Lo decía el gran Joan Manuel Serrat en una canción y
nunca más aplicable que para San Lorenzo y su durísima temporada, que acaba de
finalizar con un suspiro de alivio, con las defensas ya bajas luego de sudar,
desvelarse, sufrir con la posibilidad cierta de descender por segunda vez en su
historia.
Parecía un calco de lo sucedido un año antes con
River Plate, cuando pocos aceptaban la chance de que pudiera descender hasta
que las últimas fechas se encargaron de confirmarlo.
Lo de San Lorenzo, futbolística e
institucionalmente, fue aún peor hasta muy poco antes del final, cuando, a
diferencia de River, pudo entender, en un pequeño atisbo de lucidez, que sin
unidad, aunque sea en un armisticio hasta que todo terminara, la situación
sería inabordable.
Tal vez por su pertenencia al barrio de Boedo, o por
su lucha desde muy abajo para que su estadio, con total justicia, vuelva a
donde nunca se debió ir, despojado el club por un intendente de Buenos Aires de
la dictadura cívico-militar como lo fue Osvaldo Cacciatore, la hinchada de San
Lorenzo volvió a rescatar al equipo, y en definitiva, al club, anteponiendo el
incondicional amor por la camiseta a todos los inmensos problemas de falta de
conducción, de una comisión directiva a la deriva, y hasta de un plantel con
graves problemas internos a los que se sumó una barra brava que suele tener
incidencia mayor cuando todo es tierra de nadie o casi nadie.
Por todo pasó San Lorenzo en esta década. Por el
intento privatizador de Fernando Miele por llevar a ISL al manejo del club,
rechazado una vez más por los hinchas que, al oponerse en 2001, resistieron lo
que hubiera sido muy posiblemente el final, porque la ISL central quebró
dejando un tendal en la propia FIFA al punto de que hasta la mayor dirigencia
podría saltar.
Pasó por la tinellización y el posterior vaciamiento
al no cumplirse el objetivo de trascender a nivel internacional aprovechando su
Centenario y la Copa Libertadores de 2008 en la que estuvo tan cerca, con Ramón
Díaz como DT.
Pasó por las promesas de Rafael Savino, en la etapa
anterior, cuando ya todo se iba desmoronando y pasó también por una débil
alianza de Carlos Abdo, al que se le pidió el domingo la renuncia, en el Nuevo
Gasómetro, recién vociferada entre los festejos, cuando ya estaba consumada la
salvación, en otra muestra cabal de la inteligencia de la hinchada de San Lorenzo,
que supo deslindar “resultados deportivos” de “gestión institucional” y en el
tiempo exacto para hacerlo.
Tampoco leyó mal, el hincha, el grado de
responsabilidad de cada uno de los protagonistas en esta salvación y
permanencia en Primera. Porque sabe bien que incidieron varios factores: 1) La
falta de proyectos, que hizo que tuviera que sufrir hasta el final con un
sistema de promedios que permite prever por tres temporadas y que castiga aún
más al que no planifica, al que tiene en su seno un caos institucional; 2) Los
problemas internos, desde Jonathan Botinelli hasta Pablo Migliore, pasando por
Néstor Ortigoza; 3) El intento de protagonismo mediático de Ricardo Caruso
Lombardi, más allá de algunos importantes aciertos como los de Buffarini o
Bueno, 4) El azar, debido a la estrepitosa (y muy llamativa) caída de Bánfield
en las últimas fechas, que ayudó con una plaza más ocupada entre los de muy
abajo en la tabla.
Entonces, el hincha de San Lorenzo decidió
privilegiar a los jugadores que sienten los colores del club, porque aún en
estos tiempos tan duros de escaso espectáculo, fútbol triste y amarrete de
rebotes y pelotas “reventadas”, de choques y roces, hubo lugar para cierto
amateurismo, como el de Leandro Romagnoli, erigido como ídolo definitivo del “Ciclón”,
o Bernardo Romeo, en el final de su carrera y con pocos minutos.
Pero siempre detrás estuvo la gente de San Lorenzo
que sufrió, que padeció, que insultó, pero que apoyó siempre, en cualquier
cancha, llenándola con la profunda pasión por los colores, por el equipo.
Es desde abajo, desde la sociedad civil, desde la
hinchada, desde la idea de que con cada aliento se puede torcer la historia,
reclamar al final por cambios institucionales, desde donde San Lorenzo pudo
emerger de la catástrofe y posiblemente sea desde ese mismo lugar desde donde
pueda cambiar estos años tan negativos. Detrás de San Lorenzo siempre está la
gente. Y eso da mucha fuerza.
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