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En apenas horas de diferencia, los seleccionados de
Argentina y de España, desde Nueva Jersey a Gdansk, experimentaron la enorme
diferencia futbolística que existe entre contar en el equipo con un genio como
Lionel Messi o extrañarlo hasta la desesperación.
Messi pudo ser jugador de la selección española si
alguien en la AFA no diera el campanazo a tiempo, cuando apenas era un
chiquilín, y organizara un partido para que “La Pulga” se pusiera la camiseta
argentina y a partir de allí, decretara su futuro en celeste y blanco, para su
suerte o desgracia.
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