sábado, 3 de octubre de 2020

Emilio Sagi-Barba, el hijo argentino del barítono que era ídolo de Gardel, y que fue crack del Barcelona en los primeros años del siglo XX (Infobae)


 

El 20 de mayo de 1928, en “El Sardinero”, anteúltima cancha de Racing de Santander, se enfrentaron el Barcelona y la Real Sociedad en una muy recordada final de la Copa del Rey, que contó con la presencia del poeta Rafael Alberti y de Carlos Gardel, quien comenzó a seguir las alternativas con cierta decepción porque a último momento no jugó en el ataque azulgrana el argentino Emilio Sagi-Barba, uno de los grandes delanteros de la época e hijo del notable barítono del mismo nombre y a quien tuvo como ídolo siendo muy joven.

Sagi-Barba estaba lesionado por un golpe que había sufrido en un partido anterior y fue reemplazado por Manuel Parera, por lo que no se pudo recrear la gran delantera habitual del Barcelona de ese tiempo, con Vicente Piera y Josep Samitier (a quien Gardel, su amigo, le dedicó un tango, “Sami”). Los historiadores lo describen como un partido violento,  que finalizó 1-1 (Samitier marcó el gol del Barcelona a los 53 minutos y empató Mariscal a los 83), y que obligó a un segundo, que volvió a finalizar empatado, para definirse a favor de los azulgrana en el tercero (3-1), en el que sí ya jugó Sagi-Barba y fue denominado “la final de las tres finales”.

Fue en esa primera final que Gardel y Alberti, reunidos por un amigo en común, el erudito en tauromaquia José María de Cossio, en cuya casa ambos residían durante su estadía en Santander, que el poeta y el cantante quedaron fascinados por la actuación del arquero húngaro del Barcelona Franz Platko (1928-1983), quien durante la final fue lesionado por Cholín, de la Real Sociedad, y pese a ser atendido y vendado, regresó al partido y fue fundamental en el triunfo azulgrana, y a lo que después Alberti recordó en su libro de memorias “La arboleda perdida”, y publicó, además, una semana después, el 27 de mayo, en “El diario de Cantabria”, su “Oda a Platko” (“Oh, Platko, Platko, oso rubio de Hungría…”).




Antes de aquella primera de las tres finales de la Copa del Rey de 1928, Gardel se maravilló de que el gran delantero del Barcelona Emilio Sagi- Barba, que en realidad se llamaba Emilio Sagi-Liñán, resultó ser el hijo que el gran barítono catalán Emilio Sagi-Barba (por quien usaba su nombre completo) había tenido con la bailarina Concepción Liñán y que había nacido en la Argentina porque ambos estaban en una gira por Sudamérica.

Emilio Sagi-Liñán, el verdadero nombre completo del gran delantero del Barcelona, había nacido el 25 de marzo de 1900 en Bolívar, provincia de Buenos Aires. Su padre, Sagi-Barba, era un notable barítono y director de orquesta catalán, que cantaba ópera, zarzuela y opereta, que montaba su propia compañía y era ampliamente reconocido en Hispanoamérica.

En 1908 recaló en Buenos Aires para actuar en el Teatro Victoria. En la tramoya, lo solía mirar, embelesado, un pibe que quería ser cantor. Un tal Carlos Gardel, que se dedicaba a colocar los muebles en cada acto y a retirarlos cuando acababa. Hay quienes dicen que ese contacto con Sagi- Barba fue fundamental para que Gardel se acercara mucho más aún al canto.

Sagi-Liñán volvió a instalarse en Barcelona junto a su familia con sólo tres años, de regreso de la gira, y al poco tiempo, él y su hermano Enrique, dos años menor -nacido en Madrid y que luego alternó el fútbol (fue jugador del Espanyol e incluso, algún amistoso con el Barcelona) y la carrera teatral, para dedicarse a la zarzuela como barítono, igual que su padre- quedaron huérfanos de madre.

Su padre, Emilio Sagi-Barba, tuvo un segundo matrimonio con la prestigiosa soprano Luisa Vela Lafuente, y sus hijos también alternaron  el teatro con el deporte. Luis Sagi-Vela fue barítono, cantante de zarzuela y ópera, y los hijos de José Sagi-Vela, José Luis y Gonzalo, fueron destacados jugadores de la selección española de básquetbol en los años Sesenta y Setenta.

Al regresar con su familia a Barcelona desde Sudamérica. Sagi-Barba empezó a jugar al fútbol en las categorías infantiles del Colegio Condal, y luego en el Bonanova y en el FC Cataluña. Como solían ir de vacaciones a Cadaqués, cerca de Girona, allí trabó amistad con Josep Samitier, luego ídolo del Barcelona, y que fue quien lo hizo ingresar al club cuando tenía 15 años, y con Salvador Dalí, que era arquero del Club Esportiu Camp dels Enginyers (Club Deportivo Campo de los Ingenieros), antes de ser un notable artista de la pintura.

Ya con 16 años, apenas uno después de su llegada al Barcelona, en la temporada 1916/1|7,  Sagi-Barba fue incorporado al primer equipo, en el que jugó hasta 1936, cuando se exilió por la Guerra Civil española, aunque también tuvo dos interrupciones. La primera fue entre 1916 y 1919, cuando cursaba sus estudios en la escuela industrial de Tarrassa, por lo que jugaba al fútbol en esa localidad, y la segunda, cuando el presidente del Barcelona, Juan Coma Sararols, le dio la baja al final de la temporada 1933/34 después de que el equipo finalizara noveno en el Campeonato de Cataluña y quedara eliminado ante el Betis en los octavos de final de la Copa de España (hoy Copa del Rey).

En ese momento, el máximo dirigente del Barcelona decidió que el club se deshiciera de jugadores históricos como Martí, Castillo, Arocha, Samitier, Sastre, Piera y Sagi-Barba, quien decidió retirarse poco después (Samitier pasó al Real Madrid y Sastre, al Red Star de París). Era el final de un notable ciclo de lo que fue “el primer equipo mediático” del Barcelona, según refiere el periodista Roberto Martínez en su libro “Barꞔargentinos”.

Las críticas periodísticas de la época lo describen como rápido y capaz de las acciones más inverosímiles, junto a su socio del ala izquierda, Paulino Alcántara, en un equipo que tenía grandes figuras Era un gran tirador de centros, especialmente los córners, con algunos goles olímpicos, jamás falló un penal en toda su carrera, y su comportamiento era ideal, caballeroso, no hacía casi faltas. Muchos atribuían gran parte de sus dotes técnicas a una rigurosa metodología en sus entrenamientos.

Joan Fontanet, periodista del diario catalán “Mundo Deportivo”, trazó una semblanza de Emilio Sagi-Barba, en la que sostiene que una singularidad de su juego pasaba por ser un “maestro del centro. Lo lanzaba medido, justo, templado, sin innecesaria violencia. De ahí que el córner le fuese fácil. Tanto, que no resistió la comezón de buscarle al balón, al lanzarlo desde la esquina, un efecto por dentro, muy ensayado en los entrenos, a modo de parábola engañosa que, irremediablemente, no pocas veces se convirtió en gol”.

En aquella biografía de Sagi Barba publicada el 27 de octubre de 1968, Fontanet destacó que era “incapaz de incurrir en falta por una mala entrada. Nunca se le vio con cara de pocos amigos, nunca tuvo malos modos y tenía un concepto noble y elevado de este maravilloso juego que es el fútbol. Además, su vida privada fue modélica”.

Sagi-Barba integró el equipo del Barcelona que ganó su primera Liga de la historia (1928/29) y luego, cuatro Copas de España y doce Copas Cataluña.  Tuvo tanto éxito que el estadio de la calle Industria quedó demasiado chico para los seis mil espectadores que albergaba y hubo que trasladarse a la calle Les Corts, el anterior estadio al Camp Nou. Con 455 partidos en el Barcelona,  con 134 goles, y se encuentra entre los quince jugadores con más partidos en la historia del club azulgrana.  

El trío que integró Sagi- Barba junto a Samitier, llamado también “El hombre langosta”, por su habilidad, y Vicente Piera, “La Bruja”, uno de los mejores extremos derechos de la historia del fútbol español, quedó entre los hechos más destacados del barcelonismo, aunque también, su sociedad con el filipino Paulino Alcántara, al que llamaban “el rompe redes”, uno de los máximos goleadores azulgranas de todos los tiempos.

A Sagi-Barba también se lo conocía como “El Medallas”, por su coquetería, que incluía, en algunas ocasiones, un tocado capilar muy particular, al que el periodista Manuel Torres describió como “tortell” (roscón), que generalmente seguía modas que iniciaban jugadores alemanes o daneses.

Con la selección española llegó a jugar apenas dos partidos. El 19 de diciembre de 1926 enfrentó a Hungría y La Roja se impuso por 4-2, y el 20 de mayo de 1927 ante Portugal, ganando 2-0.

Si bien se llegó a afirmar que Sagi-Barba fue el primer argentino en vestir la camiseta del Barcelona, el “Gran Diccionario de los jugadores del Barꞔa”, coordinado por el periodista Antoni Closa, del diario catalán “Sport”, encontró a otros compatriotas anteriores, como Mariano Pedro de Roma Bori Viaud (Buenos Aires, 1893-1966) y que jugó  como azulgrana entre 1909 y 1914, y Carlos María Rovira entre 1916 y 1919.

Otras investigaciones anteriores citaban como primer argentino del Barcelona a Juan Garchitorena Carvajal, que debutó en el mismo día que Rovira (un amistoso ante el Avenꞔ del 4 de junio de 1916), pero en realidad se trataba de un jugador filipino de origen español, sin vínculo alguno con nuestro país. Sagi-Barba, en cambio, debutó en otro amistoso pero del 8 de diciembre de 1916, medio año más tarde que Rovira, quien apenas jugó tres partidos en el Barcelona pero regresó a la Argentina, tras una recordada cena de despedida. Cuando Sagi-Barba se retiró en 1932, recordó a su compatriota Rovira, compañero suyo de sus inicios en el club.

Tras su exilio durante la Guerra Civil, Sagi-Barba regresó a Cataluña en los años Cuarenta y comenzó a dedicarse a la publicidad como empresario, hasta convertirse en un referente del sector. Entre otras cosas, se dedicó a dirigir la creación de trofeos deportivos como el Martini Rossi, que se entregaba al equipo campeón de la Liga Española.

Su hijo Víctor Sagi-Vallmitjana (1921-2014), siguió este camino entre 1948 y 1989. Llegó a ser el director de Ceremonias del estreno del Camp Nou en 1957 y hasta de la ceremonia inaugural del Mundial 1982 en el mismo estadio, cuando se produjo el debut mundialista de Diego Maradona y la selección argentina cayó 1-0 ante Bélgica.

Víctor Sagi llegó a participar en la política interna del Barcelona y estuvo a punto de presentarse como candidato a presidente en las elecciones en las que se terminó imponiendo José Luis Núñez en 1978, siendo considerado el favorito, pero renunció “en pos de la unidad del club” cuando era conocido como “El Rey de la publicidad” en Cataluña.

El clan de los Sagi-Barba siguió ligado al deporte y a los espectáculos. Un sobrino de Emilio Sagi-Liñán, también llamado Emilio Sagi (hijo de su hermano Enrique), nacido en 1948, llegó a ser director de escena del Teatro Real de Madrid y del Teatro Arriaga. Su prima. Ana Martínez Sagi, fue la primera dirigente mujer en la historia del club, en 1934. Fue una gran deportista, destacándose en el lanzamiento de jabalina, tenis y esquí, fue fundadora del Club Femenino de los Deportes (1928) y una reconocida periodista de los tiempos de la República española. Su hermano Armando fue uno de los goleadores más precoces de la historia del club, y su padre, José Martínez Tatxé fue tesorero entre 1917 y 1919 durante una de las presidencias del fundador del club, Joan Gamper.

Emilio Sagi-Liñán (Sagi-Barba) falleció en Barcelona el 25 de mayo de 1951. Fue entonces cuando el diario “Mundo Deportivo” destacó su trayectoria como futbolista y empresario, y recordó que además fue el editor “del magnífico programa que el Barcelona distribuye en su estadio”, y que era “noble, bueno, y amigo por encima de todo”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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