A catorce jornadas del final de la Liga Española,
cada vez parece más difícil pensar que el Barcelona puede llegar a perderla.
Con treinta partidos sin perder, estableciendo un nuevo récord que hasta supera
al brillante de los tiempos de Josep Guardiola como entrenador, y a veces hasta
con algunos momentos de neta paridad con sus rivales, no parece necesitar de
muchos minutos para establecer una diferencia.
Si el Barcelona vence en Asturias al Sporting Gijón
el próximo miércoles, en el partido pendiente de cuando viajó a Japón para
disputar el Mundial de Clubes, que finalmente ganó, habrá sacado seis puntos de
diferencia a su inmediato perseguidor, el Atlético de Madrid, al que venció en
ambas oportunidades en esta Liga, y siete al Real Madrid, tercero en las
posiciones.
No sólo eso: en los catorce partidos que quedan
hasta el final, el Barcelone tiene, a priori, sólo dos salidas con algún
riesgo, ante el Villarreal, al que venció 3-0 en la ida, y ante la Real Sociedad,
a la que derrotó 4-0 en el Camp Nou. En su estadio, debe recibir, de los
equipos de mayor nivel, al Real Madrid (le ganó 0-4 en el Santiago Bernabeu) y
al Sevilla, su rival en la final de la Copa del Rey y contra el que disputó, en
un partido memorable, la final de la Supercopa europea a principios de
temporada.
Pero si el calendario parece acompañar mucho al
Barcelona para retener la Liga en 2016, también le favorecen los números de su
propia campaña. La diferencia de gol de +44 (62 a favor y apenas 18 en contra)
demuestra una enorme capacidad goleadora pero a diferencia de otros tiempos,
pasa casi toda por su excepcional tridente sudamericano: Si esta vez Lionel
Messi, su máxima estrella, ha totalizado 12 goles, se debe a que sólo jugó 17
partidos, por una larga lesión, pero el uruguayo Luis Suárez es el Pichichi del
certamen con 23 (dos más que Cristiano Ronaldo) y el brasileño Neymar lleva 17,
dos menos que Karim Benzema, tercero entre los goleadores de la Liga.
La capacidad goleadora del Barcelona es tal que
además del 3-0 al Villarreal, ha marcado un 4-1 al Levante, un 5-2 al Rayo
Vallecano, el recordado 0-4 al Real Madrid nada menos que en el Bernabeu, un 4-0 a la Real Sociedad, otros
4-0 al Betis, otro 4-0 al Granada, un 6-1 al Athletic de Bilbao y ahora, un 6-1
al Celta de Vigo, que es uno de los pocos que no sólo lo ha vencido en la
primera rueda en Galicia sino que lo ha hecho por 4-1.
Para quien no ha visto el partido del pasado domingo
en el Camp Nou, costará creer que por momentos el Celta, un equipo bien
organizado y con una buena disposición por parte de su entrenador argentino
Eduardo Berizzo, no sólo ha estado empatando sino que hasta tuvo posibilidades
de quedar al frente en el marcador.
Sin embargo, y como en tantas oportunidades, bastó que
los locales encontraran el 2-1 para, a partir de ese momento, llevar el partido
al terreno que más desean: mantener el balón en su poder a la espera de que el
rival tenga que salir a buscar el empate en alguna oportunidad, para asestar,
en base a precisión y velocidad, el golpe definitivo con los tres grandes
atacantes que posee, sumados a los talentos de Sergio Busquets en la
recuperación y Andrés Iniesta en el apoyo del tridente.
Y aún así, no todo termina en el 6-1, con tres goles
de Suárez, un gran libre directo de Messi, o los tantos de Neymar y de Rakitic
cuando todo ya se acababa. Porque hemos podido disfrutar de un show que tuvo
momentos brillantes, mágicos, a partir de que varios jugadores sintieran que
podían animarse cada vez más a divertirse en el campo de juego, sin por eso
faltar en absoluto respeto a sus rivales.
Es que el Barcelona tiene algunos jugadores que
sienten el fútbol estético de una manera particular. No hace falta describir a
Messi. Ya se ha hecho desde muchas formas. Pero la ejecución del penal, con la
ocurrencia del pase a su compañero Suárez en vez del remate franco a la
portería, demuestran el grado de solidaridad con el goleador uruguayo y
también, la permanente búsqueda de algo distinto, que no se recordaba desde
1982, cuando un veterano Johan Cruyff lo probó en el Ajax holandés.
Por su parte, Neymar se animó a realizar la
“lambretta”, una jugada exquisita que también tiene poco uso (se recuerda
apenas una que el también delantero Leandro Damiao hizo en Buenos Aires ante el
lateral Emiliano Papa en un Argentina-Brasil de 2011), consistente en levantar
el balón con los pies por detrás del cuerpo propio, y lanzarlo por encima del
cuerpo del rival para ganarle así la posición, algo sólo hecho para los
elegidos.
La sensación de los simpatizantes del Barcelona no
puede ser más plena en este momento, justo cuando tras dos meses de ausencia,
regresa la Champions League en sus octavos de final en uno de los choques más
esperados, ante el Arsenal de Arsene Wenger, que no sólo mantiene un estilo
estético sino que es claro protagonista de la Premier League luego de haberse
impuesto, en un gran partido, al líder del torneo, el Leicester.
El Arsenal-Barcelona, entonces, no podía llegar en
mejor momento.
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