La selección española, clasificada en el primer lugar en su grupo para la próxima Eurocopa de junio en Austria y Suiza, corre serio peligro de quedarse sin participar en este torneo si no se soluciona a tiempo el grave diferendo que mantienen su Federación y el Gobierno del país, que comienza a ser un caso clave para otros a resolver en el futuro por la FIFA.
Desde hace tiempo que el presidente de la Real Federación Española de Futbol (RFEF), Angel María Villar, es seriamente cuestionado por buena parte de la prensa especializada y por los propios dirigentes del gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero, quien este fin de semana era sometido a elecciones por otros cuatro años.
Villar es cuestionado por supuestos hechos de corrupción y malas decisiones en general sobre aspectos futbolísticos y organizativos, y en un país con democracia a pleno, tampoco se observa con buenos ojos que Villar cumpla en 2008 los veinte años en el cargo, sin que se haya renovado el mismo en ningún caso y con algunas elecciones sospechosas de irregularidades y creciente oposición interna.
Por esta razón, entre otras, es que el Gobierno español de Rodríguez Zapatero, representado por el secretario de Deportes, Jaime Lissavezky, ha decidido que todas las federaciones deportivas que no han logrado el objetivo de clasificar a sus seleccionados o representantes a los próximos Juegos Olímpicos de Pekín en agosto próximo, deben llamar a elecciones para renovación de sus dirigentes antes del 31 de marzo.
Lo que sucede desde este momento es que por primera vez en muchos años, uno de los países fuertes del fútbol, como España, tiene un conflicto entre su federación y su gobierno nacional, cuando la FIFA considera que ningún gobierno puede interferir en una federación a la que se considera sólo dependiente de la misma FIFA, y eso la hace proclive a ser sancionada y hasta suspendida. Sumado a eso, en el caso de España, Villar es uno de los dirigentes más cercanos al propio poder actual en la FIFA y eso agrava la situación.
En febrero pasado, durante la visita del presidente de la FIFA, Joseph Blatter, a Madrid, para el homenaje que el Real Madrid le realizó a Alfredo Di Stéfano, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, el máximo dirigente del fútbol mundial advirtió que si la federación española debe ser sometida a un nuevo proceso electoral por decisión del Gobierno, “la FIFA puede decidir una suspensión en cuestión de horas”, lo que fue tomado con estupor por Rodríguez Zapatero y su secretario Lissavetzky, quienes reiteraron la decisión de obligar a la RFEF a llamar a elecciones antes del 31 de marzo, en tanto que Villar ya dijo que resistirá la medida.
Durante la semana pasada, última en la campaña electoral para elegir presidente español, Rodríguez Zapatero reafirmó que su Gobierno se mantiene “firme” en la decisión y que la ley de su país “está por encima de todo y la RFEF está dentro de España”. Consultado sobre si la selección española corre riesgos de quedarse sin la Eurocopa, el presidente dijo que “ni contemplo esa posibilidad” y que en un caso de extrema gravedad “haríamos las gestiones que correspondan, desde ya”.
Una semana antes, en una demostración de su poder futbolístico, Villar no sólo llamó a una Asamblea de dirigentes de fútbol que ratificó su total apoyo y la convocatoria a elecciones recién para noviembre (como estaba fijada antes de que el Gobierno las adelantara para antes del 31 de marzo), sino que colocó un inciso en el reglamento electoral que no permite que su máximo opositor, el ex dirigente del Mallorca, Mateo Alemany, pueda presentarse.
El hecho tiene tal gravedad, que la Federación irlandesa de Fútbol ya se presentó ante la FIFA para que ésta contemple que en el caso de que España fuera suspendida, le corresponde su lugar por haber sido el mejor equipo no clasificado para la Eurocopa en la sumatoria de todos los grupos.
Más allá de que se trate de España, lo interesante es observar de aquí a finales de marzo cómo se resolverá este conflicto de intereses que pone en juego un hecho fundamental para entender la importancia social del deporte en el último siglo: la pretensión de sus dirigentes de que el fútbol (en este caso) se encuentre por encima de la propia ley de los hombres, el desafío a que una manifestación deportiva, por importante que ésta sea y por el impresionante mercado que encierre, se rija por leyes distintas a las de todas las demás manifestaciones del ser humano, algo que no parece sensato ni cuerdo.
Pero además, se pone en juego también el poder real entre la política y el deporte, si será el Gobierno español el que deberá ceder en pos de que la selección española juegue la Eurocopa aún aceptando “la ley FIFA” de no-intromisión del Estado en el fútbol, para no generar problemas internos y desgaste entre sus habitantes, o si será la FIFA la que deberá por fin aceptar que hay una ley superior al fútbol y una Justicia que también le rige a sí misma y que no acepta su omnipotencia.
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