lunes, 3 de febrero de 2014

Se nos murió Luis (Por Fernando Vara de Rey)



En una de las tardes más conmovedoras de su Historia, el Estadio Vicente Calderón rompió en un hondo estallido de melancolía. La afición del Atlético había despertado huérfana el sábado, tras el fallecimiento de Luis Aragonés. Incomprensiblemente, inaceptablemente, se devanecía el jugador más legendario de cuantos han vestido la zamarra rojiblanca. “Zapatones”, el “Sabio de Hortaleza”, el legendario dorsal 8 y el técnico más laureado en la historia rojiblanca.
 
Como futbolista aún se le recuerda por diez años de éxito. Su inteligencia en el campo y su espléndido toque contribuyeron a la conquista de tres ligas y dos copas. En primera división jugó 265 partidos, y marcó 123 goles, entre ellos el primero que se logró en el entonces flamante Vicente Calderón. Suyo fue además el gol frente al Bayern en la desdichada final de Copa de Europa de 1974, neutralizado por el gol de un tipo de nombre impronunciable.

Como entrenador destacó en los banquillos de Betis, FC Barcelona, Valencia, Sevilla, Mallorca,… y desde luego Atlético de Madrid donde en una sola noche pasó de futbolista a técnico. Fue la rampa de lanzamiento de una carrera que le llevó a ser el entrenador con más partidos de Liga –un total de 757- con un nutrido palmarés de títulos entre ellos una Copa Intercontinental. Fue Luis además el hombre que cambió la trayectoria fatal de la selección española, aportando al fin un estilo de juego propio y más acorde a los tiempos que la primitiva “furia”; su apuesta por la alineación de jugadores técnicos en el centro del campo supuso para España la conquista de la Eurocopa de 2008 y la horma de un patrón de juego que Vicente del Bosque respetó y consolidó.

Y más allá del futbolista y del entrenador Luis Aragonés quedará como el hombre de carisma, como el vencedor infatigable, como el padre capaz del reproche y de la ternura –así lo vivieron insignes como Romario, Futre, Torres, o Etoo’o-, como aquél que nos hizo vivir el fútbol y  a vivir de fútbol.

El fin de semana futbolístico se empapó en España de artículos, de reportajes, de anécdotas repetidas cientos de veces. En todos los campos se detuvo el balón para honrar al Sabio, y vimos llorar a hombres hechos y derechos como Xavi Hernández y Diego Pablo Simeone.

En el Vicente Calderón hubo flores, hubo velas, hubo imágenes que nos lo devolvieron, hubo un silencio de sacristía que se mantuvo hasta el simbólico minuto 8. En el once que alineaba el Atlético sólo David Villa estuvo a las órdenes de Luis, pero ningún futbolista podría haberse sustraído del aire compungido que ascendía del Río Manzanares. Y en la linde de la tristeza, el anhelo de que el homenaje se completara con un triunfo que pondría líder en solitario al Atlético por primera vez en dieciocho años. El FC Barcelona había caído en el Nou Camp frente al Valencia, de modo que la cabeza de la Clasificación se alcanzaría de ganar ante la Real Sociedad.

Comenzó el partido en elocuente silencio, y entre las extrañamente audibles voces de los jugadores Diego Costa se fue de unos y de otros y a punto estuvo de abrir el marcador. El Atlético jugaba con los habituales salvo los lesionados Arda Turan y Filipe Luis, más la inclusión de los argentinos Insúa y Sosa. Como de costumbre el equipo rojiblanco impuso su poderío táctico y físico, conteniendo el ingenio de dos excelentes jugadores como Griezmann y Carlitos Vela. Y en el declinar de la primera parte, una rauda triangulación Insúa-Costa-Villa culminaba con el gol del 9 asturiano.

La segunda parte trajo algunos momentos de apuro para los locales. Se produjo entonces la salida al campo de Diego Ribas, el talento brasileño que deslumbró dos temporadas atrás y que en el momento menos esperado ha sido rescatado de la tibieza de Wolfsburgo. Sin haber participado en un solo entrenamiento, Diego demostró que su habilidad en la colocación y en el pase reforzará las opciones de un Atlético que vive y colea en tres competiciones.

Transcurría la segunda parte y Raúl García conectaba en magnífico pase con un Diego Costa que marcaba el 2.0. Poco después Koke botaba un córner espléndidamente rematado de cabeza por Miranda que suponía el 3.0. Y finalmente Cebolla Rodríguez encontraba a Diego Ribas en los rincones del  área grande: centro, remate, y 4.0.

Dos horas después el Real Madrid no pasaba del empate en San Mamés, lo que deja al Atlético de Madrid líder en solitario con tres puntos sobre sus acaudalados perseguidores. En un día de llanto y de memoria el Atlético divisaba la cima que tantas veces alcanzó en su historia, la cima donde ya reposan el verbo franco y las botas de terciopelo del maestro Luis Aragonés.


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