En pocos días, la rotura muscular del aductor
derecho de Lionel Messi, que lo mantendrá alejado de las canchas por tres a
cuatro semanas, generó problemas diplomáticos por tironeos entre sus dos
equipos habituales, el Barcelona y la selección argentina, pero también pudo
haber derivado en una enorme crisis con el propio entrenador del equipo
albiceleste, Edgardo Bauzá.
Bauza, que suele ser generoso en declaraciones a los
medios de comunicación argentinos de más peso, y que lleva apenas dos partidos
oficiales en el banquillo por la clasificación al Mundial 2018 tras haber sido
elegido en un complicado casting por la actual intervención a la Federación
Argentina, cometió un serio error, que fue señalar al Barcelona por querer
utilizar siempre a Messi y se refirió al club sosteniendo que “no lo cuida lo
suficiente”.
Bauza, que siempre dirigió clubes y nunca antes una
selección (y menos de la estatura y el peso de la argentina, primera en el
ranking mundial), chocó inmediatamente contra la prensa catalana, que lo colocó
en portada y se le echó encima inmediatamente, colocando el tema en la portada
y direccionando sus enojos hacia el entrenador, del otro lado del Océano
Atlántico.
Básicamente, la prensa catalana le hizo ver a Bauza
que si la selección argentina necesita a Messi y rinde menos sin él, como es
lógico de esperar, lo mismo ocurre con el Barcelona, y hasta le citaron
ejemplos en los que el club intentó protegerlo, aunque afloraron temas de un
pasado no muy lejano como la resistencia de muchos compatriotas de Messi con el
crack y lo que a “La Pulga” le costó imponerse en su propio país y cómo, en
cambio, fue el Barcelona el que lo sostuvo y lo contuvo en esos duros momentos
y también ante la falta de títulos con su selección nacional.
Fue esta reacción de los medios catalanes, el efecto
de la más pura globalización, y el temor de la AFA a que la relación con el
Barcelona ya no sea la misma cuando la selección argentina seguirá necesitando
convocar al jugador y de la buena voluntad del club blaugrana, lo que motivó
que Bauza quedara en una situación muy delicada en su nuevo trabajo porque el
interventor de la federación argentina, Armando Pérez, tuvo que salir a bajar
el tono de la polémica y hasta terminó llamando al presidente del Barcelona,
Josep Bartomeu, para pedirle disculpas (algo que rápidamente reflejó el vocero
de la entidad ante los medios locales y para que se conozca en el mundo).
Pérez, en Buenos Aires, llegó a manifestar que había
que “ubicarse” al referirse a la “desacertada” frase de Bauza, lo que lo
colocaba en una situación muy difícil, aunque de momento, todo sigue igual si bien se trató de un grave
error que no tiene precedentes en los entrenadores anteriores como Gerardo Martino,
Alejandro Sabella, o Sergio Batista.
De todos modos, y más allá de que Bauza,
habitualmente sensato en sus declaraciones y opiniones, no tuvo razón en este
caso (porque en todo caso, el Barcelona necesita a Messi para sus competencias
tanto como la selección argentina para las suyas), también hay un tercer
elemento que apareció apenas en el debate y que no es para nada menor.
Se trata del rol que el propio Messi juega en las
decisiones de aparecer jugando en todos los partidos posibles con ambas camisetas,
la del Barcelona y la de Argentina.
Muchos de los que estuvimos en la final de la
Champions League 2006 contra el Arsenal en París, podemos recordar lo que Messi
sufrió por no haber podido disputar ese partido, cuando aún contaba con apenas
18 años de edad, al punto de no asistir a la zona mixta y casi no formar parte
de los festejos del Barcelona por no haber podido jugar por una lesión.
Messi siempre quiere jugar y ha llegado a tener
duros conflictos con diferentes entrenadores del Barcelona por haberlo
reemplazado en algunos partidos (incluso, en los que no había tanto en juego) y
hasta se ausentó de algún entrenamiento posterior por su enojo.
Josep Guardiola recuerda en el gran libro “Messi”,
del gran periodista catalán residente en Londres, Guillem Balagué, que su
relación con el crack no pudo haber comenzado peor en 2008, cuando se hizo
cargo del equipo, Messi no le hablaba y se retiraba de los
entrenamientos sin dirigirle la palabra. Pep lo consultó con su ayudante de
campo de siempre, Manel Estiarte (que fue un grandísimo jugador de waterpolo)
acerca de lo que podía estar ocurriendo y éste le explicó el posible sentir del
argentino: el Barcelona no lo dejaba viajar con Argentina a los Juegos
Olímpicos de Pekín, y le había ganado el recurso que había presentado la AFA en
el TAS (Tribunal Arbitral del Deporte).
Cuando se enteró de lo ocurrido, Guardiola acudió al
entonces presidente Laporta y le pidió que pese a todo, el Barcelona dejara
viajar al joven Messi a los Juegos y todo terminó en la medalla dorada para
Argentina y en una grandísima temporada del club catalán.
Todo indica que no sólo la solución sigue pasando
por un entendimiento inteligente entre las dos partes, como ocurrió hasta
ahora, sino que también hay que tratar de hacerle entender al propio Messi que
muchas veces, no jugar un partido sin tanta importancia, puede ser útil para
poder jugar más partidos que sí la tienen, sin perderse ninguno de éstos.
Es cierto que no es fácil y en la medida en que
Messi fue creciendo como jugador hasta hacerse poderoso en sus decisiones y
acatamientos, fue cada vez más
complicado explicarle que debe cuidarse y elegir los partidos y los momentos,
para también es cierto que al fútbol se juega en equipo y que hay un entrenador
y que éste no siempre puede quedar bien con la máxima estrella.
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