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Por más que el director técnico Vicente Del Bosque
desde su honorable serenidad advierta que el tercer título consecutivo (dos
Eurocopas y un Mundial) no podrá alterar la situación de crisis que viven los
españoles, por estos días hay una sensación de que el fútbol es, hoy, de lo
poco que vale la pena rescatar cuando el presidente de Gobierno, Mariano Rajoy,
acaba de anunciar un recorte de 65.000 millones de euros en dos años y, aún
peor, que “es lo que hay” y que, por primera vez en los últimos tiempos, el
país ya no depende de sí mismo sino del monitoreo de la Unión Europea, a partir
de un préstamo de 130.000 millones.
El fútbol, en cambio, parece corresponderse con un
país de Primer Mundo, que como consecuencia directa del progreso a partir de su
entrada en la UE en los años ochenta, y de los acuerdos en la incipiente
democracia postfranquista, hizo de los españoles jóvenes, además de más altos y
apuestos, gente abierta al mundo, y sin pruritos para imponerse en cualquier
lugar por sus propias capacidades, desde científicos hasta artistas o
deportistas.
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