El 20 de mayo de
1928, en “El Sardinero”, anteúltima cancha de Racing de Santander, se enfrentaron
el Barcelona y la Real Sociedad en una muy recordada final de la Copa del Rey,
que contó con la presencia del poeta Rafael Alberti y de Carlos Gardel, quien
comenzó a seguir las alternativas con cierta decepción porque a último momento
no jugó en el ataque azulgrana el argentino Emilio Sagi-Barba, uno de los
grandes delanteros de la época e hijo del notable barítono del mismo nombre y a
quien tuvo como ídolo siendo muy joven.
Sagi-Barba
estaba lesionado por un golpe que había sufrido en un partido anterior y fue
reemplazado por Manuel Parera, por lo que no se pudo recrear la gran delantera
habitual del Barcelona de ese tiempo, con Vicente Piera y Josep Samitier (a
quien Gardel, su amigo, le dedicó un tango, “Sami”). Los historiadores lo
describen como un partido violento, que
finalizó 1-1 (Samitier marcó el gol del Barcelona a los 53 minutos y empató
Mariscal a los 83), y que obligó a un segundo, que volvió a finalizar empatado,
para definirse a favor de los azulgrana en el tercero (3-1), en el que sí ya
jugó Sagi-Barba y fue denominado “la final de las tres finales”.
Fue en esa
primera final que Gardel y Alberti, reunidos por un amigo en común, el erudito
en tauromaquia José María de Cossio, en cuya casa ambos residían durante su
estadía en Santander, que el poeta y el cantante quedaron fascinados por la
actuación del arquero húngaro del Barcelona Franz Platko (1928-1983), quien
durante la final fue lesionado por Cholín, de la Real Sociedad, y pese a ser
atendido y vendado, regresó al partido y fue fundamental en el triunfo
azulgrana, y a lo que después Alberti recordó en su libro de memorias “La
arboleda perdida”, y publicó, además, una semana después, el 27 de mayo, en “El
diario de Cantabria”, su “Oda a Platko” (“Oh, Platko, Platko, oso rubio de
Hungría…”).
Antes de aquella
primera de las tres finales de la Copa del Rey de 1928, Gardel se maravilló de
que el gran delantero del Barcelona Emilio Sagi- Barba, que en realidad se
llamaba Emilio Sagi-Liñán, resultó ser el hijo que el gran barítono catalán
Emilio Sagi-Barba (por quien usaba su nombre completo) había tenido con la
bailarina Concepción Liñán y que había nacido en la Argentina porque ambos
estaban en una gira por Sudamérica.
Emilio Sagi-Liñán,
el verdadero nombre completo del gran delantero del Barcelona, había nacido el
25 de marzo de 1900 en Bolívar, provincia de Buenos Aires. Su padre, Sagi-Barba,
era un notable barítono y director de orquesta catalán, que cantaba ópera,
zarzuela y opereta, que montaba su propia compañía y era ampliamente reconocido
en Hispanoamérica.
En 1908 recaló
en Buenos Aires para actuar en el Teatro Victoria. En la tramoya, lo solía
mirar, embelesado, un pibe que quería ser cantor. Un tal Carlos Gardel, que se
dedicaba a colocar los muebles en cada acto y a retirarlos cuando acababa. Hay
quienes dicen que ese contacto con Sagi- Barba fue fundamental para que Gardel
se acercara mucho más aún al canto.
Sagi-Liñán
volvió a instalarse en Barcelona junto a su familia con sólo tres años, de
regreso de la gira, y al poco tiempo, él y su hermano Enrique, dos años menor -nacido
en Madrid y que luego alternó el fútbol (fue jugador del Espanyol e incluso,
algún amistoso con el Barcelona) y la carrera teatral, para dedicarse a la
zarzuela como barítono, igual que su padre- quedaron huérfanos de madre.
Su padre, Emilio
Sagi-Barba, tuvo un segundo matrimonio con la prestigiosa soprano Luisa Vela
Lafuente, y sus hijos también alternaron
el teatro con el deporte. Luis Sagi-Vela fue barítono, cantante de
zarzuela y ópera, y los hijos de José Sagi-Vela, José Luis y Gonzalo, fueron
destacados jugadores de la selección española de básquetbol en los años Sesenta
y Setenta.
Al regresar con
su familia a Barcelona desde Sudamérica. Sagi-Barba empezó a jugar al fútbol en
las categorías infantiles del Colegio Condal, y luego en el Bonanova y en el FC
Cataluña. Como solían ir de vacaciones a Cadaqués, cerca de Girona, allí trabó
amistad con Josep Samitier, luego ídolo del Barcelona, y que fue quien lo hizo
ingresar al club cuando tenía 15 años, y con Salvador Dalí, que era arquero del
Club Esportiu Camp dels Enginyers (Club Deportivo Campo de los Ingenieros),
antes de ser un notable artista de la pintura.
Ya con 16 años,
apenas uno después de su llegada al Barcelona, en la temporada 1916/1|7, Sagi-Barba fue incorporado al primer equipo,
en el que jugó hasta 1936, cuando se exilió por la Guerra Civil española,
aunque también tuvo dos interrupciones. La primera fue entre 1916 y 1919,
cuando cursaba sus estudios en la escuela industrial de Tarrassa, por lo que
jugaba al fútbol en esa localidad, y la segunda, cuando el presidente del
Barcelona, Juan Coma Sararols, le dio la baja al final de la temporada 1933/34
después de que el equipo finalizara noveno en el Campeonato de Cataluña y
quedara eliminado ante el Betis en los octavos de final de la Copa de España
(hoy Copa del Rey).
En ese momento,
el máximo dirigente del Barcelona decidió que el club se deshiciera de
jugadores históricos como Martí, Castillo, Arocha, Samitier, Sastre, Piera y
Sagi-Barba, quien decidió retirarse poco después (Samitier pasó al Real Madrid
y Sastre, al Red Star de París). Era el final de un notable ciclo de lo que fue
“el primer equipo mediático” del Barcelona, según refiere el periodista Roberto
Martínez en su libro “Barꞔargentinos”.
Las críticas
periodísticas de la época lo describen como rápido y capaz de las acciones más
inverosímiles, junto a su socio del ala izquierda, Paulino Alcántara, en un
equipo que tenía grandes figuras Era un gran tirador de centros, especialmente
los córners, con algunos goles olímpicos, jamás falló un penal en toda su
carrera, y su comportamiento era ideal, caballeroso, no hacía casi faltas.
Muchos atribuían gran parte de sus dotes técnicas a una rigurosa metodología en
sus entrenamientos.
Joan Fontanet,
periodista del diario catalán “Mundo Deportivo”, trazó una semblanza de Emilio
Sagi-Barba, en la que sostiene que una singularidad de su juego pasaba por ser
un “maestro del centro. Lo lanzaba medido, justo, templado, sin innecesaria
violencia. De ahí que el córner le fuese fácil. Tanto, que no resistió la
comezón de buscarle al balón, al lanzarlo desde la esquina, un efecto por
dentro, muy ensayado en los entrenos, a modo de parábola engañosa que,
irremediablemente, no pocas veces se convirtió en gol”.
En aquella
biografía de Sagi Barba publicada el 27 de octubre de 1968, Fontanet destacó
que era “incapaz de incurrir en falta por una mala entrada. Nunca se le vio con
cara de pocos amigos, nunca tuvo malos modos y tenía un concepto noble y elevado
de este maravilloso juego que es el fútbol. Además, su vida privada fue
modélica”.
Sagi-Barba
integró el equipo del Barcelona que ganó su primera Liga de la historia
(1928/29) y luego, cuatro Copas de España y doce Copas Cataluña. Tuvo tanto éxito que el estadio de la calle
Industria quedó demasiado chico para los seis mil espectadores que albergaba y
hubo que trasladarse a la calle Les Corts, el anterior estadio al Camp Nou. Con
455 partidos en el Barcelona, con 134
goles, y se encuentra entre los quince jugadores con más partidos en la
historia del club azulgrana.
El trío que integró
Sagi- Barba junto a Samitier, llamado también “El hombre langosta”, por su
habilidad, y Vicente Piera, “La Bruja”, uno de los mejores extremos derechos de
la historia del fútbol español, quedó entre los hechos más destacados del
barcelonismo, aunque también, su sociedad con el filipino Paulino Alcántara, al
que llamaban “el rompe redes”, uno de los máximos goleadores azulgranas de
todos los tiempos.
A Sagi-Barba
también se lo conocía como “El Medallas”, por su coquetería, que incluía, en
algunas ocasiones, un tocado capilar muy particular, al que el periodista
Manuel Torres describió como “tortell” (roscón), que generalmente seguía modas
que iniciaban jugadores alemanes o daneses.
Con la selección
española llegó a jugar apenas dos partidos. El 19 de diciembre de 1926 enfrentó
a Hungría y La Roja se impuso por 4-2, y el 20 de mayo de 1927 ante Portugal,
ganando 2-0.
Si bien se llegó
a afirmar que Sagi-Barba fue el primer argentino en vestir la camiseta del
Barcelona, el “Gran Diccionario de los jugadores del Barꞔa”, coordinado por el
periodista Antoni Closa, del diario catalán “Sport”, encontró a otros
compatriotas anteriores, como Mariano Pedro de Roma Bori Viaud (Buenos Aires,
1893-1966) y que jugó como azulgrana
entre 1909 y 1914, y Carlos María Rovira entre 1916 y 1919.
Otras
investigaciones anteriores citaban como primer argentino del Barcelona a Juan
Garchitorena Carvajal, que debutó en el mismo día que Rovira (un amistoso ante
el Avenꞔ del 4 de junio de 1916), pero en realidad se trataba de un jugador
filipino de origen español, sin vínculo alguno con nuestro país. Sagi-Barba, en
cambio, debutó en otro amistoso pero del 8 de diciembre de 1916, medio año más
tarde que Rovira, quien apenas jugó tres partidos en el Barcelona pero regresó
a la Argentina, tras una recordada cena de despedida. Cuando Sagi-Barba se
retiró en 1932, recordó a su compatriota Rovira, compañero suyo de sus inicios
en el club.
Tras su exilio
durante la Guerra Civil, Sagi-Barba regresó a Cataluña en los años Cuarenta y
comenzó a dedicarse a la publicidad como empresario, hasta convertirse en un
referente del sector. Entre otras cosas, se dedicó a dirigir la creación de
trofeos deportivos como el Martini Rossi, que se entregaba al equipo campeón de
la Liga Española.
Su hijo Víctor
Sagi-Vallmitjana (1921-2014), siguió este camino entre 1948 y 1989. Llegó a ser
el director de Ceremonias del estreno del Camp Nou en 1957 y hasta de la
ceremonia inaugural del Mundial 1982 en el mismo estadio, cuando se produjo el
debut mundialista de Diego Maradona y la selección argentina cayó 1-0 ante
Bélgica.
Víctor Sagi
llegó a participar en la política interna del Barcelona y estuvo a punto de
presentarse como candidato a presidente en las elecciones en las que se terminó
imponiendo José Luis Núñez en 1978, siendo considerado el favorito, pero
renunció “en pos de la unidad del club” cuando era conocido como “El Rey de la
publicidad” en Cataluña.
El clan de los
Sagi-Barba siguió ligado al deporte y a los espectáculos. Un sobrino de Emilio
Sagi-Liñán, también llamado Emilio Sagi (hijo de su hermano Enrique), nacido en
1948, llegó a ser director de escena del Teatro Real de Madrid y del Teatro
Arriaga. Su prima. Ana Martínez Sagi, fue la primera dirigente mujer en la
historia del club, en 1934. Fue una gran deportista, destacándose en el
lanzamiento de jabalina, tenis y esquí, fue fundadora del Club Femenino de los
Deportes (1928) y una reconocida periodista de los tiempos de la República
española. Su hermano Armando fue uno de los goleadores más precoces de la
historia del club, y su padre, José Martínez Tatxé fue tesorero entre 1917 y
1919 durante una de las presidencias del fundador del club, Joan Gamper.
Emilio
Sagi-Liñán (Sagi-Barba) falleció en Barcelona el 25 de mayo de 1951. Fue
entonces cuando el diario “Mundo Deportivo” destacó su trayectoria como
futbolista y empresario, y recordó que además fue el editor “del magnífico
programa que el Barcelona distribuye en su estadio”, y que era “noble, bueno, y
amigo por encima de todo”.
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