-
Usted
apareció en el arbitraje como alguien muy estricto, que hace cumplir con el
reglamento en una sociedad habitualmente transgresora. ¿Cómo se llevaba con
eso?
-
No
sé si lo logré, pero al menos lo intenté (se ríe). Es decir, intenté darle al
arbitraje futbolístico, si se quiere, un enfoque con mayor rigor. Al menos me
preocupé por ser una especie de esponja, de aprehender de las diferentes
disciplinas para volcarlas en el arbitraje. Tener esa posibilidad, me dio la
fortuna de tener una visión mucho más amplia del arbitraje y del fútbol. Si
desde el fútbol se internalizan mensajes y cuando atraviesa la sociedad de
punta a punta y a todas las clases sociales, se transmite cómo obtener un
objetivo fuera de la ley y con la complicidad de la Justicia, esa sociedad
entra en la situación de corrupción, que se verá plasmada en la vida de
relación, principalmente, de chicos y jóvenes. Si obtener resultados fuera de
la ley me da éxito, poder, fama y dinero, es un combo lo suficientemente nocivo
como para generar una sociedad estructuralmente corrupta en la que,
naturalmente, a los políticos no los traen los marcianos y los tiran allí.
-
Cuando
usted comienza como árbitro, estaba la otra línea llamada por la prensa y no sé
si por los propios árbitros como la del “Siga, siga”, “dejar jugar. ¿Cómo se
generó su construcción como árbitro?
-
El
camino del conocimiento no tiene retorno. Una vez que uno conoce, pierde la
ingenuidad, y cuando entramos en el fútbol profesional, y mucho más, en el
fútbol de alta competencia, empiezan a aparecer intereses de toda índole, y no
estrictamente sólo en lo deportivo, porque excede largamente lo deportivo, e incluso lo
económico, porque están los factores políticos y sociales en todo el mundo, nos
damos cuenta de que esa imagen del fútbol se transforma en un espacio que ni
siquiera es el reflejo de la sociedad. Es la sociedad misma. Alguna vez Valdano
dijo “se juega como se vive” y yo digo también “se dirige como se vive”. En una
sociedad que ha tenido jueces corruptos hasta por donde se los mire, es
imposible imaginar decencia arbitral que se diferencie de esto.
-
¿De
qué se nutrió usted para aprehender?
-
El
mundo del derecho ha sido un espacio recurrente, donde afloraron muchos conceptos
y máximas que me han guiado. Incluso tuve oportunidad de discutir
acaloradamente en algunos pasajes de mi vida sosteniendo principios que ahora
se aplican y que antes eran impensados y que el tiempo me dio la razón, como
por ejemplo, es preferible que se salven cien culpables y no castigar a un
inocente. Lo digo en el sentido de que en aquella época, cuando dirigía Arturo
Ithurralde (N de la R: árbitro argentino del Mundial 1982), cuando se llegaba
al vestuario, les decían a los jueces de línea: “Ante la duda, bandera arriba”.
No había TV o era muy precaria. El concepto era que era preferible que lo
insultaran dos minutos y no una semana diciéndole que había sido un gol en
posición adelantada. Entonces uno veía atrocidades en hechos que se pulverizaban.
Entonces digo que las reglas de juego son como la Constitución Nacional.
Derechos pulverizados por la conveniencia de los árbitros. Esa es la
omnipotencia: que la FIFA quiere que la siga teniendo el árbitro y no nos damos cuenta. Cómo se manipulan voluntades
y se aniquilan derechos cuando todo queda reducido al libre albedrío del
árbitro. Yo conviví con esas diferencias desde que era casi alumno.
-
Recuerdo
una expulsión suya a Raúl “Pacha” Cardozo, de Vélez, en un partido en el que a
él le faltaba acumular una tarjeta amarilla para cumplir la sanción y volver
limpio a un partido importante y buscaba entonces que lo amonestaran y usted lo
expulsó por eso…
-
Me
dijo tres veces que lo amonestara y le dije que se retirara y me dijo que no se
iba a retirar hasta que yo lo amonestara y me pareció una falta de respeto
desde todo punto de vista. Frente a la flagrancia de una incorrección
premeditada (allí está la gravedad). Muchas veces fueron las veces que uno
analizaba el juego y se daba cuenta de que la gravedad de las faltas no
radicaba en sus formas físicas de realización sino en la premeditación en la
conducta. Está tan instalado y tan naturalizado en el discurso dominante que
hasta los propios agentes de prensa que forman opinión lo van reciclando como
cuando dicen “era innecesaria esa falta” (se ríe). ¿Cómo “innecesaria”? Me hace
ruido ahora mismo. Es como si yo voy a
asaltar un banco y me dijeran que es innecesario hacerlo. ¡Eso hace pensar en
que hay instancias en que sí es necesario! Se está convalidando la ilicitud.
-
Para
ir contra la corriente como usted o el ex presidente de Independiente, Javier
Cantero, que fue contra las barras bravas, en soledad, hay que tener un
carácter especial.
-
Hay
que estar convencido. El poder de la convicción hace generar un plus energético
que lo ayuda a sobrellevar la adversidad. Entonces todos los principios que
regían en el ámbito del arbitraje, uno los empezaba a chequear. Y te das cuenta
de que todo es mentira. Que es mentira que el mejor árbitro es el que termina
con los 22 jugadores adentro de una cancha. Que es mentira, absoluta que el
mejor árbitro es el que pasa desapercibido. Es decir, uno se va dando cuenta de
que heredamos generación tras generación viejas muletillas que repetimos sin
comprobación de veracidad.
-
Hay
un partido que es clave para que la gente lo conociera que es aquel de River
-Newells (de Marcelo Bielsa) en el Monumental (Torneo Clausura 1992) con cuatro
expulsiones de jugadores de River y un 0-5 final para los rosarinos, y aunque
lo criticaron mucho, en el programa de TV de la noche quedó claro que usted
tenía razón.
-
Lo
que pasó ese día, y lo que pasó en partidos posteriores, uno ya se la veía
venir. Cuando uno ve partidos internacionales, de acuerdo a la tipología de
faltas que comete un equipo, uno puede llegar a darse cuenta del nivel de
permisividad de los árbitros, porque el no cumplimiento del plexo normativo
permite, a través de la impunidad, la reproducción de esas acciones y se van
naturalizando y enquistando en la conducta de los jugadores. Cuando los
árbitros no toman la decisión que deben tomar, como las agarradas en las áreas,
se van naturalizando, y en aquella época se había naturalizado la falta de
respeto recíproco, del árbitro con los jugadores y la respuesta de ellos. Para
llegar a ser árbitro de Primera División en la Argentina en aquella época (N de
la R: inicios de los años 90) había que haber sido árbitro asistente (en
aquella época se les decía jueces de línea).
-
¿Usted
lo dice en el sentido de que cuando se llega a ser árbitro de Primera, ya se
llega curtido?
-
El
juez de línea convive permanentemente con el árbitro en el campo de juego, en
el vestuario, en los viajes, y sufre también las omisiones de las decisiones,
como cuando lo insultan y el árbitro no actúa. Un día tuve que dirigir un
Boca-River en la Bombonera. La tendencia en esos partidos trascendentes es que
los árbitros buscan pasar desapercibidos, no ser ellos los que rompan el
equilibrio –una excepción fue la final del Mundial 1974 que comienza con un
penal para Holanda ante Alemania- y uno tenía que dirigir haciendo escuela
porque todo el mundo estaba mirando y nosotros somos docentes que enseñamos con
nuestra conducta. Entonces en ese partido, tenía como línea a Ernesto Taibi,
del lado de los palcos. Yo les decía a los asistentes que mis amigos estarían
detrás de ellos (yo les pedía a mis amigos que se pusieran detrás de los líneas
para que me dijeran que veían y qué escuchaban). Yo no quiero jueces de línea
que se dejen basurear. Yo les decía a los jueces de línea: “Si un DT te
insulta, un jugador te insulta, vos me llamás”. Nosotros tratábamos al jugador
de “señor”. Ni siquiera tutearlo. “Señor”, para evitar líos y consagrar la
igualdad ante la ley. Porque si no, con Maradona, con Francéscoli…entonces
“señor” a todo el mundo. Entonces, todos saben que voy a tratar a todos igual.
Y con el debido respeto porque son trabajadores. Pero no nos pueden basurear.
Nosotros tenemos que poner un límite al alto nivel de competitividad. Un mínimo
de autoridad para lograr la gobernabilidad del juego.
-
¿Y
qué pasó en ese Superclásico?
-
A
los 20 minutos sale una pelota al lateral para River por el lado de los palcos
y Alberto Márcico creyó que ese lateral era para Boca y le hizo al juez de
línea (Ernesto Taibi) el gesto de que tenía la banda roja de River. Taibi
levantó la bandera. Yo estaba lejos pero lo miro, iban 0-0, él lo señaló a
Márcico, hizo la banda roja y le saqué tarjeta roja a Márcico. Se me vinieron
encima todos los jugadores de Boca para preguntarme por qué lo echaba y les expliqué:
por acusar al línea de parcialidad manifiesta, algo muy grave, gravísimo. Peor
que un insulto. Los jugadores no entendían nada.
-
Vaya
manera de comenzar un Superclásico.
-
Como
le decía, yo me la vi venir. Porque yo sabía lo que era Primera División porque
yo había sido testigo de un crimen. Y yo no iba a permitir esos crímenes, Yo me
formé en el fútbol del interior profundo del país, en las ligas del interior
donde dirigía sin alambrado, a campo abierto y los jugadores se cambiaban en la
casa de los vecinos. Sin publicidad. Y pasé por todas las categorías del fútbol
argentino para llegar a Primera División. Y cuando llegué, me trataban como si
yo me hubiera encontrado un silbato en Lavalle y Florida, porque no me conocían.
Y para la mayoría de los periodistas, al no conocerme, era como que yo no
entendía el idioma del fútbol. Que no hablaba con los jugadores, que era
irreflexivo, que era un ente total. Que quería ser la estrella del espectáculo.
Ese era el discurso dominante que buscaba presentarme en sociedad como un
desquiciado, y que hacía todo eso debido a su cuadro mental. A nadie siquiera
le importaba cómo había llegado yo, primero en el ranking de méritos. Tenía
diez en todo y el ranking se elaboraba por el promedio de las notas y la
calificación de los veedores. Sólo se reservaban un 5% para una nota conceptual
y allí metían la mano, y me pusieron un 8 y a los tres que me seguían, un 10.
Cuando pregunté por qué, me dijeron que porque era muy joven. Tenía 32 años y
en ese tiempo se dirigía hasta los 50.
Por eso terminé cuarto y para acceder a Primera había tres vacantes
(risas). Pero el destino les jugó una mala pasada porque justo ese año, la FIFA
bajó a los 45 años la edad límite para ser árbitro internacional (1991) y los
tres que estaban delante de mí tenían más de 40 y entonces Julio Grondona,
presidente la AFA, pensó que no le servía y preguntó quién era yo y pidió que
me probaran y debuté en un Estudiantes-Deportivo Español.
-
O
sea que efectivamente, usted llegó a la Primera más que curtido, conociendo el
sistema muy de cerca.
-
Sí,
después ya tuve muchos problemas en un Rosario Central-Estudiantes, donde hubo
una trifulca que duró como 5-6 minutos. Después de eso, vino uno de los que yo
iba a echar (Roberto Trotta) a decirme “ya está, Javier”. Recuerdo que me
tuteaban como si yo fuera un hermano. Yo le pregunté tres veces “¿usted está
seguro?” y expulsé a cuatro –a los que pude identificar-, entre ellos, el que
me vino a hablar. Al terminar el primer tiempo, cruzando toda la cancha, los
plateístas me insultaban y hasta uno me dijo “volvé al neuropsiquiátrico de
donde te escapaste”. Yo estaba acostumbrado a eso. Tanto, que la mayoría de los
árbitros los dejaba a los 22 adentro de la cancha. Y se habían escupido,
insultado. Entonces, yo ya sabía que ese iba a ser mi derrotero. No obstante,
los que me conocían, sabían cómo dirigía y por qué. Y uno de ellos era Germán
Rivarola (jugador de River) que fue protagonista de ese partido ante Newell’s
al que usted hace referencia.
-
Volvamos
a ese partido.
-
Antes
le cuento que meses más tarde de aquel Rosario Central-Estudiantes, me designan
árbitro internacional, antes de que la FIFA creara la función de juez de línea
internacional, entonces, en aquel tiempo, se tenía que practicar como juez de
línea internacional, como aconsejaba la FIFA a las asociaciones nacionales. Y
como asistente, me mandaron a un River.Boca siete días antes del famoso
River-Newell’s. Ese partido terminó 2-2 con dos goles de Diego Latorre. Y en un
momento, (Roberto) Cabañas le aplica un planchazo tremendo (se escuchó hasta el
ruido) en la pierna de Sergio Berti. El árbitro hace seguir. Yo veo que Berti
queda dolorido, en el piso, gritando, insultando. La jugada sigue, y eso es lo
que yo llamo “violencia institucional”, las injusticias que se cometen dejando
impunes ese tipo de faltas. ¿Qué hizo Berti? Se levantó, con toda su furia, lo
corrió, llegó, y ¡bum! Lo levantó a Cabañas por el aire. Viene el árbitro y lo expulsa y se arma en la
mitad de la cancha una batahola tremenda y el árbitro queda en el medio de los
empujones. Yo me meto y empiezo a sacar jugadores. Y cuando llego al árbitro,
lo veo a (Fabián) Basualdo cara a cara con el árbitro, diciéndole de todo. Yo
lo agarro y lo separo a Basualdo, y le digo “¿pero cómo le va a decir eso al
árbitro?” y Basualdo me contesta “ese hijo de puta me pegó un codazo en el
estómago”, en referencia al árbitro. Yo
allí pensé “me voy” porque vi ya al árbitro solo. Cuando me voy, estaban (Blas)
Giunta, (Jorge) Higuaín, que le decían “esto es culpa tuya, la puta que te
parió” (se rié).
-
Le
echaban la culpa al árbitro
-
Sí,
entonces yo me voy a tomar ubicación como línea pensando “ahora va a empezar a
echar gente”. Pero cuando voy caminando, siento que enmudece el estadio. Una
sensación horrible porque el Monumental estaba a full, y era una caldera.
Todavía me faltaban 10 metros para llegar a mi posición y se había reanudado el
juego. Ni siquiera me esperó el árbitro a que yo llegara a la línea. ¡Y no echó
a nadie! Al día siguiente yo viajaba con Francisco Lamolina y Rubén Boquete a
Guayaquil porque creo que se jugaba una semifinal de Copa Libertadores entre
Barcelona y Colo Colo de Chile. Y pasillo de por medio, en el avión, estaban
sentados Marcelo Araujo y Enrique Macaya Márquez. Y en un momento, hablando entre
ellos, se refirieron a esa jugada del Superclásico. Y Araujo le dice a Lamolina
“nosotros tenemos todo filmado (y lo iban a pasar a la noche en el programa
“Fútbol de Primera”) pero Enrique dijo que cortáramos eso porque era muy
desagradable”, porque se escuchaba de la imagen las cosas que le decían al
árbitro, que era Juan Carlos Loustau. Luego, un periodista de Radio Rivadavia
me preguntó si me podían sacar al aire en “La Oral Deportiva” y desde Buenos
Aires, José María Muñoz me dijo que justo habían salido las designaciones para
el domingo y que me habían dado el River-Newell’s, que definía el campeonato.
-
Vaya
partido que le dieron, siendo usted nuevo…
-
Ese partido es histórico por donde se lo mire.
A los pocos minutos, (Juan Manuel) LLop le comete una falta a Ariel Ortega, que
era un nene, y vino Ramón Díaz (todavía jugador) a recriminarle de mala forma.
Yo me meto en el medio, los separo, amonesto a Llop y le digo a Díaz que estaba
amonestado “porque para este tema estoy yo”. Iban 5 minutos de juego. Y casi lo
echo, por cómo me miró, pero me pareció que podía estar en el límite. Los
jugadores de River me protestaban cada fallo. Y el disparador fue un lateral en
la mitad de la cancha. Oscar Acosta genera una falta en ataque con los brazos
hacia atrás haciendo palanca. Cobré y él me insultó. Era un partido en el que
se jugaba buena parte del campeonato, y lo expulsé. Se me vinieron todos los
jugadores a protestar pero Rivarola, que también jugaba en River, venía de
haber jugado en Atlético Cipolletti de Río Negro y me conocía de haberlo
dirigido en otras categorías regionales y de ascenso. Y él agarraba a sus
compañeros para advertirles de que yo los iba a echar. Vino “Pipa” Jorge
Higuaín, echando espuma por la boca, y me dice “¡Javier, te estoy hablando
bien! ¿Por qué lo echaste?”. Le dije “porque me dijo cagón”…(se ríe)…él miró al
cielo y me dijo “¿Y por eso lo echaste?”. Allí vi que por detrás de Higuaín se
asomó (Ángel) Comizzo, el arquero, y me gritó “nos estás arruinando el
campeonato”. Saqué la tarjeta amarilla y veo que él baja la vista para mirar el
color de la tarjeta, me aplaudió y me insultó, así que le saqué la roja, y allí
vino (Fabián) Basualdo, el lateral, a decirme que “nos viniste a cagar el
partido” y también lo expulsé. Las tres expulsiones fueron por falta de
respeto, no por protestar. Al día siguiente, todos los medios dijeron que yo
los expulsé por protestar. Todo eso fue en la primera parte, que terminó 0-0 y
Newell’s, el equipo de Bielsa, que luego fue campeón, tenía tres jugadores de
más.
-
Me
imagino el clima que habría en la salida hacia los vestuarios al terminar el
primer tiempo…
-
En
el entretiempo, el cuarto árbitro me informó que el DT de River, Daniel
Passarella, me había insultado, así que le dije que le informara que también estaba
expulsado. También recuerdo que cuando me dirigía al vestuario, un policía se
me acercó para ofrecerme irme por otro lado “porque Passarella está en su
camino, esperándolo” por lo que yo llevé la situación al absurdo para hacerle
ver que no tenía sentido lo que me dijo y le pregunté irónicamente “¿no quiere
que salgamos por la Lugones y nos tomamos un taxi para ir al vestuario?” porque
el que estaba mal ubicado era él…yo no tenía nada que esconder. La cancha era
Irak, Afganistán. Arrancaban las butacas que eran de madera y me las tiraban.
Pero cuando empezó el segundo tiempo, miro al banco y estaba Passarella así que
tuve que parar el juego. Porque es en esos momentos de gran tensión que el
entorno se cree que uno tiene la cabeza en otro lado y en las cuestiones
finitas para desapercibido. Al poco tiempo, expulsé a Higuaín por una falta
violenta y River quedó con 7 y Newell’s le hizo los cinco goles.
-
Lo
que ocurrió después de eso es que con el correr de los partidos, los jugadores
sentían que había dos justicias, la habitual y la suya, más estricta, que
cuando usted dirigía, se comportaban distinto.
-
Eso
llevó mucho tiempo. Porque las semanas siguientes a ese partido, el tema era
River, que quiso hacerme un juicio por 3 millones de dólares por lucro cesante,
por los daños que decía que yo le había
generado. Con los años, Grondona me contó que tanto en ese partido, como en el
que Vélez le ganó 5-1 a Boca, los presidentes de River (Alfredo Dávicce) como
de Boca (Mauricio Macri) fueron a pedirle mi cabeza. Pero Grondona tuvo una
conducta irreprochable.
-
Siempre
hubo presiones de los dirigentes…
-
Lo
que pasaba en esa época sin redes sociales, es que los jugadores escuchaban,
leían y veían todo y la opinión de todos los medios era casi unánime. Muy pocos
periodistas en soledad se animaban a insinuar que las cosas podían ser
diferentes. Esos días siguientes al River-Newell’s fueron un desastre para mí.
Los partidos siguientes fueron peores porque los jugadores pensaban que yo
venía golpeado y querían sacar rédito de eso y me venían a torear. En un
Huracán Boca, al que dirigía César Luis Menotti y Boca tiró mal el achique al
minuto de juego y le metieron un gol y los jugadores de Boca reclamaban todos
fuera de juego, se me vinieron encima. Me protestaban para meterme presión para
las jugadas que podían venir. Uno de los que vino fue Juan Simón (defensor, ex
compañero de Maradona en el seleccionado sub-20 de Japón) y me dice “mirá que vos no sos el
protagonista, los protagonistas somos nosotros”. Es decir que repetía la frase
hecha instalada en el discurso de los medios. Mi respuesta fue que
“precisamente, porque ustedes son los protagonistas deben guardar respeto. Usted
está amonestado y la próxima se va”. Yo tenía que morir con las botas puestas y
no entrar en contradicciones. Y no se da una idea de lo que fue mi primer
Superclásico….
-
Cuénteme.
-
Porque
la gente no tiene idea de lo que es debutar como árbitro en Primera. Con
adrenalina al extremo. En aquellos tiempos se jugaba la Copa de Oro en Mar del
Plata, una copa de verano, de pre-temporada. El stress, a full. Siempre digo
que para analizar un fenómeno, hay que ubicarlo en el contexto social
económico, político. Estamos hablando de la época de la convertibilidad del
peso argentino, en los años Noventa. Esto significa que los jugadores, en su
mayoría, no emigraban porque en la Argentina se pagaba lo mismo que en Europa o
México. Y los planteles se mantenían por mucho tiempo. O sea que a la rivalidad
tradicional de los equipos, se agregaba la rivalidad personal. Además, en los
torneos de verano se dirimían los asuntos personales porque se trataba de
amistosos, si había sanciones no se aplicaban a los partidos oficiales.
-
¿Con
qué partido debutó?
-
Me
tocó un Boca-Independiente. Faltaban pocos minutos para el final, le dan un
pase largo frontal al “Beto” Acosta, que se va hacia el gol pero la pelota le
pega en la mano en el envión y por esa misma jugada, le sacó veinte metros a
Hermes Desio (Independiente) y quedó solo ante el portero Luis Islas. Éste le
hizo falta. Penal. Todo el mundo pedía mano pero no fue intencional. Islas
pateó la pelota lejos y me insultó. Lo expulsé y se me vino encima todo
Independiente. En medio de todo ese lío, yo puse la pelota en el punto del
penal y Hugo “Perico” Pérez, que era el capitán de Independiente, gritaba a sus
jugadores “vengan, vengan” y los paró en la línea del arco para evitar que se
ejecutara el penal. Yo los iba a expulsar pero me ahorraron el trabajo porque
Pérez les dijo “vamos, vamos” y se fueron de la cancha, Independiente abandonó
el campo de juego. Obviamente que para el árbitro eso es muy doloroso. Di por
finalizado el partido, con los trámites correspondientes. Me mataron otra vez
en los medios. Al día siguiente del partido, el Concejo Deliberante de Mar del
Plata me declaró “Persona No Grata” y me aconseja no volver nunca más a la
ciudad. Y faltaban unas tres semanas para el Superclásico entre River y Boca
también en Mar del Plata, que era lo que todos esperaban. Y Niembro, diciendo
en la radio “cuidado con lo que van a hacer con las designaciones de los
árbitros porque puede haber problemas, eso puede significar incitar a la
violencia”, etc. ¿Y a quién designaron para River y Boca?
-
¡No
me diga que a usted!
-
Los
días previos al partido ese fueron una tortura. Mis amigos, familiares,
compañeros de trabajo me llamaban y me decían “Javier, lo hacen a propósito.
Deciles que estás enfermo y renunciá a ese partido. Lo hacen para que se te
arme kilombo y te echen. Es el escenario ideal”. Salía a la calle y todo el
mundo hablaba de eso: “el kilombo que se va a armar”. Pero yo no iba a dejar de
dirigir un partido por eso. Mi hermano mayor decidió acompañarme y fue conmigo
a Mar del Plata. Fue un partido tremendo, con cuatro expulsados, pero terminó,
fuimos a comer a un restaurante del puerto y cuando entré para comer, se
pararon y me aplaudieron. Yo tardé muchas horas en desacelerar.
-
Otro
partido que quedó en el recuerdo es el Vélez 5 Boca 1 de 1996, y con Diego
Maradona y Claudio Caniggia jugando ante el Vélez de Carlos Bianchi.
-
Bueno,
es que yo allí ya tenía más experiencia. Lanús se me había ido de la cancha
ante San Lorenzo, había tenido problemas en el Bánfield-River con tres
expulsados, Yo venía de muchos escándalos y obviamente, lo que no mata,
fortalece.
-
Ese
día se desmadró todo
-
Todo
fue por el gol de Vélez. Ese fue el disparador. Ese debió ser un partido
testigo para el uso del VAR. Porque ese partido no sólo consagró una
injusticia, convalidó una instancia que nunca se pudo comprobar, que la pelota
traspasó la línea del arco de Boca y yo, a ras del piso y fuera del área,
menos, pero el asistente lo vio como gol. Boca ganaba 0-1 en lo que yo
considero la mejor producción de Boca en la era Maradona en su segunda etapa,
junto con Caniggia, porque Boca lo borró de la cancha al mejor Vélez de Bianchi
con todas sus figuras y en su propio estadio, en los primeros 30 minutos y Boca
ganaba injustamente 0-1 porque la diferencia era mucho mayor hasta que llega
esa jugada, en la que el asistente me dice que el arquero de Boca, Carlos
Navarro Montoya, saca la pelota desde adentro del arco. Y yo tengo que dar el
gol. Ahí yo creo que se rompe el equilibrio y ahí Boca se desconcentra y se va
del partido y en lugar de jugar contra Vélez, comenzó a jugar contra las
decisiones del árbitro y hasta inconscientemente, a cometer faltas estúpidas
como un penal, un tiro libre al borde del área, sumado al antagonismo que
tenían José Luis Chilavert, que le hizo dos goles en el mismo partido, y
Navarro Montoya. Los jugadores de Boca
estaban fuera de sí, me trataban de loco, comenzaron las expulsiones y la
respuesta del público de Boca fue de más violencia, rompiendo el alambrado,
pretendiendo entrar al campo de juego y en el medio de ese contexto tremendo,
en una distancia de 7-8 metros, viniendo hacia mí, Maradona empieza a señalar
los incidentes, con la policía tirando gases, los bomberos tirando agua fría en
una noche gélida, y me señalaba a mí. Señalaba a los incidentes, y me señalaba
a mí. Yo lo interpreto como una incitación a la violencia y procedo a expulsarlo.
Automático. Cuando yo saco la tarjeta roja y voy hacia él veo que él ve la
tarjeta roja y automáticamente el se da media vuelta y se va. Yo le muestro la
tarjeta y me voy para la mitad de la cancha. Y en ese momento, siento las luces
encendidas, y un grupo importante de personas y en el medio de ellas, ante las
cámaras, estaba Maradona, que venía, supuestamente, a pedirme explicaciones
cuando él sabía que estaba expulsado y el motivo. Y tomo entonces la decisión
de no responder ningún tipo de interrogatorio por considerar que las respuestas
ya eran obvias, conocidas, y provocar una respuesta que podía generar
interpretaciones después, es decir, si yo le decía “A” por qué le dije “A”,
etc. Luego de eso se dirigió a mi persona blasfemando y diciendo de todo pero
nunca más volvimos a cruzarnos. Fue el último partido que lo dirigí.
-
Lo
dirigió varias veces.
-
Varias.
Y siendo sincero, el trato de él conmigo siempre fue respetuoso. Siempre se
dirigió a mí diciéndome “maestro”. Es decir, yo no tuve de él un trato ni
descortés ni irrespetuoso hasta ese partido ante Vélez.
-
A
Messi no le tocó dirigirlo pero ¿qué le genera?
-
Yo
encuentro en Messi, naturalmente con excepciones porque es un ser humano, la
figura de un deportista que genera empatía y simpatía. Es una figura que me
resulta agradable y desde lo técnico, soy un agradecido de que uno pueda
disfrutar de su magia. Para mí es lo máximo. Junto con Jordan, son los dos
deportistas de élite que más me han deslumbrado. Siempre recuerdo una frase de
Jordan que decía “no van a lograr penetrar mi piel” frente a la adversidad, a
la hostilidad que un deportista de élite puede experimentar en carne propia
cuando está jugando. Se sentía impermeable ante cualquier situación que pudiera
atentar contra su despliegue técnico y psicológico.
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