martes, 13 de mayo de 2008

Por un periodismo deportivo libre, culto y avanzado (La Jornada, Mendoza)

Aprovechando el feliz quinto aniversario de la aparición de “Jornada”, este escriba pretende contar su experiencia de un viaje por el continente sudamericano y España, entrevistando colegas y reuniendo extensa bibliografía sobre la situación de los medios de comunicación y el deporte para un próximo libro que aparecerá durante este año. (1)
Recorrer las redacciones en San Pablo, Río de Janeiro, México DF, Buenos Aires o Montevideo, implica, más allá de las diferencias naturales entre distintas culturas, comprobar algunas notables similitudes, entre las que podemos destacar las dos más fuertes: la existencia de monopolios de medios orales y un decaimiento cultural de los periodistas deportivos en la medida en que las generaciones son más jóvenes.
Entre los monopolios existentes, los dos casos más graves, aunque muy distintos entre sí, son los de Uruguay y Argentina. Si bien en ambos se trata de la conformación paulatina de un Estado dentro de otro Estado, con la gran mayoría de periodistas orales contratados por la misma empresa mediática que baja un discurso único, al menos en las formas, en Uruguay el dominio casi total, abrumador, está en manos de Francisco “Paco” Casal, empresario también de jugadores y de gran pero en la Asociación Uruguaya (AUF).
En cambio, en la Argentina, “Torneos y Competencias” (TyC) aparece, siempre como Estado dentro del Estado, pero al menos con una cara más empresarial o más general que en Uruguay, donde todo parece de dominio unipersonal. Sin embargo, la problemática es muy parecida. Ante el público, sin embargo, al menos en Uruguay es claro que algunos canales que quedaron fuera del monopolio tienen pocas posibilidades de injerencia en el fenómeno del fútbol (deporte que nosotros abordamos en el estudio), mientras que en la Argentina, se disimula una supuesta competencia entre canales que no lo es tal debido a que a fin de mes, todos los periodistas, o su gran mayoría, cobran en la misma ventanilla. Incluso ahora se ha sumado Canal 7 estatal, que transmite los viernes un partido del Torneo Clausura mediante la producción de TyC.
En México y en Brasil, la situación es algo menos monopólica si bien podría hablarse de un duopolio como mejor caracterización. Si en México Televisa aparece como el gran emporio, que ha facilitado no sólo que el país organizara ya dos mundiales (1970 y 1986) sino también su rápida inserción en las copas sudamericanas (Libertadores y Sudamericana), al menos comparte hoy el poder, aunque más no fuera mínimo, con Azteca TV, nacida estatal como Imevisión.
En Brasil, el gigante de le las telecomunicaciones, O Globo, mantiene su total dominio pero cede algunos partidos a otros canales, como Bandeirantes, justamente para que no se la acuse de monopólico, y hasta permite que su propio periódico acepte duras críticas de algunos de sus columnistas hacia el poder del fútbol y el propio Ricardo Texeira, presidente de la Confederación Brasileña (CBF) y yerno del ex mandatario de la FIFA, Joao Havelange.
Lo que hemos percibido con claridad, es que en los cuatro países latinoamericanos, los periodistas que intentan tener cierta profundidad en su análisis o que pretenden tomar con mayor seriedad la profesión, suelen refugiarse en los medios escritos, especialmente en los diarios (debido a la crisis que en todos lados sufren las revistas), y en TV, el medio que por excelencia ha tomado a los más críticos con el poder, ha sido ESPN.
Juca Kfouri, un brillante periodista de San Pablo, también sociólogo, atribuye esta situación a que posiblemente “siendo la empresa estadounidense, pueda más la libertad y la distancia ante el poder, que cualquier otra cosa, y seguramente habrá percibido que es lo que falta en Latinoamérica al menos en cuanto a fútbol”, pero no es casual que los periodistas más críticos, y con un alto nivel de popularidad, participen de esta programación (Víctor Hugo Morales en Argentina, José Trajano o el propio Kfouri en Brasil, José Ramón Fernández, acaso el más parecido a Dante Panzeri por la dureza de sus críticas, en México).
En cuanto a los medios escritos, la queja es similar en todos los países: la generación de menos de 40 años de edad lee poco, es un producto mucho más de la imagen y los textos cortos de internet, un mayor desconocimiento de la historia, no sólo general sino deportiva (el ejemplo más alarmante es cómo los periodistas veteranos de Brasil lamentan que los jóvenes colegas desconozcan absolutamente datos del seleccionado campeón mundial en Suecia, ahora que se cumplen cincuenta años del hecho).
Lo que hemos notado también es que Argentina termina siendo una excepción en cuanto a formación profesional, tomando incluso en cuenta a España. En los otros países analizados, los periodistas que hacen deportes (nos resistimos a llamarlos “periodistas deportivos”, porque creemos que se es periodista primero, luego la especialidad) son, en la mayor parte de los casos, universitarios. En la Argentina, muchísimos han sido formados en academias o cursos de tres años, en los que muchas veces imparten clases ex jugadores o entrenadores antes que los propios periodistas.
España es un tema aparte, tal vez con mayor democracia en cuanto al reparto de derechos televisivos o la posibilidad de emisión de distintos medios, pero también creemos que la concepción del fútbol en ellos es mucho más comercial y basada en el espectáculo (fichajes, protagonistas, escándalos) y mucho menos en el análisis.
Lo importante de esta comparación en la que hemos trabajado es comprobar una vez más, que aún queda mucho por hacer, y luchar, en el periodismo especializado en deportes en el continente y que aún con diferencias, la problemática general no deja de ser la misma, de fondo.
(1) “Fútbol y periodismo de los dos lados del Atlántico” (Editorial Paidós)

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