Son días muy difíciles para Kaká, uno de los mejores jugadores de fútbol del planeta. El brasileño se debate entre lo que le dicta el corazón y lo que indica la razón, y todo el ambiente se encuentra por estas horas a la espera de una decisión que sea cual fuere que vaya a tomar, dejará una fuerte marca en los próximos tiempos.
Al brasileño Ricardo Izecson Dos Santos Leite se lo conoce mucho más como Kaká en el ambiente del fútbol y por estas horas decide, en un pequeño grupo compuesto por su padre y representante, el ingeniero Bosco, y su vocero, Diogo Kotcho, si acepta o no la impresionante oferta del Manchester City, ahora manejado por jeques árabes, de cien millones de euros para su club, el Milan, y quince millones de euros netos por año para su cuenta bancaria.
Cualquiera diría que en un fútbol súper profesional como éste, capaz de manejar este tipo de ofertas que hace temblar los cimientos de cualquier persona, no hay mucho ue pensar y sólo resta hacer las valijas y mudarse de ciudad e imponer condiciones de estrella.
Pero Kaká ha demostrado que, extrañamente para este tiempo, no es un jugador más. Ni en calidad técnica ni en la humana. Porque no siendo milanés, ni siquiera italiano, no es frecuente que aún joven y sabiendo las pretensiones de un suculento Manchester City y de la permanente seducción del Real Madrid (el recientemente renunciado presidente Ramón Calderón llegó a proponer su contratación en las pasadas elecciones), el talentoso brasileño dijera apenas hace unos días que pretendía con el tiempo ser el capitán y líder del Milan, equipo en el que quisiera “envejecer”. Toda una declaración de amor poco frecuente en tiempos de afecto sólo hacia el dinero.
Por eso es que por estas horas, encerrado con su familia en Milan, y mientras ya diecisiete mil “tifosi” milaneses arman una web para tratar de buscar el modo de que Kaká no se vaya, y cientos protestan en la puerta de la sede del club para que ni su presidente (y actual mandatario italiano) Silvio Berlusconi, ni su segundo máximo dirigente, Adriano Galliani, lo dejen partir, Kaká llora. Porque se encuentra ante una enorme encrucijada: o el amor por una camiseta con la que se siente identificado, o una ganancia tan enorme que pasaría a ser uno de los hombres más ricos del planeta y acaso ante una oportunidad que no volverá a tener en su vida.
Por estas horas, también los medios de comunicación presionan a su modo. El tradicional diario deportivo de Milán, “La Gazzeta dello Sport”, le recuerda en sus editoriales a Kaká lo ocurrido con su ahora compañero ucraniano Andrei Sevchenko, gran goleador del Milan que fue tentado por su compatriota y magnate dueño del Chelsea, Román Abramovich, y su mediocre paso por Londres lo hundió sin poder regresar a ser aquel gran delantero que fuera dos años atrás ni siquiera volviendo al clun de sus amores, donde frecuenta el banco de suplentes.
A Kaká lo espera un ansioso Robinho, su compatriota que no para de decir las bondades de quien fuera consagrado mejor jugador del mundo por la FIFA en 2007, y una cantidad de buenos jugadores como el argentino Pablo Zabaleta, el paraguayo Roque Santa Cruz y el inglés ex Chelsea Wright Phillips, pero el Manchester City apuesta a armar un equipo muchísimo mejor que el que tiene y con el que apenas escapa al descenso a la First Division. Por eso se habla de la contratación de un arquero como Gianluiggi Buffon, de la Juventud, frustrado el fichaje del español Iker Casillas.
¿Subyuga este proyecto del Manchester City a Kaká, o tanto dinero no podrá contra un proyecto más vital y acaso más cercano a sus afectos y a sentirse dentro de la familia del Milan, tal como él mismo lo dijo apenas días atrás? Todo un misterio que será desvelado en pocas horas y que conmueve al mundo del fútbol.
Se trata de una operación que encierra en total nada menos que 256 millones de euros, y con la que el Manchester City daría un golpe final, al estilo de lo que ocurriera en los primeros tiempos del Chelsea de Abramovich. El paso siguiente, según lo indican los rumores crecientes, pasaría por la contratación de Carlo Ancelotti, hoy entrenador del Milan, quien a su vez sería reemplazado en julio por el holandés (y ex compañero suyo en el Milan) Frank Rikjaard para la temporada 2009/10.
Ancelotti insiste en que el Milan no se resentirá con la ida de Kaká, y también es extraño que el club haya permitido que el Manchester City hablara con la familia de Kaká, y hasta casi la mitad de los tifosi rojinegros consultados por distintas encuestas, cree que con ese dinero, el Milan podría apostar a armar un equipo más joven como cuando la Juventud se desprendió de Zinedine Zidane, transfiriéndolo a Real Madrid, y con los nuevos fichajes ganó las dos ligas siguientes.
Pero en el fútbol no hay seguridad. No se trata de matemáticas y allí está el Milan, con tantos fichajes, con tantas estrellas, y sin embargo, sigue sin poder conseguir una defensa acorde con su historia.
Kaká debe decidir entre el amor a la camiseta y el poder del dinero. No parece fácil y es humano, como todos. Si decidiera quedarse en el Milan, sería un gran golpe a favor de la deportividad. Pero si decidiera lo contrario, también habrá que entenderlo y tratar de ponerse en su lugar, aunque para la gran mayoría de los habitantes de este planeta, eso es demasiado complicado.
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