Se suele decir que cuando un presidente ratifica a
un entrenador, éste tiene los días contados. Si es por eso, que el titular provisorio del Barcelona,
Josep María Bartomeu, haya salido a respaldar a Gerardo “Tata” Martino, no
genera la mejor sensación, si bien todos los dirigentes del club y su director
deportivo Andoni Zubizarreta repiten hasta el hartazgo que ya se está
planificando la temporada siguiente y el rosarino tiene contrato hasta mediados
de 2015.
Lo cierto es que Martino, y el Barcelona, atraviesan
una de las peores semanas del último tiempo. Uno, por el muy mal resultado en
Anoeta ante la Real Sociedad (3-1 y pudo ser mucho peor) por la Liga, y no sólo
por primera vez el equipo quedó segundo y a tres puntos del Real Madrid a trece
jornadas del final, sino que, mucho más extraño, renunció a su habitual juego
de toques y posesión para probar por otro más recto y con muchos suplentes,
algo que es visto casi como un sacrilegio para los defensores de otra filosofía
que hizo que el club tuviera fanáticos en todo el planeta.
Otra regla máxima de la liga española y de la prensa
cercana a los clubes grandes pasa por “vender ilusión” a sus aficionados en los
momentos más aciagos ya sea en resultados o institucionales, y no es casualidad
entonces que se promocionen las llegadas posibles de la joven perla croata Alen
Halilovic, de apenas 17 años, o que se intentará fichar a Tomas Müller,
estrella del Bayern Munich que difícilmente los bávaros dejen marchar, y que el
arquero alemán Marc André Ter Stegen ya habría pasado revisación médica
azulgrana ante la segura salida en junio de Víctor Valdés, posiblemente al PSG
o al Manchester City.
Martino venía siendo aceptado por los medios y la
afición culé, al punto de que se consideró clave el partido que el Barcelona le
ganara por los octavos de final de la Champions League al Manchester City nada
menos que en el Etihad Stadium y por un 0-2 que hace difícil la remontada
inglesa en el Camp Nou.
Una vez finalizado ese partido, llovieron elogios
para el “Tata” por cómo planteó el juego desde lo táctico y el clasificarse
casi para cuartos de final, con el liderazgo de la liga hasta entonces, y el
pase a la final de la Copa del Rey ante el Real Madrid, al punto de darlo casi
por consagrado, lo que forma parte del exitismo ya conocido, sea a favor o en
contra.
Apenas días después, Martino reconocía su error en
el planteo ante la Real Sociedad, en un extraño partido en el que además fue
expulsado por decirle cosas inapropiadas al segundo entrenador rival, de banco
a banco.
Pero a Martino, que sabe que llegó al Barcelona en
un momento difícil, en el final de la carrera de algunos que sostuvieron un
ciclo brillante y a los que nadie quiere encargarse de darles el adiós (de
hecho, Carles Puyol ya dio a entender que se marchará al final de temporada),
no es el único que atraviesa turbulencias.
El club mismo vive horas difíciles desde lo
institucional cuando fue obligado a pagar otros 13 millones de euros a Hacienda
por el fichaje del brasileño Neymar, que parecía de 57,1 euros al principio, y
hoy ya pasa los 100, entre comisiones y obligaciones, mientras sigue la
polémica sobre lo que hay que hacer con el Camp Nou, si venderlo o si
remodelarlo y con qué dinero.
Ni Bartomeu, el presidente que tuvo que reemplazar
al renunciante Sandro Rosell está seguro en su cargo. Podría caer si la
Justicia avanza en el Caso Neymar, porque formó parte de su fichaje.
Mientras todo esto pasa, en el Real Madrid se
regodean. No sólo el propio Atlético de Diego Simeone lo ayudó a quedar solo
como puntero de la liga, al caer por un sorpresivo 3-0 en Pamplona ante
Osasuna, mientras los blancos van
encontrando la mejor forma y golearon de manera implacable por 1-6 al Schalke
04 en su visita por la Champions con la máquina de hacer goles de Cristiano
Ronaldo, Karim Benzema y Gareth Bale.
En Barcelona, rezan por un triunfo del Atlético en
el derby del fin de semana ante Real Madrid en el Vicente Calderón, y que
vuelva, por fin, la calma para el lado de los pirineos.