Obsesivo, meticuloso, determinado y eterno
adolescente. Son distintos adjetivos para enmarcar al portugués Cristiano
Ronaldo, un notable futbolista que muchos en el mundo discuten aún si debe o no
formar parte de la mesa de los elegidos en la historia del deporte masivo por
excelencia, como Pelé, Diego Maradona, Johan Cruff y Alfredo Di Stéfano y al
que ahora se sumó a Lionel Messi, con la misma cantidad de Balones de Oro y un
promedio de gol muy parecido, y con quien compite ferozmente por el cetro del
Número Uno del planeta.
Jorge Valdano, quien lo conoce de cerca por haber
sido secretario general del Real Madrid y porque desde el primer día persiguió
su contratación al Manchester United cuando tan sólo contaba con dieciocho
años, hizo una síntesis perfecta: “Cristiano representa un fútbol modelo Siglo
XXI. El superhéroe con condiciones futbolísticas que parecen surgidas de un
laboratorio. Desde su aspecto de androide, pasando por una gesticulación más
mecánica que artística, hasta llegar a esa zancada, ese tiro y ese salto que
tienen una potencia sobrenatural, todo en Ronaldo nos remite al futuro”.
¿Cómo llegó a gestarse este fenómeno que puede
llegar a competir mano a mano con un genio natural como Messi, y desde hace
años incluso en su misma liga, la española? La de Cristiano Ronaldo es la
historia de un hombre que se construyó a sí mismo, de absoluta autosuperación.
Cristiano es de Madeira, una isla portuguesa de la
costa oeste africana, cuya capital es Funchal. En Lisboa muchos suelen decir
que los madeirenses “hablan raro” y otros, que directamente “son raros”. Al
estar en el cruce de caminos entre Europa, América y Africa, generó que sus
habitantes buscaran fortuna en los tres continentes y hay colonias de
madeirenses especialmente en Sudáfrica y Venezuela, que han llegado lejos, con
mucho éxito, pero a su vez existe una gran desigualdad, con un alto porcentaje
de gente que vive por debajo del umbral de la pobreza y una minoría de ricos.
Madeira vive, en parte, del “turismo de la clase
baja inglesa” y en ese contexto de pobreza fue criada la madre de Cristiano,
Dolores Aveiro, quien debió atravesar duros momentos en su vida para salir
adelante.
Perdió a su madre a los cinco años y tuvo que
hacerse cargo de sus tres hermanos a los que tuvo que rescatar de un orfanato,
recibió palizas de su padre y su madrastra, con los que convivió en una casa de
doce personas y hasta llegó a pensar en acabar con su vida por tanta
infelicidad.
Conoció siendo adolescente a José Dinis, un chico
del barrio fino, atento, y su familia, acaso para quitarse otra boca para
alimentar, les dio tres meses para casarse. Tuvieron dos hijos, Elma y Hugo
antes de que José tuviera que ir a la guerra a defender a Portugal ante la
rebelión independentista de Angola, Guinea Bissay y Mozambique y ya al volver,
nunca más fue el mismo. Aparecía ensimismado, se dio a la bebida y nacieron
Katia y cuando finalmente en febrero de 1985 nació Cristiano, el médico le
comentó a su madre Dolores “con un peso como este, está para ser jugador de
fútbol”.
Cristiano Ronaldo Dos Santos Aveiro no llegó en un
buen momento familiar. Con su padre ausente y su madre teniendo que trabajar
todo el día, todo se complicaba. Dolores pensó entonces en abortar. . Una
vecina le dijo que bebiera cerveza negra
hervida y luego corriera hasta desmayarse…pero no surtió efecto.
Todos recuerdan a Cristiano de niño con una pelota
bajo el brazo, no haciendo caso a su hermana Katia a la hora de hacer la tarea
escolar para dedicarse al fútbol y no fue de extrañar que acabara en el club de
la zona, el Andorinha con tan solo ocho años. Era el club al que frecuentaba su
padre, que allí hacía un poco de todo, también jugaban sus hermanos en
categorías mayores, y en el que el capitán era su padrino, Fernando Barros
Sousa.
Y aquí comenzó una historia que ya se proyectaría
sin límites, porque uno de los grandes propulsores de cristiano fue su madre
Dolores, fanática del fútbol y del Sporting y especialmente de Luis Figo (no casualmente
otro número siete), quien lo protegió hasta de los reclamos de los maestros por
las desatenciones del chico. Dolores sentía que el fútbol podía ser la tabla de
salvación de su hijo y comprendió que hacia allí debía apuntar.
“Hijo, yo no te voy a dejar que un día me mires a la
cara y me digas que no fuiste jugador por mi culpa. O por tu papá. Por eso,
lucha por tu sueño”, cuenta Cristiano que le dijo su madre en el documental “La
sonrisa de Ronaldo”, de 2010.
A los diez años, Cristiano arrasaba en el Andoerinha
y acabó siendo contratado por el mejor equipo de Madeira, Nacional, que pagó
con dos equipaciones y veinte pelotas. Lo lógico era que Cristiano recalara
primero en el Marítimo, que era el club de la zona.
Davide Gomes, uno de sus entrenadores de esa época,
parece dar en el clavo: “un chico normal con una familia estable, que pasa
mucho tiempo en casa y que no falta a la escuela, tiene hora y media o dos
horas de entrenamiento. Ronaldo venía con 10 a 12 horas por día”.
No pasaron muchos meses y ya Sporting de Lisboa lo
seguía. Era claramente el mejor jugador de Madeira y entonces Joao Marques de
Freitas, presidente de la peña del Sporting en Madeira, llamó entonces al
responsable de fichajes del club, Aurelio Pereira, quien había contratado a Futre,
Figo, Simao, Quaresma, Nani y Moutinho.
Coincidió que Nacional le debía al Sporting 25.000 euros por Franco, un jugador
que no hizo carrera, y Cristiano viajó solo a Lisboa.
Quienes lo probaron, cuando tenía doce años, Cardoso
y Silva, escribieron en el informe: “jugador con un talento fuera de serie y
técnicamente muy desarrollado. A destacar su capacidad de regate con movimiento
o parado. Gran variedad de regates, buenísimo con los dos pies, sin miedo y
atrevido”.
Lo pusieron en el sub-14 y en el segundo
entrenamiento, ya era líder. Los directivos del Sporting viajaron entonces a
Madeira para hablar con Dolores y le propusieron poner tutores al chico, ella
sería consultada siempre y podría viajar a Lisboa tres veces al año, y la
mensualidad se depositaría en la cuenta familiar (en el primer año fueron
10.000 euros).
En el Sporting aprendió lo que es la disciplina, el
respeto por la autoridad, el trabajo como método para alcanzar el éxito, el
resultado como forma de medir.
Cristiano, siendo un adolescente temprano, estaba
solo en Lisboa. Se tuvo que planchar su
ropa, hacer la cama, lavarse su ropa. “Aprendí mucho, crecí como hombre”. Tenía
doce años, cuando llegó en 1997, y se fue con dieciocho, en 2003. Cuando llegó,
en Sporting no había ningún chico menor de catorce.
Es en este tiempo, en plena adolescencia, cuando
Cristiano comienza a construirse con más conciencia y en este sentido, es
revelador lo que cuenta su ex compañero Hugo Pina en el monumental libro
“Cristiano Ronaldo, la biografía”, del español Guillem Balagué, a punto de
llegar a Sudamérica.
“Como madeirense, tenía un portugués distinto y en
su primer día en la escuela, llegó tarde, lo mencionaron pronto, levantó la
mano y cuando habló, muchos chicos se rieron y él se quería ir, se lo dijo a su
madre y fue la primera crisis, pero luego se fue ganando el respeto por su
juego y porque siempre fue bromista. Y además, sorprendía por las cosas que
hacía, como tratar de correr tan rápido como Thierry Henry, el jugador más
veloz. “Denme dos semanas y seré tan rápido como él”, decía.
En el equipo había un brasileño, André Cruz, con una
masa muscular enorme que levantaba pesas de 90 kilos, por lo que Cristiano dijo
que levantaría 95. Practicó y lo consiguió. En su habitación hacía abdominales
y brazos todos los días. Era un fenómeno. Con catorce años, se levantaba a la
noche en silencio para ir al gimnasio. Tenía que saltar una valla y entrar por
la ventana. Hacía pesas y corría cuarenta minutos por la cinta. ¡Le tuvieron
que poner candados al gimnasio! Una vez me llevó con él de vacaciones a Madeira
y salía a correr con pesas en los tobillos, en calles empinadas, con 35 grados
de calor. O jugaba con pelotas imaginarias para, según él, ganar en velocidad
de piernas”.
También siendo adolescente estuvo tres temporadas
cobrando cinco euros por partido como alcanza pelotas en el Sporting (Gabriel
Heinze, luego compañero suyo en el Manchester United, lo recuerda).
También a los catorce años, en el Sporting le
descubrieron una arritmia cardíaca. Tuvo que suspender los entrenamientos y fue
operado y aunque Dolores pensó que podía ser el final de la carrera, la cirugía
fue sencilla y fue operado en junio de 2000 en el Hospital do Coraçao, cerca de
Lisboa. Volvió a entrenarse tres meses más tarde.
También en ese tiempo, su hermano Hugo cayó en las drogas y luego
volvió a reincidir varias veces, y Cristiano se hizo cargo de las facturas,
haciendo de padre de familia, e insistió mucho a su hermano cuando éste se
negaba a entrar a una clínica de rehabilitación. Hoy está totalmente
recuperado.
Al poco tiempo de su debut en Primera, el recordado
crack español de los Sesenta,Luis Suárez, fue enviado por el Inter para verlo
en un Belenenses-Sporting, como consejero del presidente Massimo Moratti:
“Tenemos que ficharlo, será uno de los mejores del mundo”, le dijo, a lo que el dirigente le preguntó la edad
(16) y respondió “bah, nosotros fichamos figuras consagradas”. “Cuesta 2
millones de dólares, yo pongo uno de mi bolsillo”, insistió Suárez.
El que sí tuvo ojo fue el empresario Jorge Mendes,
de Gestifute, la agencia de representación más grande del mundo. CR7 no tenía
19 años y lo contrató junto a Ricardo Quaresma y Hugo Viana. Viana terminó en
el Newcastle, Quaresma en el Barcelona.
Cristiano sigue definiendo a Mendes como “un padre para mí” tras
reunirse con él y con Dolores y convencerlos de los pasos futuros.
Los resultados llegarían pronto. Tras un gran torneo
sub-20 en Toulon, en el que Javier Mascherano fue considerado el mejor jugador
del torneo, Francisco Roig, que se postulaba a la presidencia del
Valencia, pero la oferta de seuis
millones y Diego Alonso fue rechazada. También viajó de incógnito a Londres
para visitar las instalaciones del Arsenal, donde jugaba su admirado Henry, y
hasta el director técnico Arsene Wenger le había reservado la camiseta nueve,
pero el club hizo una oferta por debajo de lo esperado.
Así es que el director técnico Carlos Queirós, muy
amigo de Alex Ferguson, su colega del Manchester United, aconsejó su
contratación. El escocés múltiple ganador de títulos, decidió forzar un
“acuerdo de cooperación” en la formación de jugadores y entrenadores, y así
surgió la chance de un amistoso para agosto. La excusa fue la inauguración del
nuevo estadio José Alvalade.
El Manchester
United venía de una larga gira y ni se preocupó por Cristiano, que parecía
gracioso por sus piernas largas y por haberse dejado dos mechones de otro
color. Lo tuvo que marcar John O’Shea, quien se comió un baile infernal,
reconocido por él mismo. Roy Keane dijo después “hay que fichar a este tío”, y
Ferguson le dijo al manager Peter Kenyon “no salimos de este país hasta que
fichemos a Cristiano Ronaldo”. El diario deportivo Récord tituló en su tapa al
día siguiente “Ronaldo maravilla·. The Guardian, en cambio, tituló “amistoso
sin sentido”.
Ferguson le dijo que jugaría cerca de la mitad de
los partidos en esa primera temporada y el pase se cerró en los 18 millones de
euros y su sueldo pasó de los 24.000 euros anuales a los 2 millones anuales
ahora. Cuando se cruzó con O’Shea, éste
le hizo una primera broma pidiéndole su comisión por el pase. Su vestimenta
pareció estrafalaria en un vestuario de mucha experiencia. Mucho colorido, poca
discreción, lo que lo hizo aparecer como presumido.
Otra sorpresa es que pidió la camiseta 28 pero le
dieron la 7 que habían usado ídolos como George Best, Steve Coppel, Bryan
Robson, Eric Cantoná y David Beckham. Cristiano se incorporó a un Manchester
Unied que venía de ganar tres ligas seguidas y un ciclo que incluía la
Champions y la Intercontinental de 1999.
Recibió los primeros foules de “bienvenida” y se
hizo amigo del grupo que hablaba español (Quinton Fortune, Diego Forlán, el
arquero Ricardo, el preparador físico Walter Di Salvo, Gerard Piqué y Gabriel
Heinze).
Vestía jeans apretados, anteojos de sol, camisetas
transparentes., El vestuario se reía de él, que pronto empezó a arreglarse el
cutis, se cambió la dentadura, pero todos lo empezaron a respetar porque cuando
nadie se atrevía a mirar a los ojos a las figuras como Keane, Gary Neville,
Ryan Giggs, él sentía que era donde debía estar y lo hacía sentir.”Hablame
cuando hayas jugado un Mundial”, le decía Río Ferdinand y como Cristiano se
molestaba, le insistían aún más.
Fue moldeado
en la filosofía del United. Le daban duros golpes en las prácticas para que
reaccionara, lo criticaban si en vez de dar un pase o definir, prefería una
emboquillada, como cuando Gary Neville le gritó por eso en un 4-0 en Old
Trafford: “¡no vuelvas a hacer eso!”. Mike Phelan, asistente de Ferguson, recuerda
que el United “es un club de clase obrera en una ciudad que le gusta sentirse
como tal. La habilidad es para mostrarla de vez en cuando”.
Ferguson también lo criticó duro muchas veces por no
colaborar con sus compañeros, no bajar a marcar o no dar pases, pero lo acabó
defendiendo en la batalla más dura, cuando Ruud Van Nistelrooy, que llevaba 150
goles en 5 temporadas, se quejaba de su individualismo, pero el holandés tuvo
que marcharse. Con el tiempo, también lo protegió fuera de la cancha,
entendiendo sus necesidades como no-británico y siendo muy joven.
Ole Gunnar Solkjaer, el noruego que estuvo 11 años
en el MU, dice que CR7 “es el único jugador que recuerdo al que Ferguson le
dijo que se quedara arriba a ver qué hacía el rival”. El plantel lo gastaba
entre bromas cantándole “es tu papá, es tu papá”. Le llegó a hacer bromas a
Ferguson que nadie nunca se había atrevido y éste tardaba en aceptarlas.
A Edwin Van der Saar le decía de quedarse a
practicar tiros después de hora “porque para ser el mejor del mundo tengo que
practicar con los mejores”. Van der Saar le decía “por qué no le dices a Tomasz
Kuszczak o a cualquier otro?”
Lo cierto es que hasta en los “locos”, Cristiano se
dio cuenta del cambio, cuando pasó del grupo de los llamados “Championship” (los
que recién empiezan) –David Bellion, Louis Saha, Kleberson, Djemba.Djemba,
Diego Forlán o Fortune- al llamado “Champions League” de los mejores.
Mike Clegg se había convertido en el MU en el
“entrenador del desarrollo de la potencia”. Con su trabajo, alargó la carrera
de jugadores como Keane o Giggs hasta casi los 40 años. Y CR7 comenzó a
trabajar con él en el gimnasio con la idea de “llegar a ser el mejor jugador
del mundo”.
Clegg hizo que Ronaldo boxeara, nadara, hiciera
estiramientos. Cuenta que tiene “un cerebro privilegiado” y que “ama el camino,
la batalla, perdió varias batallas, pero eso es muy bueno. Lo importante es que lo tenía todo planeado
en su cabeza. Lo que tenía que hacer y cómo lo tenía que hacer. Es un genio
justamente por eso. Nunca antes me había encontrado un jugador como él”.
No fue distinto en sus primeros pasos en la
selección portuguesa de Luiz Felipe Scolari porque le tocó ser local en la
Eurocopa de 2004, y con la “Generación Dorada” que había sido campeona del
mundo sub-20 en 1991. Luis Figo o Rui Costa tuvieron que decirle que bajara la
intensidad en los entrenamientos. El periodista Enrique Ortego cuenta en su
biografía que Scolari veía a Ronaldo egoísta e inmaduro, pero un prodigio de
técnica.
Wayne Rooney describía cómo se cambiaba en el
vestuario: “Se viste, se pone los botines, después se mira en el espejo con
concentración…no he visto a nadie hasta ahora con la autoconfianza de Ronaldo”.
Justamente con Rooney, su compañero de ataque en el
Manchester United (luego se sumaría Carlos Tévez), vivió una tensa situación en
el Mundial 2006 cuando en cuartos de final Portugal tuvo que eliminarse con la
Inglaterra de Beckham, Lampard, Gerrard. Tras una hora de partido y sin goles,
Rooney fue a trabar una pelota con Petit y Carvalho de manera muy dura,
soltando la pierna un segundo. Cristiano hizo un sprint para protestar la
jugada ante Horacio Elizondo, quien acabó echando a Rooney.
El primer
plano de la cámara tomó a CR7 justo guiñando un ojo a un auxiliar de su banco
de suplentes y eso generó un escándalo para su regreso al Manchester United.
Portugal eliminaría a Inglaterra pero caería en semifinales ante Francia,
aunque Cristiano sería elegido como tercer mejor jugador joven del torneo,
detrás de Lucas Podolski y Luis Valencia.
En Inglaterra
circulaban masivamente las camisetas con la inscripción “Yo odio a Ronaldo”.
Colgaban esfinges de Cristiano en los pubs en toda Inglaterra y evaluó irse.
Sin embargo, sus “padres” Ferguson y Mendes lo convencieron de seguir y el test
fue el comienzo de temporada 2006/7 ante Fulham, cuando volvieran a jugar
juntos con Rooney, pero ganaron 5-1, los dos marcaron goles y hubo
reconciliación aunque en todos los estadios no le perdonaron aquel guiño de
ojo.
La final de la Champions 2008 tuvo el condimento del
durísimo enfrentamiento de CR7 con su compatriota DT José Mourinho, en el
Chelsea. El tiempo los reuniría en el Real Madrid, pero se enfrentaron en el
estadio Luzhniki y tras el empate final, tuvieron que ir a penales y allí,
extrañamente, Cristiano falló el suyo, el único no convertido de toda la serie.
Lo salvó que justo en el último, John Terry resbaló y falló el suyo, y al
final, MU acabó ganando, pero CR7 otra vez lloró como un chico. Al de CR7 se lo
había atajado Peter Cech, luego de una corta carrera, detuvo la velocidad y
remató demasiado centrado, a la derecha del arquero. Luego, Edwin Van der Sar
pararía su tiro a Nicolás Anelka y el United sería campeón de la Premier League
y de la Champions en una temporada sensacional.
Por fin ganaba su primer Balón de Oro. Allí dijo,
fiel a su costumbre, dijo que “Este trofeo es tan importante que quiero volver
a ganarlo. Me levantaré cada día y diré
“tengo que seguir mejorando”.
En la temporada 2009/10 fue transferido al Real
Madrid por 94 millones de euros. En realidad, ya se había querido ir un año
antes pero Ferguson, enojado por la presión blanca desde el club y los medios,
no lo dejó salir, aunque Guillem Balagué cuenta en su libro que secretamente se
firmó un precontrato -rigurosamente secreto-, que fue depositado ante el
notario Pablo Durán de la Colina en Madrid. La cláusula de rescisión que se
fijó fue de 80 millones de libras.
Llegó junto a Kaká y Benzema. “94 millones de euros fue una barbaridad que
el tiempo convirtió en razonable. Cuando un fichaje es estratégico, no tiene
alternativa posible. En ese momento, el dinero deja de ser importante”,
sostiene Valdano, secretario general del Real Madrid en aquel momento.
La historia más reciente de Cristiano es conocida.
La Liga española le costó trabajo porque siempre tuvo que salir a demostrar
quién era, ante la exigencia general porque ya era una gran estrella y debió
enfrentarse también con la gran etapa del Barcelona de Josep Guardiola y Lionel
Messi, en una competencia feroz –aunque los Balones de oro lo domesticaron y ya
no lo considera enemigo, sino rival, ni tampoco se conoce que le siga llamando
“motherfucker” (cabrón) en los entrenamientos –como se cuenta en el libro
“Messi”, también de Guillem Balagué-.
Primero le costó en imagen, especialmente cuando el
Real Madrid tuvo a su compatriota José Mourinho como director técnico, porque
éste llevó al club, y a Cristiano, a una situación de antipatía general, pero
salió airoso.
Estrella mundial con más goles que partidos jugados
en el Real Madrid (432 en 424) y 55 goles en sus 747 partidos en toda su
carrera y títulos de todos los colores, Cristiano también lidió con las
publicaciones de su affaire con Paris Hilron en Los Angeles, con su noviazgo
con la reconocida modelo Irina Shayk, contra los rumores de homosexualidad o
con los que lo tildan de metrosexual.
Acaso nuevamente Valdano en “Cristiano, el Di
Stéfano de nuestro tiempo”, de Mario Torrejón,
sea el mejor resumen: “Cristiano trabaja por encima de cualquier
circunstancia que lo rodee. Si gana el Balón de Oro, al día siguiente se
entrena. Si no lo gana, también. Si gana un partido, al día siguiente está
entrenándose. Si no lo gana, también. Si renueva su contrato, al día siguiente
se entrena. Si no lo renueva, también. Fíjate que todo lo que digo son
condicionantes que afectan mucho a un deportista, pero en su caso no ha habido
ni un solo día que se lo haya tomado para respirar y decir que ha conseguido
alguno de esos objetivos”.
El Cristiano de hoy, padre de familia, que se
muestra siempre acompañado de su pareja, Georgina Rodríguez (hija de un
argentino) y luchando contra la amenaza
estatal de un millonario pago de impuestos supuestamente adeudados, sea la
nueva cara, aunque de fondo, permanezca el espíritu de luchador, el que lo convirtió
en el jugador más emblemático del Real Madrid después de Alfredo Di Stéfano, o
el que lloró en el Stade de France, en 2016, cuando su Portugal ganó la
Eurocopa y él tuvo que salir por una lesión. “Fue el momento más grande de mi carrera”,
reconoció.
Cristiano llora mucho, pero se pone los cortos y es
capaz de volver a construirse siempre.