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Este texto no parece real. En cierto modo, no lo es.
La sensación es que una vez escrita cada letra, será borrada instantáneamente
porque no parece posible que pueda ser verdad que nos estemos refiriendo a la
muerte de nuestro colega y amigo Rodolfo Doria, con apenas 49 años.
La noticia fue un masazo que nos desvastó, que no
nos permitió dormir, que nos alteró los días siguientes y que seguramente
influirá por mucho tiempo junto a una tristeza sin fin.
Nos preguntábamos con otro amigo compartido por ambos,
Gustavo Nigrelli, entrañable compañero de los tiempos del Círculo de
Periodistas Deportivos y quien compartió por décadas la sección Deportes de
Diario Popular con Rodolfo, por qué tanta depresión. Y la respuesta del “Negro”
fue clara: acaso, porque “Rudolf” forma parte de momentos de mucha felicidad en
nuestras vidas, cuando nos íbamos haciendo periodistas casi sin darnos cuenta.
Cuando despertábamos a la adultez junto con el advenimiento de la democracia.
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