Los más críticos
podrán argumentar que luego de más de siete meses de espera, acaso éste no era
el mejor momento para que vuelva a jugarse al fútbol en la Argentina, con más
de veinticinco mil fallecidos por Covid-19 y con miles de contagiados por día,
y actividades restringidas. Lo cierto es que, por fin, se terminó el tiempo de
espera para tantos hinchas y la nueva Copa de la también nueva Liga de Fútbol
profesional comenzará a jugarse el 30 de octubre, nada menos que el día del
cumpleaños sesenta de Diego Armando Maradona, hoy DT de Gimnasia y Esgrima La
Plata, uno de los beneficiados con la eliminación de los descensos por dos temporadas.
Se ha dicho
anteriormente en esta columna que si la AFA y el Estado confluyeron en marzo en
un acuerdo, cuando se decidió suspender la entonces Copa de la Superliga y sólo
se había jugado la primera fecha (en la que River no se presentó ante Atlético
Tucumán y sin embargo ya nadie recuerda la situación ni parece que habrá
sanción alguna), fue sólo porque sus intereses también convergieron y no porque
éstos sean los mismos.
De hecho, el
presidente argentino Alberto Fernández, en plena coincidencia con el director
técnico de River, Marcelo Gallardo, a quien invitó para asesorarse sobre cómo y
cuándo debería ser esta vuelta del fútbol argentino, fue muy crítico de la AFA
y de su titular, Claudio Tapia, pero el dirigente que preside el sillón de la calle
Viamonte en Buenos Aires se fue dando cuenta de que políticamente, no había
nada que convenía más, en este largo trecho sin juego, que acercarse a la Casa
Rosada y mostrar un acatamiento total a las decisiones sobre si se debía jugar
o no en plena pandemia.
Lo que ocurrió
es que, necesitado de su reelección en la AFA por otros cuatro años (y con
derecho a presentarse para otros cuatro, es decir, hasta 2029 y desde 2021,
cuando finalice el actual período), Tapia propuso congelar la situación de los
cuatro clasificados para la Copa Libertadores 2021 (Boca, por ser campeón de la
Superliga, y River, Racing y Argentinos Juniors-el club del que es hincha
Alberto Fernández- por ser segundo, tercero y cuarto en el mismo torneo), y las
otras dos plazas argentinas provendrían de la Copa Argentina y de la Copa de la
Superliga, pero si éstas no se llegaban a jugar, los dos equipos que esperaban
en la lista eran Vélez y San Lorenzo (quinto y sexto de la Superliga). Es decir
que si no se volvía a jugar en todo 2020, el combo para la máxima competencia
nacional era casi perfecto: sólo faltaba Independiente.
Además, si no se
volvía a jugar en todo 2020, y si Vélez y San Lorenzo también jugaban la Copa
Libertadores 2021, facilitaban que pasaran a la Copa Sudamericana de ese mismo
año, además de Newell’s, Talleres de Córdoba, Defensa y Justicia y Lanús, a Rosario Central y Arsenal (éstos dos
últimos, reemplazando a Vélez y a San Lorenzo). Y sumado a todos estos clubes,
estaban todos los que peleaban por no descender y que ahora por dos años no
deberán tener que sufrir los avatares de los promedios (lo cual a su vez generó
que en las próximas dos temporadas, se agreguen otros cuatro equipos en la
máxima categoría, provenientes del Nacional B).
Si sumamos todos
los clubes beneficiados por estas medidas, entenderemos enseguida por qué Tapia
fue reelecto sin muchas dificultades. Lo ideal, para la gran mayoría, era no
jugar más en todo 2020 pero con otro elemento a favor: las empresas de TV que
poseen los derechos de transmisión, Fox Sports y Turner Network (TNT),
siguieron pagando regularmente pese a que la pelota no rodaba. ¿Qué mejor
entonces que congelar todo hasta 2021 y hacer que se acataba todas las medidas
de prevención que proponía el Gobierno nacional, y aparecer como obedientes
totales, haciendo buena letra?
Sin embargo,
cuando todo parecía tener viento a favor, apareció un obstáculo imprevisto: la
Conmebol, a la que no le interesa la pandemia sino los negocios (tal como lo
demostró cuando se llevó la final de la Copa Libertadores entre River y Boca a
Madrid en 2018), decidió volver a jugar las dos competencias continentales de
clubes y así forzó el regreso anticipado de los cinco participantes argentinos
de esta edición (Boca, River, Racing, Defensa y Justicia y Tigre), lo cual
sumados a los clubes de la Copa Sudamericana, que generaron un efecto dominó
por el cual no sólo ya había una decena de equipos entrenándose y jugando, sino
que la AFA y el Gobierno se encontraron sin excusas para que la pelota no
rodara en el torneo local.
¿Por qué se
autorizaba a que un equipo argentino pudiera viajar a cualquier país
sudamericano, por más grave que allí fuera la situación sanitaria, o recibir a
un rival extranjero en territorio nacional, pero no podía jugar ante un
adversario compatriota por la liga local, y no podía viajar al conurbano
bonaerense, o a Mendoza, Córdoba, Tucumán o Entre Ríos?
Allí se acabó la
idea del congelamiento y se puso en marcha la de esta Copa, con la nueva LFP,
presidida por Marcelo Tinelli, en vez de la Superliga, que tenía cercanía con
el macrismo, y la política comenzó a jugar fuerte otra vez y parecido a lo que
ocurrió en 2009, cuando en aquella oportunidad, la AFA decidió romper
unilateralmente el contrato con la empresa Tele Red Imagen (Televisión Satelital
Codificada), cuando aún faltaban cinco años de cumplimiento (hasta 2014) para
pasar a lo que se denominó “Fútbol Para Todos” desde el Estado, y cobrando más
de tres veces lo que recibía anteriormente.
Si aquella vez
fue Tinelli (entonces vicepresidente de San Lorenzo) el que no pudo entrar en
aquel negocio, ahora se encuentra del otro lado de la mesa como titular de la
LFP y esta entidad decidió romper unilateralmente, el contrato que la unía con
Fox Sports, que emitía la mitad de los partidos de los torneos locales (seis
por fecha). El motivo declarado es que Fox Sports no informó oficialmente que
se había fusionado con ESPN (operación realizada en los Estados Unidos, donde
Disney se quedó con Fox), algo extraño porque en la Argentina, esa operación
aún no fue convalidada por el Estado y mal se puede anunciar cuando en México,
por ejemplo, fue rechazada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y de
hecho, Boca y River se quejaron por no haber sido tenidos en cuenta en la
decisión de la LFP.
No parece que
los dirigentes del fútbol argentino no sepan qué harán con esos seis partidos
de los doce de cada fecha que desde el viernes 30 de octubre cambiarán de
canal. Todo indica que sobrevuela una posibilidad de un mínimo de tres y un
máximo de los seis partidos para los canales de aire, mientras que TNT
conservará los otros seis y hasta podría llegar a nueve, o en el caso más
extremo, quedarse con toda la torta del fútbol argentino. Y esto se parece
mucho a otro deber con la política al más alto nivel: igual que en 2009, el
fútbol argentino abandona parte (antes, totalmente) a la empresa privada para
acercarse al Estado. La compensación pasa por un cobro muy superior al
anterior, aunque la nueva batalla interna será el reparto con Boca y River,
aliados en este caso.
Llamó
poderosamente la atención que la Comisión nacional de Defensa de la Competencia
(CNDC) objetara una primera propuesta de fusión entre ESPN y Fox por considerar
que propiciaba una concentración de los canales deportivos, pero que en vez de
rechazarla de plano diera plazo de quince días a partir del dictamen, que
casualmente vencen el 23 de octubre, a una semana del inicio del nuevo torneo,
para presentar sus consideraciones o ajustes en la propuesta.
¿Esos ajustes
coincidirán, casualmente, con una negociación entre el Estado, la obediente AFA
que hizo muy bien los “deberes” en estos siete meses, y TNT, para que se acepte
una vuelta de un mini “Fútbol Para Todos”, y una aceptación de ESPN-Fox para
dedicarse al fútbol internacional y dejar el local y que todos fumen la pipa de
la paz?
El tiempo dirá
si la historia se vuelve a repetir, como parece indicar cada uno de los pasos
de los protagonistas.
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