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La selección brasileña terminó en primer lugar la
fase de grupos de la Copa Confederaciones con una pareja participación en los
tres partidos, y una idea de juego de conjunto y por primera vez en muchos
años, como consecuencia de un trabajo muy profesional llevado a cabo por uno de
los entrenadores más serios y de mayor trayectoria, Luiz Felipe Scolari.
Tras la caída en el Mundial de Sudáfrica, hace tres
años, la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) confió en un resistido Mano
Menezes para comandar el equipo nacional, pero más allá de los magros
resultados, en ningún momento aparecieron señales de mejora, y esto pudo volver
a verse en la gris Copa América de Argentina en 2011.
A partir de allí, Menezes quedó en la mira de todos,
no pudo conseguir un funcionamiento acorde a lo que Brasil significa, no sólo
como potencia mundial sino por el hecho de afrontar como local tanto la Copa
Confederaciones como el Mundial de 2014.
Fue entonces que comenzó en la CBF la idea de un
cambio sustancial. No había más tiempo y había que tomar decisiones fuertes. Y
se buscó la seguridad y experiencia de dos entrenadores muy vinculados a éxitos
pasados e indiscutibles desde sus conocimientos: Carlos Alberto Parreira,
vinculado siendo muy joven, a México 1970 y a Estados Unidos 1994, y Luiz
Felipe Scolari, campeón mundial en Japón-Corea 2002 y de gran campaña con
Portugal en Alemania 2006.
Scolari y Parreira son muy distintos, pero el
primero es claramente un entrenador con mucha psicología, muy conocedor del
jugador, y Parreira sólo pretendía ser director deportivo, lejos del césped. La
dupla comenzó a funcionar de a poco, instalando primero un marco de seriedad, y
alejando a varias estrellas de los sponsors y todo lo que rodea al mundo del
fútbol..
Scolari prefirió, en esta etapa, no convocar ni a
Kaká ni a Ronaldinho, pese a los rumores que indicaban lo contrario, y en
cambio, privilegió dotar de todo lo necesario a Neymar, aislándolo de todas las
posibles dificultades, para pasar a jugar con un 4-3-3 muy interesante junto a
Fred y a Hulk.
Scolari es consciente de que este equipo brasileño
tiene jugadores de mucha calidad (tal vez Neymar sea, en ataque, el único que
podría dar el salto y llegar más lejos, sumado a que en la próxima temporada se
potenciará por el juego del Barcelona), pero le falta ese jugador
desequilibrante que es Lionel Messi en Argentina, Xavi Hernández o Andrés
Iniesta en España, o hasta Luis Suárez y Edinson Cavani en Uruguay, y hasta Andrea
Pirlo en Italia, pero optó por dotar al equipo de un sistema seguro, de una
defensa fuerte, y de una ofensiva con mucha capacidad de gol.
Parreira y Scolari pactaron no meterse cada uno en
el trabajo del otro. El único objetivo es el Mundial y el director deportivo
saldrá siempre a respaldar al entrenador en caso de que sea necesario. Muchos,
incluso, leyeron equivocadamente el mensaje de Scolari cuando dijo que lo mejor
era trabajar cuando se le preguntó por las durísimas manifestaciones en las calles
de todo Brasil, quejándose contra la clase política.
Lo que sí quiso decir Scolari es que en este
momento, el equipo debe concentrarse en los objetivos, aislándose de todo lo
que pudiera afectarlo. Lo dijo en otras palabras Parreira, cuando afirmó que la
ecuación para obtener grandes resultados es “alimentación+preparación
física+concentración”.
¿Puede este equipo brasileño ganar la Copa
Confederaciones? Todo indica que el próximo miércoles, en Belo Horizonte, el
rival será Uruguay, que llega “muy armado”, según declaraciones de Scolari
después del buen triunfo ante Italia por 4-2 del sábado, aunque pareciera que
sí es posible vencer por parte de los verde-amarillos.
Scolari está dando garantías a sus jugadores. Se
suele decir en fútbol internacional, cuando se habla de las selecciones de más
tradición y jerarquía, que cuanto menos jugadores entran, más claro el mensaje
y mayor muestra de solidez y de definiciones en búsqueda del afinamiento para
la gran competencia.
En este sentido, Scolari hace jugar a no más de
quince de los integrantes de su plantel. Y esa es una muy buena señal. Y
también resulta interesante un partido ante Uruguay porque al no haber jugado
la clasificación sudamericana por tener plaza asegurada como local, le faltó
saber cuál es la medida ante esta clase de equipos, muy templado para
situaciones como ésta, con jugadores de clase y un entrenador de enorme
experiencia como Oscar Tabárez.
Pero todos esperan con ansias la final ante España
en el Maracaná. Uno de los partidos más esperados por el mundo del fútbol y que
servirá como medida para saber en qué momento se encuentra cada uno.
Para Brasil, sin dudas el gran test antes del
Mundial que marcará si más allá del resultado, el rumbo es el correcto. Para
España, casi el último escollo, con tribunas repletas y volcadas en contra,
para comprobar si también en una definición tan fuerte como ésta puede seguir
teniendo la pelota y evitar que el rival juegue todas sus cartas.
Acaso esta Copa Confederaciones termine dándonos
muchos elementos ya para ir pensando en el Mundial del año que viene, cada vez
más cerca.