En el minuto ocho del partido ante la Real Sociedad,
se desahogó, por fin, la hinchada del Atlético Madrid en el estadio Vicente
Calderón, en el recuerdo de uno de sus protagonistas más célebres, Luis Aragonés,
fallecido el pasado sábado a los 75 años.
Aragonés, hacedor de la última gran selección
española (luego continuada con éxito y humildad por Vicente Del Bosque), y del
cambio cultural que significó pasar de “La Furia” a “La Roja”, dejó una gran
estela en el Atlético, el club con el que siempre se identificó desde sus
tiempos de jugador hasta sus varias etapas como entrenador, con el lema de “no
parar de ganar”.
Y parecería que el Atlético Madrid actual, el de
Diego Pablo Simeone, sigue exactamente sus pasos, como hace muchos años que no
sucede.
Acaba de quedar como único líder de la Liga
Española, y a tres puntos de distancia de sus perseguidores, nada menos que el
Real Madrid y el Barcelona, cuando ya estamos en la segunda rueda, aprovechando
los distintos traspiés de sus rivales, a priori, únicos dos candidatos a ganar
el torneo, como cada año desde hace más de un lustro.
El Atlético tampoco lo tenía fácil porque recibía en
el Calderón nada menos que a una empinada Real Sociedad, próximo rival del Barcelona
en semifinales de la Copa del Rey, pero no tuvo problemas, luego de establecer
su típico dominio territorial, para acabar goleando 4-0, beneficiándose de la
inesperada derrota del Barcelona en el Camp Nou ante el Valencia 2-3 y del
discreto empate (expulsión de Cristiano Ronaldo incluida) del Real Madrid en
San Mamés 1-1 ante el Athletic de Bilbao.
Sin embargo, desde la llegada de Simeone, el
Atlético sigue demostrando, partido a partido, que no es casual haber llegado
hasta donde se encuentra hoy, líder en la Liga, semifinalista en la Copa del
Rey, y en octavos de final, con buen pronóstico, ante el Milan.
El Atlético no sólo sigue consolidándose como
equipo, con un funcionamiento de reloj en todas sus líneas desde la seguridad
del arquero belga Courtois, sino que ha encontrado la forma de reemplazar a los
titulares, como ha sucedido con Emiliano Insúa por Filipe Luis, con Adrián,
cuando fue necesario (y tal vez lo vuelva a ser por la lesión de David Villa
ante la Real Sociedad), con Cristian “Cebolla” Rodríguez para oxigenar el
medio, con Raúl García, y hasta con las dos nuevas incorporaciones, que
representan un importante salto de calidad hacia el futuro, en la gestación de
juego: el argentino José Sosa, pero especialmente el brasileño Diego, quien ya
pasara exitosamente por el club.
Parece lejano ahora el recuerdo de lo que era el
Atlético Madrid en el momento de la llegada de Simeone, y tras la salida de
Gregorio Manzano como entrenador: un equipo gris, sin luz en el final del
camino, entregado a su suerte, aunque con un buen potencial en el plantel.
El entrenador argentino, ya laureado en su país e
ídolo de la afición atlética (aparece en el himno moderno del club que compuso
el genial cantautor madrileño Joaquín Sabina, al igual que su ayudante de campo
y compatriota, el ex arquero Germán Burgos), supo reinventar al plantel y de a
poco fue armando un grupo muy seguro de sí mismo, que a medida que pasa el
tiempo más se acerca a aquél de la temporada del “Doblete” (los títulos de Liga
y Copa) de 1995/96, cuando el entrenador era Radomir Antic.
Simeone parece seguir el espíritu de Aragonés, el no
amilanarse ante ninguna circunstancia. No hay rivales inaccesibles, ni hay
partidos imposibles, se jueguen donde se jueguen, ante el rival que toque.
Muchos apostaron por el final del ciclo cuando por
razones económicas, el Atlético tuvo que desprenderse de Radamel Falcao, que
marchó hacia el Mónaco, pero nuevamente Simeone reinventó el ataque a partir de
Diego Costa, que se lanzó no sólo a la selección española, sino que gheneró una
disputa con la brasileña por su concurso.
Luego, echó mano de un Villa sin espacios en el
Barcelona, para que ya haya marcado más goles en poco más de media temporada,
que los que marcó en la pasada entera con los azulgrana y así puede verse en
tantos casos de jugadores que individualmente fueron evolucionando y
enriqueciendo el plantel.
¿Hasta dónde puede llegar este Atlético? No parece
tener límites establecidos. Si al comenzar la temporada la pregunta era si
algún equipo podría mantenerles el pulso al Real Madrid y al Barcelona, una
rueda después, hay que reformularla e interrogarse si uno de los dos colosos de
España podrán alcanzar, finalmente, a este Atlético que no se detuvo con el
paso del año, ni con los distintos obstáculos, ni con la cantidad de partidos.
Todo lo contrario. Parece marchar por el camino de
Aragonés, el de ganar, ganar y ganar.
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