“Y
cuanto más voy para allá, más lejos queda. Y cuando más deprisa voy, más lejos
queda”, suele cantar el gran catalán, y argentino por opción afectiva, Joan
Manuel Serrat para referirse al horizonte, y nunca mejor explicado cuando nos
tenemos que referir a esta desnortada selección argentina de Lionel Scaloni,
que dio varios pasos para atrás respecto de aquella buena sensación que dejó la
actuación en los últimos dos partidos de la Copa América de Brasil y de algunos
amistosos.
Si
nos pasa en la vida, en el fútbol los argentinos nos llenamos aún más de
excusas para justificar lo injustificable. Que no se juega el torneo local (del
que sólo se convocó a cinco jugadores) desde marzo. Que muchos jugadores vienen
de una larga inactividad. Que la pandemia. Que al final se eligió la Bombonera
como caja de resonancia y se jugó a estadio vacío. Que la mochila de la presión
por la historia y por tener que conseguir la clasificación. Que este Lionel
Messi viene de un inicio desmotivante de temporada en el Barcelona. Que es
difícil cuando se te meten todos atrás, Que ellos (la selección ecuatoriana) no
iban a tener mayores problemas si perdían y salieron tranquilos.
Sin
embargo, basta con encender la TV al día siguiente del soporífero Argentina 1
Ecuador 0, para entender cómo se enfrenta a un rival mucho más débil si se
cuenta con jugadores de jerarquía, como hizo Brasil, en San Pablo, ante un
equipo boliviano que era el tercero, ni siquiera el segundo, que el entrenador
venezolano César Farías podía formar, porque a los mejores jugadores no los
tiene en cuenta por razones políticas, y el segundo se quedó en La Paz
preparando el partido contra Argentina.
Lo
que hizo el seleccionador brasileño Tité, de gran experiencia y especialmente
convicciones claras y trayectoria que avala sus actos, es colocar una línea de
tres defensores, un cinco clásico como es el conocido Casemiro, del Real
Madrid, un volante mixto, como Douglas Luiz, y todo el resto, a atacar. Dos
volantes creativos (Coutinho y Neymar), y tres delanteros: un extremo como
Everton (el mejor jugador de la Copa América), un goleador como Roberto
Firmino, y un extremo izquierdo, Lodi, que es un lateral en su club, Atlético
Madrid. En otras palabras, un 3-2-2-3.
¿No
podía hacer esto la selección argentina ante una selección ecuatoriana cuyos
jugadores casi que conocieron al director técnico argentino Gustavo Alfaro en
el avión, camino a Buenos Aires , y con alguna ausencia como la de Christian
Noboa, uno de los más experimentados, que por razones de burocracia no llegó a
tiempo al partido desde Rusia? ¿Era tan difícil?
Apliquemos
la receta de Tité en Brasil, que, cabe recordar, no sólo goleó por 5-0 a
Bolivia, sino que llegó con peligro al arco rival en diecinueve oportunidades y
sextuplicó a su adversario en los pases bien entregados. ¿No podía jugar Lucas
Ocampos como extremo izquierdo?, ¿Para qué quería Scaloni un lateral izquierdo
como Nicolás Tagliafico, y un volante izquierdo como Marcos Acuña, irrelevante
porque no pasaba al ataque y tampoco tenía mucho a quién marcar?, ¿No podía
parar una defensa de tres, cuando Ecuador sólo colocó arriba a Enner Valencia,
que al no tener contacto con la pelota, bajó a volantear para terminar en un esquema
4-6-0? ¿Por qué ocho de los once jugadores argentinos estaban detrás de Lionel
Messi cuando el rival sólo vino a defenderse?
Creemos
que el esquema más lógico para un partido así era el que utilizó Brasil, con
tres atrás, Leandro Paredes como volante central para el primer pase, Rodrigo
De Paul como volante mixto, y de allí en más, la dupla Messi-Alejandro “Papu”
Gómez (de excelente momento en el gran Atalanta de Gian Piero Gasperini) para
crear, y delante de ellos, Eduardo Salvio, Lautaro Martínez y Lucas Ocampos,
para un lógico 3-2-2-3 para partidos como éste.
Si
seguimos la comparación con Brasil, desde lo individual, llegaremos a la
conclusión de que los verde-amarillos no tienen, puesto por puesto, tanto más
que los albicelestes. Acaso superan en uno de los dos centrales (una posición
no tan decisiva), y en el volante central, especialmente porque Paredes tiene
un estilo más de toque que de marca, pero si Argentina contara con todos sus
titulares, no estaría tan lejos, como pudo comprobarse en la semifinal de la
Copa América 2019 y en un amistoso posterior en tierras lejanas.
Entonces,
¿dónde reside la diferencia? En los aspectos netamente extra futbolísticos,
como casi siempre ocurre en las últimas tres décadas. En la coherencia, en la
regularidad, en la mentalidad, en la falta de temores, en la psicología, en el
respeto a cierta institucionalidad, en la calidad de los entrenadores, en la
actitud ante rivales más débiles, en el intento permanente de jugar, incluso,
cuando a veces Neymar pueda aparecer como demasiado provocativo.
Cabe
señalar también que algunos problemas de la selección argentina son
estructurales, como la escasez de jugadores en algunos puestos, como los
marcadores centrales (Nicolás Otamendi no es ni por asomo el que fue en otro
tiempo), o que Messi sigue sin encontrar socios ni receptores aunque se siga
pregonando en cuanto micrófono amigo se acerca, que se sigue buscando un equipo
que lo respalde. ¿Esta selección argentina habría vencido a este Ecuador si
Messi no hubiese jugado?
Llama
la atención, finalmente, que un director de Selecciones Nacionales como el
experimentado César Luis Menotti, que viene pregonando un fútbol estético,
dinámico, de vuelta a las fuentes, que respeta un estilo tradicional, no se
manifieste sobre el esperpento del pasado jueves en una Bombonera vacía. Al
menos, se espera que lo converse con Scaloni, aunque más no fuera, en forma
privada, porque no parece coherente con su estilo y su trayectoria, y en este
caso, su función comienza a difuminarse.
No
es una cuestión de resultados. Hay quienes siguen sosteniendo, asiéndose de la
angosta y empinada baranda que queda, que son tres puntos y que valen mucho. Lo
que no se termina de aprender y no se escarmienta, es que jugando así, hoy son
tres puntos y mañana, ninguno. No existe la magia. Por lo general, la falta de
solidez y la carencia de lucidez, no permiten deducir los mejores vaticinios.
Por
suerte, esto es fútbol, y como dijo el gran Dante Panzeri hace medio siglo,
“Dinámica de lo impensado” aunque el notable periodista se refería a lo que
pasaba adentro de la cancha. Pero es necesario, al menos, que lo que sucede
fuera del campo de juego ayude a lo que se juega adentro. Y el fútbol argentino
parece construir día a día los obstáculos necesarios para que cada vez que se
da un paso adelante, como María La Paz, se den tres pasos para atrás.
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