jueves, 30 de agosto de 2007

Boca y los demás

Posiblemente en cuanto a poderío institucional se refiere, hace bien Julio Comparada, el presidente de Independiente (que no hay que olvidar que en su momento abrió las dos puertas del club a la familia sindicalista Moyano, o está construyendo un nuevo estadio al que en vez de nombrarlo como "Ricardo Bochini", le puso "Libertadores de América"), en quejarse reiteradamente del escaso lugar que un prestigioso club como el que preside ha tenido en estos últimos años, aunque debería preguntarse cuál es su rol para que eso ocurra, o por qué recién ahora, cuando el pescado está casi vendido, sale a llorar por tratar de recuperar apenas un pedacito de gloria.
Nos referimos a esto porque Comparada volvió a lloriquear por un supuesto mal arbitraje de Carlos Maglio en el nuevo clásico perdido con Boca (que ya le lleva tres partidos de ventaja histórica revirtiendo una de las más largas patermidades argentinas, justo en tiempos de concentración de poder), ligándolo especialmente con que por primera vez, no se eligió a un árbitro internacional para un partido de la importancia del que se jugara el miércoles en Racing.
Sin embargo, a nuestro entender, Maglio no tuvo la menor incidencia en el resultado. Independiente lo pierde (2-3) porque hoy, y desde hace mucho, Boca es mucho más. Y en el campo de juego sólo se refleja la enorme diferencia institucional que hay, hoy, entre Boca y los otros diecinueve equipos del campeonato. Por suerte, el fútbol permite esperanzarse a hinchas de equipos con alguna chance de pelear el campeonato ante la mediocridad reinante, y porque Boca juega al mismo tiempo la Copa Sudamericana, en diciembre, el Mundial de Clubes de Japón, y ha estado cuatro fechas pendiente del regreso de Juan Román Riquelme y tardó en fichar a Leandro Gracián, a Gabriel Paletta o a Carlos Bueno. También Boca ha dado en el pasado reciente la ventaja de contratar, con el Apertura 2006 ya ganado, a Ricardo La Volpe para regalarlo como para que no haya tanta diferencia, porque hay que convenir, como dijimos en otras columnas, que fue Boca el que perdió ese torneo y no Estudiantes el que lo ganó.
Boca es mucho más que el resto, porque debería dividir esta supremacía con River Plate. O al menos, hubiera tenido que dejarle una buena porción, por el lugar que ocupa River entre los hinchas argentinos. Entre uno y otro, se llevan más del ochenta por ciento de los simpatizantes nacionales. Sin embargo, así como la dirigencia de Boca un dìa trajo a La Volpe, la de River parece empeñada en hundir al club al punto de dejar el camino expedito a Boca, con lo cual, por este camino, el fútbol argentino se desequilibra.
Clubes practicamente esclavos de la TV, entregados de pies y manos, firmando contratos que casi ni leen, a ojos cerrados, y entregando su patrimonio por migajas sólo a cambio de unas cuantas dádivas personales desde la cúpula de la AFA. Boca no se salva de esto, pero Boca sabe que en ese movimiento, aún en la miseria, tiene mucho más para ganar en ese río revuelto, que de perder, como termina ocurriendo en la última década.
Entonces Independiente pone lo que puede. Independiente, el que por tantos años fue indiscutido rey de copas, orgullo nacional (como cantan sus melancólicos hinchas), con grandes equipos que hicieron historia, hoy navega en el voluntarismo y la ilusión que aparece cada lustro por ganar un torneo corto que por fin lo proyecte internacionalmente, aunque sin una base de sustento, y apenas con un tridente interesante y en buena racha (Daniel Montenegro, Rodrigo Díaz y Germán Denis, acaso con la posibilidad de Ismael Sosa y la colaboración de Machín). Y no es poco en un torneo en el que, nos comentaban hoy, 142 jugadores de los 400 pasaron alguna vez por el Nacional B y muchos otros son extranjeros y la mayoría de los restantes, juveniles. Pero sí es muy poco ante este Boca casi europeo, que le antepone un equipo ya formado, que se da el lujo de retener más temporadas a Banega, Ledesma, Palacio, o que cuenta en sus filas con los Palermo, Ibarra, Caranta, y se da el lujo de traer más figuras y aún sueña con el inalcanzable Riquelme. Ante esa cruda realidad, este Independiente tiene poco que hacer. Puede anteponer entusiasmo, apostar a errores defensivos xeneizes, y encomendarse a Dios. Pero de diez partidos, podrá ganar uno, con mucha suerte.
Hoy, recién hoy, Comparada se da cuenta de todo lo que su club, y él mismo cedieron en este tiempo. Cuando ya es muy tarde, cuando el fútbol argentino es Boca y el resto. Ek fútbol que supieroin conseguir, mientras los negocios siguen, y el Estado mira para otra parte. Unos, con el anillo del "Todo pasa" y ahora otros, con el anillo del "Algo queda", como luce en la mano de un dirigente con nuevas ansias de poder.

lunes, 27 de agosto de 2007

Un clásico que puede condicionar el Apertura

Qué paradoja (¿O parajoda?) la del fútbol argentino de estos tiempos. Pareciera que todo se hace a propósito para hacerlo fracasar, o al menos para que todo beneficie a los intereses de la TV (¿los propios?).
Se nos explicó en 1985 (las mismas autoridades que ahora en la AFA, y las mismas que estaban ya desde 1979 en el poder) que había que volver a cambiar el formato de los torneos oficiales (se jugaba un Nacional corto, y luego, un torneo largo), para estar a tono con Europa y aceptar convertirnos, definitivamente, en país exportador de jugadores. Para eso, no cabía otra que organizar los campeonatos como en Europa, es decir, de setiembre a mayo, aún con el riesgo de jugar en el intenso calor, y parar en la mejor época climática del año, sólo para vender jugadores al otro lado del océano y para ser invitados a los tradicionales (y cada vez más suculentos) torneos veraniegos.
Lo cierto es que casi nunca un equipo argentino juega esos torneos, salvo honrosas excepciones, y los campeonatos argentinos ni siquiera guardan las vacaciones que se toman, como corresponde, los europeos. Entonces los toneos argentinos comienzan, como este Apertura, a principios de agosto, y el libro de pases no sólo sigue abierto aquí mientras el torneo ha comenzado (un despropósito que hace que un mismo jugador enfrente dos y hasta tres veces al mismo rival) sino que en Europa, permanece abierto hasta una altura corresponiente a la sexta o séptima fecha del torneo argentino, sobre diecinueve totales que dura el torneo. Aberrante por donde se lo mire, pero con la impotencia de no poder modificar nada de esta realidad, atados como están los dirigentes a las dádivas oficiales (llámese, invitaciones a asistir a los Mundiales, cargos en Zurich, beneficios empresariales fuera del fútbol y tantos otros).
Y si a esto se le suma aquella defens que se esgrimió desde el poder acerca de que los torneos cortos traerán más emoción, y que los tres puntos en juego harán cambiar permanentemente el status del campeonato, pruebas al canto con lo que ocurre en éste mismo. Si por ejemplo el miércoles Independiente venciera a Boca, estaríamos hablando, al finalizar la quinta fecha, de un "casi campeón" en menos de un cuarto del torneo. Incluso si empataran, no podríamos variardemasiado nuestro concpto y aún podríamos tener abierta la incertidumbre apostando al mismo Boca, o a Vélez, tal vez a algún equipo de racha, pero sin engañarnos acerca de que lo más probable es que Independiente, a la postre, termine siendo el campeón.
Es decir: se cambió el organigrama para vender jugadores, pero en Europa se descansa lo correspondiente, y los torneos tampoco comienzan como en la Argentina sino un mes después. Los equipos argentinos no son invitados a los toneos de verano, y a la quinta fecha, y con equipos destrozados y sin sus principales jugadores, ya casi se sabe el final. ¿En qué quedamos, entonces?
Sin embargo, en la paradoja argentina, todo sigue igual......nada cambia. O Todo pasa.

jueves, 23 de agosto de 2007

La selección ni juega, ni trabaja

Ya olvidados casi de lo que era jugar (al fin y al cabo, para lo que en su momento se inventó el genial reglamento del fútbol), comprobamos con tristeza que esta selección argentina de Alfio Basile, tampoco trabaja.
Nuestras exigencias, como ven, se van cayendo al tacho de los desperdicios, pero da la sensación de que ni siquiera lo elemental, que es romperse el lomo al ponerse la camiseta argentina, puede cumplirse, salvo casos excepcionales.
Porque es llamativo el poco espíritu de jugadores que tienen todavía mucho que demostrar con la celeste y blanca, caso Lucho González, pero ya lo había advertido Juan Verón (alguien resistido por una imagen parecida a la de González en aquel partido ante Suecia en Japón 2002 que significara la eliminación en primera fase) acerca de la pérdida de cierta mística, que se advierte en las nuevas generaciones, y no es casual este fenómeno. Muy por el contrario, obedece a los tiempos que nos tocan vivir, y esto, en el fútbol internacional, significa la era del ultrasuperprofesionalismo, y además, la notoria preeminencia de los equipos poderosos del mundo sobre las selecciones nacionales, en un debate que recién ahora la FIFA parece querer abordar en serio, y para lo por fin pudo colocar a su delfín Michel Platini para controlarlo desde una UEFA que por primera vez estará cerca de Zurich no sólo geograficamente sno también en lo político.
Volvemos al inicio: apenas un día antes del pésimo partido que la selección argentina perdió ante Noruega en Oslo, sugestivamente un Basile que no habla jamás con la prensa salvo en privado con los obsecuentes de turno (porque convengamos en que sus conferencias de prensa no le llegan al dedo gordo del pie en riqueza técnica a las de Marcelo Bielsa), apareció ante los escasos micrófonos que se le acercaron en Escandinavia para advertir que de ahora en adelante "no se podrá trabajar y siempre será así, incluso en las eliminatorias, porque no hay tiempo para tener conmigo a los jugadores". Se refiere concretamente a que FIFA no sanciona a los clubes europeos que retienen a sus jugadores hasta los lunes a la mñana, post partidos, y como los amistosos o partidos internacionales se juegan a mitad de semana o a doble jornada según el calendario Platini, nunca un entrenador los puede tener más de siete días, en el mejor de los casos.
Desde ya que esto no es nuevo. También le pasaba a Pekerman, antes a Bielsa, y antes a Passarella. Jugador más, jugador menos, en la última década los principales jugadores argentinos se han ido en masa a buscar euros y prestigio a Europa, y con tantos intereses en juego ningún club cederá gratuitamente a sus mejores jugadores, y menos ahora que el G-14 está tratando de presionar (perdió fuerza al caer Johansson en las elecciones de UEFA ante Platini) para cobrar un seguro en caso de lesión de sus jugadores vistiendo casacas nacionales.
Resumiento: usted me dirá que entonces, ¿dónde está lo nuevo? lo nuevo está, simplemente, en que la diferencia con los ciclos argentinos anteriores pasa por la actitud de los jugadores, ya pertenecientes a la etapa post-menemista, sin gran criterio propio para decidir tanto fuera como dentro del campo de juego, y para darse cuenta de la magnitud del simbolismo que representa vestir la casaca nacional, presos como están en el entramado empresario por el que, por ejemplo, Carrizo no juega no porque no pueda fisicamente, sino porque está enfrascado en un problema de obtención de un pasaporte que al parecer, legalmente no está en condiciones de obtener, o Carlos Tévez no juega porque por un mes estuvo demorado porque los agentes se peleaban para ver si se le podía sacar más dinero al MSI, y buscaban la manera de evitar que los sudacas de Boca cobraran el porcentaje de formación que les corresponde. O Heinze no juega porque sus representantes le recomendaron que colgado como estaba en el Manchester United iba a sacar réditos económicos tanto si iba al Liverpool como si, tal como terminó ocurriendo, pasaba al Real Madrid. ¿Pero....el fútbol dónde está?
El problema de lo que dice Basile, insistimos, no plantea nada nuevo en sí mismo, sino que pasa por otro lugar: el de la actitud, y el del juego. Se puede jugar bien, regular o mal, pero lo que es inconcebible para una selección argentina, es que un equipo sin muchas ideas ni talento, como el noruego, pueda tener mucho más posesión de pelota que el argentino.
Lo venimos diciendo en estas columnas. Argentina perdió los wines, con la excusa de que se trata de algo vetusto, que nadie en el mundo los usa (¿y eso qué tiene que ver si a nosotros siempre nos fue bien con ellos?). Luego, al no jugar con wines, se acabaron los viejos marcadores de punta para colocar laterales que ocuparan el lugar de los wines. Es decir, ahora, tarde, descubrimos que no hay marcadores de punta y tenemos que improvisar marcadores centrales en las puntas (como le pasó al pobre Gabriel Milito en Oslo). Pero no nos quedamos ahí y agregamos más aberraciones: no sólo tampoco fabricamos más aquellos gloriosos diez, sino que hasta propendemos a retirar la emblemática camiseta en honor a Maradona, en vez de tratar de que más jóvenes se la quieran poner. Por lo que tampoco tenemos "enganches", y por si esto fuera poco, ahora necesitamos dos cincos para que hagan lo que toda la vida hizo uno solo (Pipo Rossi, Lazatti, Perucca, Rattín, Marangoni, Merlo y tantos otros).
Entonces a la pregunta de por qué Brasil gana y sus problemas son los mismos que los argentinos, la respuesta no parece complicada. Brasil gana porque tiene calidad, porque todavía la mayoría de sus jugadores sale a divertirse. Porque sus laterales son potentes y llegan al gol o centran al gol para sus compañeros, y porque no se buscan excusas baratas para no trabajar. Cuando en Maracaibo Basile hacía la plancha en la pileta, Dunga planificaba el partido final por horas. Y así nos fue. Y así les fue. Y así nos va a seguir yendo. Pero si en el Mundial o en las eliminatorias, Messi salva las papas con una genialidad, que no nos vengan a hablar del trabajo de la semana. Por favor, basta de versos.

martes, 14 de agosto de 2007

River vive en un desproposito permanente (La Jornada de Mendoza)

Si algún hincha de Boca, o de cualquier otro equipo rival, en el pasado, podía trazar un panorama de ensueño acerca de cómo quisiera ver a River Plate, muy probablemente se hubiera quedado corto en comparación a lo que ocurre en el club de Núñez, el máximo ganador de títulos de la historia del fútbol profesional argentino, y sin embargo, sumido hoy en un infierno, que se ratifica con la insólita conferencia de prensa dada anoche en su sede por su presidente José María Aguilar, porque pese a todo lo que ocurre, pareciera que la entidad vive en el mejor de los mundos.

Aguilar, de apenas 44 años, es decir, un dirigente joven en un fútbol argentino siempre manejado por gente de avanzada edad, tiene el típico manejo del timming de quien conoce como pocos los entresijos del poder, gracias a la cantidad de años en el ambiente, y a su innegable habilidad para armar un tejido de contactos, ahora catapultado también al ámbito de la FIFA (¿acaso buscando cobertura y abriendo el paraguas?), coartada que le permite ausentarse cuando la crisis parece terminar con todo, como ocurrió la semana pasada cuando se supo del asesinato de Gonzalo Acro, uno de los más conspicuos barrabravas de la agrupación que se dio a llamar “Los Borrachos del Tablón”.

Si en aquel tiempo Aguilar casualmente se encontraba lejos de los hechos, en la FIFA, tampoco estaba en la Argentina, sino veraneando en Punta del Este, cuando ocurrió la llamada “Batalla de los quinchos” antes del partido ante Lanús, en el estadio Monumental, por la primera fecha del Torneo Clausura 2007, en febrero pasado.

Nada de esto puede ser casual. Aguilar sólo sigue en River, o en un club grande de la Argentina, porque el sistema se lo permite. Porque la AFA, en vez de propender a su renuncia indeclinable, no sólo no lo hace sino que le ofrece cargos en FIFA. Porque desde el Estado, en vez de investigar a fondo lo que sucede, se pelean los organismos de seguridad deportiva más importantes (Capital Federal y Provincia de Buenos Aires) por razones políticas, y cuando por fin aunque sea formalmente el presidente millonario ofrece su renuncia al ministro del Interior, Aníbal Fernández, éste le pide que no se vaya…

Y Aguilar sigue en River porque el sistema no se conmueve porque repentinamente los ahora enfrentados líderes de la barra brava, Alan Schlenker y Adrián Rousseau, pasaron a ser parte del show mediático con lo que consiguen blanquearse (por si hiciera falta aún más) y los supuestamente más conspicuos periodistas le ceden micrófonos, a ellos y a sus familiares, para mostrarlos como “gente común” que no hizo nunca nada cercano a la violencia y actúa poco menos que como carmelitas descalzas.

Pero eso no es todo. Aguilar también sigue siendo presidente de River porque tampoco el fiscal José María Campagnoli, de Saavedra, puede lograr ponerse de acuerdo con el juez Luis Rodríguez, como para unificar las causas de los hechos violentos (el asesinato de Acro, la Batalla de los quinchos, la del Playón), porque siempre se encuentra un motivo para entorpecer la causa y que todo quede en la nada.

Y si el sistema acepta un Estado que no controla y que incluso muchos de sus funcionarios apañan a los violentos, o que la AFA encuentre un lugarcito en Zurich para dirigentes cuestionados hasta este punto, acostumbrada a estos trotes desde hace tantos años, si la Justicia no hace nada por esclarecer los hechos violentos, si mucha policía es cómplice de los barrabravas, y los supuestos periodistas serios les prestan micrófonos, es muy difícil que el ya crónico problema de la violencia pueda tener solución.

Pero si además, Aguilar se presta a una conferencia de prensa, pese a todo, y los cronistas tampoco le preguntan por qué en su momento dijo que la Batalla del Playón se produjo fuera del club cuando fue adentro (recordar la filmación con un celular de un particular), o por qué los líderes de “Los Borrachos del Tablón” cobraban fortunas como empleados del club, o por qué muchos de ellos viajaron al Mundial de Alemania y hasta se alojaron en casas de ex jugadores del club como Martín Demichelis (Bayern Munich), y permiten que el presidente de River se explaye sobre las supuestas bondades de la entidad, como si viviera en una nube, lo más lógico es que continúe en el cargo.

River, el fútbol argentino, y la sociedad, tienen los dirigentes que se merecen.

viernes, 10 de agosto de 2007

La llegada de Tevez al Manchester United cambiara muchas cosas (Yahoo)

La conferencia de prensa del escocés sir Alex Fergusson, última antes del debut del Manchester United ante el Reading por la Premier League de la temporada 2007/08 que se inicia en Inglaterra, tuvo un momento destacado cuando el entrenador de los “diablos rojos” admitió que desde ahora “nuestra liga se abrió al mundo, hay muchos extranjeros, y no será más una lucha por el campeonato sólo contra el Chelsea o el Arsenal”.

¿A qué se refería concretamente Fergusson, gran conocedor del mundo de la Premier League, no sólo por su vasta experiencia sino por tener un hijo empresario de jugadores de fútbol que viaja por todo el mundo? Básicamente a las secuelas que dejó la transferencia del argentino Carlos Tévez, de apenas 23 años pero con una larga trayectoria, que marcan un cambio de rumbo en Inglaterra.

Hay que recordar que Tévez llega a préstamo al Manchester United, y que su cotización definitiva no tiene una cifra clara, pero para que se destrabara el pase, primero el extraño empresario iraní Kía Joorbachián, con antecedentes penales en Brasil, poseedor de cinco pasaportes, y según muchos, la cara visible de otro controvertido empresario, Boris Berezovsky (residente en Londres y con prohibición de regresar a su país nata, Rusia), debió resarcir, tras largas negociaciones, al anterior equipo del argentino, el West Ham, al que jugando apenas la segunda rueda, salvó del descenso con goles tan claves como espectaculares, y convertidos nada menos que a equipos como el Tottenham, el Chelsea, el Arsenal o el propio Manchester United y en Old Trafford, en la última jornada.

La explicación de este tardío resarcimiento de Joorbachián al West Ham, para que liberara a Tévez, es la piedra del escándalo, porque tanto el delantero ahora, como también su compatriota Javier Mascherano, quien en enero fuera transferido al Liverpool, también proveniente de los hammers, son jugadores más pertenecientes a una dudosa corporación, que a un equipo. A tal punto se complica esta situación que llegó a manos del propio Joseph Blatter, presidente de la FIFA, que propuso investigar los movimientos de los clubes ingleses ante la alta sospecha de que se está en presencia de elementos mafiosos.

También de esta madeja puede deducirse que Tévez siga cambiando de equipos siempre a préstamo y nunca siendo adquirido de manera definitiva. Por caso, el club de origen de Tévez, Boca Juniors de Argentina, esperó hasta el cierre del acuerdo entre las tres partes en cuestión (West Ham, Manchester y Joorbachián), que se determinara por cuántas libras se realizaría la transferencia, porque en su acuerdo con el empresario, representando al grupo Media Sports Investments (MSI) en diciembre de 2004, cuando fue transferido al Corinthians de Brasil en la inusual cifra (para el mercado sudamericano) de 22 millones de dólares, al club argentino le corresponde un 20 por ciento del excedente de 20 millones de una transferencia de Tévez en adelante.

Por esta misma razón, el pase de Tévez nunca es definitivo, y de esta manera, el MSI o el club comprador, se ahorran no menos de 10millones de dólares en cada operación, y al mismo tiempo, el MSI se asegura la continuidad del control del pase del muy buen delantero argentino.

Sin embargo, el paso de Joorbachián en los últimos tres años no ha sido gratuito. Pese a que a su llegada a San Pablo para hacerse cargo de un club tradicional como el popular Corinthians, afirmò hasta el cansancio que nada tenía que ver con el ruso Berezovsky (a quien sindican ahora como responsable de planificar varios intentos de asesinato del presidente ruso Vladimir Putin y dueño de una fortuna cercana a los 40.000 millones de dólares provenientes de la privatización de empresas de los tiempos de Boris Yeltsin), esto quedó firmemente comprobado, y así fue como de un día para otro debió dejar al club brasileño casi sin cobertura, y se llevó con él a las dos estrellas argentinas, Tévez y Mascherano, si bien ni Boca ni River Plate (club de origen del volante ahora en el Liverpool) aclaran jamás qué entidad fue la emisora del voluptuoso dinero llegado a sus arcas de Buenos Aires. Ese parece ser un secreto guardado bajo siete llaves, aunque hay más de una especulación.

Una de ellas, por ejemplo, sostiene desde siempre en Brasil que aunque se dijo siempre que están enfrentados, Berezovsky y Román Abramovich, amo y señor del Chelsea, son más que amigos, llegando a tener juntos una sociedad, ambos beneficiarios de las empresas estatales de tiempos de Yeltsin. Y la mano derecha de Abramovich no es otro que el ex periodista y ahora influyente empresario israelí Pini Sabih, quien conformó una agencia de representación de jugadores llamada HAZ (iniciales que corresponderían a su apellido, y a los de los representantes argentinos Fernando Hidalgo y Gustavo Arribas), con sede en Islas Vírgenes, a donde suelen ir fortunas no declaradas (también llamados en el mercado como “paraísos tropicales”).

No casualmente, Abramovich y Berezovsky residen fuera de Rusia, ambos en Londres, y tampoco sea casual el excesivo gasto de ambos en estos años.

El pase de un jugador de los quilates de Tévez, primero de manera extraña de Boca al Corinthians en diciembre de 2004, y luego, tras meses sin jugar, yéndose en medio de un torneo brasileño para un club demasiado pequeño para sus antecedentes, como el West Ham, y la forma en que a último momento se destrabó el pase al Manchester United, hace indicar que algo huele a podrido en Londres, y no es precisamente un cuento shakesperiano.

No es casual tampoco que justo ahora la Premier League, que ya le cobró una multa de 10 millones de dólares al West Ham por la irregular llegada de Tévez en la temporada pasada –que el club pagó sin mucha polémica-, plantee ahora que revisará minuciosamente cada papel de cada jugador que llegue a su torneo.

El caso Tévez marca un nuevo tiempo en la Premier. El de la definitiva internacionalización de la liga inglesa, y el de la lupa posándose cada vez con mayor intensidad sobre el fútbol británico.

sábado, 4 de agosto de 2007

Un fútbol televisado y sin hinchas, en la Argentina (El Mundo, 5-8-07)

Después de un año con reiterados episodios de violencia en las tribunas y adyacencias a los estadios, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) determinó que a partir del Torneo Apertura que comienza en este fin de semana, los diez partidos de cada jornada sean televisados y que los clubes restrinjan al máximo las capacidades para los hinchas del equipo visitante.

Los dirigentes de los veinte clubes que participan del nuevo torneo de primera división, se vieron obligados a firmar una solicitada en todos los periódicos en la que piden perdón a los simpatizantes por estas medidas que consideraron “provisorias”, y que se inscriben en medio de una gran polémica al considerarse que todas las medidas apuntan a beneficiar otra vez al monopolio de la televisión, en manos de una alianza entre el poderoso diario “Clarín” de Buenos Aires, y la empresa “Torneos y Competencias”, quienes conforman juntos la compañía TRISA (Telered Imagen Sociedad Anónima).

Si hasta la temporada 2006/07 se televisaban seis partidos (dos de pago, tres por TV cable y uno en TV abierta), desde la actual se emitirán los diez partidos de cada jornada, pero además, con el cambio sustancial de que ninguno de ellos irá por la TV convencional, por lo que la única forma de acceder al fútbol será pagando un servicio de TV por cable, o TV digital, o bien, concurrir a algún bar de cualquier ciudad argentina.

El problema no termina allí, sino que Clarín, parte de TRISA, es accionista principal de las dos compañías de TV cable (Multicanal y Cablevisión) que están a punto de fusionarse, y también controla el canal de cable que emite los partidos sin codificar (TyC Sports) que se emite por las dos empresas de TV cable, y que tampoco existe más que un escaso número de decodificadores, lo que perjudicará a los habitantes que se encuentren lejos de Buenos Aires.

En síntesis, el simpatizante que quiere ver a su equipo, sólo podrá hacerlo si tiene acceso a pagar un servicio de TV cable, y si su corazón palpita por Boca Juniors o River Plate, no le alcanzará con ello sino que además, deberá pagar un extra por el sistema codificado, porque estos dos equipos se televisarán siempre por este sistema.

Quienes piensan que de todos modos los clubes serán beneficiados por el aporte económico que significa ser televisados cada semana, deberán conocer algunos otros detalles sustanciales, como por ejemplo, que a partir de esta temporada, la totalidad de clubes del fútbol argentino, esto es, los veinte de Primera A, y los veintidós del Nacional B, recibirá en conjunto como pago anual la suma de 180 millones de pesos por parte de TRISA, que significan poco menos de 60 millones de dólares (unos 50 millones de euros entre los cuarenta y dos) que en la mayoría de los casos, representa menos que la suma recibida por la transferencia de algún buen jugador al fútbol europeo.

La AFA tiene contrato con TRISA para la emisión de partidos hasta el 2014, aunque una cláusula permitía a los clubes revisar este contrato al llegar 2007, y fue allí cuando aprovecharon para presionar a la compañía y al propio mandatario de la entidad futbolística argentina, y dirigente número dos de la FIFA, Julio Grondona, para lograr “un aumento” de lo que percibían antes, menos de la mitad, pero la suma sigue siendo escasa para lo que se paga en el resto del mundo, y con respecto a lo que ingresan en otros conceptos. Por ejemplo, River recibió mucho más dinero por el pase de su portero Carrizo al Lazio italiano, que lo que percibe por emitirse sus partidos por TV codificada, lo que lo aleja de mucho de su público.

Si cada abono mensual a la TV cable vale unos 60 pesos, y se calcula que hay unos 4 millones de abonados en todo el país, las dos compañías de TV cable recaudan mensualmente unos 240 millones de pesos (unos 50 millones de euros), y aún a esto hay que sumarle el ingreso por la venta de paquetes de partidos codificados, a 25 pesos cada uno (unos 6 euros). Si apenas se vendiera un cuarto de paquetes sobre el total de abonados, se agregarían a las arcas de las compañías unos 6 millones de euros más. Es decir, 56 millones de euros mensuales, que ya serían más que el total de lo pagado a los cuarenta y dos clubes en el año. Lo que significa una ganancia de más de 600 millones de euros de ganancia, a costa de llevar partidos televisados a los viernes a la tarde o noche, o sábados en doble turno, o domingos a las 14, en pleno horario de almuerzo.

En cuanto a la lucha contra la violencia en los estadios, se ha debatido acerca de que la no presencia de hinchas visitantes (algo habitual en una liga que tiene mayoría de equipos de la ciudad o la provincia de Buenos Aires y los traslados no son muy extensos), no significa terminar con la violencia, sino simplemente suspenderla por falta de “ejércitos” para pelearse, pero al mismo tiempo demuestra la imposibilidad de convivencia social en el mismo contexto, como puede ser un estadio, entre quienes sostienen ideas o divisas diferentes.

Con más de cincuenta jugadores emigrados a otras ligas (más del diez por ciento de la totalidad de jugadores de la temporada pasada), y con estadios vacíos y la TV frotándose las manos, aún queda un pequeño resquicio para que los especialistas sostengan que Boca Juniors (campeón de la Copa Libertadores) y San Lorenzo (último campeón oficial) aparecen como los dos máximos candidatos a llevarse el Torneo Apertura que acaba de iniciarse.

viernes, 3 de agosto de 2007

La liga argentina regresa con menos público y más TV (Columna de Yahoo)

3-8-07



Los estudiantes de cualquier curso de marketing del mundo entero podrían tomar como buen ejemplo el fútbol argentino como para pensar, en algún posible ejercicio de práctica, cuál es la tentación que aparece en su oferta si por primera vez los diez partidos de cada fecha serán televisados, y si los espacios en las tribunas para el público visitante en cada estadio se reducirán a la mitad, para evitar episodios de violencia reiterados, como en la bochornosa temporada pasada. Pero si además a todo esto le sumamos que los mejores cincuenta jugadores han emigrado a otros países, ya cuesta entender cuál sería la atracción para acercar a la gente al fútbol.

Paradójicamente, el fútbol argentino acaba de ganar su sexto título mundial sub-20 en Canadá, siendo el quinto en los últimos siete campeonatos, de los cuales en seis, al menos llegó a la instancia semifinal, pero tratándose de jugadores que no llegan aún a los 20 años, ya hay varios que no juegan en este torneo oficial que se inicia este fin de semana, como los casos del arquero Romero (AZ Alkmaar de Holanda), los defensores Fazio (Sevilla) o Insúa (Liverpool), o los delanteros Zárate (Qatar) o Agüero (Atlético Madrid).

Pero el éxodo de los jugadores ha quedado lejos en las polémicas cuando en los últimos días previos al inicio del campeonato reapareció el tema de la televisión. En la Argentina existe una empresa llamada paradójicamente “Torneos y Competencias” (TyC) que lo que menos tiene en el mercado es, precisamente, competencia a la hora de emitir los partidos, y lo más extraño es que hace pocos años, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) renovó su vínculo con ella hasta el 2014 y si se habla tanto de la injerencia de la TV es porque en ese contrato de extensión de derechos, se indicaba que en 2007, es decir, este año, los dirigentes de la AFA podían rever el contrato, cosa que amagaron hacer pero fueron rápidamente “convencidos” llevando al doble la contribución total de TyC, que con todo, apenas llega a los 180 millones de pesos (poco menos de 60 millones de dólares), una cifra bajísima teniendo en cuenta los impresionantes beneficios que el fútbol le ocasiona anualmente.

Para tener una remota idea, se cree que si hay un hecho que catapultó a la Liga Española entre las dos primeras del mundo, peleando palmo a palmo con la inglesa (a la que le arrebató a David Beckham, Thierry Henry y va por Frank Lampard) fue precisamente el tremendo aporte de la TV, que ahora al renovar los contratos en 2007, por ejemplo, el Real Madrid, solamente, recibió 1000 millones de euros (unos 1150 millones de dólares, es decir, sólo el club blanco recibió más de diez veces lo que todo el fútbol argentino, unos cuarenta clubes) de Mediapro, para aceptar que se emitieran sus partidos, mientras que el Barcelona cobró apenas una cifra inferior, unos 950 millones, y el Atlético Madrid, cerca de 300 millones de euros.

Podría decirse que el mercado argentino es menor que el europeo o que la moneda vale cuatro veces y medio menos que el euro, pero si se calcula cuántos abonados tiene la empresa de TV por cable que emitirá los partidos cada fin de semana, se podrá ver con mucha claridad el negocio que representa el fútbol para la TV argentina.

Si bien es un secreto a voces que la cantidad de abonados en todo el país, a la TV por cable, es apenas menor a cuatro millones, y con un abono mensual de cerca de 20 dólares, la recaudación mensual es de 80 millones de dólares, por lo cual en un mes se cubre con creces la paga de todos los clubes en todo el año. El resto, 880 millones de dólares, queda como ganancia, aunque la cuestión no termina allí. Porque este año se decidió aumentar a cinco, sobre un total de diez, los partidos que irán codificados, es decir, por el sistema de Pay Per View (PPV), que deben pagarse aparte, a un precio de 8 dólares más. Si bien se calcula que ya no será tanta la gente que se abone a este sistema porque es tradicional ir a observar los partidos a bares, sin dudas representa un nuevo ingreso a las arcas de TyC nada desdeñables, sumado a que al no poder verse ni un solo partido oficial por televisión abierta, habrá muchos nuevos abonados, es más que probable que la ganancia anual supere los 1000 millones de dólares, y cuando el fútbol, que genera el espectáculo, le llegan 60. Un escándalo.

A tal punto es desbalanceada la situación, que hoy no queda claro por qué clubes de la tradición de River Plate, Boca Juniors, Racing Club, Independiente o San Lorenzo, por citar los más grandes, deben someterse a los dictados de la TV, aceptando jugar en horarios nocturnos los viernes o sábados, cuando los ingresos de cada uno por este rubro son incluso inferiores a los de algunas transferencias de sus jugadores al exterior. Por ejemplo River obtuvo por el pase de su excelente arquero Carrizo al Lazio de Italia, más dinero que lo que recibirá por todo el año por la TV.

En cuanto a la asistencia de público, tampoco parece ser una solución la rápida decisión de la AFA de disminuir a la mitad la cantidad de espectadores de los equipos que jueguen como visitantes para evitar enfrentamientos, porque la violencia no pasa por el número (salvo que interese mostrar hacia fuera que en las estadísticas disminuyeron los muertos y heridos) sino por la aceptación social del otro como alguien que apenas simpatiza por el equipo rival pero no es el enemigo.

Pero en vez de combatir a favor de un cambio de concepción de lo que es un espectáculo deportivo, la AFA consideró más rápido y fácil, bajar el número de espectadores visitantes con la idea tentadora de que “cuanto menos gente se enfrente, menos violencia”, sin entender que es importante que la gente aprenda a tolerarse y convivir dentro de un mismo espacio social.

Claro que falta un punto para entender el motivo de la rápida disminución de espectadores visitantes. Los que no puedan acompañar desde ahora a su equipo (la gran mayoría), los que se perjudican con esta medida, no tendrán otra alternativa que abonarse a la TV por cable, incluso a veces comprar el sistema PPV, o al menos, ir al bar a consumir y ver allí el partido. Siempre gana la TV pero hay algo aún más insólito: no hay casi ningún periodista que lo pueda decir en un medio como el argentino, en el que TyC lo controla todo, o casi todo.

jueves, 2 de agosto de 2007

Que papelon, estan jugando para la television

En otro tiempo esto era un cántico casi ingenuo en las canchas argentinas. Se bailaba para la televisión. Claro, no alcanzaba con la multitud vociferante, y había que complementarlo con el afuera, los que ya no podían entrar y se tenían que confirmar con ver los partidos "con la ñata contra el vidrio/pantalla" y esperar a que otra vez se pusieran en venta las entradas para el partido siguiente.
Qué lejos que parece todo eso. Hoy, el fútbol argentino, rendido ante el sucio mercado de los agentes que van y vienen, del monopolio de la TV de los Torneos sin Competencia que hacen lo que quieren y contienen un ejército de periodistas cual suplente de un Estado inexistente que ya ni siquiera controla ni mete sus narices en nada (tanto declamar en otros órdenes y en uno más fácil y local, inexplicablemente no lo hace), ya no tiene mucho para ofrecer.
Partidos sin convocatoria por la poca oferta de calidad de sus jugadores, cuando los cincuenta más importantes emigraron hacia cualquier destino en busca de un destino mejor, es decir, más del diez por ciento de todos los jugadores del torneo anterior. Gran posibilidad de que haya que vivir maltratos policiales, estadios con deficiencias estructurales que son avalados por los organismos de control ante el menor guiño o promesa vana de solución inmediata, y ni qué hablar de la violencia, que se está llevando lo poco que nos queda.
Y en ese contexto tan triste, tan desilusionante desde ya, los incapaces dirigentes del fútbol argentino, acostumbrados a atarlo todo con alambre y a pegarlo con cinta adhesiva, entendieron que la mejor forma de seguir tapando la realidad era con un pañuelo, que en este nuevo caso significó reducir la cantidad de simpatizantes en calidad de visitantes para evitar así más choques entre hinchadas/barras bravas.
Cuando en la semifinal de la Copa Libertadores de 2004 se enfrentaron Boca Juniors y River Plate a dos partidos, ambos sin hinchada visitante, pudimos comprobar una mayor violencia en el propio campo de juego, como aquello que por ejemplo ocurriera en el partido de ida entre Marcelo Gallardo, Horacio Amelli y Roberto Abbondanzieri, la recordada escena del arañazo. Por entonces, la prestigiosa psicóloga aplicada al deporte y titular de la cátedra en la Facultad de Psicología en la UBA, Liliana Grabín, me recordó que la violencia existente no se disipa, sino que se tranforma, se traslada, desde las tribunas al campo de juego ante la inexistencia de la barra rival para el enfrentamiento directo. Ahora nos preguntamos si esta ausencia de violencia en los estadios casi por decreto, desde la AFA, no se trasladará a otro orden, a otros días y a otros espacios sociales, o es que morirá allí, en el intento. Nos preguntamos si acaso puede esta sociedad violenta dejar de serlo sólo porque dirigentes sin la menor idea ni creatividad, decidieron que no haya convivencia para que entonces no haya violencia. Parece un razonamiento infantil. Por otra parte, estamos ante la presencia de otro hecho, paralelo, que no vimos que se haya mencionado mucho en los reiterados análisis sobre el fenómeno. Cada vez más, notamos que en los espacios públicos es difícil que grupos que defienden otra idea, otros colores, puedan convivir sin agredirse, sin insultarse, y ultimamente, sin aceptar al otro como tal, es decir, sin anular su propia existencia. Pasamos de "esta noche les tenemos que ganar" a "A esos putos les tenemos que ganar" y hasta al "jugadores, a ver si ponen huevos, no juegan contra nadie". Al menos antes eran horribles, o putos, pero eran. Hoy, ya ni siquiera son. "No jugamos contra nadie", "no existen". Ante ese peligro de negación del distinto, los dirigentes, en vez de buscar las raíces con seriedad, siguen en el mismo camino de la exclusión, todo por unos pocos pesos de más que la TV les da, para que no molesten, para que no chillen aunque sea dos días, para que Raúl Gámez, uno de los escasísimos quejosos, se callen de una buena vez.
Mientras gran parte del periodismo debate si Boca o River deberían traer a fulano o mengano, el fútbol se desangra, se vacía con estas medidas ineficaces por donde se las miren, pero además, entreguistas, y sólo el impecable Víctor Hugo Morales y su equipo de "Competencia", de Radio Continental (lo más digno, por lejos), mantiene su independencia de criterios y su profundidad. El resto, a callar complicemente, para luego en muchos casos, aparecer luego hipocritamente como "combativos y progres".
Pocos se preguntan a quién cuernos favorece más que los hinchas no puedan seguir a sus equipos como visitantes, o como bien sostienen Morales y su equipo, que la TV esclavice a los clubes aún pagando por año menos que el pase de un jugador al exterior. Y cuál es entonces el rol de Julio Grondona, presidente de la AFA y dirigente número dos del fútbol mundial, pero también, por qué el Estado no puede regular esta situación y terminar de una vez por todas con que buena parte del país sólo pueda ver a River o a Boca (ahora que irán siempre por TyC Max), en el rato que aparezcan en el "Fútbol Deprimente" de los domingos a la noche. Ni qué hablar de los tres minutos por reloj que tendrán los hinchas de Bánfield o Argentinos Juniors, por dar dos casos, que no tegan el dinero para pagar al menos una consumisión en un bar de cualquier punto del país.
Sin dudas, antes estaban balando para la televisión. Ahora, ya juegan decididamente para ella.