martes, 6 de enero de 2009

Llegó Messi y dejó su fútbol en los zapatos del mundo (La Jornada)

El Rey Messi llegó por la destemplada noche de Madrid y depositó su enorme fútbol en los zapatos de los amantes de este deporte que se torna maravilloso cuando aparecen cracks de este calibre, y se fue ovacionado, de pie, por la gran mayoría de hinchas del Atlético Madrid, en el propio estadio Vicente Calderón, que vieron cómo su equipo nada podía hacer ante este tremendo Barcelona, que le ganó con comodidad y simpleza por 1-3 en el partido de ida de octavos de final de la Copa del Rey.

Valió la pena superar la helada, enfundarse por completo y sentarse en la platea del Calderón para presenciar semejante recital de fútbol de todo el Barcelona, hoy por hoy, lejos, el mejor exponente de fútbol de alta clase, y que se da el lujo de rotar a su plantel y dejar sólo cuatro titulares ante un equipo de los más grandes y de mejores jugadores de España, como el Atlético.

Pero si además de contar con jugadores de tamaña jerarquía, y de un andamiaje casi perfecto, con presión sobre el rival hasta el minuto noventa, pase lo que pase con el resultado, se suma a Lionel Messi entre los once, ya la distancia es tan pero tan grande, que los partidos pareciera que se jugaran casi para cumplir con el reglamento.

El Barcelona no necesita ni vestir de azulgrana. De amarillo da lo mismo, y con titulares, o suplentes, o mezcla de ambos, establece un monopolio del balón y un cambio de ritmo que desorienta y desanima al más pintado, y anoche, el recital fue completo con un Messi claramente en posición de mejor jugador del mundo, autor de los tres goles, uno de penal y dos de gran factura, pero nos quedamos con una magnífica apilada que terminó con la pelota en el travesaño y la primera ovación.

Nada menos que con Diego Maradona en la platea, Messi las hizo todas, con la única pena de que en una incomprensible decisión (luego disfrazada en vano de fiebre), el entrenador mexicano del Atlético, Javier Aguirre, a quien el público exigió dimisión durante el partido, dejó afuera del compromiso a Sergio Agüero, cuando si algo le quedaba a este equipo para ganar en la presente temporada era esta Copa del Rey, lejos del Barcelona en la liga (catorce puntos a día de hoy) y con la Champions League como sueño más que como realidad.

Es claro que el Atlético tiene mejor plantel que en otros tiempos, pero también, que hay demasiada diferencia entre su ataque, contundente (especialmente cuando juega el Kun), y el resto de las líneas, sin ideas a la hora de generar juego, y menos, cuando enfrente se encuentra tamaño rival como el Barcelona, acaso el mejor equipo del mundo, con brillantes jugadores, mucha presión, y muy buenas ideas. Allí, los “colchoneros” se vieron en un auténtico laberinto futbolístico.

Ni hablar cuando en el penal que generó a principios del segundo tiempo el 0-2 fue expulsado el defensor central holandés Heitinga. Porque si ya la diferencia era insalvable, si el Barcelona llega a tener un jugador de más, se acaba el partido, que fue lo que ocurrió aunque el checo Ujfalusi encontrara de cabeza el momentáneo 1-2, porque aún se debe jugar la semana próxima la revancha en el Camp Nou, y con tres goles en Madrid, el Barcelona jugará demasiado tranquilo porque hasta un 0-2 lo mete en cuartos.

Da gusto ver a este Messi, que a mitad de temporada se acerca a los veinte goles, lo cual marca en la proyección, una cantidad desmesurada para un joven que no se dedica a concretar goles, sino que llega a ellos porque su talento desborda.

Si Víctor Hugo Morales, en el mejor relato de gol de la historia del fútbol, llegó a preguntarle a Maradona, “¿de qué planeta viniste?” ante Inglaterra en el Mundial de México 1986, en el Calderón se pudo haberle preguntado a Messi “de qué estrella bajó” para regalarnos su enorme fútbol, depositándolo en nuestros zapatos en el día de Reyes.

El mejor jugador del mundo es argentino, pero lo disfruta el mundo. Ojalá lo pueda aprovechar la selección. Maradona lo pudo comprobar in situ y se habrá dado cuenta, esperemos, que no es sólo un “pasador”, sino una superestrella, el fútbol mismo, como bien entendió, desde el primer día que lo dirigió, el muy inteligente técnico del Barcelona, Josep Guardiola.

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