De repente, aparecieron documentos por los que el
Barcelona había pagado por el pase de Neymar muchísimo más de lo que decía que
había pagado, y todo terminó en un caso con ribetes jurídicos y la renuncia
intempestiva del presidente del club, Sandro Rosell, mientras su sucesor, Josep
María Bartomeu, carga las tintas hacia la prensa madrileña.
Pocos días después, cruzando el Océano Atlántico, y
a pocos días de perder de manera categórica un superclásico de verano en
Córdoba ante River Plate, apareció, difundido por un canal de TV de Buenos
Aires, y con muy poco gusto y mucho menos tino, el contrato entre Boca Juniors
y Carlos Bianchi, buscando el escándalo y acaso, según su presidente, Daniel
Angelici, la desestabilización por parte de “enemigos internos”, o bien la
salida del prestigioso entrenador, el más ganador de la historia de la entidad.
Tanto un documento como el otro, el del Barcelona y
el de Boca, se hicieron públicos a partir de ser entregados en medios de
comunicación y generaron un terremoto en sus áreas de influencia.
Parece ser la nueva tónica: los montajes a partir de
la entrega de documentación a medios interesados, que juegan su partido. No son
neutrales. La prensa de Madrid, que se hace eco de un contrato de fichaje de
Neymar, a partir de una querella de un socio del Barcelona pero en la capital
de España, y no en la ciudad condal. La televisión argentina, a partir del
vínculo del dueño del canal con un dirigente de Boca con quien se vincula desde
un entramado institucional.
Es curioso: en un mundo como el del fútbol en el
que, especialmente en Hispanoamérica, no suele aparecer casi nunca un papel, en
el que es casi imposible acceder a los verdaderos números, cerrado como está un
ambiente propenso a manejar dobles contabilidades (la formal y la real, la de
club y la financiera, la del pase “federativo” y el “económico”), los
documentos que aparecen vienen dados directamente por los interesados.
Es decir que esta documentación aparecida en los
medios no fue peleada, buscada, olfateada, investigada por los que luego se
encargan de divulgarla. Llega “de arriba hacia abajo”, de alguien con interés
en que esa información circule, que lo deja en manos (¿o sobres cerrados a su
nombre?) de “alguien” que, se imagina, sospecha, tal vez tiene la certeza,
tiene su mismo interés por distintas razones.
Este escriba participó en 2009, en Medellín, de un
encuentro de periodistas deportivos latinoamericanos organizado por la
Fundación del Nuevo Periodismo de Gabriel García Márquez (FNPI) y allí sostuvo
que el periodismo deportivo latinoamericano, si de algo se caracteriza, es por
no tener nunca papeles, pruebas de lo que sospecha, sabe, intuye. Porque el
sistema sabe cerrarse ante situaciones límites que lo comprometan, que lo
pongan en juego y porque a tal sistema, tal periodismo también.
Esta exposición, si bien fue reiterada oralmente en
las conclusiones del encuentro por uno de los organizadores, el periodista
Fernando Alonso, luego no apareció, extrañamente, con la misma fuerza en la web
de la institución, pero no cambia el sentido de lo manifestado.
Lo cierto es que el Barcelona, ya sin su presidente
electo mayoritariamente, tuvo que aclarar que Neymar no costó “57,1 millones de
euros y punto”, como siempre se afirmaba, sino pasando los ochenta, y en Buenos
Aires, un socio de Boca, aprovechando que el presidente Angelici sostuvo que
todos los contratos del club son públicos y están a disposición, exigió ver los
que unen a la institución con Nike, El Museo de la Pasión Boquense y el
Barcelona mismo, por la política de los juveniles.
También pudo saberse del “escándalo” del que hablaba
el canal TV, que Bianchi, ganador de tres Copas Libertadores, dos
Intercontinentales y cuatro torneos locales con Boca, al final ganaba más o
menos lo mismo que otros colegas en otros clubes, y que los dólares estaban
pesificados y con un tope máximo del que ya se excedieron largamente.
Se supo también que Bianchi ni siquiera tenía armado
un cuerpo técnico cuando Angelici lo fue a buscar y lo fue convenciendo de a
poco para que regresara a un tercer período en el club, y que toda la comisión
directiva estudió el acuerdo y aceptó las condiciones al ver que se podía hacer
frente a la operación.
Por estos mismos días, en un programa periodístico-deportivo
por la TV argentina, uno de los panelistas se refirió al “mercado local”
cuando, seguramente, habrá querido decir “fútbol local”, pero le ganó el
inconsciente, o acaso su honestidad brutal.
Es el “nuevo periodismo” sudamericano, el que no
busca papeles, el que no necesita investigar, el que recibe documentación
delivery. El que, seguramente, no habrá recibido en sus manos ni en sobre
cerrado, el libro “Papeles al viento” de Eduardo Sacheri, donde magistralmente
se resume este nuevo tiempo del fútbol que nos toca vivir.
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