viernes, 21 de septiembre de 2007

Muerte súbita en el fútbol: ¿imprevisión o accidente? (Mas alla del deporte, Ecuador)

La polémica se instaló en el último mes en el fútbol mundial. Si bien hubo varias muertes súbitas de jugadores en todo el planeta, el hecho de que le haya ocurrido a una estrella de la Liga Española, como Antonio Puerta, del Sevilla, el 28 de agosto pasado, abre aún más el interrogante sobre si el deporte está preparado para solucionar los accidentes, cada vez más frecuentes, o si se trata de algo más grave, como la imprevisión y la falta de exámenes y medidas adecuadas para no caer en desenlaces fatales.

Puerta falleció horas después de haber disputado el partido ante el Getafe por la primera jornada de la Liga Española, y cuando ya había sido asistido en el propio campo de juego, luego de un choque, y si bien fue reanimado y salió hacia el vestuario por sus propios medios, posteriormente tuvo nuevos ataques cardíacos que desembocaron en el peor desenlace posible.

Probablemente sea más por esto que por otras muertes de jugadores, que la FIFA haya determinado que para las próximas eliminatorias al Mundial 2010, obligadamente cada estadio deberá tener un servicio de urgencias para solucionar problemas cardiorrespiratorios, pero hay casos menos conocidos, igual de dolorosos, y todos ocurridos en los últimos tiempos.

Por ejemplo, el de Jairo Andrés Nazareno, ecuatoriano de 21 años apenas, quien tuvo un paro cardìaco jugando en Riobamba un partido entre Chimborazo FC y la Liga Politécnica de Chimborazo, por la Segunda División. El entrenador de Chimborazo FC, Ramiro Sucay, relató que Nazareno tuvo un dolor en el pecho y fue llevado casi de inmediato al hospital zonal, y allí murió.

El mismo sábado 1 de setiembre, es decir, apenas a los cuatro días del deceso de Puerta, también murió en España Angel Arenales Torres, de 31 años, y de un paro cardíaco, durante la disputa de un partido amistoso. Arenales Torres jugaba para el Club de Veteranos del Atlético Sobrafe, de Huesca (en el norte del país). “Se desvaneció cuando le dijimos que había hecho un buen partido, pero en ese mismo momento nos contó que se sentía mal y al rato falleció”, relató el vicepresidente de la entidad, Amadeo Monedero.

Por esos mismos días, y de manera intempestiva, falleció el zambiano Chaswe Nsofwa, en un entrenamiento con un equipo de Segunda División israelí.

Otro ecuatoriano, Manuel Aldaz, falleció jugando un partido de aficionados entre Cachorros y River Plate en Ambato. Aldaz tenía 31 años y era pintor de coches, y en su autopsia apareció la asfixia como principal causal, tras un paro respiratorio. Antes de morir, había dicho a sus padres que para él era, en todo caso, “un orgullo”, si tuviera que irse de este mundo tras jugar al fútbol.

También el fútbol registra casos anteriores, como los del brasileño Cristiano de Lima, de 25 años, que murió en 2004 mientras jugaba un partido para el Dempo Sports Club, y en el mismo año, su colega Serginho, de 30 años, y quien defendía como lateral al más conocido Sao Caetano, mientras que en la Argentina, sucedía algo similar con el prometedor arquero de Independiente Lucas Molina, de 20 años, suplente de Carlos Navarro Montoya, y que se desvaneció en la casa de su novia, a poco tiempo de su último entrenamiento.
También el húngaro Miklos Feher, de 24 años, falleció en pleno partido jugando para el Benfica, en un partido de la liga portuguesa, ante el Vitoria Guimaraes, y ya en 2003, se recuerda el sonado caso de la muerte de Mark Vivien Defoe, de la selección de Camerún, durante la disputa de la Copa Confederaciones en Francia.

En Chile, el arquero Manuel Mondaca, de la Unión Española, falleció en pleno entrenamiento en 2004.

El sitio web “Latin.salud”, de gran prestigio, considera la muerte súbita como el fallecimiento que se produce dentro de las veinticuatro horas de la aparición de los síntomas, sin que los médicos tengan oportunidad de evitar los decesos. Y recomienda a los futbolistas en particular, un monitoreo semestral (los equipara con ciclistas o basquetbolistas).

El que se manifiesta de manera más contundente en este sentido, es el doctor Wilfried Kindermann, responsable médico del pasado Mundial 2006. El facultativo cree que hay dos motivos principales para este tipo de muertes en el fútbol: la primera, por casualidad, “porque se trata del deporte más practicado en el mundo, y si por ejemplo tomamos Estados Unidos, allí hay más muertes por jugar al básquetbol”.

La otra causa de muchas de estas muertes “hay falta de una buena examinación de estos deportistas, porque detrás de estas muertes siempre hay una enfermedad, y en el alto rendimiento, en deportistas jóvenes, este problema suele ser la miocardiopatía hipertrófica congénita, o malformaciones de arterias coronarias, o inflamaciones del músculo cardíaco”, pero dificulta que sea por doping “y aunque lo fuera, luego de una muerte es imposible detectarlo”
El cardiólogo Mario Muñoz, decano de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y Salud de la Universidad de las Américas, en Chile, alerta sobre los “deportistas del fin de semana”, incluso los del fútbol, a quienes divide entre menores y mayores de 25 años. Los primeros, corren riesgos de muertes por enfermedades congénitas no diagnosticadas, y los otros, por problemas coronarios adquiridos.

El excelente sitio web www.diariosdefutbol.com cita sobre esto, una frase tomada de “El Maestro y Margarita”, de Bulgákov, cuando Voland, el diablo, dice entre pena e ironía “el hombre es mortal, pero eso es sólo la mitad del problema. Lo grave es que es mortal de repente”.

De allí que a veces la prevención juega su partido especial. Para Miguel Angel Russo, actual director técnico de Boca Juniors, no fue fácil decirle hace dos años al prometedor juvenil Marcelo Bravo, en Vélez Sársfield, que el tamaño de su corazón, de acuerdo a los estudios realizados, le impediría seguir jugando, cuando toda su familia había depositado esperanzas en un ascenso social en base a sus habilidades. Costó hacerlo entender, y el club decidió compensarlo designándolo como miembro del cuerpo técnico en las divisiones inferiores. Pero el mensaje fue que siempre es más importante vivir, que inmolarse jugando.

Costó más aún convencer al potente delantero argentino Juan Gilberto Funes, de que no podría jugar en Boca, a principios de los noventa, por el mismo problema que Bravo. Funes falleció al poco tiempo, muy joven, por la dilatación del músculo cardíaco.

Pero el mejor ejemplo sobre prevención y su tratamiento ocurrió en Inglaterra. Hace escasas semanas jugaban por la Carling Cup el Nottingham Forest y el Leicester City. Ganaban los primeros por 1-0 cuando el partido debió suspenderse por un ataque cardíaco del defensor Clive Clarke. Cuando se reanudó días después, otra vez 0-0, cerca del minuto en que se produjo la suspensión, el arquero del Nottingham Paul Smith tomó la pelota, fue avanzando en el terreno, cruzó la mitad de la cancha, y como no encontró oposición rival, se metió en el área del Leicester, y concretó el 1-0 para su equipo. Cuando terminó el partido, el entrenador del Leicester, Gary Meyson, admitió que todo eso fue conversado antes entre los dos planteles y que el Leicester consideraba que si el partido había sido suspendido 1-0, debía conservar el resultado, y además, por lo bien que el Nottingham había tratado a Clarke. La Federación Inglesa felicitó por esto al Leicester, que no obstante, deportivamente revirtió el resultado y ganó 3-2 y pasó a la tercera ronda, donde jugará ante el Aston Villa, aunque para nosotros, en cierta manera, ya es campeón desde ahora.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen trabajo, me gustó mucho. Saludos.