Posiblemente en cuanto a poderío institucional se refiere, hace bien Julio Comparada, el presidente de Independiente (que no hay que olvidar que en su momento abrió las dos puertas del club a la familia sindicalista Moyano, o está construyendo un nuevo estadio al que en vez de nombrarlo como "Ricardo Bochini", le puso "Libertadores de América"), en quejarse reiteradamente del escaso lugar que un prestigioso club como el que preside ha tenido en estos últimos años, aunque debería preguntarse cuál es su rol para que eso ocurra, o por qué recién ahora, cuando el pescado está casi vendido, sale a llorar por tratar de recuperar apenas un pedacito de gloria.
Nos referimos a esto porque Comparada volvió a lloriquear por un supuesto mal arbitraje de Carlos Maglio en el nuevo clásico perdido con Boca (que ya le lleva tres partidos de ventaja histórica revirtiendo una de las más largas patermidades argentinas, justo en tiempos de concentración de poder), ligándolo especialmente con que por primera vez, no se eligió a un árbitro internacional para un partido de la importancia del que se jugara el miércoles en Racing.
Sin embargo, a nuestro entender, Maglio no tuvo la menor incidencia en el resultado. Independiente lo pierde (2-3) porque hoy, y desde hace mucho, Boca es mucho más. Y en el campo de juego sólo se refleja la enorme diferencia institucional que hay, hoy, entre Boca y los otros diecinueve equipos del campeonato. Por suerte, el fútbol permite esperanzarse a hinchas de equipos con alguna chance de pelear el campeonato ante la mediocridad reinante, y porque Boca juega al mismo tiempo la Copa Sudamericana, en diciembre, el Mundial de Clubes de Japón, y ha estado cuatro fechas pendiente del regreso de Juan Román Riquelme y tardó en fichar a Leandro Gracián, a Gabriel Paletta o a Carlos Bueno. También Boca ha dado en el pasado reciente la ventaja de contratar, con el Apertura 2006 ya ganado, a Ricardo La Volpe para regalarlo como para que no haya tanta diferencia, porque hay que convenir, como dijimos en otras columnas, que fue Boca el que perdió ese torneo y no Estudiantes el que lo ganó.
Boca es mucho más que el resto, porque debería dividir esta supremacía con River Plate. O al menos, hubiera tenido que dejarle una buena porción, por el lugar que ocupa River entre los hinchas argentinos. Entre uno y otro, se llevan más del ochenta por ciento de los simpatizantes nacionales. Sin embargo, así como la dirigencia de Boca un dìa trajo a La Volpe, la de River parece empeñada en hundir al club al punto de dejar el camino expedito a Boca, con lo cual, por este camino, el fútbol argentino se desequilibra.
Clubes practicamente esclavos de la TV, entregados de pies y manos, firmando contratos que casi ni leen, a ojos cerrados, y entregando su patrimonio por migajas sólo a cambio de unas cuantas dádivas personales desde la cúpula de la AFA. Boca no se salva de esto, pero Boca sabe que en ese movimiento, aún en la miseria, tiene mucho más para ganar en ese río revuelto, que de perder, como termina ocurriendo en la última década.
Entonces Independiente pone lo que puede. Independiente, el que por tantos años fue indiscutido rey de copas, orgullo nacional (como cantan sus melancólicos hinchas), con grandes equipos que hicieron historia, hoy navega en el voluntarismo y la ilusión que aparece cada lustro por ganar un torneo corto que por fin lo proyecte internacionalmente, aunque sin una base de sustento, y apenas con un tridente interesante y en buena racha (Daniel Montenegro, Rodrigo Díaz y Germán Denis, acaso con la posibilidad de Ismael Sosa y la colaboración de Machín). Y no es poco en un torneo en el que, nos comentaban hoy, 142 jugadores de los 400 pasaron alguna vez por el Nacional B y muchos otros son extranjeros y la mayoría de los restantes, juveniles. Pero sí es muy poco ante este Boca casi europeo, que le antepone un equipo ya formado, que se da el lujo de retener más temporadas a Banega, Ledesma, Palacio, o que cuenta en sus filas con los Palermo, Ibarra, Caranta, y se da el lujo de traer más figuras y aún sueña con el inalcanzable Riquelme. Ante esa cruda realidad, este Independiente tiene poco que hacer. Puede anteponer entusiasmo, apostar a errores defensivos xeneizes, y encomendarse a Dios. Pero de diez partidos, podrá ganar uno, con mucha suerte.
Hoy, recién hoy, Comparada se da cuenta de todo lo que su club, y él mismo cedieron en este tiempo. Cuando ya es muy tarde, cuando el fútbol argentino es Boca y el resto. Ek fútbol que supieroin conseguir, mientras los negocios siguen, y el Estado mira para otra parte. Unos, con el anillo del "Todo pasa" y ahora otros, con el anillo del "Algo queda", como luce en la mano de un dirigente con nuevas ansias de poder.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario