domingo, 25 de septiembre de 2016

El Barcelona, la selección argentina, y Messi (Yahoo)




En pocos días, la rotura muscular del aductor derecho de Lionel Messi, que lo mantendrá alejado de las canchas por tres a cuatro semanas, generó problemas diplomáticos por tironeos entre sus dos equipos habituales, el Barcelona y la selección argentina, pero también pudo haber derivado en una enorme crisis con el propio entrenador del equipo albiceleste, Edgardo Bauzá.

Bauza, que suele ser generoso en declaraciones a los medios de comunicación argentinos de más peso, y que lleva apenas dos partidos oficiales en el banquillo por la clasificación al Mundial 2018 tras haber sido elegido en un complicado casting por la actual intervención a la Federación Argentina, cometió un serio error, que fue señalar al Barcelona por querer utilizar siempre a Messi y se refirió al club sosteniendo que “no lo cuida lo suficiente”.

Bauza, que siempre dirigió clubes y nunca antes una selección (y menos de la estatura y el peso de la argentina, primera en el ranking mundial), chocó inmediatamente contra la prensa catalana, que lo colocó en portada y se le echó encima inmediatamente, colocando el tema en la portada y direccionando sus enojos hacia el entrenador, del otro lado del Océano Atlántico.

Básicamente, la prensa catalana le hizo ver a Bauza que si la selección argentina necesita a Messi y rinde menos sin él, como es lógico de esperar, lo mismo ocurre con el Barcelona, y hasta le citaron ejemplos en los que el club intentó protegerlo, aunque afloraron temas de un pasado no muy lejano como la resistencia de muchos compatriotas de Messi con el crack y lo que a “La Pulga” le costó imponerse en su propio país y cómo, en cambio, fue el Barcelona el que lo sostuvo y lo contuvo en esos duros momentos y también ante la falta de títulos con su selección nacional.

Fue esta reacción de los medios catalanes, el efecto de la más pura globalización, y el temor de la AFA a que la relación con el Barcelona ya no sea la misma cuando la selección argentina seguirá necesitando convocar al jugador y de la buena voluntad del club blaugrana, lo que motivó que Bauza quedara en una situación muy delicada en su nuevo trabajo porque el interventor de la federación argentina, Armando Pérez, tuvo que salir a bajar el tono de la polémica y hasta terminó llamando al presidente del Barcelona, Josep Bartomeu, para pedirle disculpas (algo que rápidamente reflejó el vocero de la entidad ante los medios locales y para que se conozca en el mundo).

Pérez, en Buenos Aires, llegó a manifestar que había que “ubicarse” al referirse a la “desacertada” frase de Bauza, lo que lo colocaba en una situación muy difícil, aunque de momento,  todo sigue igual si bien se trató de un grave error que no tiene precedentes en los entrenadores anteriores como Gerardo Martino, Alejandro Sabella,  o Sergio Batista.

De todos modos, y más allá de que Bauza, habitualmente sensato en sus declaraciones y opiniones, no tuvo razón en este caso (porque en todo caso, el Barcelona necesita a Messi para sus competencias tanto como la selección argentina para las suyas), también hay un tercer elemento que apareció apenas en el debate y que no es para nada menor.

Se trata del rol que el propio Messi juega en las decisiones de aparecer jugando en todos los partidos posibles con ambas camisetas, la del Barcelona y la de Argentina.
Muchos de los que estuvimos en la final de la Champions League 2006 contra el Arsenal en París, podemos recordar lo que Messi sufrió por no haber podido disputar ese partido, cuando aún contaba con apenas 18 años de edad, al punto de no asistir a la zona mixta y casi no formar parte de los festejos del Barcelona por no haber podido jugar por una lesión.

Messi siempre quiere jugar y ha llegado a tener duros conflictos con diferentes entrenadores del Barcelona por haberlo reemplazado en algunos partidos (incluso, en los que no había tanto en juego) y hasta se ausentó de algún entrenamiento posterior por su enojo.

Josep Guardiola recuerda en el gran libro “Messi”, del gran periodista catalán residente en Londres, Guillem Balagué, que su relación con el crack no pudo haber comenzado peor en 2008, cuando se hizo cargo del equipo, Messi no le hablaba y se retiraba de los entrenamientos sin dirigirle la palabra. Pep lo consultó con su ayudante de campo de siempre, Manel Estiarte (que fue un grandísimo jugador de waterpolo) acerca de lo que podía estar ocurriendo y éste le explicó el posible sentir del argentino: el Barcelona no lo dejaba viajar con Argentina a los Juegos Olímpicos de Pekín, y le había ganado el recurso que había presentado la AFA en el TAS (Tribunal Arbitral del Deporte).

Cuando se enteró de lo ocurrido, Guardiola acudió al entonces presidente Laporta y le pidió que pese a todo, el Barcelona dejara viajar al joven Messi a los Juegos y todo terminó en la medalla dorada para Argentina y en una grandísima temporada del club catalán.

Todo indica que no sólo la solución sigue pasando por un entendimiento inteligente entre las dos partes, como ocurrió hasta ahora, sino que también hay que tratar de hacerle entender al propio Messi que muchas veces, no jugar un partido sin tanta importancia, puede ser útil para poder jugar más partidos que sí la tienen, sin perderse ninguno de éstos.

Es cierto que no es fácil y en la medida en que Messi fue creciendo como jugador hasta hacerse poderoso en sus decisiones y acatamientos, fue cada  vez más complicado explicarle que debe cuidarse y elegir los partidos y los momentos, para también es cierto que al fútbol se juega en equipo y que hay un entrenador y que éste no siempre puede quedar bien con la máxima estrella.


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