El Real Madrid, y en especial su presidente Florentino Pérez, se encuentra en una encrucijada. Mientras su entrenador, el portugués José Mourinho, parece por fin ir encontrándole la vuelta táctica al equipo, nunca tan cerca del Barcelona campeón de todo en estos años, al mismo tiempo está llevando al club a una situación sin salida desde el comportamiento fuera del campo de juego, al punto de estar a poco de hacer estallar las estructuras del fútbol español y aún más, amenaza con derivar en una tensión social que se va convirtiendo en un peligro para la convivencia en todo el país.
Es tal la iracundia de Mourinho, tal su odio al Barcelona, tal su paranoia, que hace creer a todo el ambiente y en especial al madridismo que el club es objeto de persecución arbitral por parte de la Federación Española (RFEF), y que su máximo rival se ha propuesto como estrategia exagerar cada una de las faltas sufridas y explotar la buena imagen que ha conseguido en los medios y la opinión pública gracias a sus logros (de los cuales reniega al pretender que fueron conseguido con ayuda extra).
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