El Real Madrid
se llevó ayer, en Cataluña, una gran victoria por 3-1 en el Clásico español, al
aprovecharse del momento de enorme confusión que vive el Barcelona desde hace
varios meses aunque en realidad, lo que ocurre en el césped es sólo un
correlato de lo que acontece fuera de él, con varios jugadores de peso
enfrentados a la comisión directiva, que a su vez puede caer en unos días si
prospera una moción de censura.
No es que el
Real Madrid esté jugando bien tampoco, sino que simplemente, en comparación con
su gran rival de la liga española, al menos tiene cierto orden mínimo y un
criterio para moverse en el terreno de juego, consciente de sus limitaciones,
especialmente desde que hace dos temporadas perdiera nada menos que a Cristiano
Ronaldo.
Desde ese
instante, apareció un Real Madrid más utilitario. Su entrenador, Zinedine
Zidane (invicto en el Camp Nou en los seis clásicos que dirigió hasta ahora),
entendió bien que pese a haber sido un finísimo jugador en el pasado, eran
tiempos para un esquema un poco más conservador, y liberar en el ataque a Karim
Benzema, que antes había trabajado para Cristiano Ronaldo y eso lo limitaba en
sus movimientos, más allá incluso de que en el partido del sábado no lució como
en la temporada pasada.
Pero al menos,
el Real Madrid es un equipo sólido atrás, con un Sergio Ramos (al cabo, la
figura del partido) imperial en el fondo, bien acompañado por Raphael Varane, y
con un esquema que agrupó a varios volantes con despliegue, desde el uruguayo
Federico Valverde (autor del primer gol), hasta el brasileño Casemiro, y hasta
con un talentoso como Marco Asencio sumándose cual obrero cualificado, para
dejar arriba, solos, a un veloz Vinicius Junior y al citado Benzema, apoyados
en la precisión de Toni Kroos, un diez atrasado.
No es demasiado
y de hecho, es bastante poco para lo que fue el Real Madrid en un pasado
reciente, y es así como viene de perder en su debut en la Liga de Campeones de
Europa como local ante los ucranianos (en realidad, podría decirse que son
brasileños disfrazados de tales) del Shakhtar Donetsk, que al terminar el
primer tiempo en el estadio Di Stéfano, se imponían por 3-0 (terminaron 3-2).
Sin embargo, al
Real Madrid, en esta Liga Española devaluada, que perdió a varios jugadores de
renombre, le alcanza con este esquema conservador ya no sólo para ganar el
torneo pasado sino para vencer ahora, y de manera holgada(aunque más en el
resultado que en el trámite) al Barcelona, y hasta con el lujo de que Daniel
Carvajal fuera reemplazado por Nacho como lateral derecho, y al lesionarse éste
tuviera que recurrir a un delantero original, como Lucas Vásquez, para suplirlo
atrás y lo hizo sin dificultades mayores.
La pregunta
necesaria es por qué al Real Madrid le alcanza con eso ante el Barcelona y en
el Camp Nou, por más vacío que esté a causa de la pandemia y cuando el público
suele jugar un partido especial, por la enorme rivalidad (deportiva y política)
que existe.
Y esto sucede porque
es el Barcelona el que viene cayendo en picada y porque en este tiempo se
cumple a rajatabla aquella sentencia de que para que un equipo pueda pretender
funcionar bien, tienen que estar mancomunadas las tres patas: dirigencia,
cuerpo técnico y jugadores, y no es lo que ocurre, y se nota demasiado.
Desde el punto
de vista institucional, las heridas no están curadas luego del culebrón del
burofax, por el que Lionel Messi intentó irse en el pasado verano europeo, y si
al final se quedó fue para evitar problemas con el club que lo albergó hace
veinte años, cuando era adolescente, pero está claro que es cuestión de tiempo
y que en ocho meses quedará libre o bien esperará para saber qué comisión
directiva se conformará luego de las elecciones presidenciales de marzo, si no
es que la actual conducción no termina yéndose antes si es que prospera (como
todo indica) una moción de censura de los socios en su contra, cuando ya
recogieron 12 mil firmas y se necesitan 16 mil y quedan por contar otras 8 mil.
Si el propio
entrenador holandés Ronald Koeman aceptó ante la prensa que no sabe si pudo
convencer a Messi con su proyecto (que además podría ser de apenas ocho meses
si una nueva conducción decide traer a otro director técnico como ya amenaza
uno de los principales candidatos, Víctor Font, quien promete a Xavi Hernández,
ahora en Qatar), el argentino parece desconectado de todo, y apenas interviene,
aunque cuando lo hace, aflora su talento natural, y mucho peor lo pasa el
francés Antoine Griezmann, campeón mundial con Francia hace dos años, que
terminó en el banco azulgrana por sus inexistentes actuaciones, pero que sigue
luciendo cuando se pone la camiseta “blue” de su selección.
Por si fuera
poco, justo en los días previos al clásico, los cuatro capitanes (Messi, Gerard
Piqué, Sergio Busquets y Sergi Roberto) enviaron una durísima carta a la
comisión directiva en la que se quejan por la pretendida rebaja salarial, en la
misma semana en la que Piqué dio una entrevista en la que manifestó que los
dirigentes pretenden ahorrar con la excusa de la cuarentena pero se gastaron un
buen dinero en contratar una agencia de marketing que atacó a varios de los
jugadores del club (entre ellos, Piqué y Messi).
¿A qué juega el
Barcelona? Es bastante difícil saberlo. Es cierto que se trata de un
equipo en transición, que se desligó de
jugadores más grandes (Arturo Vidal, Iván Rakitic, Luis Suárez) y otros como
Arthur o Nelson Semedo, para incorporar a jóvenes como Pedri, Trincao o Sergiño
Dest (quien demostró buenas condiciones ante el Real Madrid), pero por el
momento, el único que brilló es Ansu Fati, ya más adaptado a la categoría y con
un rodaje que le permitió ser también convocado a la selección española.
El Barcelona es,
aún, una suma de voluntades, pero no un equipo armado y mucho menos, con
claridad conceptual, y lo empieza a pagar caro con esta segunda derrota
consecutiva en la Liga (la anterior había sido ante el Getafe) matizada por un
triunfo fácil ante un rival muy inferior como los húngaros del Ferencvaros por
la Champions.
Si bien la
defensa no parece tener demasiados inconvenientes y tampoco el arco (el
brasileño Neto reemplazó bien al alemán Marc Ter Stegen), y con un Jordi Alba
que va recuperando su estado físico tras una mala temporada pasada, el problema
empieza cuando hay que salir desde la zona central, con un Busquets que si bien
nunca fue veloz, lo salvaba la colocación pero ahora aparece ya demasiado
lento, y con un desperdiciado, hasta ahora, Frenkie De Jong, un jugador
contratado para otro tipo de despliegue, como el que le hizo descollar en el
Ajax. Sin muchas posibilidades de crear, tampoco Pedri parece adaptado todavía
al esquema, y no parece el mejor camino dejar a Ansu Fati solo arriba, porque
Messi no es un nueve puro ni lo siente, y suele bajar a asociarse en la
creación pero sólo encuentra allí a Coutinho, en un juego tan previsible que
facilita que se le corte el circuito. Además, le falta el gol que dejó ir con
Suárez, y al que nunca reemplazó (aunque se habla de la llegada del holandés
Memphis Depay para el próximo mercado de pases).
Cuando los
jugadores no se sienten a gusto en un esquema, se nota demasiado y esto es lo
que pasa con un Barcelona que parece tener la cama en la cocina y el inodoro en
el cuarto, con las piezas demasiado revueltas en una casa que se cae a pedazos
y que aún así, pudo emparejar las acciones en gran parte del partido por la
actitud conservadora del Real Madrid, que sólo apareció cómodo desde el 2-1 con
el penal de Ramos, y que sentenció cuando Luka Modric (que ingresó como suplente)
aumentó el marcador en el final con un notable gol, digno de su talento.
No es que el
Real Madrid tenga un gran pronóstico jugando de esta manera y acaso no le
alcance en Europa por este camino, pero el Barcelona va a sufrir mucho más si
al menos no ensambla sus partes dentro y fuera de la cancha, algo que no parece
fácil en un año electoral y con el estado de situación actual. Y el campo de
juego es un fiel reflejo de lo que ocurre afuera, como no puede ser de otra
manera.
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