Cuando aparecían las primeras preguntas sobre su
estado anímico, su comodidad en el esquema del Barcelona, su necesidad de
cuidarse a poco de que comience el Mundial acaso más importante de su carrera,
un día Lionel Messi regresó en todo su esplendor y dejó definitivamente
aparcadas las dudas sobre su presente y su potencial.
Si jamás estuvo en cuestión su excelsa técnica y sus
maravillosas condiciones, desde el regreso de su última lesión, que le llevó
una recuperación de dos meses, nunca antes Messi se había visto tan pletórico
de fútbol y si para muchos pareció una respuesta a los apuntes de su
compatriota, el entrenador Ángel Cappa, para el supercrack eso ni siquiera
contó y simplemente, se trató de la evolución del tiempo y la paciencia hasta
conseguir su mejor forma.
Es que Messi apareció con todo lo mejor que puede
dar en una cancha en el momento justo, cuando al Barcelona se le aparece el
Manchester City en el horizonte para los dos partidos de octavos de final de la
Champions League, y cuando tuvo que definir el pase a la final de la Copa del
Rey ante la Real Sociedad.
Pero no todo termina allí. Messi sabe bien que al
mismo tiempo, la selección argentina debe jugar en Bucarest, Rumania, el próximo
5 de marzo, el último partido con cierta validez internacional antes del
Mundial y la lista que en las próximas horas entregue el entrenador Alejandro
Sabella, para los jugadores convocados para ese amistoso, será prácticamente la
confirmación de la definitiva de veintitrés que irán al torneo de Brasil en
junio.
No parecen casual, entonces, las declaraciones que
formulara en estas últimas horas, acerca de que el grupo de jugadores de la
selección argentina “está mejor que nunca”, dando a entender, con simpleza pero
no sin astucia, que no se necesita “nada nuevo” que altere la armonía y la
tranquilidad.
Esto puede leerse como un mensaje por elevación a la
posibilidad de que se convoque a Carlos Tévez (¿tal vez hacia alguien más?),
presión que vienen realizando distintos medios poderosos de comunicación en
Argentina tal como ya lo habían hecho para Sudáfrica 2010 y muy especialmente
para la Copa América de 2011. Si con Diego Maradona de entrenador, el delantero
de la Juventus pasó de suplente a titular, ya al año siguiente con Sergio
Batista, en el Sudamericano llevado a cabo en la Argentina, ni siquiera contaba
entre los componentes del plantel y de un día para el otro apareció jugando, y
como titular.
Pasados los años, Batista admitió en entrevistas que
tuvo que ceder ante la presión y que se arrepentía de ello. Tal vez por eso
mismo, en estas horas, y nuevamente consultado por las chances de Tévez,
Sabella afirmó con tranquilidad pero no sin rotundidad, que “no hablo de los
jugadores que no convoco”, como una manera de aventar cualquier atisbo de
diálogo y de mantener a raya al anciano presidente de la Federación Argentina,
Julio Grondona.
Volviendo a la situación del Barcelona, Messi
tampoco ahorró palabras para referirse a su actual entrenador y compatriota,
Gerardo Martino, cuando dijo que “no se parece a Tito Vilanova ni a Pep
Guardiola”, aunque con los días corrigió y agregó que “es muy inteligente, y se
va adaptando a este mundo”.
Lo cierto es que hasta aquí, muchos se preguntan por
si el Barcelona acabará recuperando aquel juego que deslumbró a todos y que hoy
no siempre aparece en los partidos, y si lo hace, es más probable que sea en el
Camp Nou y ante rivales más débiles (como por ejemplo el Rayo Vallecano del
pasado sábado), que ante otros de una categoría similar, como podría ser,
ahora, el Manchester City, aún sin Sergio Agüero y con otros jugadores recién
recuperados pero sin mucho fútbol.
Este Barcelona no ha logrado la continuidad de un
equipo titular por las rotaciones que ha determinado Martino, y que ha pagado
especialmente Andrés Iniesta, aunque en los últimos minutos se haya visto una
buena complementación con el propio Messi y el lento retorno de Neymar (en
medio de un largo conflicto que generó su fichaje hasta con la renuncia del
presidente Sandro Rosell).
La clave, nuevamente, está en Messi, que no tiene
problemas, mientras tanto, en seguir batiendo cuanto récord se le cruce por el
camino, ahora superando en goles de la historia de la liga a Alfredo Di Stéfano
y alcanzando nada menos que a Raúl González con 228, salvo que necesitó casi de
la mitad de los partidos del ex delantero del Real Madrid para conseguir lo
mismo, y se sitúa ya a seis tantos del mexicano Hugo Sánchez para llegar al
segundo lugar.
Messi todo lo hace con simpleza, como si nada lo
afectara, como si no hubiera debates a su alrededor, como si le diera lo mismo
que lo critiquen por no exponerse demasiado a los golpes, por jugar un poco más
atrás, como asistente, como si hubiera partidos que jugara hasta con
desinterés.
Messi sigue su camino, sabiendo que entra en semanas
cruciales, en meses fundamentales, y que posiblemente ya no pare más hasta el
Mundial. Sabiendo, en su fuero íntimo, que los tiempos de los partidos fáciles
comienzan a acabarse y llegan los de la definición.
Pero Messi sigue jugando, batiendo récords, diciendo
lo justo y necesario. Sin mirar para atrás.
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