lunes, 26 de septiembre de 2016

Pequeñas arqueologías futboleras (Por Marcelo Wío)




Se cuenta que en un restaurante, que nunca es el mismo, de Jerez de la Frontera, trabajan como mozos los futbolistas más habilidosos y exquisitos. Cada noche, mientras despachan mesas, juegan un prolijo, silencioso, secreto partido entre los pies de los clientes, las sillas y mesas, que ni se enteran de los tránsitos de balón, regates y astucias soberbias. 

En cuanto presienten que alguien ha sospechado tales partidos, se cambian de restaurante - además de adoptar nuevos nombres y de modificar fisonomías con peinados, tintes, bigotes, barbas y otras minucias sin bisturí -. 

Algunos, y muy de tanto en tanto, se trasvasan, morigerando sus destrezas, al fútbol profesional. No se sabe por qué, hubo una época en que varios de ellos se pasaron al césped televisado. Debieron inventarse biografías leves, comprensibles, que no trastornaran todo el tinglado futbolístico. Existen sospechas fundadas de que dos de esos emigrados, eran Xavi Hernández, Lionel Messi y Andrés Iniesta: Alberto Gaditano, Jesús Amado y Marcos Campanari, sus nombres verdaderos.
***
En Siberia se juega un partido de balompié que comenzó en mayo de 1904. Se trata de un encuentro entre los miembros de dos batallones, uno ruso y otro japonés, que erraron el camino a un enfrentamiento completamente distinto al que terminaron ejecutando. 

Extraviados en orientación, primero, para luego terminar también por olvidar órdenes, objetivos, métodos, adiestramientos; es decir, todo lo que los había llevado hacia esa zona del mundo. Recordaban, eso sí, algo sobre un enfrentamiento, 
una cierta animosidad; pero que no sabían entender del todo. Así pues, reunidos por el azar en un mismo e inverosímil lugar de esa inmensa estepa reverdecida brevemente por la primavera septentrional, ambos batallones, enfrentados unos a otros, no supieron que hacer. 

Como todo iba signado por la estocástica, fue la casualidad la volvió a intervenir para destrabar esa quietud casi simétrica: a un ruso se le cayó un balón de la mochila – producto de la mala calidad de ésta, y de las inclemencias a las que se había visto expuesta en breves meses -. 

El impulso, nacido de recuerdos vagos y de ímpetus lejanos de patios y calles y descampados, los llevó a jugar un partido nómada, desahuciados por los vientos y los climas que traían consigo. Por momentos, los jugadores creen estar repitiendo un rito cosmogónico; o se convencen de que ese traslado del balón mantiene en marcha la andadura planetaria. 

Los lógicos, cientificistas y apologistas de lo único, estiman que no son los mismos los que juegan hoy en día – si es que lo hacen, puesto que también dudan de ello -, sino sus descendientes, reproducidos en algún poblado y arrancados a las madres siempre y cuando de varones se trate. Como sea, es que es muy difícil dar con ellos – la última vez los divisó un avión espía estadounidense en 1969 -: porque se confunden a veces con los pobladores locales (lo que abona la tesis de los doctos en lo “normal”, lo “predecible”), y, sobre todo, porque transcurren largas temporadas en que un equipo (batallón) se hace con el control del balón y, toque a toque, sale disparado, y el otro termina por perderle el rastro – a veces durante meses, y hasta años -. 

Demás está decir, que los turbadores de lo absurdo, de lo imposible, lo inverosímil, dicen que llamar fútbol a andaduras, es una exageración. Pero señores, el fútbol mismo es una exageración. De otra manera, sería algo tan triste como el balonmano – esa imitación, o intento burdo, de quienes tienen los pies de hormigón - o el ganchillo.
***
Mil ochocientos tantos. Acaso algo antes, incluso. En unas callejas de Dublín, seguramente ultrajadas por la lluvia y alguna mugre suburbana. Un niño espera, sentado sobre un balón de fútbol, la concurrencia de otros de los suyos – la mitología (prosaica, floja), más que la historia, quiso que se llamara Sean Connolly -. Pero no llegan.

Como si hubiese llegado demasiado tarde o temprano, espera, tozudo, sentado sobre el balón, que comienza a ceder a su peso breve y mal colocado hacia un extremo, a lo que el niño se escurre hacia el otro polo, que también cede, obligándolo a migrar sus sentaderas nuevamente. Y espera. Quizás a que termine de amanecer. O a que pase la lluvia – no, esto no; nadie espera por esos lares tal cosa -. Todo termina por acontecer; hasta lo que nunca sucede. Así pues, llegan los niños. Esos que Sean aguardaba obstinadamente. 

Se acercan, los niños, con afán de fútbol. Mas es imposible jugar con aquella ovalación que no responde a dominios, a pericias. Enfurecidos, algunos cargan contra el Sean, “el esperador” (como fue conocido en un principio). Entonces, otros decidieron cometer contra los otros – es ley de vida: a toda acción, una reacción -. Sean cogió el balón y salió pitando. Corridas. Golpes. Placajes. Caídas. Resbalones. Así, sin saberlo, bajo un atardecer – quiso la idealización – dublinés, unos niños indignados compusieron el germen del rugby, “el hijo torpe del fútbol”, como se conoció en sus inicios. 
***
Xao Chi, obsecuente imperial chino, fue requerido por un subalterno (cuyo nombre, como el de tantos irrelevantes, se ha perdido – para fortuna de sus descendientes -) del Emperador. El encargo era sencillo, le dijo: invéntele un juego nuevo al Emperador, que está harto de las intrigas poetizadas del palacio. 

El encargo era para el subalterno, no para Xao Chi, desconocido por el Emperador – también por sus hermanos, debido a una vergüenza vieja que no viene al caso -. Pero el enjuto, borrachín y asiduo al opio subalterno delegó el encargo, como encomendaba todo aquello que implicara esfuerzo, a Xao Chi, que como todo lameculos, carecía de virtud alguna. 

El Emperador, le explicó el subalterno, sólo había pronunciado una palabra: Go. Ese vocablo debía inspirar el juego, ser su alma. Xao Chi, evidentemente, procedió a delegar, a su vez, la tarea. Eligió al primero que tenía a mano; un primo lejano, al que consideraba un imbécil del que podía aprovecharse fácilmente. El primo aceptó el encargo y, si bien los plazos impuestos por el Emperador habían sido mezquinos, concluyó su invento dos días antes de su finalización.  Le explicó las reglas a Chi. Le dio dos contenedores de bambú con piedras cuidadosamente escogidas y pulidas en su interior (las fichas, le dijo): blancas en uno, negras en el otro. Le entregó un grueso tablero de madera de cerezo sobre el que había pintado en negro (y barnizado luego: veintisiete capas de laca) una cuadrícula. ¿Y cómo se llama?, preguntó Chi. Go, claro, respondió el primo, mirando a su familiar con lástima disimulada. Chi repitió la descripción del juego al subalterno, y éste, al Emperador, que ipso facto mandó a que fuera ejecutado – el subalterno*, claro -: eso no refleja la palabra Gol, fue la sentencia sucinta, la condena irrevocable. 

Igualmente, el Emperador, que no era ningún chambón, estimó que tal ingenio lúdico, le otorgaría prestigio a su cultura – y a él mismo, qué tanto: era un legado del que valía la pena apropiarse, otorgándose el crédito de su invención -. Ya otro pueblo, pensó, más vulgar, más simple, descubrirá el cuerpo para el alma del vocablo Gol.


*El subalterno no delató a Chi porque conjeturó, acertadamente, que su propia familia terminaría corriendo su suerte, al saberse que delegaba los encargos que se le hacían explícitamente a él. Aún le quedaba algo de dignidad cuando no estaba apaleado por los licores o la adormidera.

domingo, 25 de septiembre de 2016

El Barcelona, la selección argentina, y Messi (Yahoo)




En pocos días, la rotura muscular del aductor derecho de Lionel Messi, que lo mantendrá alejado de las canchas por tres a cuatro semanas, generó problemas diplomáticos por tironeos entre sus dos equipos habituales, el Barcelona y la selección argentina, pero también pudo haber derivado en una enorme crisis con el propio entrenador del equipo albiceleste, Edgardo Bauzá.

Bauza, que suele ser generoso en declaraciones a los medios de comunicación argentinos de más peso, y que lleva apenas dos partidos oficiales en el banquillo por la clasificación al Mundial 2018 tras haber sido elegido en un complicado casting por la actual intervención a la Federación Argentina, cometió un serio error, que fue señalar al Barcelona por querer utilizar siempre a Messi y se refirió al club sosteniendo que “no lo cuida lo suficiente”.

Bauza, que siempre dirigió clubes y nunca antes una selección (y menos de la estatura y el peso de la argentina, primera en el ranking mundial), chocó inmediatamente contra la prensa catalana, que lo colocó en portada y se le echó encima inmediatamente, colocando el tema en la portada y direccionando sus enojos hacia el entrenador, del otro lado del Océano Atlántico.

Básicamente, la prensa catalana le hizo ver a Bauza que si la selección argentina necesita a Messi y rinde menos sin él, como es lógico de esperar, lo mismo ocurre con el Barcelona, y hasta le citaron ejemplos en los que el club intentó protegerlo, aunque afloraron temas de un pasado no muy lejano como la resistencia de muchos compatriotas de Messi con el crack y lo que a “La Pulga” le costó imponerse en su propio país y cómo, en cambio, fue el Barcelona el que lo sostuvo y lo contuvo en esos duros momentos y también ante la falta de títulos con su selección nacional.

Fue esta reacción de los medios catalanes, el efecto de la más pura globalización, y el temor de la AFA a que la relación con el Barcelona ya no sea la misma cuando la selección argentina seguirá necesitando convocar al jugador y de la buena voluntad del club blaugrana, lo que motivó que Bauza quedara en una situación muy delicada en su nuevo trabajo porque el interventor de la federación argentina, Armando Pérez, tuvo que salir a bajar el tono de la polémica y hasta terminó llamando al presidente del Barcelona, Josep Bartomeu, para pedirle disculpas (algo que rápidamente reflejó el vocero de la entidad ante los medios locales y para que se conozca en el mundo).

Pérez, en Buenos Aires, llegó a manifestar que había que “ubicarse” al referirse a la “desacertada” frase de Bauza, lo que lo colocaba en una situación muy difícil, aunque de momento,  todo sigue igual si bien se trató de un grave error que no tiene precedentes en los entrenadores anteriores como Gerardo Martino, Alejandro Sabella,  o Sergio Batista.

De todos modos, y más allá de que Bauza, habitualmente sensato en sus declaraciones y opiniones, no tuvo razón en este caso (porque en todo caso, el Barcelona necesita a Messi para sus competencias tanto como la selección argentina para las suyas), también hay un tercer elemento que apareció apenas en el debate y que no es para nada menor.

Se trata del rol que el propio Messi juega en las decisiones de aparecer jugando en todos los partidos posibles con ambas camisetas, la del Barcelona y la de Argentina.
Muchos de los que estuvimos en la final de la Champions League 2006 contra el Arsenal en París, podemos recordar lo que Messi sufrió por no haber podido disputar ese partido, cuando aún contaba con apenas 18 años de edad, al punto de no asistir a la zona mixta y casi no formar parte de los festejos del Barcelona por no haber podido jugar por una lesión.

Messi siempre quiere jugar y ha llegado a tener duros conflictos con diferentes entrenadores del Barcelona por haberlo reemplazado en algunos partidos (incluso, en los que no había tanto en juego) y hasta se ausentó de algún entrenamiento posterior por su enojo.

Josep Guardiola recuerda en el gran libro “Messi”, del gran periodista catalán residente en Londres, Guillem Balagué, que su relación con el crack no pudo haber comenzado peor en 2008, cuando se hizo cargo del equipo, Messi no le hablaba y se retiraba de los entrenamientos sin dirigirle la palabra. Pep lo consultó con su ayudante de campo de siempre, Manel Estiarte (que fue un grandísimo jugador de waterpolo) acerca de lo que podía estar ocurriendo y éste le explicó el posible sentir del argentino: el Barcelona no lo dejaba viajar con Argentina a los Juegos Olímpicos de Pekín, y le había ganado el recurso que había presentado la AFA en el TAS (Tribunal Arbitral del Deporte).

Cuando se enteró de lo ocurrido, Guardiola acudió al entonces presidente Laporta y le pidió que pese a todo, el Barcelona dejara viajar al joven Messi a los Juegos y todo terminó en la medalla dorada para Argentina y en una grandísima temporada del club catalán.

Todo indica que no sólo la solución sigue pasando por un entendimiento inteligente entre las dos partes, como ocurrió hasta ahora, sino que también hay que tratar de hacerle entender al propio Messi que muchas veces, no jugar un partido sin tanta importancia, puede ser útil para poder jugar más partidos que sí la tienen, sin perderse ninguno de éstos.

Es cierto que no es fácil y en la medida en que Messi fue creciendo como jugador hasta hacerse poderoso en sus decisiones y acatamientos, fue cada  vez más complicado explicarle que debe cuidarse y elegir los partidos y los momentos, para también es cierto que al fútbol se juega en equipo y que hay un entrenador y que éste no siempre puede quedar bien con la máxima estrella.


Entrevista que me hicieron en la agencia Noticias Argentinas

http://www.noticiasargentinas.com.ar/nuevosite/56652-la-historia-afa-en-un-libro-que-cuenta-sus-miserias-riquezas.html

Reseña del libro "AFA, el fútbol pasa, los negocios quedan" en la web El Once

http://www.elonce.com/secciones/espectaculos/476731-fntbol-libro-cuenta-las-secretas-miserias-y-las-histnricas-riquezas-de-la-afa.htm

Entrevista que me hicieron en LU 14 Radio Provincia de Santa Cruz

http://radiocut.fm/audiocut/entrevista-lu-14-sergio-levinsky-autor-de-afa/

Entrevista que me hicieron en 221 Radio (La Plata), en el programa de Osvaldo Fanjul

http://221radio.com.ar/v2/sergio-levinsky-la-televisacion-y-la-superliga-seran-dos-batallas-que-habra-en-afa/

Entrevista que me hicieron en FM 104.7

https://ar.radiocut.fm/audiocut/entrevista-a-sergio-levinsky-autor-afa-el-futbol-pasa-los-negocios-quedan/

Entrevista que me hicieron en Radio Nihuil de Mendoza

http://radionihuil.com.ar/hablamos-sergio-levinsky-libro-futbol-pasa-los-negocios-quedan/

Entrevista que me hizo Radio Universidad de Cuyo

http://www.unidiversidad.com.ar/sergio-levinsky-messi-es-un-artista-del-futbol

martes, 20 de septiembre de 2016

Boca sigue siendo más de lo mismo




Por momentos, este Boca Juniors modelo 2016 hace recordar al Real Madrid de 2003, en los primeros tiempos de Florentino Pérez. Se mueve espasmódicamente tratando de fichar jugadores a la moda, más allá de que los necesite o no, al punto de que tiene superposición en algunos puestos y nada en otros; un jugador estrella manda y decide por el resto al punto de parar entrenamientos para “sugerir” cosas o se enoja si no se cumple con lo que propone, y el equipo sigue jugando tan mal como en tiempos pasados. Poco ha cambiado.

Este fútbol argentino que se mueve hacia donde puede y con los recursos que le quedan por las pésimas administraciones, sin embargo, fue saliendo de a poco de la absurda polémica entre menottistas y bilardistas, más armada por la prensa interesada en la polarización que por conceptos reales. En todo caso, el debate viene desde fines de los años cincuenta entre los que pregonaban un fútbol más mecanizado y físico y los que seguían defendiendo el fútbol con estilo criollo.

Y en este contexto actual, varios equipos han logrado desprenderse de estas polémicas y ya intentan otras cosas, como el saludable momento de Defensa y Justicia de la mano de un renovador real como Ariel Holan, que proviene del hockey sobre césped, o los intentos de Independiente, desde la llegada de Gabriel Milito con su cultura made in Barça, o los primeros estertores de un regreso al juego colectivo y dinámico del River de Marcelo Gallardo, aún con mesetas, o la siempre digna actitud de San Martín de San Juan o Godoy Cruz de Mendoza, sin dejar de mencionar, aunque en baja, la eterna búsqueda estética de Rosario Central o la solidez desde hace varios años de San Lorenzo de Almagro.

La gran pregunta es por qué Boca, uno de los clubes o acaso el club con mayor pasar económico, no ha logrado en todos estos años llegar a un rendimiento estético sostenido, pese a las enormes inversiones en jugadores y cuando ya ha cambiado de director técnico desde Claudio Borghi a Julio Falcioni, pasando por Carlos Bianchi, Rodolfo Arruabarrena y ahora Guillermo Barros Schelotto.

Y la respuesta puede deberse en parte a la presión iniciada en los medios, y en cierta cultura que se fue estableciendo acerca de que en base a todo lo ganado en la primera década de este siglo, tiene que obtener títulos cada año. Tanto es así que la sensación es que hace mucho tiempo que no sale campeón cuando lo fue en diciembre pasado, y no sólo del torneo local sino en la Copa Argentina.

Pero las urgencias y lo que los medios llaman “obligaciones” fueron generando una especie de atolondramiento por la voracidad de ganarlo todo sin importar a qué costo, y sin necesidad de creer que a los objetivos se puede llegar presionando, corriendo, metiendo, pero sin la base del juego mismo, cuando los grandes campeones de la historia de Boca primero jugaron, primero tuvieron técnica, y en todo caso a eso le agregaron el plus de la garra, de la actitud,  de la presencia.

Hace ya muchos años que con muchas estrellas, pagando fortunas por muchos jugadores (muchas veces, gastando de más por muchos fichajes), Boca no consigue jugar. No logra un patrón de juego elemental y hasta ha malogrado a muchos de sus futbolistas, sumado a que tampoco ha sabido elegir ni tampoco pudo recurrir a las divisiones inferiores, que pese a ganar muchos títulos no consiguen el objetivo final de ascender a la Primera a sus jóvenes.

En el presente, este equipo de Boca fue conformado desde el ascendente poder de Carlos Tévez, quien ni siquiera ocupa un lugar claro en el esquema, porque siempre fue un jugador difícil de clasificar. Nació como diez, pero fue nueve (y se quejó de serlo), peleó por un lugar en la selección argentina como extremo izquierdo con Sergio Agüero, fue falso nueve y volvió a ser media punta detrás de los delanteros en la Juventus.

Ahora, Guillermo Barros Schelotto decidió que este Boca juegue en base a Tévez y acabó siendo uno de los tantos que repiten fórmulas tácticas de moda como ahora es el 4-2-3-1 sin explicar por qué hay que hacer lo que todos hacen (en el mundo).

Pero Barros Schelotto olvidó que en el 4-2-3-1, al menos en los equipos más ofensivos, los cuatro jugadores del medio hacia arriba son de ataque, juegan cerca del arco rival, y dos de esos tres que juegan a los costados, son extremos y no volantes que se paran cerca de la raya central del mediocampo, lo que determina que lleguen exhaustos al fondo de tanto tramo por correr.

¿Por qué, con tanta inversión, con tanto plantel, Boca sólo coloca cuatro jugadores fijos de ataque si apenas si lo atacan y podría defenderse con menos jugadores? Por el tremendo pánico a perder que hace que al final, se pierda puntos (y títulos) de todos modos.

Es cierto que la temporada recién comienza, pero resulta llamativo que Barros Schelotto esté tan lejos de encontrar un equipo base, y que hoy haya demasiadas incógnitas (¿doble cinco? ¿Cubas queda o se va? ¿Quién sale si vuelve Gago? ¿qué pasará con los colombianos Barrios y Pérez? ¿En qué quedará lo de Zuqui? ¿Bou o Benedetto?).

Sin apostar a un cambio en el juego, sin una política coherente de fichajes, Boca sigue deambulando sin ton ni son por los torneos, y se parece a aquel Real Madrid que fichaba a todos los jugadores de moda mientras se desprendía de Claude Makelele porque no vendía camisetas, y así le fue por varios años.

Hoy mismo, hace escasos meses, asumió Rafa Benítez con sus tácticas sofisticadas. Se fue, quedó Zinedine Zidane con la simpleza de algunos retoques, y los blancos recuperaron el rumbo.

Muchas veces es más cuestión de sentido común que de movimientos rimbombantes, aunque en Boca piensen lo contrario.




domingo, 18 de septiembre de 2016

Con algunas certezas, por fin despega el Aleti (Yahoo)



Muchos, internamente, reconocen que el que pasó fue un verano extraño. El Atlético Madrid no vivía una situación como ésta desde hace años, porque viene de atravesar tiempos tranquilos, con un trabajo a largo plazo que comenzó en 2011 con el argentino Diego Simeone como entrenador.

Sin embargo, las cosas parecía que comenzaban a cambiar cuando en el final de la temporada 2015/16, el Atlético perdió por penaltis la final de la Champions League de Milán ante el Real Madrid por segunda vez en tres años, y como en 2014, había estado al borde de ganar el más preciado trofeo europeo, pero una vez más se quedó en la puerta del título.

La desazón llevó a Simeone, un indiscutido por los hinchas y socios del Atlético que valoran ampliamente su trabajo que encumbró al equipo a lo más alto, a señalar en la conferencia de prensa posterior a la final que necesitaba tomarse un tiempo para pensar si seguiría o no, pese a que su contrato había sido ampliado hasta 2020.

La situación se tornó tan complicada, que los dirigentes más importantes del Atlético, el consejero delegado Miguel Gil Marín, y el director deportivo Andrea Berta, tuvieron que desplazarse a Buenos Aires durante las vacaciones para convencerlo de que siguiera, especialmente en este momento tan importante para el club, que se coronará en la próxima temporada con la mudanza del estadio Vicente Calderón al de La Peineta.

Las negociaciones no fueron fáciles e incluso, distintas versiones indican que Simeone estuvo a punto de marcharse pero los dirigentes le señalaron que el camino para tomar esa decisión era pagar la correspondiente cláusula y el argentino decidió no hacerlo y tampoco se hicieron cargo dos de los clubes que lo pretendían, ni el Inter de Milán ni el PSG del poderoso jeque qatarí Al Thani.

Finalmente, esta semana se dio a conocer que Simeone y los dirigentes resolvieron dar por finalizado el contrato que los une en 2018, es decir, dos años antes de lo previsto, y no parece casual, si lo relacionamos con lo que hemos contado en la introducción de esta columna.

2018 no es un año más, sino cuando acabe la primera temporada en el nuevo estadio, y por otra parte, cuando acabe el contrato de Simeone con el Atlético será justo cuando se juegue el Mundial de Rusia, y puede que al terminar el mismo, quede vacante el puesto de entrenador de la selección argentina, a la que no accedió en esta oportunidad por estar ya comprometido con el proyecto a largo plazo del Atlético, pero que lo encontrará libre si existe la chance dentro de poco menos de dos años.

También el Inter italiano sigue pretendiendo contratar a Simeone, quien no sólo fue jugador del club sino que mantiene una excelente relación con su compatriota, vicepresidente, ex capitán e ídolo del club milanés, Javier Zanetti, quien ya manifestó que el club y el entrenador “se encontrarán en algún momento”.

Tampoco parece que el PSG haya renunciado a contar con Simeone en el futuro y de hecho, si fichó como entrenador a Unai Emery, fue porque esperó hasta cuando pudo al argentino desde que se marchó el francés Lorent Blanc al finalizar la pasada temporada, pero no pudo concretarse el acuerdo al no estar dispuesto a pagar la cláusula de rescisión al Atlético.

Algunos relacionaron los dos primeros malos resultados del Atlético en la Liga (dos empates poco usuales ante Alavés en el Vicente Calderón y ante el Leganés), a que las cosas no estuvieron bien en el verano y a que el argentino consideró seriamente marcharse.

Existen versiones que hasta sostienen que Simeone recriminó a su plantilla tras esos dos partidos recordándole que ya desde la pretemporada le advertía que no la veía bien, algo que no había ocurrido anteriormente y que habría sorprendido a más de un jugador.

Sin embargo, algo de positivo tuvieron esas conversaciones entre Simeone y la plantilla, porque hay pocos entrenadores en el mundo con tanta capacidad de convencimiento y de llegar a fondo a sus jugadores.

Desde ese momento, el Atlético, ahora compuesto por estrellas que integran una de las plantillas más completas y ricas, con fichajes caros con la idea de acercarse en la competencia al Real Madrid y al Barcelona, comenzó a despegar y llegaron tres resultados contundentes, que dejan la idea de que los “colchoneros” volvieron a ser aquel equipo regular y complicado de las temporadas pasadas.

El contundente 0-4 en Vigo a un siempre difícil Celta, dirigido por su compatriota (y ex compañero en distintas selecciones nacionales) Eduardo Berizzo, sin dudas marcó un cambio sustancial a favor. Pero mucho más el 0-1 en Holanda al PSV que fue complicadísimo rival en la pasada Champions League, para rematar con un clarísimo 5-0 al Sporting de Gijón este pasado fin de semana por la Liga, justo cuando esperaba el Barcelona en el Camp Nou.


Con muchas más variantes que en temporadas pasadas, y con la certeza de que Simeone se sentará en el banquillo de entrenador por dos temporadas más, el Atlético cuenta ahora con algunas certezas para iniciar el despegue definitivo y lanzarse a buscar la Champions que se le negó por muy poco en los últimos años, y a pelear en cada una de las competencias, como ya se acostumbraron sus seguidores.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Pep, Mou, los resultados y el juego




En el pasado fin de semana, hubo un derbi en Manchester que volvió a enfrentar a dos entrenadores, dos líneas de pensamiento, dos filosofías, al margen del esperado partidazo (que no defraudó para nada) entre el Manchester United y el Manchester City por la Premier League inglesa: Josep Guardiola y José Mourinho.

Ambos José tienen, más allá de ser tocayo, muy pocas cosas en común. Son dos entrenadores prestigiosos, que cobran fortunas tras sus largas trayectorias, y acabaron recalando en dos de los principales clubes del mundo, y vecinos de la misma ciudad.

Sin embargo, Mourinho, “The especial one”, se considera y hace ser considerado, un pragmático, alguien que no sólo defiende la obtención de un resultado por sobre todos los demás aspectos del fútbol, sino que hasta cuando en reiteradas oportunidades tuvo la chance de poder decidir con una nutrida chequera a qué jugadores fichar, optó casi siempre por gente que tuviera despliegue, fortaleza física, velocidad, pero no siempre le importó la técnica como primer fundamento.

Guardiola, en cambio, tiene como primer aspecto del fundamento, la mejora en el juego, en la dinámica colectiva. No le alcanza con ganar sino que busca hacerlo por vías en las que se tiene en cuenta el “cómo” y es tan perfeccionista, le da tanto lugar a la tenencia del balón para poder establecer su sistema de juego, que necesita un tiempo lógico para que todo se adapte a esta búsqueda.

Si el Barcelona llegó al pico máximo de la belleza en el juego con él en el banco entre 2008 y 2012, y algunos de sus detractores atribuyeron parte del rotundo éxito a sus jugadores, en especial Lionel Messi, ya menos lugar para las críticas quedaron tras su reciente paso por el Bayern Munich y ahora se encontró con otro plantel rico y de una tercera liga en el Manchester City pero ya puede comenzarse a ver su mano, su trabajo colectivo.

Más allá entonces del resultado, que es anecdótico porque eso hasta puede corresponder al azar, lo que más nos interesa recalar es en los aspectos del juego, y en el pasado derbi de Manchester quedó evidenciada la diferencia entre las dos filosofías.

Y el Manchester City arrasó al Manchester United. Lo vapuleó. Lo dominó por completo en el primer tiempo. Administró perfectamente la pelota, a la que tuvo casi todo el tiempo, llegando con peligro, tocando de un lado al otro, y recuperándola inmediatamente las veces que la perdía.

Ya en el segundo tiempo le costó mantener el mismo ritmo, pero en especial jugó en los locales en Old Trafford, empujados por su público, el grave error de un arquero como Claudio Bravo que pese a los títulos acumulados no nos ofrece total seguridad (especialmente en las salidas en el juego aéreo), que permitió el descuento gracias a una genialidad de Zlatan Ibrahimovic.

Pero aún así, quedó claro cuál de los dos equipos fue el dominador, y por momentos, en especial en el primer tiempo, la situación se pareció mucho a lo ocurrido en aquel impresionante 5-0 que con los mismos entrenadores en los bancos, el Barcelona le asestó al Real Madrid en la Liga Española.

Una vez más, en el cara a cara de los dos entrenadores, quedó claro tanto lo que importa tener el balón, si se lo administra con buenos fines, y lo que puede ocurrir si se renuncia a él especialmente ante equipos con muy buenos jugadores, bien parados, y que no cometen demasiados errores.

Si se depende del otro y el balón lo tiene el otro, también ocurre que si no se recupera rápido la pelota, es el otro el que tiene la facultad de llegar a la meta (el gol) y en todo caso, no lo conseguirá si sus jugadores no tienen precisión o fracasan en su cometido, pero…¿y si aciertan? La impotencia entonces pasa a ser total. ¿Por qué llegar a eso? ¿Por qué depender del otro?

La segunda cuestión es que si se depende del otro y no se tiene la pelota, para recuperarla hay que correr el doble y sin la certeza de conseguirlo, con el enorme desgaste físico, y psíquico, que significa sentir la superioridad del otro porque hay que recordar la verdad de Perogrullo sobre que al fútbol se juega con una pelota, no es atletismo, y la velocidad por sí misma no es un valor (como nos quieren hacer creer desde muchas transmisiones televisivas en el mundo que nos ponen en pantalla los kilómetros recorridos por los jugadores durante los partidos).

Y la tercera cuestión es el resultado, porque cuando se pierde, no se tuvo casi nunca la pelota, y no hubo diversión, la sensación de vacío es total. ¿Qué le deja, un partido así, al que perdió? Absolutamente nada. Demasiado para corregir, pero mucho más que eso, la sensación de haber sido superado en todos los sectores de la cancha.

En cuanto al resultado, un punto aparte: en una oportunidad, la única en la que se enfrentaron con sus equipos tras el estéril enfrentamiento que creó la prensa argentina en 1982, un diario deportivo argentino tituló a toda pompa que César Luis Menotti (a quien decían defender en sus ideas) le había ganado a Carlos Bilardo porque su equipo, Independiente, le había ganado al del otro, Boca Juniors, como visitante en 1996 (0-1).

Bilardo, el director técnico derrotado, nos dijo meses más tarde, “Nunca gané más que ese día, al contrario de lo que quisieron hacer ver, porque para decirlo, se basaron en el resultado”. Y lo le faltó razón a Bilardo.

Muchas veces, erróneamente, se cae en esa contradicción porque el fanatismo por defender posiciones supuestamente progresistas, lleva a no reflexionar sobre lo que se argumenta.

Si lo que importa es el juego, pues entonces reflexionamos a partir del juego.
Y es desde el juego que podemos afirmar que el Manchester City de Guardiola, aún en formación, es decir que puede jugar aún mucho mejor (¿dónde estará su techo?) vapuleó al Manchester United, en juego (principalmente) y luego en el resultado, pero el concepto no habría cambiado ni aún si por cualquier razón, los “diablos rojos” hubiesen llegado a empatar, sea por el viento, otro error de Bravo, o una genialidad.

Aquel que pudo ver el partido, sabe de lo que escribimos. Y al que no lo vio, le recomendamos que lo haga.

Es allí donde tanto palabrerío queda sepultado por los hechos. Y es allí donde la diferencia entre Pep y Mou se hace demasiado grande, inalcanzable.


domingo, 11 de septiembre de 2016

La mano invisible de Zidane (Yahoo)




No gana premios por su trabajo y tampoco es demasiado considerado hasta ahora. Lo que hizo, la temporada pasada, fue apagar silenciosamente el incendio que había dejado su antecesor en el banquillo, Rafa Benítez, de manera tranquila y sin declaraciones grandilocuentes.

Zinedine Zidane, de él se trata, siempre fue visto por el madridismo como el crack que deslumbró en sus últimos años como jugador luego de un resonante pase desde la Juventus, y que ayudó a ganar la novena Champions en 2002 ante el Bayer Levenkusen con una volea sensacional cuando el partido se complicaba y otros citan aquella jugada que lo identificaba como uno de los jugadores más finos que vistió la casaca blanca: “la roulette”.

Pero con el mismo silencio que llegó a ser el entrenador del Real Madrid, primero el francés se preparó para ocupar ese lugar, sin intentar cortar camino en el tiempo, y esperando que su momento llegara solo, como consecuencia de los hechos, y con la experiencia que había acumulado previamente como ayudante de campo: vio trabajar primero a Carlo Ancelotti y luego a Benítez, y fue entrenador de categorías juveniles.
Zidane siempre ha sido una persona inteligente, medida, sobria y de pocas palabras y muchos silencios. Lo fue como jugador, porque no necesitaba correr demasiado sino lo justo (como un deporte como el fútbol lo pide, porque la velocidad exacta no es la de batir récords atléticos), y siempre supo frenar y hacer pausas muy necesarias para poder pensar.

En esa sensatez, Zidane aparece hoy en el Real Madrid como lo más parecido a Vicente Del Bosque en cuanto a manejo del vestuario, mucho más con la palabra justa, con la motivación exacta, que con demasiadas indicaciones tácticas para una plantilla de estrellas que se suelen saturar rápidamente ante las imposiciones tácticas, salvo que se trate de fenómenos al estilo como Josep Guardiola, José Mourinho o Jürgen Klopp.

Con el bagaje de los tiempos en los que fue aprendiendo como entrenador de juveniles o como ayudante de campo, Zidane entendió que él era la persona para un eventual recambio, y éste se produjo ante el pronto fracaso de Benítez y rápidamente se ganó la confianza de la plantilla, a la que descomprimió enseguida para no abrumarla con indicaciones.

El Real Madrid comenzó a jugar al fútbol con mucha mayor serenidad, incluso sin tanto sistema colectivo y hasta con algunas siestas durante lapsos de un mismo partido, pero fue avanzando en la Champions League hasta clasificarse para la final y ganarla ajustadamente ante un Atlético Madrid mucho más trabajado y elaborado, y hasta con más tiempo de trabajo.

Si bien pocos pensaron en que eso fue una casualidad, pocos  valoraron a Zidane en su justa medida, tal vez por aquello de que no generó ninguna revolución táctica, sino que “apenas” pidió que cada uno jugara como sabe, y fue potenciando a algunos jugadores clave, como Gareth Bale, que terminó la temporada siendo uno de los candidatos al Balón de Oro, o Luka Modric.

Ni bien asumió como entrenador del Real Madrid, Zidane tomó una decisión que acabó siendo fundamental, aunque no sin polémica desde muchos medios: quitar de la titularidad a James Rodríguez, quien llegó como una de las figuras del Mundial de Brasil, así como a Isco, para colocar a Casemiro como volante de marca y así poder adelantar al Toni Kroos a su posición más cómoda, la de creativo, manteniendo a la BBC en el ataque, si bien le fue dando cada vez más minutos a juveniles como Lucas Vázquez, quien acabó en la selección española.

Muchos atribuyeron la llegada del Real Madrid a la final de la Champìons pasada a la fortuna en el sorteo de las fases finales del torneo, pero ha comenzado la nueva temporada y los blancos continúan por la misma senda, practicando el mismo fútbol sencillo, con jugadores ya más crecidos, la llegada de Alvaro Morata y de Marco Asensio, que le dieron aún más variables al ataque, pero ya con muchos menos fichajes, algo que también fue poco común tomando en cuenta la política del club en el siglo XXI, pero que en buena medida fue producto de la estabilidad futbolística, física y emocional de una plantilla que hace poco menos de un año atravesaba una dura crisis al inicio de la Liga pasada.

A tres jornadas del inicio de la Liga, y a días del inicio de la nueva Champions, el Real Madrid no sólo es el único líder del torneo con puntaje ideal sino que repiten que en esta temporada la prioridad es una Liga que no se gana desde 2011/12 y  que esa ha sido la única que obtuvieron los blancos en las últimas ocho, demasiado poco para su riquísima historia.

Parece extraño escuchar algo así en boca de jugadores del Real Madrid, pero hay parte de razón en esas declaraciones, que todos reconocen que la idea proviene del propio club, y es que la Liga es el torneo de la regularidad por excelencia, y es lo que en los últimos tiempos más se le ha criticado a los blancos por su carencia, e incluso tampoco la han conseguido en la pasada temporada, en la que hay que recordar que Zidane ingresó ya comenzada y unos meses después de su inicio.

Zidane no hace grandes gestos ni movimientos ampulosos, ni recorre de un lado al otro la línea de cal cuando ataca o defiende su equipo. Sus movimientos son escasos y da las indicaciones justas. Acaso una demostración de que no siempre hace falta tanto ruido para llegar a lo más alto.

Algunos, lo necesitan más. Otros, más sencillos, consiguen títulos, rendimientos, y mucho más que eso, la confianza de sus jugadores, con sencillez y con una mano invisible, que apenas si se percibe, pero que está allí donde hace falta.


El Real Madrid, a esta altura, no es líder por casualidad.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Una gran noticia para el Barça del otro lado del Océano (Yahoo)




Cuando apenas ha comenzado una nueva temporada en el fútbol europeo, y a poco de comenzar otra edición de la Champions League, el Barcelona no pudo recibir mejores noticias desde el otro lado del Océano Atlántico: el gran momento que atraviesan Lionel Messi y Neymar, que brillaron con sus selecciones en los partidos de clasificación para el Mundial de Rusia 2018.

Messi había preocupado seriamente al Barcelona apenas dos meses atrás, cuando decepcionado por el penal fallado y un nuevo título perdido en la orilla ante Chile en la final de la Copa América Extra de los Estados Unidos, anunció que no jugaría más con la selección argentina.

Sin embargo, poco le duró la tristeza al mejor jugador del mundo, que se conmovió con el sincero pedido de gran parte de los seguidores argentinos del fútbol, que en muchos casos lo cuestionaban en sus primeros años en la selección albiceleste y curiosamente, le rogaban que volviera luego de una derrota y no de un triunfo.

Messi no sólo tuvo que atravesar este obstáculo de reflexionar y meditar en sus vacaciones los pasos a seguir y la chance de no jugar un Mundial siendo tan importante en el fútbol internacional desde hace más de una década.

También tuvo que asimilar, como el resto de sus compañeros en la selección argentina, un cambio impensado: el de la salida del entrenador Gerardo Martino, cuando parece todo demasiado exitista como modelo. No es muy usual que un entrenador tenga que irse luego de haber llegado a las dos finales de los dos torneos en los que participó su equipo, y sin haber perdido ningún partido en los noventa minutos.

Martino iba a continuar en el cargo dirigiendo a la selección olímpica en los Juegos de Río de Janeiro, pero se encontró, al regresar de la Copa América Extra de los Estados Unidos, con que a un mes de la nueva competencia, los dirigentes le quitaron el apoyo y no le cedían a los jugadores de los equipos del torneo local, por lo que todavía fue más difícil, en esas circunstancias, que los clubes extranjeros aceptaran que se convocara a sus estrellas.

El equipo argentino estuvo cerca de no concurrir a Río de Janeiro, Martino renunció, y luego de un extraño casting de una semana, el interventor en la AFA, Armando Pérez, decidió que el reemplazante sería el entonces entrenador del San Pablo de Brasil y dos veces campeón de la Copa Libertadores de América (2008 y 2014), Edgardo Bauza.

La prioridad de Bauza, desde que asumió, fue viajar a Barcelona para tratar de conversar con Messi y con Javier Mascherano, con la idea de saber si en ellos existía alguna chance de continuar jugando en la selección argentina y efectivamente, el tiempo había pasado, y los cracks del Barça aceptaron seguir.

El primer partido del equipo argentino de Bauza fue por la séptima jornada de la clasificación mundialista del grupo sudamericano, y no pudo ser mejor. Argentina venció con mucho esfuerzo 1-0 a Uruguay,  no sólo con un gol de Messi (la pelota rebotó en José María Giménez antes de ingresar al arco de Fernando Muslera), sino que el crack tuvo momentos sobresalientes, con algunos destellos de su mejor calidad (túnel incluído a Matías Corujo).

Con Neymar ocurrió un hecho aún más fuerte. Si bien ha tenido buenos rendimientos en parte de la pasada temporada en el Barcelona, había sido discontinuo y le esperaba, en agosto, un hecho demasiado presionante como la necesidad de ganar, por fin, la medalla dorada olímpica para Brasil, que nunca lo había conseguido.

Era tal esa necesidad de conseguir el único título que le faltaba al fútbol brasileño, que la Confederación Brasileña (CBF) prefirió priorizar que Neymar participara en el torneo olímpico que en la Copa América Extra de los Estados Unidos.

Tras soportar las burlas que lo colocaban por debajo de la estrella del fútbol femenino Marta, y tras dos empates sin goles ante equipos a priori inferiores como Sudáfrica o Irak, de pronto el equipo brasileño comenzó a levantar su juego, y Neymar no sólo acabó siendo la figura de Brasil en el título sino que un tiro libre perfectamente colocado en la final ante Alemania, y el último penal de la definición, fueron de su autoría.

Evidentemente estos hechos le dieron a Neymar una fortaleza y una seguridad impresionantes que se notaron claramente en Quito ante Ecuador por la clasificación mundialista, donde brilló y se animó a jugadas individuales que hace tiempo que no se le veían.

Neymar también tuvo que afrontar un cambio de entrenador porque la crisis de la selección brasileña en la clasificación mundialista, no sólo en resultados sino también en el juego, hizo que Dunga fuera relevado como entrenador y lo reemplazara Tité, quien desde hace tiempo para la mayoría era el mejor entrenador de Brasil.

En su primera convocatoria, Tité optó por llamar a varios de los jugadores que ganaron merecidamente la medalla dorada olímpica hace un mes, y el resultado no pudo ser mejor: un gran 0-3 en un contexto muy difícil como la altura de Quito, con un segundo tiempo de altísimo nivel y en el que Neymar fue el mejor de todos.

Si bien Messi regresó con anterioridad por una molestia en el pubis que determinó que la selección argentina lo liberara del partido ante Venezuela, Neymar lo hará el miércoles tras el partido ante Colombia luego de haber alcanzado ambos un altísimo nivel.


Y esa es una de las mejores noticias que recibió el Barcelona desde el otro lado del Océano Atlántico.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Cómo rodear a Messi para jugar mejor




Pasó Uruguay y el Clásico del Río de la Plata. La selección argentina ganó bien, con apenas algún mínimo sobresalto al final, con un jugador menos en todo el segundo tiempo, en el estadio Islas Malvinas de Mendoza, pero el triunfo no puede discutirse.

Sin embargo, no todas son rosas en el conjunto nacional.  Porque más allá de que cada director técnico llega con su librito y su esquema, sigue habiendo un problema recurrente en estos años: un crack tan impresionante como Lionel Messi, quien por momentos dio un recital ante los celestes, necesita más compañía del medio hacia adelante, y sigue teniendo pocos interlocutores.

Conociendo al nuevo director técnico argentino, el sensato Edgardo Bauza, hasta parece bastante ya con que Messi cuente con otros dos jugadores en la misma línea y una referencia adelante como Lucas Pratto, de enorme despliegue aunque receptor de muy pocas pelotas para poder hacer algo con ellas.

Un Angel Di María bastante bajo de nivel, y con Paulo Dybala injustamente expulsado (la primera tarjeta amarilla no nos pareció) antes de terminar el primer tiempo, dejaron la sensación de que es bastante poco para el potencial que la Argentina tiene en su plantel y que la lógica “resistencia” del segundo tiempo en inferioridad numérica tiene más relación con la pragmática que con las posibilidades reales, máxime ante un rival muy limitado del que escribiremos más abajo.

Seguimos insistiendo en un término que en el fútbol desde hace tiempo que está tergiversado y es el de la palabra “equilibrio”, que incluso se utiliza en el muy buen libro sobre el director técnico argentino escrito por el periodista Ariel Ruya.

En el fútbol argentino (no en el europeo), el “equilibrio” está referido a los equipos que se saben defender, pero se hace muy poco hincapié en el ataque, como si éste fuera menos importante que lo primero. Es más: por reglamento, por esencia, el ataque es más importante que la defensa porque el objetivo en el fútbol es el gol (“goal” significa “meta”) y si vamos a un mayor reglamentarismo, en todos los torneos, en caso de empate en puntos y luego del average, lo que suele contar son los goles a favor.

Sin embargo, poco se dice sobre los equipos que no atacan, o que colocan muy poca gente en esa función y entre otros, es lo que ocurre con un equipo argentino que cuenta con los mejores delanteros del mundo, pero coloca siete jugadores para defender y apenas cuatro para atacar, tres en la segunda línea y apenas uno en la primera.

Y entonces, otra vez Messi se encuentra con pocas referencias cada vez que, luego de admirables movimientos personales, necesita descargar.

Es cierto que Uruguay se paró demasiado atrás, con dos líneas de cuatro que por momentos llegó a ser una final de cuatro y otra de cinco, cuando Edinson Cavani se retrasaba, pero no es excusa válida para el juego propio.

Parece mucho que con cuatro defensores, Javier Mascherano y Lucas Biglia tengan que jugar en el medio, en vez de soltar al segundo para buscar más variantes ofensivas porque hay con qué hacerlo. Y el momento es ahora, con la comodidad del liderazgo en el grupo sudamericano y un partido accesible el martes ante Venezuela, aún sin Messi.

Párrafo aparte para la selección uruguaya. Hace tiempo que no la vemos tan mal. Tiene una muy buena defensa (especialmente la pareja de centrales), un aceptable arquero, una excelente delantera, pero ese mediocampo no puede dar demasiada batalla sin nada de fútbol.

Sin un organizador de juego, los dos interiores están sólo para la marca y los dos externos, que consiguieron un nivel aceptable en River y Boca, ahora es claro que lo han perdido al irse al fútbol norteamericano, que tiene otro ritmo.


Seguramente el Maestro Oscar Tabárez habrá regresado muy preocupado a Montevideo. Si no encuentra algo de fútbol para que Luis Suárez no tenga que bajar piedras a la distancia y rebuscárselas así, Uruguay corre serios riesgos para llegar a Rusia 2018.