próximo 9 de marzo.
viernes, 14 de marzo de 2008
En Argentina, la violencia del fútbol no tiene solución (Yahoo)
El pasado fin de semana arrojó en el fútbol argentino dos nuevas muertes, una, más promocionada por tratarse de un hincha de un club de los llamados “grandes”, Vélez Sársfield, y la otra, con mucha menos publicidad, una chica cerca de un estadio del norte del país, en un torneo regional, que acapara menos la atención de los medios, en tanto que una tercera joven se halla internada en grave estado en otra ciudad del oeste, producto de un tercer hecho violento.
Para la mayor parte de los argentinos que siguen el fútbol o lo conocen aunque sea como información cotidiana, estos hechos son dolorosos pero difícilmente sean una novedad, acostumbrados como están a tanta violencia que fueron generando los llamados “barras bravas”, los ultras locales con que cuenta cada uno de los equipos que juegan en los principales torneos oficiales.
Pero lo que ya genera mayor estupor, si bien tampoco sorpresa, es que en el caso del hincha de Vélez Emanuel Alvarez, de 21 años, asesinado de un balazo antes del partido que su equipo iba a jugar ante San Lorenzo por el Torneo Clausura, cuando se dirigía al estadio junto a otros simpatizantes en distintos autobuses, es que sabiendo lo ocurrido, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) no sólo aceptara seguir jugando los partidos correspondientes a la jornada, sino que hasta llegó a decir que suspender la fecha “sería darle la razón a los violentos”.
Desde ya que ni mención de la muerte de la joven Sabrina (cuyo apellido no se dio a conocer por tratarse de una menor de edad) poco antes del clásico de la ciudad de Salta, en el norte argentino, entre Gimnasia y Tiro y Central Norte, cuando en un confuso episodio y cuando se dirigía al estadio junto con un grupo de simpatizantes, fue alcanzada por una bala en el cruce con una avenida en la que transitaba la barra rival.
En la misma jornada del Torneo Clausura, el árbitro tuvo que suspender el partido entre Gimnasia y Esgrima de Jujuy (un día antes de los luctuosos episodios relatados más arriba) “por falta de garantías”, y desde ya que si no se jugó el partido entre Vélez y San Lorenzo, no fue porque los dirigentes por una vez se dieron cuenta de que acaso por un mínimo respeto y por reflexión, la jornada no daba para que los partidos se disputasen.
El partido entre Vélez y San Lorenzo no se terminó jugando tan sólo porque desde la desesperación y el mismo sentido común (que no por nada es el menos común de los sentidos), un grupo de hinchas de Vélez, ya apostados en su tribuna a poco de comenzar el juego, enterados del asesinato de otro simpatizante del equipo, presionaron con todas sus fuerzas para alertar a sus jugadores, que ya habían salido al campo, de lo ocurrido y para que el partido no se jugase. Así fue que apenas se necesitaron minutos para que los jugadores de Vélez se acercaran a la tribuna, pidieran calma, entendiendo lo ocurrido, y se apersonaron al árbitro internacional Héctor Baldassi para que éste suspendiera el partido, cosa que el juez aceptó, al igual que los jugadores rivales, en un gesto de cordura que no pudo verse en la nefasta dirigencia del fútbol argentino.
Pero lejos de haber terminado allí el recuento de episodios violentos, resta por relatar el durísimo enfrentamiento entre dos sectores de la poderosa barra brava de Boca Juniors, en disputa de posiciones debido a que su máximo jefe, Rafael Di Zeo, cumple una condena en la cárcel por cuatro años y tres meses por delito de coacción agravada por uso de armas contra otras hinchadas.
Desde el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se explicó que no hay sanción para Boca Juniors debido a que el enfrentamiento entre los violentos ocurrió “fuera de las instalaciones deportivas”, una forma de escudarse de la dirigencia para no castigar a los clubes en hechos violentos, aunque cabe aclarar que en este caso, se agrava la situación porque el nuevo alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, es al mismo tiempo (por una razón judicial debido a que el club debe volver a llamar a elecciones), presidente de Boca Juniors.
Lo que termina siendo claro es que cada vez es mayor la violencia que genera el propio fútbol argentino, más allá de las situaciones de violencia social que puedan incidir, y que el país puede atravesar una situación difícil en cuanto a hechos delictivos, pero eso no tiene rlación directa con que la dirigencia del fútbol permita que se sigan jugando los partidos cuando se producen dos muertes en el mismo día, y hasta alientan que se juegue.
En países como Italia o Francia, las recientes aisladas muertes de simpatizantes (uno por país en los últimos años), generaron escándalo y paralización del fútbol por un largo tiempo, y días pasados, por su propia motivación, Gianfranco Totti ingresó al derby entre Roma y Lazio acompañado de un familiar de Gabriele Sandri, el muchacho asesinado hace escasas semanas e hincha de Lazio. Cabe aclarar que Totti juega en la Roma.
En la Argentina la lista de muertos ya suma 225 desde que el fútbol se juega oficialmente, y sin embargo, no hay debates serios ni parece haber voluntad para solucionar el grave problema que afecta cada vez más a sus amenazados torneos.
Para la mayor parte de los argentinos que siguen el fútbol o lo conocen aunque sea como información cotidiana, estos hechos son dolorosos pero difícilmente sean una novedad, acostumbrados como están a tanta violencia que fueron generando los llamados “barras bravas”, los ultras locales con que cuenta cada uno de los equipos que juegan en los principales torneos oficiales.
Pero lo que ya genera mayor estupor, si bien tampoco sorpresa, es que en el caso del hincha de Vélez Emanuel Alvarez, de 21 años, asesinado de un balazo antes del partido que su equipo iba a jugar ante San Lorenzo por el Torneo Clausura, cuando se dirigía al estadio junto a otros simpatizantes en distintos autobuses, es que sabiendo lo ocurrido, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) no sólo aceptara seguir jugando los partidos correspondientes a la jornada, sino que hasta llegó a decir que suspender la fecha “sería darle la razón a los violentos”.
Desde ya que ni mención de la muerte de la joven Sabrina (cuyo apellido no se dio a conocer por tratarse de una menor de edad) poco antes del clásico de la ciudad de Salta, en el norte argentino, entre Gimnasia y Tiro y Central Norte, cuando en un confuso episodio y cuando se dirigía al estadio junto con un grupo de simpatizantes, fue alcanzada por una bala en el cruce con una avenida en la que transitaba la barra rival.
En la misma jornada del Torneo Clausura, el árbitro tuvo que suspender el partido entre Gimnasia y Esgrima de Jujuy (un día antes de los luctuosos episodios relatados más arriba) “por falta de garantías”, y desde ya que si no se jugó el partido entre Vélez y San Lorenzo, no fue porque los dirigentes por una vez se dieron cuenta de que acaso por un mínimo respeto y por reflexión, la jornada no daba para que los partidos se disputasen.
El partido entre Vélez y San Lorenzo no se terminó jugando tan sólo porque desde la desesperación y el mismo sentido común (que no por nada es el menos común de los sentidos), un grupo de hinchas de Vélez, ya apostados en su tribuna a poco de comenzar el juego, enterados del asesinato de otro simpatizante del equipo, presionaron con todas sus fuerzas para alertar a sus jugadores, que ya habían salido al campo, de lo ocurrido y para que el partido no se jugase. Así fue que apenas se necesitaron minutos para que los jugadores de Vélez se acercaran a la tribuna, pidieran calma, entendiendo lo ocurrido, y se apersonaron al árbitro internacional Héctor Baldassi para que éste suspendiera el partido, cosa que el juez aceptó, al igual que los jugadores rivales, en un gesto de cordura que no pudo verse en la nefasta dirigencia del fútbol argentino.
Pero lejos de haber terminado allí el recuento de episodios violentos, resta por relatar el durísimo enfrentamiento entre dos sectores de la poderosa barra brava de Boca Juniors, en disputa de posiciones debido a que su máximo jefe, Rafael Di Zeo, cumple una condena en la cárcel por cuatro años y tres meses por delito de coacción agravada por uso de armas contra otras hinchadas.
Desde el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se explicó que no hay sanción para Boca Juniors debido a que el enfrentamiento entre los violentos ocurrió “fuera de las instalaciones deportivas”, una forma de escudarse de la dirigencia para no castigar a los clubes en hechos violentos, aunque cabe aclarar que en este caso, se agrava la situación porque el nuevo alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, es al mismo tiempo (por una razón judicial debido a que el club debe volver a llamar a elecciones), presidente de Boca Juniors.
Lo que termina siendo claro es que cada vez es mayor la violencia que genera el propio fútbol argentino, más allá de las situaciones de violencia social que puedan incidir, y que el país puede atravesar una situación difícil en cuanto a hechos delictivos, pero eso no tiene rlación directa con que la dirigencia del fútbol permita que se sigan jugando los partidos cuando se producen dos muertes en el mismo día, y hasta alientan que se juegue.
En países como Italia o Francia, las recientes aisladas muertes de simpatizantes (uno por país en los últimos años), generaron escándalo y paralización del fútbol por un largo tiempo, y días pasados, por su propia motivación, Gianfranco Totti ingresó al derby entre Roma y Lazio acompañado de un familiar de Gabriele Sandri, el muchacho asesinado hace escasas semanas e hincha de Lazio. Cabe aclarar que Totti juega en la Roma.
En la Argentina la lista de muertos ya suma 225 desde que el fútbol se juega oficialmente, y sin embargo, no hay debates serios ni parece haber voluntad para solucionar el grave problema que afecta cada vez más a sus amenazados torneos.
España puede quedarse sin Eurocopa en un caso clave para la FIFA (Yahoo)
La selección española, clasificada en el primer lugar en su grupo para la próxima Eurocopa de junio en Austria y Suiza, corre serio peligro de quedarse sin participar en este torneo si no se soluciona a tiempo el grave diferendo que mantienen su Federación y el Gobierno del país, que comienza a ser un caso clave para otros a resolver en el futuro por la FIFA.
Desde hace tiempo que el presidente de la Real Federación Española de Futbol (RFEF), Angel María Villar, es seriamente cuestionado por buena parte de la prensa especializada y por los propios dirigentes del gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero, quien este fin de semana era sometido a elecciones por otros cuatro años.
Villar es cuestionado por supuestos hechos de corrupción y malas decisiones en general sobre aspectos futbolísticos y organizativos, y en un país con democracia a pleno, tampoco se observa con buenos ojos que Villar cumpla en 2008 los veinte años en el cargo, sin que se haya renovado el mismo en ningún caso y con algunas elecciones sospechosas de irregularidades y creciente oposición interna.
Por esta razón, entre otras, es que el Gobierno español de Rodríguez Zapatero, representado por el secretario de Deportes, Jaime Lissavezky, ha decidido que todas las federaciones deportivas que no han logrado el objetivo de clasificar a sus seleccionados o representantes a los próximos Juegos Olímpicos de Pekín en agosto próximo, deben llamar a elecciones para renovación de sus dirigentes antes del 31 de marzo.
Lo que sucede desde este momento es que por primera vez en muchos años, uno de los países fuertes del fútbol, como España, tiene un conflicto entre su federación y su gobierno nacional, cuando la FIFA considera que ningún gobierno puede interferir en una federación a la que se considera sólo dependiente de la misma FIFA, y eso la hace proclive a ser sancionada y hasta suspendida. Sumado a eso, en el caso de España, Villar es uno de los dirigentes más cercanos al propio poder actual en la FIFA y eso agrava la situación.
En febrero pasado, durante la visita del presidente de la FIFA, Joseph Blatter, a Madrid, para el homenaje que el Real Madrid le realizó a Alfredo Di Stéfano, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, el máximo dirigente del fútbol mundial advirtió que si la federación española debe ser sometida a un nuevo proceso electoral por decisión del Gobierno, “la FIFA puede decidir una suspensión en cuestión de horas”, lo que fue tomado con estupor por Rodríguez Zapatero y su secretario Lissavetzky, quienes reiteraron la decisión de obligar a la RFEF a llamar a elecciones antes del 31 de marzo, en tanto que Villar ya dijo que resistirá la medida.
Durante la semana pasada, última en la campaña electoral para elegir presidente español, Rodríguez Zapatero reafirmó que su Gobierno se mantiene “firme” en la decisión y que la ley de su país “está por encima de todo y la RFEF está dentro de España”. Consultado sobre si la selección española corre riesgos de quedarse sin la Eurocopa, el presidente dijo que “ni contemplo esa posibilidad” y que en un caso de extrema gravedad “haríamos las gestiones que correspondan, desde ya”.
Una semana antes, en una demostración de su poder futbolístico, Villar no sólo llamó a una Asamblea de dirigentes de fútbol que ratificó su total apoyo y la convocatoria a elecciones recién para noviembre (como estaba fijada antes de que el Gobierno las adelantara para antes del 31 de marzo), sino que colocó un inciso en el reglamento electoral que no permite que su máximo opositor, el ex dirigente del Mallorca, Mateo Alemany, pueda presentarse.
El hecho tiene tal gravedad, que la Federación irlandesa de Fútbol ya se presentó ante la FIFA para que ésta contemple que en el caso de que España fuera suspendida, le corresponde su lugar por haber sido el mejor equipo no clasificado para la Eurocopa en la sumatoria de todos los grupos.
Más allá de que se trate de España, lo interesante es observar de aquí a finales de marzo cómo se resolverá este conflicto de intereses que pone en juego un hecho fundamental para entender la importancia social del deporte en el último siglo: la pretensión de sus dirigentes de que el fútbol (en este caso) se encuentre por encima de la propia ley de los hombres, el desafío a que una manifestación deportiva, por importante que ésta sea y por el impresionante mercado que encierre, se rija por leyes distintas a las de todas las demás manifestaciones del ser humano, algo que no parece sensato ni cuerdo.
Pero además, se pone en juego también el poder real entre la política y el deporte, si será el Gobierno español el que deberá ceder en pos de que la selección española juegue la Eurocopa aún aceptando “la ley FIFA” de no-intromisión del Estado en el fútbol, para no generar problemas internos y desgaste entre sus habitantes, o si será la FIFA la que deberá por fin aceptar que hay una ley superior al fútbol y una Justicia que también le rige a sí misma y que no acepta su omnipotencia.
Desde hace tiempo que el presidente de la Real Federación Española de Futbol (RFEF), Angel María Villar, es seriamente cuestionado por buena parte de la prensa especializada y por los propios dirigentes del gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero, quien este fin de semana era sometido a elecciones por otros cuatro años.
Villar es cuestionado por supuestos hechos de corrupción y malas decisiones en general sobre aspectos futbolísticos y organizativos, y en un país con democracia a pleno, tampoco se observa con buenos ojos que Villar cumpla en 2008 los veinte años en el cargo, sin que se haya renovado el mismo en ningún caso y con algunas elecciones sospechosas de irregularidades y creciente oposición interna.
Por esta razón, entre otras, es que el Gobierno español de Rodríguez Zapatero, representado por el secretario de Deportes, Jaime Lissavezky, ha decidido que todas las federaciones deportivas que no han logrado el objetivo de clasificar a sus seleccionados o representantes a los próximos Juegos Olímpicos de Pekín en agosto próximo, deben llamar a elecciones para renovación de sus dirigentes antes del 31 de marzo.
Lo que sucede desde este momento es que por primera vez en muchos años, uno de los países fuertes del fútbol, como España, tiene un conflicto entre su federación y su gobierno nacional, cuando la FIFA considera que ningún gobierno puede interferir en una federación a la que se considera sólo dependiente de la misma FIFA, y eso la hace proclive a ser sancionada y hasta suspendida. Sumado a eso, en el caso de España, Villar es uno de los dirigentes más cercanos al propio poder actual en la FIFA y eso agrava la situación.
En febrero pasado, durante la visita del presidente de la FIFA, Joseph Blatter, a Madrid, para el homenaje que el Real Madrid le realizó a Alfredo Di Stéfano, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, el máximo dirigente del fútbol mundial advirtió que si la federación española debe ser sometida a un nuevo proceso electoral por decisión del Gobierno, “la FIFA puede decidir una suspensión en cuestión de horas”, lo que fue tomado con estupor por Rodríguez Zapatero y su secretario Lissavetzky, quienes reiteraron la decisión de obligar a la RFEF a llamar a elecciones antes del 31 de marzo, en tanto que Villar ya dijo que resistirá la medida.
Durante la semana pasada, última en la campaña electoral para elegir presidente español, Rodríguez Zapatero reafirmó que su Gobierno se mantiene “firme” en la decisión y que la ley de su país “está por encima de todo y la RFEF está dentro de España”. Consultado sobre si la selección española corre riesgos de quedarse sin la Eurocopa, el presidente dijo que “ni contemplo esa posibilidad” y que en un caso de extrema gravedad “haríamos las gestiones que correspondan, desde ya”.
Una semana antes, en una demostración de su poder futbolístico, Villar no sólo llamó a una Asamblea de dirigentes de fútbol que ratificó su total apoyo y la convocatoria a elecciones recién para noviembre (como estaba fijada antes de que el Gobierno las adelantara para antes del 31 de marzo), sino que colocó un inciso en el reglamento electoral que no permite que su máximo opositor, el ex dirigente del Mallorca, Mateo Alemany, pueda presentarse.
El hecho tiene tal gravedad, que la Federación irlandesa de Fútbol ya se presentó ante la FIFA para que ésta contemple que en el caso de que España fuera suspendida, le corresponde su lugar por haber sido el mejor equipo no clasificado para la Eurocopa en la sumatoria de todos los grupos.
Más allá de que se trate de España, lo interesante es observar de aquí a finales de marzo cómo se resolverá este conflicto de intereses que pone en juego un hecho fundamental para entender la importancia social del deporte en el último siglo: la pretensión de sus dirigentes de que el fútbol (en este caso) se encuentre por encima de la propia ley de los hombres, el desafío a que una manifestación deportiva, por importante que ésta sea y por el impresionante mercado que encierre, se rija por leyes distintas a las de todas las demás manifestaciones del ser humano, algo que no parece sensato ni cuerdo.
Pero además, se pone en juego también el poder real entre la política y el deporte, si será el Gobierno español el que deberá ceder en pos de que la selección española juegue la Eurocopa aún aceptando “la ley FIFA” de no-intromisión del Estado en el fútbol, para no generar problemas internos y desgaste entre sus habitantes, o si será la FIFA la que deberá por fin aceptar que hay una ley superior al fútbol y una Justicia que también le rige a sí misma y que no acepta su omnipotencia.
lunes, 10 de marzo de 2008
El fútbol italiano, secuestrado por la violencia (Minuto 90, Dinamarca)
Acaso el 11 de noviembre de 2007 puede ser el principio del fin, aunque un mes y medio después, buena parte del calcio parece haberlo olvidado, con los hechos que corren tan vertiginosamente. Ese día perdió la vida el joven de 26 años e hincha del Lazio romano Gabriele Sandri, cuando iba con su coche y acompañado de amigos rumbo a Milan para seguir a su equipo ante el Inter, tuvo una discusión en una estación de servicio de la autopista de Arezzo (Toscana, en el centro de Italia) con hinchas de la Juventus, y el policía Luigi Spaccarotella disparó (según él, para disuadir a las partes) y su disparo terminó ingresando por la luneta de Sandri, cuya muerte impactó a toda la sociedad italiana.
Acaso también aquel funeral que pareció una manifestación cívica en la ciudad de Roma, con cinco mil personas (muchas de ellas hinchas de todos los equipos) siguiendo el féretro en la Iglesia de San Pío X, y hasta con un supercrack del equipo rival, la Roma, como Francesco Totti, acercándose para llorar abrazado a los padres de “Gabbo”, como se conocía en las discotecas de Roma a este muchacho conocido como disc-jockey, puede haber sido el puntapié para el inicio de un cambio radical y hasta desesperado para un país que respira fútbol, cuya selección acaba de ganar su cuarto Mundial en Alemania 2006, pero que aquella fiesta que llevó hace un año y medio a dos millones de personas al Circo Massimo para recibir a aquellos héroes, hoy apenas su es testigo de marchas en silencio o de protesta.
Desde hace dos décadas que algunos sociólogos (podemos citar a Antonio Roversi, de la Universidad de Bolonia, a quien tratamos y es autor de “Calcio y violencia en Europa”) vienen advirtiendo acerca de un fenómeno creciente y que es el de la violencia ultra, cuya expresión no tiene sólo que ver con el fútbol, sino que la mayor parte de los sectores más duros tienen contactos con organizaciones o partidos de extrema derecha o izquierda.
Desde hace rato que un partido entre Lazio (con ultras reconocidamente fascistas) y Livorno (ultras ligados al Partico Comunista Italiano) es motivo de un enorme despliegue policial y una batalla campal segura, algo parecido al odio que se conoce que existe entre los dos clubes romanos (Roma y Lazio), pero que puede estallar en cualquier lugar y en cualquier momento.
La muerte de Sandri derivó en que el mejor jugador del mundo de la actualidad, el brasileño del Milan Kaká, advirtiera que el calcio “`pierde credibilidad por los escándalos, aquel agente muerto (en referencia al policía Filippo Rascitti, de 38 años, asesinado tras una reyerta entre los ultras de Catania y Palermo el pasado 3 de febrero, cuando una vez más, la Federación dijo de parar el torneo, ahora el hincha de Lazio. Si se llega a desencadenar una guerra entre los tifosi más violentos y la Policía, el calcio corre serio riesgo de morir. Por eso hay que intervenir inmediatamente porque si sigue la violencia, los jugadores extranjeros se terminarán yendo de a uno”.
No parece que Kaká haya sido escuchado como se debía. Tras el asesinato de Sandri, el último caso de muerte en el calcio, la clase política, no casualmente, llegó a hablar de “guerrilla urbana” para definir lo ocurrido en la zona aledaña al estadio Olímpico de Roma, cuando al saberse la noticia de la muerte del joven, se suspendió el Roma-Cagliari. Fue entonces cuando los ultras de la Roma quisieron ingresar al estadio nuevamente para arrojar petardos e incendiar motos, coches, tachos de basura, y hasta intentaron asaltar un autobús con gente adentro, moviéndolo con la intención de volcarlo.
Los antecedentes hablan por sí mismos: el 6 de mayo de 2001, los ultras del Atalanta arrojaron una moto, e incendiada, desde el segundo anfiteatro norte del estadio San Siro, en un partido de su equipo contra Inter. No pasó nada de milagro, porque la moto dio contra butacas de abajo. ¿Cómo una moto pasó un control de seguridad para ingresar a un estadio?. Ese mismo año, fue agredido por ultras del Lazio el defensor brasileño de la Roma Antonio Carlos “Zago”, quien debió ser atendido de heridas, rasguños, y hasta de un golpe en una de sus orejas.
Pero una de las grandes locuras del calcio ocurrió el 22 de marzo de 2004, cuando se suspendió un clásico entre Lazio y Roma por un rumor (nunca comprobado) del asesinato de un niño en los alrededores del estadio Olímpico. En lo que parece ficción, y aunque desde los altavoces se desmintió la información y se convocó a los espectadores a continuar viendo el partido, que debía reiniciarse tras el descanso, lo cierto es que los hinchas creyeron más en los corrillos de voces y en algunos cánticos sueltos de “asesinos, asesinos” dedicados a la Policía, que a las propias instituciones, que trataron de explicar en vano a cincuenta mil espectadores, de que esa muerte no era real. Y aunque el propio árbitro recomenzó el partido, los hinchas de los dos equipos gritaban a sus jugadores para que no continuaran e invadieron el campo de juego para convencer también al árbitro, que recibió incluso una orden desde un teléfono celular que le alcanzaron, para que suspendiera el partido. Esa orden llegaba por parte del propio presidente de la Federación Italiana, nada menos, que implicaba resignarse ante el rumor, antes que luchar contra un desatino semejante.
Espectáculos como esos, en Italia abundan, en lo que es una muestra del estado de desarticulación social y de la pérdida de representatividad de las instituciones, algo que paradójicamente se planteaba Nicolás Maquiavelo hace siglos, pensando en Italia, y que recién tantos centenares de años después, pudo unificar Garibaldi.
El 13 de abril de 2005, Inter y Milan se eliminaban por la Champions League, cuando el árbitro alemán Markus Merk anuló un gol de cabeza del volante argentino del Inter Esteban Cambiasso, al considerar que había cargado contra el arquero Dida. Cambiasso increpó al juez por esta anulación e inmediatamente llegó la reacción ultra. Una bengala dio en el hombro de Dida, el locutor del estadio, en vez de decir que el partido estaba suspendido, sólo dijo que los jugadores “se retiraron al vestuario por un momento” y jamás pidió calma a los asistentes. Desde la tribuna del Milan, los hinchas colocaron una bandera que decía “cuando (Adriano) Galliani –presidente del Milan, pelado- se haga la permanente, el Inter ganará”. Lo increíble es que a los treinta minutos, los jugadores volvieron a reanudar el partido. Dida había sido reemplazado por Abiatti y a nadie se le ocurrió pensar que al regresar, los jugadores también habían perdido la batalla de la dignidad. Pero tampoco se les ocurrió que ante el clima que se vivía, por lo menos cambiar de arco sería beneficioso, y ni siquiera así, el partido pudo seguir.
Apenas un dìa antes, el partido entre Lazio y Livorno, se jugó en un estadio olímpico plagado de cruces esvásticas y 240 arrestados por disturbios. El 3 de diciembre de 2006, en ocasión de un Lazio-Fiorentina, los ultras romanos incendiaron una patrulla policial y burlaron las barreras de seguridad del estadio Artemio Franchi.
El fútbol italiano se fue desarticulando y no es casual que luego de los sucesos extradeportivos conocidos como el “caso Moggi” por el que se supo de escuchas telefónicas entre el director deportivo de la Juventus y dirigentes influyentes del fútbol italiano para beneficiar a su equipo y perjudicar a otros (especialmente el Inter), la violencia entre los ultras haya aumentado y el clima de crispación se hiciera insoportable. Ya nadie creía en sus dirigentes, en ese fútbol corrupto en el que ya no se sabía por qué llegaba o se iba un jugador de cualquier equipo y casi siempre escondía algún negociado (es el día de hoy que ya castigado Moggi, y con la pérdida de una liga y un descensos a Serie B, el dirigente sigue teniendo los mayores contactos, que son difundidos por los principales diarios, al tener éstos accesos a más escuchas).
Así llegamos al 3 de febrero de 2007 en ocasión del Catania-Palermo, dos equipos del sur italiano. El primer tiempo transcurría normalmente, pero todo se desencadenó con el arribo de los hinchas del Palermo, protegidos por la policía, lo que genera un primer enfrentamiento con los hinchas locales. Así, el partido debe suspenderse en el minuto 13 y por media hora, por la neblina producto de los gases lacrimógenos y las bombas de humo. La batalla se traslada al exterior, con la participación de 1500 policías antidisturbios y una bomba estalla dentro del coche del oficial Rascitti, que es trasladado al hospital Garibaldi, donde fallece tras 45 minutos de agonía.
El escándalo fue total. El presidente de la Federación Italiana, Luca Pancalli, anunció la suspensión de todas las categorías para la semana siguiente aunque alguien ironizó con que justo se paraba un torneo cuando a la semana siguiente no se había previsto jugar una fecha. “El calcio cierra. Ya basta. Es una situación que no quiero comentar”. “Perder la vida a los 38 años, como este oficial, es algo increíble. Esto ya no es deporte”, dijo Gianni Petrucci, el presidente del Comité Olímpico Italiano, y hasta el primer ministro Romano Prodi salió a apoyarlo: “contra la degeneración del deporte, son necesarias medidas fuertes”, la ministra de Deportes, Giovanna Melandri, estuvo todo el día reunida con el ministro del Interior, Giuliano Amato y hasta el diario “L’osservatore romano”, expresión de El Vaticano, pidió que “se suspendan todos los campeonatos italianos por un año”.
El único que desentonó con esta línea fue Antonio Matarrese, el presidente de la Liga, quien llegó a decir que el calcio “no se puede suspender porque los muertos forman parte del sistema. La Fiat no cerró para levantar cabeza. Podemos estar apesadumbrados, pero el espectáculo debe continuar”. Estas duras declaraciones de Matarrese, un hombre poderoso del fútbol italiano y mundial, fueron rechazadas de plano por todos. “No se pueden comentar”, dijo la ministra Melandi, o “locas”, calificó Prodi, o “desencantado e indignado”, se manifestó Petrucci.
Pero apenas nueve meses después, la muerte de Gabriele Sandri, venía a probar que pese a tanta frase dura de ocasión, todo indica que Matarrese tenía razón y el show debía continuar. Aunque la Municipalidad de Roma designara como “Jornada de Luto” por esta muerte, o que los hinchas gritaran “justicia, justicia” al paso del féretro del joven, o aunque el fiscal Ennio Di Cicco dijera que el policía Spaccarotella está sumamente comprometido al comprobarse que al apuntar su arma, lo hizo sosteniéndola con sus dos manos y eso se suele juzgar como “homicidio intencional”, o aunque en toda la ciudad de Roma aparecieran pintadas como “Estado asesino”, “Esbirros impunes” o “pronto, otro Rascitti”.
El presidente de la UEFA, el francés Michel Platini, que por años defendió los colores de la Juventus, se llegó a preguntar “¿qué tiene que ver el fútbol con lo que pasó en la autopista de Arezzo?”, mientras ue el entrenador campeón mundial con la selección italiana, Marcello Lippi, afirmó que es “cada entidad la que tiene que decirle a sus hinchas que el dinero que se usa para contratar jugadores, ahora será destinado para garantizar la seguridad”.
El estado de conmoción es total, aunque la clase política y deportiva italiana se debata sobre lo que hay que hacer, mientras todo sigue como entonces, a la espera de la próxima muerte. La sociedad parece ir muy adelante y marcando el camino. Webs como las de los periódicos “La Repubblica” o “Corriere della Sera”, promueven la votación de los lectores sobre si se debe suspender el campeonato o no. En el “Corriere”, el 69 por ciento de los encuestados cree que se debe suspender por un año, un 16 por ciento, por un mes, y un 14 por ciento, por una jornada, pero todos miran para el costado.
En su magnífico libro “Historias del calcio”, Enric González, corresponsal en Italia del diario “El País” de Madrid, recuerda que durante 2007 se suspendió el llamado “Calcio storico” en Florencia, porque en la ceremonia de los últimos años, en la que los habitantes imitaban el viejo “calcio” (que significa “patada”) que se jugaba en la época medieval, por los episodios violentos que se generaban. A ese calcio llegaron a jugar en aquel tiempo Lorenzo II de Medicis y hasta los papas Clemente VII y Leon XI.
“El Calcio (sostiene González) contiene altas dosis de violencia, pasión, fraude, dinero y disparate, pero es también un complejo mecanismo de símbolos, un código social”. Y parece difícil que todo eso vaya a detenerse con una industria de la que vive demasiada gente, en juego.
Por lo pronto, al menos desde esa misma ciudad que generó aquel Calcio medieval, ahora apareció la idea del “Tercer Tiempo”, a la que todos parecen querer adherir, y que consiste, como aún perdura en el rugby, que al finalizar los partidos ambos equipos convivan fraternalmente. La Fiorentina ya lo hizo en noviembre ante el Inter, aún perdiendo. Fórmulas distintas que se buscan para un país que respira fútbol, pero que se ha violentado ya demasiado y pende de un hilo, si no toma medidas a tiempo.
Acaso también aquel funeral que pareció una manifestación cívica en la ciudad de Roma, con cinco mil personas (muchas de ellas hinchas de todos los equipos) siguiendo el féretro en la Iglesia de San Pío X, y hasta con un supercrack del equipo rival, la Roma, como Francesco Totti, acercándose para llorar abrazado a los padres de “Gabbo”, como se conocía en las discotecas de Roma a este muchacho conocido como disc-jockey, puede haber sido el puntapié para el inicio de un cambio radical y hasta desesperado para un país que respira fútbol, cuya selección acaba de ganar su cuarto Mundial en Alemania 2006, pero que aquella fiesta que llevó hace un año y medio a dos millones de personas al Circo Massimo para recibir a aquellos héroes, hoy apenas su es testigo de marchas en silencio o de protesta.
Desde hace dos décadas que algunos sociólogos (podemos citar a Antonio Roversi, de la Universidad de Bolonia, a quien tratamos y es autor de “Calcio y violencia en Europa”) vienen advirtiendo acerca de un fenómeno creciente y que es el de la violencia ultra, cuya expresión no tiene sólo que ver con el fútbol, sino que la mayor parte de los sectores más duros tienen contactos con organizaciones o partidos de extrema derecha o izquierda.
Desde hace rato que un partido entre Lazio (con ultras reconocidamente fascistas) y Livorno (ultras ligados al Partico Comunista Italiano) es motivo de un enorme despliegue policial y una batalla campal segura, algo parecido al odio que se conoce que existe entre los dos clubes romanos (Roma y Lazio), pero que puede estallar en cualquier lugar y en cualquier momento.
La muerte de Sandri derivó en que el mejor jugador del mundo de la actualidad, el brasileño del Milan Kaká, advirtiera que el calcio “`pierde credibilidad por los escándalos, aquel agente muerto (en referencia al policía Filippo Rascitti, de 38 años, asesinado tras una reyerta entre los ultras de Catania y Palermo el pasado 3 de febrero, cuando una vez más, la Federación dijo de parar el torneo, ahora el hincha de Lazio. Si se llega a desencadenar una guerra entre los tifosi más violentos y la Policía, el calcio corre serio riesgo de morir. Por eso hay que intervenir inmediatamente porque si sigue la violencia, los jugadores extranjeros se terminarán yendo de a uno”.
No parece que Kaká haya sido escuchado como se debía. Tras el asesinato de Sandri, el último caso de muerte en el calcio, la clase política, no casualmente, llegó a hablar de “guerrilla urbana” para definir lo ocurrido en la zona aledaña al estadio Olímpico de Roma, cuando al saberse la noticia de la muerte del joven, se suspendió el Roma-Cagliari. Fue entonces cuando los ultras de la Roma quisieron ingresar al estadio nuevamente para arrojar petardos e incendiar motos, coches, tachos de basura, y hasta intentaron asaltar un autobús con gente adentro, moviéndolo con la intención de volcarlo.
Los antecedentes hablan por sí mismos: el 6 de mayo de 2001, los ultras del Atalanta arrojaron una moto, e incendiada, desde el segundo anfiteatro norte del estadio San Siro, en un partido de su equipo contra Inter. No pasó nada de milagro, porque la moto dio contra butacas de abajo. ¿Cómo una moto pasó un control de seguridad para ingresar a un estadio?. Ese mismo año, fue agredido por ultras del Lazio el defensor brasileño de la Roma Antonio Carlos “Zago”, quien debió ser atendido de heridas, rasguños, y hasta de un golpe en una de sus orejas.
Pero una de las grandes locuras del calcio ocurrió el 22 de marzo de 2004, cuando se suspendió un clásico entre Lazio y Roma por un rumor (nunca comprobado) del asesinato de un niño en los alrededores del estadio Olímpico. En lo que parece ficción, y aunque desde los altavoces se desmintió la información y se convocó a los espectadores a continuar viendo el partido, que debía reiniciarse tras el descanso, lo cierto es que los hinchas creyeron más en los corrillos de voces y en algunos cánticos sueltos de “asesinos, asesinos” dedicados a la Policía, que a las propias instituciones, que trataron de explicar en vano a cincuenta mil espectadores, de que esa muerte no era real. Y aunque el propio árbitro recomenzó el partido, los hinchas de los dos equipos gritaban a sus jugadores para que no continuaran e invadieron el campo de juego para convencer también al árbitro, que recibió incluso una orden desde un teléfono celular que le alcanzaron, para que suspendiera el partido. Esa orden llegaba por parte del propio presidente de la Federación Italiana, nada menos, que implicaba resignarse ante el rumor, antes que luchar contra un desatino semejante.
Espectáculos como esos, en Italia abundan, en lo que es una muestra del estado de desarticulación social y de la pérdida de representatividad de las instituciones, algo que paradójicamente se planteaba Nicolás Maquiavelo hace siglos, pensando en Italia, y que recién tantos centenares de años después, pudo unificar Garibaldi.
El 13 de abril de 2005, Inter y Milan se eliminaban por la Champions League, cuando el árbitro alemán Markus Merk anuló un gol de cabeza del volante argentino del Inter Esteban Cambiasso, al considerar que había cargado contra el arquero Dida. Cambiasso increpó al juez por esta anulación e inmediatamente llegó la reacción ultra. Una bengala dio en el hombro de Dida, el locutor del estadio, en vez de decir que el partido estaba suspendido, sólo dijo que los jugadores “se retiraron al vestuario por un momento” y jamás pidió calma a los asistentes. Desde la tribuna del Milan, los hinchas colocaron una bandera que decía “cuando (Adriano) Galliani –presidente del Milan, pelado- se haga la permanente, el Inter ganará”. Lo increíble es que a los treinta minutos, los jugadores volvieron a reanudar el partido. Dida había sido reemplazado por Abiatti y a nadie se le ocurrió pensar que al regresar, los jugadores también habían perdido la batalla de la dignidad. Pero tampoco se les ocurrió que ante el clima que se vivía, por lo menos cambiar de arco sería beneficioso, y ni siquiera así, el partido pudo seguir.
Apenas un dìa antes, el partido entre Lazio y Livorno, se jugó en un estadio olímpico plagado de cruces esvásticas y 240 arrestados por disturbios. El 3 de diciembre de 2006, en ocasión de un Lazio-Fiorentina, los ultras romanos incendiaron una patrulla policial y burlaron las barreras de seguridad del estadio Artemio Franchi.
El fútbol italiano se fue desarticulando y no es casual que luego de los sucesos extradeportivos conocidos como el “caso Moggi” por el que se supo de escuchas telefónicas entre el director deportivo de la Juventus y dirigentes influyentes del fútbol italiano para beneficiar a su equipo y perjudicar a otros (especialmente el Inter), la violencia entre los ultras haya aumentado y el clima de crispación se hiciera insoportable. Ya nadie creía en sus dirigentes, en ese fútbol corrupto en el que ya no se sabía por qué llegaba o se iba un jugador de cualquier equipo y casi siempre escondía algún negociado (es el día de hoy que ya castigado Moggi, y con la pérdida de una liga y un descensos a Serie B, el dirigente sigue teniendo los mayores contactos, que son difundidos por los principales diarios, al tener éstos accesos a más escuchas).
Así llegamos al 3 de febrero de 2007 en ocasión del Catania-Palermo, dos equipos del sur italiano. El primer tiempo transcurría normalmente, pero todo se desencadenó con el arribo de los hinchas del Palermo, protegidos por la policía, lo que genera un primer enfrentamiento con los hinchas locales. Así, el partido debe suspenderse en el minuto 13 y por media hora, por la neblina producto de los gases lacrimógenos y las bombas de humo. La batalla se traslada al exterior, con la participación de 1500 policías antidisturbios y una bomba estalla dentro del coche del oficial Rascitti, que es trasladado al hospital Garibaldi, donde fallece tras 45 minutos de agonía.
El escándalo fue total. El presidente de la Federación Italiana, Luca Pancalli, anunció la suspensión de todas las categorías para la semana siguiente aunque alguien ironizó con que justo se paraba un torneo cuando a la semana siguiente no se había previsto jugar una fecha. “El calcio cierra. Ya basta. Es una situación que no quiero comentar”. “Perder la vida a los 38 años, como este oficial, es algo increíble. Esto ya no es deporte”, dijo Gianni Petrucci, el presidente del Comité Olímpico Italiano, y hasta el primer ministro Romano Prodi salió a apoyarlo: “contra la degeneración del deporte, son necesarias medidas fuertes”, la ministra de Deportes, Giovanna Melandri, estuvo todo el día reunida con el ministro del Interior, Giuliano Amato y hasta el diario “L’osservatore romano”, expresión de El Vaticano, pidió que “se suspendan todos los campeonatos italianos por un año”.
El único que desentonó con esta línea fue Antonio Matarrese, el presidente de la Liga, quien llegó a decir que el calcio “no se puede suspender porque los muertos forman parte del sistema. La Fiat no cerró para levantar cabeza. Podemos estar apesadumbrados, pero el espectáculo debe continuar”. Estas duras declaraciones de Matarrese, un hombre poderoso del fútbol italiano y mundial, fueron rechazadas de plano por todos. “No se pueden comentar”, dijo la ministra Melandi, o “locas”, calificó Prodi, o “desencantado e indignado”, se manifestó Petrucci.
Pero apenas nueve meses después, la muerte de Gabriele Sandri, venía a probar que pese a tanta frase dura de ocasión, todo indica que Matarrese tenía razón y el show debía continuar. Aunque la Municipalidad de Roma designara como “Jornada de Luto” por esta muerte, o que los hinchas gritaran “justicia, justicia” al paso del féretro del joven, o aunque el fiscal Ennio Di Cicco dijera que el policía Spaccarotella está sumamente comprometido al comprobarse que al apuntar su arma, lo hizo sosteniéndola con sus dos manos y eso se suele juzgar como “homicidio intencional”, o aunque en toda la ciudad de Roma aparecieran pintadas como “Estado asesino”, “Esbirros impunes” o “pronto, otro Rascitti”.
El presidente de la UEFA, el francés Michel Platini, que por años defendió los colores de la Juventus, se llegó a preguntar “¿qué tiene que ver el fútbol con lo que pasó en la autopista de Arezzo?”, mientras ue el entrenador campeón mundial con la selección italiana, Marcello Lippi, afirmó que es “cada entidad la que tiene que decirle a sus hinchas que el dinero que se usa para contratar jugadores, ahora será destinado para garantizar la seguridad”.
El estado de conmoción es total, aunque la clase política y deportiva italiana se debata sobre lo que hay que hacer, mientras todo sigue como entonces, a la espera de la próxima muerte. La sociedad parece ir muy adelante y marcando el camino. Webs como las de los periódicos “La Repubblica” o “Corriere della Sera”, promueven la votación de los lectores sobre si se debe suspender el campeonato o no. En el “Corriere”, el 69 por ciento de los encuestados cree que se debe suspender por un año, un 16 por ciento, por un mes, y un 14 por ciento, por una jornada, pero todos miran para el costado.
En su magnífico libro “Historias del calcio”, Enric González, corresponsal en Italia del diario “El País” de Madrid, recuerda que durante 2007 se suspendió el llamado “Calcio storico” en Florencia, porque en la ceremonia de los últimos años, en la que los habitantes imitaban el viejo “calcio” (que significa “patada”) que se jugaba en la época medieval, por los episodios violentos que se generaban. A ese calcio llegaron a jugar en aquel tiempo Lorenzo II de Medicis y hasta los papas Clemente VII y Leon XI.
“El Calcio (sostiene González) contiene altas dosis de violencia, pasión, fraude, dinero y disparate, pero es también un complejo mecanismo de símbolos, un código social”. Y parece difícil que todo eso vaya a detenerse con una industria de la que vive demasiada gente, en juego.
Por lo pronto, al menos desde esa misma ciudad que generó aquel Calcio medieval, ahora apareció la idea del “Tercer Tiempo”, a la que todos parecen querer adherir, y que consiste, como aún perdura en el rugby, que al finalizar los partidos ambos equipos convivan fraternalmente. La Fiorentina ya lo hizo en noviembre ante el Inter, aún perdiendo. Fórmulas distintas que se buscan para un país que respira fútbol, pero que se ha violentado ya demasiado y pende de un hilo, si no toma medidas a tiempo.
Racing, entre marchas y piquetes, recurre a Kirchner para salir de la crisis (El Mundo)
Buenos Aires.-Dos mil hinchas de Racing Club, primer club argentino en consagrarse campeón intercontinental, aprovecharon el 105 aniversario de su fundación para cortar las calles céntricas de Buenos Aires durante la tarde para manifestarse en contra de su gerenciadora y del presidente de la AFA, Julio Grondona, y recurrió al ex presidente y reconocido simpatizante de la entidad, Néstor Kirchner, debido a la gran crisis que está a punto de dejar al equipo en posiciones de descenso a Segunda en el Torneo Clausura.
Más allá de los pésimos resultados deportivos, que están llevando a Racing a ocupar uno de los últimos cuatro lugares en los promedios que determinan los descensos de categoría cuando restan doce jornadas para finalizar la temporada, la crisis deportiva e institucional lleva largo tiempo, al punto de que el Estado argentino tuvo que decidir la intervención de la gerenciadora Blanquiceleste S.A. que manejaba el club en los últimos tiempos.
Si en los últimos meses aumentó la movilización de socios e hinchas para que el gerenciador Fernando De Tomaso saliera de su cargo, la situación hizo eclosión el pasado viernes, cuando Racing vencía a Estudiantes 1-0 en su estadio de Avellaneda por la séptima jornada del Torneo Clausura, y en apenas veinte minutos pasó a perder 1-2 y sufrió consecutivamente las expulsiones de sus jugadores Gonzalo Sánchez, Adrián Bastía y Maximiliano Moralez. En ese momento, el árbitro Federico Beligoy debió suspender el partido por “falta de garantías” debido a que la hinchada de Racing invadió el campo de juego, contraria al fallo arbitral.
En el mismo día del aniversario y de la marcha de los hinchas, el Comité de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires determinó la suspensión del estadio por una jornada, por lo que mañana Racing deberá jugar el crucial partido ante San Martín de San Juan (otro de los que luchan por no descender de categoría) en el estadio de Lanús, y a puertas cerradas, y con la falta de tres jugadores clave en la estructura del equipo.
Durante la marcha de los hinchas, una buena cantidad amenazó no sólo con ingresar a la fuerza en el estadio de Lanús para observar el partido, sino que advirtió de la posibilidad de armar un piquete en la puerta misma del hotel de concentración del equipo, el Dazzler Tower, para impedir la salida del autobús que transporta a los jugadores al estadio, algo que por otra parte ya hizo en la jornada 16 del Torneo Apertura 2006, cuando Racing debía jugar contra San Lorenzo y el partido debió suspenderse.
Los dos mil hinchas conformaron una Comisión de Socios, una suerte de simpatizantes caracterizados, a la que se sumaron dos ex jugadores en representación de este sector, Hugo Lamadrid y Salvador Azerrad.
Esta comisión se reunió en la misma tarde, primero con el ex presidente Néstor Kirchner, en sus oficinas del lujoso barrio de Puerto Madero, para solicitarle apoyo en el reclamo de la definitiva salida de la gerenciadora Blanquiceleste S.A. y el llamado a nuevas elecciones en el club, luego con la diputada Delia Bisutti, que ya ha presentado un pedido de informes de la situación de Racing a la Inspección General de Justicia, y finalmente, con el propio presidente de la AFA, Julio Grondona, quien debió soportar los insultos y cánticos que provenían desde las calles cercanas al edificio, debido a que las vallas impedían la llegada de los hinchas a la propia puerta de la sede.
Apenas horas más tarde, la manifestación de los hinchas de Racing se diluía ante la llegada de la clase media alta porteña, que cacerolazo mediante, protestaba contra las medidas presidenciales de retenciones al campo. Ya Néstor Kirchner tenía otras preocupaciones.
Más allá de los pésimos resultados deportivos, que están llevando a Racing a ocupar uno de los últimos cuatro lugares en los promedios que determinan los descensos de categoría cuando restan doce jornadas para finalizar la temporada, la crisis deportiva e institucional lleva largo tiempo, al punto de que el Estado argentino tuvo que decidir la intervención de la gerenciadora Blanquiceleste S.A. que manejaba el club en los últimos tiempos.
Si en los últimos meses aumentó la movilización de socios e hinchas para que el gerenciador Fernando De Tomaso saliera de su cargo, la situación hizo eclosión el pasado viernes, cuando Racing vencía a Estudiantes 1-0 en su estadio de Avellaneda por la séptima jornada del Torneo Clausura, y en apenas veinte minutos pasó a perder 1-2 y sufrió consecutivamente las expulsiones de sus jugadores Gonzalo Sánchez, Adrián Bastía y Maximiliano Moralez. En ese momento, el árbitro Federico Beligoy debió suspender el partido por “falta de garantías” debido a que la hinchada de Racing invadió el campo de juego, contraria al fallo arbitral.
En el mismo día del aniversario y de la marcha de los hinchas, el Comité de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires determinó la suspensión del estadio por una jornada, por lo que mañana Racing deberá jugar el crucial partido ante San Martín de San Juan (otro de los que luchan por no descender de categoría) en el estadio de Lanús, y a puertas cerradas, y con la falta de tres jugadores clave en la estructura del equipo.
Durante la marcha de los hinchas, una buena cantidad amenazó no sólo con ingresar a la fuerza en el estadio de Lanús para observar el partido, sino que advirtió de la posibilidad de armar un piquete en la puerta misma del hotel de concentración del equipo, el Dazzler Tower, para impedir la salida del autobús que transporta a los jugadores al estadio, algo que por otra parte ya hizo en la jornada 16 del Torneo Apertura 2006, cuando Racing debía jugar contra San Lorenzo y el partido debió suspenderse.
Los dos mil hinchas conformaron una Comisión de Socios, una suerte de simpatizantes caracterizados, a la que se sumaron dos ex jugadores en representación de este sector, Hugo Lamadrid y Salvador Azerrad.
Esta comisión se reunió en la misma tarde, primero con el ex presidente Néstor Kirchner, en sus oficinas del lujoso barrio de Puerto Madero, para solicitarle apoyo en el reclamo de la definitiva salida de la gerenciadora Blanquiceleste S.A. y el llamado a nuevas elecciones en el club, luego con la diputada Delia Bisutti, que ya ha presentado un pedido de informes de la situación de Racing a la Inspección General de Justicia, y finalmente, con el propio presidente de la AFA, Julio Grondona, quien debió soportar los insultos y cánticos que provenían desde las calles cercanas al edificio, debido a que las vallas impedían la llegada de los hinchas a la propia puerta de la sede.
Apenas horas más tarde, la manifestación de los hinchas de Racing se diluía ante la llegada de la clase media alta porteña, que cacerolazo mediante, protestaba contra las medidas presidenciales de retenciones al campo. Ya Néstor Kirchner tenía otras preocupaciones.
domingo, 9 de marzo de 2008
Maradona quiere conocer a Amhadinejad y se opone al nuevo entrenador de Boca (El Mundo)
Buenos Aires.- Diego Maradona afirmó que “ya conocí a Fidel Castro y a Hugo Chávez y ahora me falta conocer a (Mahmoud) Ahmadinejad”, el presidente de Irán, en tanto que se opuso a la contratación de Carlos Ischia, identificado con Carlos Bianchi, quien fue presentado ayer como nuevo entrenador de Boca Juniors en reemplazo de Miguel Angel Russo.
Maradona recibió un jarrón de Isfahan como regalo tras un partido de showbol entre Argentina y Brasil, por parte del encargado de negocios de Irán en la Argentina, Moshen Baravand, mientras que a cambio le entregó al diplomático una camiseta autografiada que decía “con todo mi cariño para el pueblo de Irán”.
Irán atraviesa una dura crisis diplomática con Argentina desde que el anterior gobierno de Néstor Kirchner decidiera solicitar a Interpol la captura de los principales diplomáticos iraníes en Buenos Aires durante los tiempos de Carlos Menem como presidente, luego de estar estrechamente relacionados con el atentado a la mutual judía de AMIA el 18 de julio de 1994.
“Estoy con el pueblo de Irán de todo corazón, y si ya conocí a Fidel Castro y a Hugo Chávez, sólo me queda conocer a Ahmadinejad”, sostuvo Maradona.
El ex astro futbolístico fue duro con el nuevo entrenador de Boca, Carlos Ischia, quien ya había trabajado en el club como segundo de Carlos Bianchi. “Para eso, Russo (el anterior entrenador) era mejor. Me quieren nombrar como asesor pero ya veo que no tienen en cuenta lo que opino así que regreso a mi palco en la Bombonera como un hincha más”.
Maradona había aconsejado al también ex entrenador de Boca Héctor Veira para que regresara al cargo, pero había manifestado que de insistir con un tercer ciclo de Bianchi como entrenador, “me voy a mi casa” y tampoco aceptó la llegada de Ischia, quien en su anterior trabajo, finalizó último con Rosario Central en el pasado Torneo Apertura aunque renunció antes de su finalización.
El motivo de la férrea oposición de Maradona a Bianchi o a Ischia se debe a que ambos son amigos de su ex agente Guillermo Cóppola, con quien está duramente enfrentado desde hace unos años.
Maradona también se opuso a la llegada de Jorge Ribolzi, ayudante de campo de Alfio Basile en la selección argentina, e identificado con Boca como jugador y campeón en los años setenta. “Ribolzi es un cuatro de copas”, llegó a decir Maradona en su momento.
Desde el inicio del Torneo Clausura, en febrero, y de la próxima edición de la Copa Libertadores de América, podrá ya participar de Boca Juan Román Riquelme.
Maradona recibió un jarrón de Isfahan como regalo tras un partido de showbol entre Argentina y Brasil, por parte del encargado de negocios de Irán en la Argentina, Moshen Baravand, mientras que a cambio le entregó al diplomático una camiseta autografiada que decía “con todo mi cariño para el pueblo de Irán”.
Irán atraviesa una dura crisis diplomática con Argentina desde que el anterior gobierno de Néstor Kirchner decidiera solicitar a Interpol la captura de los principales diplomáticos iraníes en Buenos Aires durante los tiempos de Carlos Menem como presidente, luego de estar estrechamente relacionados con el atentado a la mutual judía de AMIA el 18 de julio de 1994.
“Estoy con el pueblo de Irán de todo corazón, y si ya conocí a Fidel Castro y a Hugo Chávez, sólo me queda conocer a Ahmadinejad”, sostuvo Maradona.
El ex astro futbolístico fue duro con el nuevo entrenador de Boca, Carlos Ischia, quien ya había trabajado en el club como segundo de Carlos Bianchi. “Para eso, Russo (el anterior entrenador) era mejor. Me quieren nombrar como asesor pero ya veo que no tienen en cuenta lo que opino así que regreso a mi palco en la Bombonera como un hincha más”.
Maradona había aconsejado al también ex entrenador de Boca Héctor Veira para que regresara al cargo, pero había manifestado que de insistir con un tercer ciclo de Bianchi como entrenador, “me voy a mi casa” y tampoco aceptó la llegada de Ischia, quien en su anterior trabajo, finalizó último con Rosario Central en el pasado Torneo Apertura aunque renunció antes de su finalización.
El motivo de la férrea oposición de Maradona a Bianchi o a Ischia se debe a que ambos son amigos de su ex agente Guillermo Cóppola, con quien está duramente enfrentado desde hace unos años.
Maradona también se opuso a la llegada de Jorge Ribolzi, ayudante de campo de Alfio Basile en la selección argentina, e identificado con Boca como jugador y campeón en los años setenta. “Ribolzi es un cuatro de copas”, llegó a decir Maradona en su momento.
Desde el inicio del Torneo Clausura, en febrero, y de la próxima edición de la Copa Libertadores de América, podrá ya participar de Boca Juan Román Riquelme.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)