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En los años setenta, en tiempos de la democracia
pre-dictadura, era común que desde la tribuna del equipo que goleaba a su
rival, partiera la canción de moda “Flaco no te vayas/flaco vení/quedate a ver
a mi equipo/ te vas a divertir”.
Era una forma de decirle al de la tribuna de
enfrente que más allá de una circunstancial victoria con baile incluído, había
un espacio común en el estadio de fútbol, una fiesta por compartir al punto que
se le pedía que no la abandonara por el mero hecho de un mal resultado.
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