Si John Terry no fallaba su penal, ahora estaríamos diciendo que el Chelsea hubiera sido un buen campeón y tal vez este dato nos pueda dar una pauta de lo equilibrada que fue la final de esta edición de la Champions League en Moscú, que fortuitamente se llevó por tercera vez en su historia el Manchester United, que a lo, largo del certamen era el principal candidato y el que, aún habiendo bajado mucho su nivel, siempre creyó en conseguir el máximo objetivo.
Esta final reunió varias paradojas, como que el considerado mejor jugador del mundo, el portugués Cristiano Ronaldo, a punto de dejar la Premier League para fichar por el Real Madrid en una cifra record, fallara su penal en la definición, luego de que Peter Cech le aguantara su primer amague sin moverse, o que Terry, quien llegó a jugar sin mover su brazo izquierdo y quien milagrosamente pudo acceder a jugar cuando provenía de una dura lesión de clavícula muy recientemente, fallara su penal por resbalarse, y que quien errara el último fuera justamente Nicolas Anelka, el gélido francés que cedió ante el gesto de Van der Sar de que le pateara a su izquierda como señalaba con el dedo.
Pero puede decirse que siempre una final de Champions League reúne una suma de pequeñas grandes historias, como la euforia del arquero holandés del Manchester, o que el argentino Carlos Tévez (envuelto en la bandera de su país que le va haciendo ganarse hasta a los que no son hinchas de Boca Juniors), sumara su décimo título a los 24 años, entre ellos, la Copa Libertadores, el Brasilerao y el torneo olímpico o la Copa Intercontinental.
Paradójicamente, una vez más, Tévez salvaba, un año atrás y en Old Trafford, al West Ham del descenso nada menos que ante el Manchester United en el que ahora juega y parece ireemplazable en las finales, y el ya múltiple exitoso e indiscutido sir Alex Fergusson, prefiere quitar a Acholes o a Rooney antes que al argentino.
El Manchester United, que ahora deberá representar al fútbol europeo en el Mundial de Clubes de Japón en diciembre, suma a su nuevo título de Liga este doblete con la Champions League en un año brillante, al que sólo le faltó (y por poco) la FA Cup, y aunque no desplegó en el último tiempo un juego parecido a lo que era el del anterior campeón en 1999 (Giggs y Scholes jóvenes, Beckham, Yorke y tantos otros), puede decirse que merece más el trofeo por lo general que por la final, algo que suele pasar en más de una ocasión aunque en la propia definición, aún en el alargue, siempre en los momentos de paridad fue el que primero buscó el triunfo, seguro de ser el mejor.
Pero la Champions también marcó, esta temporada, el absoluto predominio del fútbol inglés de equipos (con la nueva paradoja de que la selección inglesa no se clasificó para la fase final de la Eurocopa de Austria y Suiza), no sólo con los dos finalistas sino con el Liverpool y el Arsenal, primero, en un soberbio duelo de cuartos de final, y luego,. El de Chelsea y Liverpool en semifinales.
Por el lado del Chelsea, el hecho de estar a un penal de ser campeón demuestra el enorme trabajo realizado por el israelí Abraham Grant, ninguneado por la prensa europea que ahora le pide disculpas, aceptando que en los años de esplendor de los azules, el portugués José Mourinho no habia llegado nunca tan lejos.
Las lágrimas de Ferry al final, o la desazón del empresario ruso Román Abramovich, muestran cuán cerca estuvo el Chelsea y que el Manchester United contó con la suerte como aliada, pero su mayor virtud es haber estado siempre dispuesto a ayudar a esta suerte.
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