Un gran periodista argentino entre las décadas de
1950 y 1970, Dante Panzeri, al que seguramente Gerardo “Tata” Martino leyó,
acuñó una frase que luego sería retomada por muchos hasta transformarse en un
clásico del fútbol mundial: “Dinámica de lo impensado”.
Con esto, el fino analista fallecido en 1978, apenas
un mes y medio antes de comenzar el Mundial de su país, con el que era
ácidamente crítico, se refería a que en cierto modo, en el fútbol resulta inútil
preverlo todo, porque el azar juega su propio partido y hay cuestiones que ni
los deportistas ni los entrenadores pueden cambiar ni aún con todo estudiado.
Seguramente Martino sufrió esto que hace tantos años
sostenía su compatriota Panzeri cuando tras la lectura de periódicos deportivos
o generales en referencia a su participación como entrenador del Barcelona en
la presente temporada, lo dieron como triunfador por primera vez en forma casi
definitiva, luego de mirarlo de reojo en el primer semestre por ser alguien
llegado allende los mares, desde el otro lado del Océano Atlántico.
Martino fue recibido con cordialidad por la prensa
catalana o española pero con una advertencia: esto no es el fútbol argentino ni
sudamericano, se juega de otra manera, hay otros valores en juego, se ficha
distinto, se piensa más en el mercado, se habla mucho más de los “alrededores”
del torneo y hay demasiado show.
Al argentino, de buen hablar y de un notable sentido
común, enseguida se le hizo saber que “no conoce” la liga y que debería
adaptarse a las nuevas reglas, pero Martino fue obteniendo buenos resultados,
rápidamente se amigó con el núcleo duro del vestuario, es decir, los capitanes
y jugadores veteranos (Puyol, Xavi, Valdés, Iniesta) y no aparecieron problemas
internos.
Sin embargo, con el correr de los meses, el juego
del Barcelona comenzó a resquebrajarse. Las rotaciones, las lesiones (Iniesta,
luego dos meses sin Messi, a la vuelta de éste, la de Neymar), la regularidad
del Atlético y el mejoramiento del andar del Real Madrid, fueron generando
algunas dudas en determinados partidos, en los que el equipo ya no se parecía
tanto al de los últimos años que deslumbrara al planeta. Pero en otros, de
repente, volvía a su cauce.
La atención se enfocó mucho (como es lógico en un
club como el Barcelona) en lo que pudiera pasar en los octavos de final de la
Champions League. Los dos partidos de la eliminatoria ante un durísimo rival
como el Manchester City, ya con el grueso del plantel en condiciones físicas,
darían la pauta real del equipo y al mismo tiempo, lo colocaría entre los
finalistas, o por primera vez en más de seis años, lo dejaría en casa.
Como se sabe, aunque sufriendo, el Barcelona eliminó
a la Real Sociedad en la Copa del Rey y descansa hasta esperar la final de
abril en Mestalla ante Real Madrid, y aunque perdía gas en la liga, mantenía el
liderato junto a los blancos y al Atlético Madrid, con la Supercopa de España
ganada. Todo, entonces, apuntaba a la Champions.
Y allí, el Barcelona sacó el partido adelante nada
menos que en el Etihad Stadium ante un Manchester City que no pudo contar con
su principal estrella, el argentino Sergio Agüero, y que al encontrarse con un
dudoso penal de Demichelis a Messi, con la expulsión del defensor, el panorama
se abrió, y los azulgrana jugaron uno de los partidos más sólidos dejando casi
cerrado su pase a cuartos de final.
Martino se encontró, a mitad de esta semana pasada,
con que el mundo le sonreía. Para muchos, el escenario de una final de Copa,
una Supercopa, un liderato parcial en la liga y un pase a cuartos casi cerrado
equivalía a triunfo definitivo y rápidamente el presidente Josep Maria Bartomeu
salió a hablar de renovación de contrato, sin darse tiempo para más.
Sin embargo, en medio de toda esa euforia, en el
seno del Real Madrid se barajaba justamente este fin de semana para dar el
zarpazo en la liga porque se sabía del difícil escenario que siempre fue Anoeta
para el Barcelona, mientras los blancos tenían un partido accesible ante el
Elche en el Santiago Bernabeu.
Así fue, y el triunfo de 3-0 de los blancos ante el
Elche dejó al Barcelona ante la única chance de ganar a la Real para seguir
arriba. Y Martino, en una semana dulce, optó por una nueva y demasiado fuerte
rotación, dejando tres de los cuatro defensas titulares fuera del equipo, con
un Neymar recién regresado, dentro de los once.
No sólo no alcanzó, ni siquiera cuando Messi, muy
fuera del partido, pudo empatar parcialmente gracias a su genialidad, que le
permitió superar al mismísimo Raúl en la historia de los goleadores del torneo.
El Barcelona fue ampliamente superado por los locales, como ya había sucedido
apenas días atrás en el mismo escenario por la Copa del Rey, aunque sin el
mismo resultado final.
El Barcelona se quedaba atrás del Real Madrid por primera
vez en la temporada, le marcaban tres goles y un remate en el palo, le
generaron muchas situaciones de peligro y en ningún momento le permitieron
dominar el partido a pleno, en tanto que Martino no sólo se fue expulsado en el
entretiempo por una descarga verbal hacia un integrante del banquillo de la
Real (algo extraño en una persona tan medida y educada) sino que en la
conferencia de prensa reconocía con hidalguía que se había equivocado en el
planteo.
Es decir, una vez más, cuando parecía que Martino
atravesaba una semana triunfal, que lo colocaba en el podio de los exitosos,
terminó de la manera que menos esperaba, como bien lo hubiera podido anticipar
Panzeri, al que nos referíamos al principio.
Lo cierto es que este Barcelona es cada vez más
desconcertante. Pasa por momentos lujosos y otros que se pierde en los partidos
y hay algunos signos de que aquél juego que tanto nos deleitó, se va apagando
de a poco, dejando aún algunas luces brillosas que aún nos hacen dudar, pero
que cada vez se muestran menos.
Sigue siendo el tiempo el mejor instrumento para
medir hacia dónde conducirá esta etapa tan extraña del Barcelona.
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