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Desde hace poco más de un lustro, quien observa por
televisión o mucho más aún in situ cualquier partido oficial o amistoso de
fútbol argentino, comprobará con cierta sorpresa, o como mínimo incógnita, que
en cada uno de los estadios hay una zona libre en las tribunas, sin público.
Es la forma en la que las autoridades deportivas,
futbolísticas y estatales (ya sea nacionales, provinciales o municipales, según
el caso), encontraron para tratar de evitar la creciente violencia alrededor
del fútbol local, separando una hinchada de la otra, la rival, llamando a esta
zona “neutra” como “pulmón”, como si esa suerte de “aire libre” pusiera
distancia entre los contendientes, algo que no significa otra cosa que aceptar,
a su manera, la derrota ante quienes atentan contra el espectáculo. Una
resignación total.
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