No pasaron
siquiera cuatro años. El 28 de septiembre de 2015, el presidente de River
Plate, Rodolfo D’Onofrio, cuyo padre. Raúl, fue interventor de la institución
entre el 7 de junio de 1971 y el 16 de enero de 1973, dijo en una charla en una
universidad que a la AFA “hay que ponerle una bomba”. Pero ya está. Ya fue.
Hace unos meses,
Daniel Angelici, entonces presidente de Boca y Hombre Fuerte del macrismo en el
fútbol, era una de las principales patas que sostenían en la presidencia de la
AFA a Claudio “Chiqui” Tapia, aunque la condición de un gobierno enfrentado a
su suegro Hugo Moyano (presidente de Independiente) era el armado de la
Superliga para luego, como plan, tratar de imponer la entrada de las sociedades
anónimas. Pero ya fue. Tanto Mauricio Macri como Angelici perdieron sus
respectivas elecciones y chau Superliga. A otra cosa.
Allá por 2017,
hace poco más de tres años, Nicolás Russo, el presidente de Lanús, pululaba por
los medios amigos que lo llaman “Nicola”, como Di Bari, para defender con
ahinco la necesidad de la conformación de la Superliga. En 2020 iba por los
mismos medios pero, cual José Roberto Dromi del fútbol para contar las bondades
de disolver la Superliga para volver al redil de la AFA.
En diciembre de
2015, Marcelo Tinelli, entonces vicepresidente de San Lorenzo, decía
enfrentarse a la vieja conducción de la AFA, encabezada entonces por el
presidente de transición Luis Segura (en una agrupación en la que ya Tapia
formaba parte con la agrupación “Ascenso Unido”), con la idea de ir hacia un
fútbol más moderno y transparente, pero ambas partes no fueron capaces de contar
75 votos, las elecciones terminaron 38-38 porque hubo una boleta doble, y se
terminó de abrir una grieta. Pero en la foto actual, Tinelli, antes amigo de
Macri, con quien apareció haciéndole morisquetas a un espejo deformador de
rostros, aparece no sólo cerca de Tapia, sino que, presidente de San Lorenzo y
miembro de la comisión estatal de la lucha contra el hambre, será uno de los
nuevos seis vicepresidentes y tendrá a su cargo la Liga de Fútbol Profesional
que reemplazará a la Superliga en la que él mismo tuvo incidencia a la hora de
elegir a quienes la presidieron en 2017.
Son sólo
ejemplos del panquequismo irremediable del fútbol argentino, que tal vez pueda
venderle a los más desprevenidos su originalidad, pero que lamentamos afirmar
que no la tiene ni en un ápice. Prácticamente todo lo que ocurre en la AFA, ya
sucedió alguna vez o, peor, repetidas veces.
Desde hace rato,
aunque exacerbado en los tiempos de Julio Grondona (1979-2014), la AFA es una
especie de barra de amigos a los que no les importa nada si el ruido molesta a
los vecinos, o si hay que molestar a alguno por algo, o utilizar métodos poco
santos si es necesario, ofreciendo arreglos a cualquier precio por una razón
fundamental: es un institución que maneja una caja importantísima y no tiene
control de ninguna especie porque el fútbol en la Argentina cobró tal dimensión
que a ningún político se le ocurriría enfrentársele. Todo lo contrario: los
funcionarios y los que aspiran a serlo saben bien que tener una pata allí
adentro es básico para sus más altas aspiraciones.
Como nunca, y
con la habilidad de un dirigente hecho en la calle, desde su primer puesto de
barrendero y luego en su ascenso hasta llegar a vicepresidente del CEAMSE, en
el que aprendió del negocio de la recolección de basura (e intentó ayudar a
dirigentes amigos del ascenso con cargos en la entidad estatal) desde que se
casó con la hija del poderoso dirigente del gremio de Camioneros Hugo Moyano,
Tapia reconstituyó su poder tendiendo puentes con el otro sector de la grieta,
pero básicamente fue ayudado por algunas circunstancias, como la derrota del
macrismo en el país y en Boca y el consecuente alineamiento dirigencial del
fútbol desde un gobierno peronista de alianzas que incluyó al albertismo
moderado, el kirchnerismo y el massismo. Prácticamente todos los dirigentes,
con escasísimas excepciones, quedaron del mismo lado y es por eso que pagaron
unos pocos, excluídos de la Lista única de la barra de amigos e Tapia: San
Martín de Tucumán, presidido por un amigo de Angelici y también hombre de la
industria de los juegos de azar, Roberto Sagra, y Talleres de Córdoba, cuyo
titular, Andrés Fassi, se mantuvo siempre defendiendo el ingreso de las SA en
el fútbol, siendo él mismo dirigente del Pachuca mexicano, que aporta capitales
a los cordobeses.
Resumiendo, esta
nueva vieja AFA es, de fondo, una institución que será manejada, como mínimo
hasta 2025 (cuando termine Tapia su segundo mandato consecutivo, aunque tiene –por
ahora-derecho a un tercero hasta 2029) por la barra de amigos de “Ascenso Unido”,
lo cual implica que el poder real estará en manos de clubes en su mayoría del
conurbano bonaerense más tres o cuatro dirigentes neogrondonistas del interior
(Olimpo de Bahía Blanca, Sarmiento de Junín, San Martín de San Juan), junto a
ligas sin mucho pero pero, de fondo, con dirigentes de amistad personal con
Tapia, como Pablo Toviggino (santiagueño que manejará la caja como tesorero y
quien escribiera la incendiaria carta de protesta durante la pasada Copa
América que le costó a Tapia la separación d su cargo como representante de la
Conmebol ante la FIFA) o Guillermo Raed (de Mitre de Santiago del Estero, pero
quien auspicia la mayoría de las camisetas con su empresa “Secco” por lo que
muchos le deben favores).
En otras
palabras, clubes que juntos suman muy pocos hinchas tienen mucho más poder que
otros, de todo el país y de la mayoría de las provincias, con mayor tradición,
que pueden reventar estadios per se, y que cuentan, muchas veces, con apoyos de
los gobiernos provinciales y son capaces de generar muchos mejores negocios que
los del ascenso. Ni Belgrano de Córdoba, ni Gimnasia de Jujuy, ni Atlético
Cipolletti de Río Negro, ni Guaraní Antonio Franco de Misiones, ni Chaco For
Ever están en el Comité Ejecutivo, pero sí están muchos de los clubes del
conurbano. Se trata de una AFA unitaria a todas luces, pero sin chistar por
parte de los perjudicados.
Claro que jamás
se puede llegar al poder del fútbol argentino sin la anuencia de los clubes
grandes. Lo sabe bien el último antecesor de Tapia, Segura, que al quedar a
cargo de la AFA tras la muerte de Grondona, lo primero que hizo para
garantizarse su continuidad fue llevarse al bar de la esquina a los cinco
presidentes de los más grandes de aquel tiempo, D’Onofrio, Angelici, Víctor
Blanco, Moyano y Matías Lammens, para consultarles si lo apoyaban, como
condición sine qua non para continuar).
Por eso, Tapia
supo de entrada que tenía que contar con ellos, y les otorgó cuatro de las seis
vicepresidencias (son tantas que al final, puede que se terminen anulando entre
sí, aunque es claro que al ser D’Onofrio el primero en el orden, se le está
retribuyendo por su silenciosa vuelta al redil luego de tres años de ausencia
por abiertos desacuerdos, ahora misteriosamente saldados y no explicitado en
los medios que solía frecuentar).
Con los grandes
en cuatro vicepresidencias y con Racing (el más inteligente, porque se asegura
un cargo más ejecutivo y además, que por reglamento tiene que acompañar siempre
a Tapia a donde vaya, con lo cual aumenta a futuro su poder de influencia) en
la secretaría general, Tapia se asegura la doble pata para sostenerse: sus
amigos en los puestos clave, y los grandes como aliados. Eso sí: esos grandes,
siempre tulelados por sus amigos, no vaya a ser que se quieran cortar solos
porque ya lo sabemos con ejemplos que abundan: en el fútbol argentino, es hoy
una promesa, y acaso esta misma noche, una traición.
Es por eso que
si River, Boca, San Lorenzo e Independiente ocupan cuatro vicepresidencias, dos
quedan para los amigos Marcelo Achile (Defensores de Belgrano) y Guillermo Raed,
quienes manejan la caja son Toviggino y Horacio Martignoni (Sarmiento de
Junín), par que no haya ninguna duda, y si Lanús maneja la secretaría ejecutiva
con Russo (massismo), como prosecretario aparece Maximiliano Levy (Almirante
Brown) como para que nada se escape.
Y cuando
escribimos “Nada” es, efectivamente, nada. Al punto tal de que la misma AFA que
intentó en la temporada pasada aumentar los ascensos en pleno desarrollo para
favorecer a los amigos, ahora vuelve la
carga utilizando un criterio distinto al de la Copa de la Superliga (ver http://sergiol-nimasnimenos.blogspot.com/2020/05/en-la-afa-de-aquellos-lodos-vienen.html) para que sus amigos lo
vuelvan a intentar desde un torneo reducido, aunque eso perjudique a dos de los
clubes del Nacional B, que lideraban la tabla de sus grupos hasta el inicio de
la pandemia, Atlanta y San Martín de Tucumán.
Sin embargo, los dos perjudicados optaron por
agachar la cabeza y sumarse al voto unánime por Tapia. En el caso del club de
Villa Crespo, con mirar que su presidente Gabriel Greco ocupa el noveno lugar
como vocal suplente del nuevo Comité Ejecutivo, podría entenderse aquello de su
mano levantada, aunque nunca justificarse. Pero hay que sumarle un antecedente:
este mismo dirigente ya tiene un cargo rentado en la Conmebol, que no es poco
argumento para tratar de encontrar una explicación de su accionar.
Distinto es el caso de Roberto Sagra, presidente de
San Mrtín de Tucumán, que se quejó en cuanto medio pudo acerca de la decisión
de la AFA de no congelar el torneo Nacional B y perjudicar a su club, y si bien
votó ayer a favor de Tapia en una medida sólo comprensible en su posible miedo
a vendettas futuras, ya arbitró las medidas para acudir al TAS, con lo cual ya
abre una brecha con la máxima entidad del fútbol nacional.
Pero no sólo se trata de una AFA unitaria sino
también, con raros exponentes, en una clara demostración de su poco interés por
conservar las buenas formas: un sola mujer en el Comité Ejecutivo (la
presidente de Bánfield, Lucía Barbuto, extrañamente como primer vocal suplente)
cuando la FIFA exige taxativamente una mayor participación femenina en las
asociaciones miembro, dos dirigentes ligados a las barras bravas (Luciano Nakis,
de Deportivo Armenio, prosecretario general, y especialmente Maximiliano Levy,
de Almirante Brown, prosecretario ejecutivo, ex número dos de la opositora a
Rafa Di Zeo en “La Doce” de Boca y 88 días preso por una causa relacionada con
esto), y por si fuera poco, un involucrado en el c aso de abuso de menores en
Independiente, Javier Marín (Acassuso), también vocal suplente.
Esta es la AFA que el fútbol argentino supo
conseguir. Una entidad con muchos dirigentes con más prontuario que prestigio,
y otros que representan las escasas excepciones de dignidad que siempre
existen. Pero también, una entidad manejada por una barra de amigos que, como
si se adueñaran del bar de la esquina, y con la Policía durmiendo, hacen lo que
quieren en una eterna noche de copas y descontrol, y de los que cualquier cosa
se puede esperar en el futuro.
Si ya lo hicieron en el pasado, ¿por qué ahora será
diferente? Ya Grondona me lo decía hace años, “ustedes me critican, pero no se
imaginan lo que me van a extrañar”. Y lo peor es que tenía razón. Prepárense
para lo peor.
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