Qué paradoja (¿O parajoda?) la del fútbol argentino de estos tiempos. Pareciera que todo se hace a propósito para hacerlo fracasar, o al menos para que todo beneficie a los intereses de la TV (¿los propios?).
Se nos explicó en 1985 (las mismas autoridades que ahora en la AFA, y las mismas que estaban ya desde 1979 en el poder) que había que volver a cambiar el formato de los torneos oficiales (se jugaba un Nacional corto, y luego, un torneo largo), para estar a tono con Europa y aceptar convertirnos, definitivamente, en país exportador de jugadores. Para eso, no cabía otra que organizar los campeonatos como en Europa, es decir, de setiembre a mayo, aún con el riesgo de jugar en el intenso calor, y parar en la mejor época climática del año, sólo para vender jugadores al otro lado del océano y para ser invitados a los tradicionales (y cada vez más suculentos) torneos veraniegos.
Lo cierto es que casi nunca un equipo argentino juega esos torneos, salvo honrosas excepciones, y los campeonatos argentinos ni siquiera guardan las vacaciones que se toman, como corresponde, los europeos. Entonces los toneos argentinos comienzan, como este Apertura, a principios de agosto, y el libro de pases no sólo sigue abierto aquí mientras el torneo ha comenzado (un despropósito que hace que un mismo jugador enfrente dos y hasta tres veces al mismo rival) sino que en Europa, permanece abierto hasta una altura corresponiente a la sexta o séptima fecha del torneo argentino, sobre diecinueve totales que dura el torneo. Aberrante por donde se lo mire, pero con la impotencia de no poder modificar nada de esta realidad, atados como están los dirigentes a las dádivas oficiales (llámese, invitaciones a asistir a los Mundiales, cargos en Zurich, beneficios empresariales fuera del fútbol y tantos otros).
Y si a esto se le suma aquella defens que se esgrimió desde el poder acerca de que los torneos cortos traerán más emoción, y que los tres puntos en juego harán cambiar permanentemente el status del campeonato, pruebas al canto con lo que ocurre en éste mismo. Si por ejemplo el miércoles Independiente venciera a Boca, estaríamos hablando, al finalizar la quinta fecha, de un "casi campeón" en menos de un cuarto del torneo. Incluso si empataran, no podríamos variardemasiado nuestro concpto y aún podríamos tener abierta la incertidumbre apostando al mismo Boca, o a Vélez, tal vez a algún equipo de racha, pero sin engañarnos acerca de que lo más probable es que Independiente, a la postre, termine siendo el campeón.
Es decir: se cambió el organigrama para vender jugadores, pero en Europa se descansa lo correspondiente, y los torneos tampoco comienzan como en la Argentina sino un mes después. Los equipos argentinos no son invitados a los toneos de verano, y a la quinta fecha, y con equipos destrozados y sin sus principales jugadores, ya casi se sabe el final. ¿En qué quedamos, entonces?
Sin embargo, en la paradoja argentina, todo sigue igual......nada cambia. O Todo pasa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Pese a que soy fana del Rojo, estoy de acuerdo con vos y lamento que no sea un torneo emocionante con varios equipos en la lucha por la punta.
Desgraciadamente, y como todo en nuestro país, el organigrama está diseñado para el enriquecimiento de los empresarios y la rápida venta de jóvenes e inexpertos jugadores al Viejo Continente privilegiando el dinero antes que la formación futbolística y humana de esos pibes.
Todo pasa, menos Grondona...
Publicar un comentario