Hay una realidad incontrastable y es que el Real
Madrid, salvo un milagro, tiene perdida la Liga Española de esta temporada. No
sería la primera vez ni será la última, pero sí hay un elemento distintivo: la
tiene perdida cuando ni siquiera ha completado la primera rueda del torneo
porque tiene un partido pendiente, por lo que deberá atravesar medio campeonato
sin demasiado sentido y con el objetivo, además, de no quedar fuera de la
Champions League de la temporada siguiente.
Hoy, el Real Madrid se encuentra en la cuarta
posición en la Liga, a 19 puntos del Barcelona (que podrían ser 16 si ganara su
partido pendiente) cuando restan jugarse justamente 19 partidos hasta el final,
más cerca del descenso (16 puntos del
primero de los tres descendidos de momento, el Deportivo La Coruña) que del
líder Barcelona, que además lo derrotó 0-3 en el Santiago Bernabeu, por lo que
debería ganar en el Camp Nou por esa misma diferencia o más para no perder otro
punto más en el average.
Pero también el Real Madrid se encuentra a ocho
puntos del tercero (el Valencia) y tan
sólo a uno del quinto (el Villarreal) y a tres del sexto (el Sevilla), que bien
podrían arrebatarle su lugar de clasificación para la Champìons League
siguiente. Y si el equipo ha marcado 32
goles en todo el torneo, entre Lionel Messi (17) y Luis Suárez (13) han
marcado casi los mismos goles que todo el equipo blanco.
Las explicaciones pueden ser muchas, desde lo
táctico, hasta lo psicológico, desde el bajo rendimiento de algunos de sus
jugadores (Cristiano Ronaldo, Karim Benzema, Isco), hasta las lesiones de otros
(Daniel Carvajal, Gareth Bale o Sergio Ramos y hasta Keylor Navas) en
diferentes momentos, pero estas últimas presentaciones del Real Madrid parecen
muy alejadas de otras de tiempos no tan lejanos.
De hecho, en mayo pasado (que ahora parece que
hubiese sido hace un siglo) el Real Madrid se tornaba irresistible hasta para
la poderosa Juventus en la final de la Champions League de Gales con un 4-1
contundente y la obtención de la segunda Copa de Europa consecutiva y la
tercera en cuatro años, algo que ningún otro equipo ha conseguido con el
formato actual en el fútbol continental.
El gran problema del Real Madrid y de su entorno es
la falta de paciencia. Cualquiera diría que un equipo que viene de obtener dos
Champions consecutivas y dos Mundiales de Clubes, que también ganó la Liga
Española, y que ha mantenido la base de la plantilla y al mismo entrenador,
Zinedine Zidane, no debería llegar a este nivel de cuestionamiento, y sin
embargo, todo parece olvidado en pocos meses.
“El Barcelona sí que tiene un nueve de categoría”,
sostiene el diario deportivo “Marca” de Madrid, uno de los más influyentes de
España, en clara referencia a Benzema, quien debe soportar algunos silbidos de
fondo en el Santiago Bernabeu desde hace mucho tiempo, pese a que por sus
características, se ha tratado de un jugador de excelente nivel pero que no es
precisamente un goleador nato sino alguien que ha sabido jugar para el máximo
anotador del equipo, Cristiano Ronaldo.
Hace algunas temporadas, Benzema disputaba palmo a
palmo el puesto de centrodelantero con el argentino Gonzalo Higuaín, resistido
también en el Bernabeu porque, según se
decía, aunque marcó un centenar de goles vestido de blanco, muchos de ellos no
eran considerados decisivos. Acabó marchándose al Nápoli, donde hizo historia y
saltó a la Juventus, donde también fue campeón. En cambio, el francés continuó
en Madrid, ganó una gran variedad de títulos, pero basta una mala racha para
ser puesto en duda.
“Así se gana un título”, sostiene el mismo “Marca”
tras la victoria con remontada del Barcelona en Anoeta ante la Real Sociedad
(2-4) en lo que parece mucho más un mensaje al madridismo que un elogio a los
catalanes.
Zidane no sólo fue antes jugador estrella del club,
un “galáctico” de Florentino Pérez, sino que luego fue ayudante de campo de
Rafa Benítez hasta que tomó a cargo el primer equipo y entonces conoce lo
suficiente lo que ocurre cuando el Real Madrid ingresa en una dinámica
negativa, como por ejemplo el no haber podido ganar ni siquiera el grupo
clasificatorio de la Champions, al ser superado en la tabla por el Tottenham.
Zidane ya sabe lo que le ocurrió a Carlo Ancelotti a
mediados de 2015, pese a que un año antes había ganado una Champions que al
Real Madrid se le negaba desde 2002. No pudo continuar en el cargo pese a que
había logrado lo más difícil, manejar con mano izquierda un vestuario siempre
complicado, y lo mismo ocurre ahora con el francés.
Zidane sabe bien que Florentino Pérez ha comenzado a
conversar con el entrenador de la selección alemana, Joakim Löw, para que se
haga cargo del equipo desde la próxima temporada, una vez que finalice el
Mundial de Rusia, y como Plan B intenta convencer a Mauricio Pochettino, el
entrenador argentino de suceso en el Tottenham.
Lo que no puede Zidane, a esta altura, es
sorprenderse porque conoce bien el medio, aunque trate de reafirmarse con sus
jugadores sin pedir un solo fichaje del mercado de invierno y al señalar, cada
vez que puede que no quiere que se vaya “nadie”.
Suena lógico para un equipo que viene de ganar lo más
preciado, y uno de esos títulos, hace apenas un mes en Emiratos Árabes.
Pero en el Real Madrid no hay lógica, ni paciencia.
Y pueden pagar aún los que nadie imaginaba poco antes que podían hacerlo.
Por eso el Real Madrid es tan particular, una
máquina trituradora. Para tomarlo o dejarlo.
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