En tiempos de tanta diplomacia y movimientos tan “políticamente correctos”, que se han extendido al mundo del fútbol, llama poderosamente la atención la virulencia con la que la UEFA, esta nueva UEFA dirigida por el francés Michel Platini, atacó al Atlético Madrid al punto de faltarle muy poco para suspenderle el estadio por tres partidos, es decir, dos de la primera fase y uno más, en octavos, en el caso de que los españoles avanzaran, por aquellos incidentes en el partido jugado ante Olympique de Marsella en el Vicente Calderón.
No parece casual que en la misma semana, casi con horas de diferencia, la UEFA intente castigar tan duramente a un Atlético Madrid (que volvía a la Champions League más de de una década después de su última participación, y cuando los desmanes a los que hace referencia Platini -que estuvo presente aquella noche en los palcos junto al resto de autoridades-, fueron causados entre ultras del Marsella y la Policía madrileña), y en el mismo tiempo, la Federación Inglesa comunicara oficialmente que el partido amistoso previsto contra España no quiere jugarlo en el estadio Santiago Bernabeu por el recuerdo de aquellos insultos proferidos hace cuatro años al lateral Ashley Cole en su condición de negro.
Algunas editoriales de medios españoles se refirieron concretamente a un acuerdo tácito entre franceses e ingleses para generar manchas oscuras en el camino recto que parece haber iniciado ya Madrid como gran candidata a organizar los Juegos Olímpicos de 2016, pero lo que más preocupa, especialmente a los ingleses (de allí el ataque concreto al estadio Santiago Bernabeu, sede de la final de la Champions en 2010) es que el avance español termine generando que la FIFA le otorgue también el Mundial de 2018, al que aspira, como nunca, Inglaterra.
Los ingleses se quedaron en la puerta misma de organizar su segundo Mundial de fútbol cuando Alemania recibió la grata noticia, y todo debido a la molestia que ocasionaron por aquellos tiempos los hooligans, hoy controlados y reducidos. Y ahora, luego de que Londres ganara la batalla por los Juegos Olímpicos de 2012 y con una Premier League que ya no admite discusiones como el mejor torneo de laga del mundo, ya no parece haber más obstáculos serios para el Mundial 2018 que no sea, precisamente, España y su gran momento deportivo.
Es más, el director del diario deportivo “As” de Madrid, Alfredo Relaño, ya no insinúa sino que advierte sobre que se enteró de la existencia de agencias contratadas directamente como lobbistas para mejorar una imagen o hacer daño a entidades, utilizando todo tipo de contactos en pos del objetivo final, y según este periodista, el deporte español sería presa de este accionar, y de allí sendos ataques, en una misma semana, al Calderón y al Bernabeu por parte de franceses e ingleses.
En ambos casos, es sorprendente el movimiento. En el caso del partido Atlético-Olympique de Marsella, en el que el propio Platini se ubicó en el palco de honor del Vicente Calderón, es evidente, y no se necesita mucho detalle, para entender que los hechos violentos ocurrieron debido a que la Policía madrileña (que para eso está y se le paga) advirtió que una de las banderas de los ultras franceses mostraba una calavera, ue en el propio código de la UEFA está `prohibido por ser considerado símbolo nazi. La trifulca en la tribuna visitante por quitar de lugar la bandera, finalizó con un escándalo al que el Atlético Madrid es absolutamente ajeno, al punto tal de que el informe de la propia UEFA, por parte del dirigente Gerhard Kapl, utiliza palabras como “impecable” para la organización y sólo especula como error en que la Policía haya incursionado en demasiada violencia para hacerse de la bandera.
¿Pero cuál es, en todo caso, la responsabilidad del club español? Llama la atención que Platini, en el momento de aplazar la decisión final (luego de recibir todo tipo de presiones, entre ellas, una carta de puño y letra del presidente José Luis Rodríguez Zapatero), adujera que él nada puede hacer si la parte judírica del organismo determina algo, pero haya declarado días atrás a un medio suizo que en el caso de un fallo que no tocara al Atlético, él mismo apelaría.
Y lo mismo puede decirse de un extraño movimiento de la Federación Inglesa, que primero pretende jugar un partido amistoso con su selección ante la española, pero luego se endurece con ue no aceptará jugar en el Bernabeu sólo porque este estadio le trae malos recuerdos de aquellos insultos a Cole. ¿Puede un estadio ser responsable de unos insultos o en todo caso es la gente que lo puebla?
Pero además, ¿no saben acaso los ingleses que no resulta tolerable, a niveles diplomáticos, pedir un partido amistoso contra un rival peroluelo exigir condiciones como la del mismo escenario, cuando el partido se jugará en España y debería ser, en todo caso, la Federación Española la que tome la decisión final?
No parece casual ni la postura de la UEFA ni la Federación Inglesa, la primera, que favorece de alguna manera al equipo del país del presidente de la entidad, que saca partido de una eventual suspensión de su estadio al Atlético Madrid, y la segunda, aprovechando las manchas al fútbol español para sacar tajada de la competencia por el Mundial 2018.
Parece que la diplomacia y lo políticamente correcto, en Europa, va quedando en el más absoluto de los olvidos.
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