La excepcional entrevista al anciano ex presidente de la FIFA, Joao Havelange, por parte del periodista Rodrigo Bueno, del diario “Folha de San Pablo”, Brasil, en la que el dirigente acepta hablar de distintos casos de corrupción en la historia de los mundiales, en la misma semana en la que se cumplieron treinta años del polémico torneo de 1978 ganado por Argentina, vuelven a colocar en los primeros planos la necesidad de que el fútbol gane en honestidad y se investiguen a fondo los temas del pasado.
Consultado Havelange sobre distintos mundiales, a partir de que también en Brasil se cumplen cincuenta años de su primer Mundial ganado en Suecia en 1958, cuando aparecieron nada menos que Pelé y Garrincha, el dirigente brasileño, ya retirado, recuerda que cuando aún presidía la Confederación Brasileña, la selección de su país fue claramente perjudicada en el Mundial de Inglaterra de 1966.
“¿Quién era el presidente de la FIFA en 1966? Stanley Rouss, inglés. ¿Dónde se jugó ese Mundial? En Inglaterra. Y del grupo inicial que le tocó a Brasil, de sus tres partidos jugados, de los nueve jueces que componen la terna arbitral, siete fueron ingleses y dos, alemanes. Pelé fue duramente lesionado y fuimos eliminados en primera fase casi con el mismo equipo con el que éramos bicampeones (1958 y 1962)”, recuerda Havelange con acierto.
Lo que no parece recordar Havelange, en demasía, es que los otros dos seleccionados sudamericanos de ese Mundial, Argentina y Uruguay, habían sido perjudicados de la misma manera. Uruguay, que tenía un gran plantel, había empatado 0-0 con Inglaterra en el grupo inicial, pero ya en cuartos de final tuvo que jugar con Alemania. Argentina, que había empatado en su grupo 0-0 con Alemania, tuvo que medirse ante Inglaterra en Wembley. El partido entre Alemania y Uruguay fue dirigido por el árbitro inglés Finney y el partido entre Inglaterra y Argentina, por el alemán Kreitlen, siguiendo con la misma línea de lo que ocurrió con Brasil.
La selección uruguaya fue notablemente perjudicada ante Alemania, con dos goles anulados de manera insólita y quedando con dos jugadores menos en el campo, mientras que es conocida la historia de la expulsión de Antonio Rattín en Wembley, que demoró tanto en concretarse que para el siguiente Mundial (México 1970) se implementó el sistema de tarjetas amarilla y roja.
Anulados los tres “peligros” para ingleses y alemanes, que dispusieron siempre de árbitros de sus nacionalidades para los tres sudamericanos, llegaron ambos a la recordada final en la que se convalidó un gol de Hurst en el que la pelota no traspasó la línea. Por fin, los alemanes descubrieron que todo aquello por lo que habían contribuido a generar, les venía en contra ahora cuando los intereses eran aún mayores.
Havelange, contrariamente a 1966, no quiere hablar del Mundial de Argentina en 1978, porque aunque Brasil fue perjudicado, él ya era presidente de la FIFA. Y no explica, entonces, por qué hasta el 24 de marzo de 1976 el torneo corría peligro de organizarse en ese país, y después de ese día (cuando los militares dieron un sangriento golpe de estado a la democracia), todo estaba en perfecto orden y el Mundial sería un éxito.
Tampoco Havelange quiere hablar de lo que pasó en la segunda fase de ese torneo, cuando el seleccionado local, en la última jornada, sabía cuántos goles tenía que conseguir ante Perú para avanzar a la final, porque Brasil, con los mismos puntos, ya había jugado antes contra Polonia, cuando las dos selecciones debieron jugar, por ética, a la misma hora para que no hubiera ventaja deportiva.
Al saber la selección argentina que ganando a Perú y convirtiendo cuatro goles iría a la final, contó con una ventaja deportiva que fue avalada por la dirigencia de la FIFA, tanto como irregularidades varias con el comité organizador del Mundial, llamado EAM 78, que fue objeto de disputa por dos sectores de las Fuerzas Armadas argentinas, el Ejército y la Marina, con el triunfo final de ésta en cuanto al poder. La Marina, según la única investigación seria que hubo, tuvo directa relación con el asesinato del general Omar Actis, primer presidente del EAM 78, y que respondía al Ejército.
Con respecto a este Mundial, acaban de aparecer nuevos libros investigando el extraño 6-0 de la selección argentina a la peruana. Uno de ellos, llamado “El hijo del ajedrecista II”, de Fernando Rodríguez Mondragón, en Colombia, cuenta que el día anterior al partido, un miembro del EAM 78 viajó a Colombia a entregar un dinero a un agente intermediario para que éste llegara a la selección de Perú como resarcimiento y también se habla de la inesperada visita en el vestuario peruano, del entonces presidente de facto argentino, Jorge Videla (hoy en prisión domiciliaria acusado de distintas violaciones a los Derechos Humanos), junto al entonces secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger.
Menos que menos, Havelange hace referencia a la extraña final del Mundial de Francia 1998, ganada por el local a Brasil por 3-0, cuando Ronaldo no apareció en el entrenamiento previo de su selección en el campo de juego, y sin embargo formó parte del equipo luego de haber tenido, en la noche anterior, ataques de epilepsia. Tanto lo sucedido con el ex crack del Real Madrid y del Barcelona, como la actitud del equipo en aquel partido decisivo en el Stade de France, y hasta su entrenador, Mario Lobo Zagalo, fueron citados al Parlamento brasileño, pero parece olvidado en la seguramente frágil memoria anciana del ex presidente de la FIFA.
También la prensa inglesa recuerda muy bien lo ocurrido en el Mundial de Argentina, o la “Mano de Dios” de Diego Maradona en aquel partido memorable de cuartos de final del Mundial de 1986 en México, pero la memoria parece nublarse para trasladarse a los lejanísimos tiempos de 1966, cuando las tres potencias sudamericanas quedaron eliminadas de aquel Mundial, pero parece que la mente suele ser demasiado selectiva en algunos casos.
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