“Que se vayan
todos”, se hartó Diego Maradona. “Tengo 60 años y hago lo que quiero”, les dijo
a sus interlocutores. La escena transcurrió apenas días atrás en el country de
Berisso, a donde se mudó poco tiempo atrás, desde Bella Vista y tuvo como
origen un cuestionamiento que ensayó su hija Giannina (la ex esposa del
delantero del Manchester City, Sergio Agüero, que le dio un nieto, Benjamín),
al verlo servirse un nuevo vaso de vino en plena reunión.
Ya no juega más
al fútbol desde que en 1997 participó de su último Superclásico ante River en
el Monumental, cuando fue reemplazado por Juan Román Riquelme, ahora
vicepresidente de Boca Juniors y con quien no se habla desde 2008 (algunos
siguen tratando de reunirlos), pero Maradona cumple 60 años en medio de varias
preocupaciones, ilusiones relacionadas con el regreso del fútbol, pautado en la
Argentina para este fin de semana luego de siete meses y medio de parón, y
cierto miedo de contagiarse de coronavirus, con sus comorbilidades, por lo que
se mantiene aislado de todo, sin salir ni a la puerta y tanto es así, que ni
siquiera podrá formar parte, personalmente, de la campaña “Las Diez del Diez”, organizada
junto al Gobierno nacional de Alberto Fernández y la Cruz Roja para ayudar a
chicos carenciados y potreros de la zona mediante la subasta de camisetas con
su autógrafo y una dedicatoria.
Muchos se
preguntan cuál es la fascinación que genera este personaje al que ya muchos
argentinos ni siquiera vieron jugar y sólo pueden apreciarlo por alguna
repetición de sus jugadas por la TV, o apelando al Youtube, pero lo cierto es
que ya desde que en el final de la temporada pasada se hizo cargo de la dirección
técnica de Gimnasia y Esgrima La Plata, que se encontraba último en los
promedios del descenso y su destino parecía inexorable, generó una euforia tal
que el club inscribió en una semana a cinco mil nuevos socios y reventó las
tribunas pese a los malos resultados que continuaron.
Nada importó. Ni
siquiera un Maradona balbuceante, que lloraba con facilidad ante cualquier
declaración, y que renqueaba al andar, ayudado por un musculoso guardaespaldas.
Hasta la hermana de la ex presidente y actual vicepresidente argentina Cristina
Fernández de Kirchner, fanática de Gimnasia, le gritó desde el fondo en una de
sus primeras conferencias de prensa, para que le firmara su camiseta, que
llevaba puesta.
Los clubes
rivales lo recibieron como si fuera un rey sin corona y se puso de moda
entregarle algún recuerdo, ya sea una plaqueta y hasta algunos, como Newell’s
Old Boys, donde jugó siete partidos en 1993, le colocó un asiento especial,
casi como un trono, para que se sintiera más cómodo al sentarse en el banco de
suplentes, durante la Superliga pasada, en la que su equipo terminó perdiendo
contra Boca, el club de sus amores, que de esta forma se consagró campeón con
un gol de Carlos Tévez, uno de los jugadores que más aprecia.
De todos modos,
y como suele pasar en el más que imprevisible fútbol argentino, la AFA terminó
suspendiendo los descensos por dos años, por cuestiones políticas, entre las
que no estuvo exento el deseo de beneficiar a un ídolo como Maradona, quien,
además, tiene una excelente relación con el presidente Fernández, hincha
confeso de Argentinos Juniors, el club en el que Diego se inició y cuyo estadio
del barrio de La Paternal lleva su nombre. De hecho, Fernández recibió a un
Maradona en bermudas en la Casa Rosada, la casa de gobierno argentino en la
zona de la Plaza de Mayo, en el centro de Buenos Aires.
Claro que para
que se concretara la anulación de los descensos, Maradona tuvo que hacer antes
las paces con el presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, a quien antes
defenestró, especialmente cuando éste designó a Jorge Sampaoli para dirigir a
la selección argentina en la última etapa de la clasificación Mundialista y
para Rusia 2018. Durante la ceremonia del sorteo de ese Mundial, Maradona le
dijo públicamente al DT, y ante todos los medios del mundo, que el equipo tenía
que mejorar mucho porque “no jugaba a nada”. Tras el flojo desempeño en el
torneo por parte del conjunto albiceleste, la AFA presentó un video con el
nuevo torneo de la temporada con un pasaje por gran parte de la historia argentina
pero Maradona nunca apareció en él, pero ahora en 2020 ya todo era abrazos y
elogios entre uno y otro, y de buenas a primeras, el ex 10 fue entrevistado por
el sitio web de la AFA.
Y algo parecido,
aunque meses más tarde, ocurrió con el showman de la TV Marcelo Tinelli, a la
par presidente de San Lorenzo y de la nueva Liga de Fútbol Profesional que
organiza los certámenes argentinos, y que también es miembro de una comisión de
la lucha contra el hambre, organizada desde el Gobierno de Fernández. Tras un
largo tiempo sin relación, se abrazaron durante un amistoso jugado semanas
atrás en el Bajo Flores, donde san Lorenzo oficia de local, y llegó la paz
absoluta en el contexto de la pelota.
Pero todo se
desinfló con la pandemia. Aquel Maradona eufórico de marzo dio lugar a otro con
muchos vaivenes anímicos que además de tener que cuidarse de la pandemia, debió
experimentar una mudanza desde su casa de Bella Vista, cerca de La Plata, donde
vivía para poder estar cerca del día a día de Gimnasia porque era tan estricto
el sistema de ingreso de visitas, que con todo el clan que lo rodea, terminó
molestándolo y se trasladó a Berisso, otra localidad cercana a la capital de la
provincia de Buenos Aires, caracterizada por sus diagonales.
Maradona vive
momentos de auténticas batallas entre los que lo rodean, y su círculo íntimo
fue variando en el tiempo y ahora lo componen su abogado Matías Morla, por el
que pasan las entrevistas y cualquier comunicación externa, especialmente
burocrática y mediática, Víctor Stinfale -un oscuro empresario y abogado que
llegó a estar detenido por una fiesta electrónica en una discoteca en la que
murieron cinco jóvenes, y está ligado al club Deportivo Riestra, que ascendió
de la Tercera (Primera B) a la Segunda (Nacional B) con extrañas ayudas
arbitrales, llegó a decir que “si Hitler me diera un millón de dólares, lo
defendería” y tuvo como clientes VIP a conspicuos barrabravas y
narcotraficantes- y al médico Leopoldo Luque, con el mismo nombre y apellido
que el goleador argentino en el Mundial 1978.
Morla y Luque
aparecieron mucho en los medios, en este tiempo, para mostrar a un Maradona
híper activo, aunque recluido en su casa, pendiente de los entrenamientos y
fichajes de Gimnasia, aunque quienes llevan los trabajos más cercanos al plantel
son sus ayudantes y ex jugadores Sebastián “Gallego” Méndez y Adrián González.
La idea sigue siendo transmitir que el ex astro hable por las redes y muestre
que ha bajado muchos kilos, que hace constantemente movimientos físicos para
recuperar la salud y que se encuentra en perfecto estado, aunque todo esto se
relaciona con que otro sector, el de sus hijas, intenta denunciar que Maradona
está sufriendo “abducción intelectual (un estado de abandono, como si estuviera
secuestrado) y que cuesta acceder a él por estar rodeado por estos nuevos
personajes, incluso con guardaespaldas (uno de los cuales tuvo Covid y por eso,
por temor, Diego estuvo aislado en estos días).
En esos vaivenes
anímicos, Maradona suele tener en su casa a una de sus últimas hijas reconocidas,
Jana (a la que tuvo con Valeria Sabain, una mesera de la disco “La Diosa”),
quien se lleva bien con una de sus ex, Verónica Ojeda, que llega con su hijo en
común, Diego Fernando (de siete años), pero que no se habla con sus hijas Dalma
y Giannina, mientras el ex crack ya rompió definitivamente con la también ex
futbolista Rocío Oliva y se encuentra nuevamente enfrentado con su ex esposa
Claudia Villafañe, a quien acusa por fraude y enriquecimiento ilícito durante
el matrimonio, que finalizó en 2004. Parecía que a principios de este año, la
relación iba mejorando al hacer causa común tras un acuerdo al que Morla llegó
para que en los próximos días se lance en todo el mundo la serie de Amazon
Prime “Sueño Bendito”, contando su vida, pero Claudia siente que no queda bien
parada, se enojó y las cosas volvieron a complicarse.
A todo esto hay
que sumarle que apareció otra chica que le reclama paternidad, Magalí Gil, de
24 años, y con dos hijas, y que desde febrero optó por la vía judicial para
conseguir la prueba de ADN, y lo mismo ocurre con otro joven de 22 años,
Santiago, quien indica que es fruto de una relación de Maradona con su madre ya
fallecida, Natalia Garat, de la ciudad de la Plata, en 2001. Si se agregan
entre tres y cuatro hijos que habría tenido durante su estancia en Cuba a
principios de este siglo (dos mujeres, Joana y Lu, y dos varones, Javielito y
Harold), el ex astro del fútbol totalizaría justo once hijos (si agregamos a
Dalma, Giannina, Diego Jr, Diego Fernando y Jana), los justos para armar un
equipo, como ironizan algunos medios que los despliegan en una cancha como si
fueran jugadores. No es casualidad entonces que se hayan visto remeras por la
calle con la irónica inscripción “Yo no soy hijo del Diego”. Tampoco, que entre
tanto tironeo familiar, Maradona aparezca siempre con un barbijo que lleva una
foto de él, en tiempos muy jóvenes entre sus fallecidos padres “Chitoro” (Don
Diego”) y “Tota” (Dalma Salvadora Franco).
Mientras tanto,
el doctor Luque no deja de reconocer en los distintos programas de TV (durante
un largo tiempo, cuando se anunció la serie de su vida por internet, programas
de prime time le llegaron a dedicar hasta media hora diaria al culebrón, con la
reaparición de su ex agente Guillermo Cóppola incluido, y con quien Maradona se
abrazó el día del Boca-Gimnasia de marzo pasado en la Bombonera) la adicción de
su afamado cliente por la bebida, a lo que se sumó que días pasados lo complicó
que el delantero de Gimnasia Nicolás Contín se contagiara de Covid-19, lo que
lo hizo regresar a la idea de recluirse, algo que lo disgustó mucho. Por si
faltara poco para que creciera su miedo, días pasados falleció de coronavirus
su cuñado Raúl Machuca, a los 77 años.
Aún así,
Maradona tuvo tiempo de atender a la revista “France Football” por su
aniversario 60, no sin antes exigir a cambio que le restituyeran un nuevo Balón
de Oro honorífico que le otorgaron en 1995 (nunca lo ganó antes porque en sus
mejores años en Europa sólo se concedía a los nacidos en el Viejo Continente),
debido a que el que le entregaron hace 25 años quedó en una casa de su padre
que se incendió. La revista gala argumentó que no tenía una réplica pero
decidió pagar los cinco mil euros del costo y así fue que el ex crack llegó a
manifestar que no hay en el mundo un jugador como Lionel Messi y Cristiano
Ronaldo y que le gustaría “hacerle otro gol con la mano a los ingleses”.
“Extraño el
fútbol igual que todos. No hay un argentino que quiera que no se juegue”, dijo
también Maradona, harto de esperar y ansioso porque se vuelva a jugar. Al cabo,
el fútbol es la sal de su vida y lo que lo puede rescatar de tantos reclamos,
tironeos y vicios.
Maradona cumple
60 años y con distintos actores en su vida, con riñas, peleas, micrófonos y
cámaras, lo que mejor le sigue sentando es la pelota, aquella que no se mancha,
según sentenció aquella inolvidable tarde de despedida en una Bombonera repleta
que coreaba su nombre, algo que sigue motivándolo, en el fondo de su corazón.
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