Si el fútbol
argentino vive de cambios permanentes, lo de la actual temporada rompe todos
los récords. En medio de su transcurso, el presidente de la AFA, Claudio Tapia
aumentó los ascensos de Tercera a Segunda, y decidió bajar de cuatro descensos
a tres desde la Superliga a Segunda.
En este caos
vive el fútbol argentino desde que Julio Grondona, presidente de la AFA entre
1979 y 2014, decidiera, por una cuestión electoral del país, acceder a que el
máximo torneo argentino pasara de tener los tradicionales veinte equipos para
pasar a treinta, pero una vez que falleció, al terminar el Mundial de Brasil,
los nuevos dirigentes se comprometieron a ir bajando la cifra de participantes
otra vez a veinte, con cuatro descensos y dos ascensos por cada temporada.
Lo que no
tuvieron en cuenta es que al quedar con veintiséis equipos, o ahora con
veinticuatro, jugar un torneo largo de todos contra todos en dos rondas se
hacía interminable (cincuenta fechas en la temporada pasada y cuarenta y seis
en ésta), por lo que decidieron jugar una sola rueda, y como terminaba
demasiado temprano (principios de marzo) decidieron crear la Copa de la
Superliga para que abarque dos meses más y no estar tanto tiempo sin fútbol.
Pero el fútbol
argentino, organizativamente, siempre puede estar peor. En una disertación
cerrada, para alumnos de una universidad, el presidente de River Plate, Rodolfo
D’Onofrio, llegó a sentenciar el 28 de septiembre de 2015 que “hay que poner
una bomba en la AFA” aunque luego minimizó sus dichos, si bien quedó clara la
visión de su club y la propia como dirigente. Tres meses después, en la votación
para presidente de la AFA, las elecciones terminaron con el escándalo de un
empate en 38 votos cuando sufragaban 75 dirigentes, y la entidad fue
intervenida por la FIFA por poco menos de un año.
En 2018, los
dirigentes del fútbol dieron otra vuelta en el aire y aceptaron sacar el torneo
de la AFA y accedieron a formar parte de una estructura separada que se llamó
“Superliga”, con su propio reglamento, mientras que la AFA se quedó con los
campeonatos de ascenso y la selección nacional.
Pero en 2020,
los dirigentes se dieron cuenta que podían elegir otra cosa, no estuvieron
conformes con el dinero de la TV y la publicidad y decidieron abandonar la
Superliga y volver a la AFA, por lo que la Copa de la Superliga que comenzó
este fin de semana, será la última (con apenas dos ediciones, la anterior fue
en la temporada 2018/19, ganada por Tigre, que pese a haber descendido en la
Superliga y jugando en el Nacional B, está participando de la Copa Libertadores
por haber conseguido una plaza para el torneo sudamericano).
En otras
palabras, en la Argentina, hasta ahora y por dos temporadas, se jugaron tres
torneos de equipos. La Liga (con el nombre de Superliga), de apenas veintitrés
fechas (todos contra todos en una ronda, sin revanchas), en la que Boca,
reciente campeón, ya se clasificó para la Copa Libertadores 2021, la Copa de la
Superliga, con una plaza para el campeón, y la Copa Argentina (que se juega con
el formato de la Copa Alemana) con la otra plaza para la Copa Libertadores.
Pero todo no
termina allí. Cuando ya se había conseguido llegar a veinticuatro equipos, la
dirigencia del fútbol argentino decidió pararse en ese número y no seguir
bajando hasta veinte, y que en vez de cuatro descensos hubiera tres, luego dos
y una promoción para estacionarse nuevamente en tres. Pero agregó otro elemento
conflictivo: si hasta la temporada 2018/19 los descensos se calculaban por un
promedio de las tres últimas temporadas, ahora decidieron sumar los partidos de
la Copa de la Superliga. Es decir que a los veintitrés partidos de la
Superliga, se le suman los once que cada uno disputará en la Copa que comenzó
este fin de semana. Y lo mismo, para calcular las plazas a la Copa
Libertadores: para calcular las otras tres plazas que se suman a la de Boca, se
sumarán los puntos de la pasada Superliga y los que obtengan en esta Copa de la
Superliga.
En esta Copa de
la Superliga que acaba de comenzar, juegan los mismos veinticuatro equipos de
la pasada Superliga 2019/20, divididos en dos grupos de doce equipos cada uno y
repartidos por rivalidad tradicional en algunos casos, y por cercanía
geográfica, en otros. Es decir que si Boca va a un grupo, River va al otro y no
se cruzan en esta fase. Se clasifican los dos primeros de cada grupo a la
semifinal y luego habrá una final para determinar el campeón.
Pero por si
faltaba poco, el temor al avance del coronavirus hizo que River, enfrentado a
la AFA al punto de que no forma parte de su Comité Ejecutivo desde que el
presidente Claudio Tapia fue electo en marzo de 2017, decidió cerrar sus puertas
y no presentarse, por la primera fecha, ante Atlético Tucumán. “Si no juega,
perderá los puntos y será sancionado”, dijo el conductor televisivo Marcelo
Tinelli, presidente de la Superliga. “Soy de Boca, pero en ésta banco a River a
muerte”, afirmó Diego Maradona, entrenador de Gimnasia, mientras que su colega
rival, Julio Falcioni, DT de Bánfield, se quejó de haber tenido que jugar este
partido (empataron 0-0, los dos pelean por no descender): “Cuidamos a la gente
pero no cuidamos a los jugadores, a los cuerpos técnicos y médicos. Yo quisiera
saber dónde están los sindicatos de jugadores y entrenadores a los que dicen
proteger”.
Los dirigentes
del fútbol ya decidieron que la Superliga sea reemplazada desde 2020/21 por
otra entidad, ahora dentro de la AFA: la Liga de Fútbol Profesional, y revisarán los contratos con la TV, como ya
ocurrió en 2009, cuando rompieron con los canales privados y firmaron contrato
con el estatal, o como se fueron de la AFA en 2015 para crear la Superliga.
“No funcionó el
doble comando (AFA y Superliga) en el fútbol argentino. La Superliga nació para
ordenarnos pero la manejaban los clubes más grandes y nosotros salimos
perjudicados y entonces mejor volver a la AFA”, dijo en estos días el presidente
de Lanús, Nicolás Russo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario