Resulta paradójico: justo cuando la selección española comienza a transitar su mejor momento, su entrenador, Luis Aragonés, el más veterano de toda la Eurocopa, debe alejarse de su cargo debido a que ni siquiera su propia federación confiaba en su trabajo y le anunció que no le renovaría contrato y que seria sucedido por Vicente Del Bosque, pero con la obtención de esta copa, la segunda de su historia aunque la primera en los tiempos modernos (la anterior fue en 1964 y de local), se inicia una nueva etapa, completamente distinta de todo lo ocurrido durante el siglo XX y ya nada será lo que fue entonces.
España no sólo es campeona por haber tenido, claramente, el mejor equipo del torneo, luego de haber mantenido un invicto de 22 partidos jugando contra casi todos los seleccionados fuertes del mundo en amistosos o partidos de preparación para la Eurocopa, sino que sale ganando también en haber encontrado, por fin, un estilo de juego con el que identificarse, y que no sólo se adapta al biotipo de jugadores que posee, sino que se trata de un juego agradable, que encontró excelentes críticas.
Durante la Copa América de 2004 en Perú, este columnista pudo dialogar, café mediante, con el entrenador argentino César Luis Menotti, gran conocedor del fútbol español luego de haber dirigido al Barcelona y al Atlético Madrid, y nos dijo sobre la selección de Aragonés en aquel momento, que “debe decidir primero si quiere ser torero o toro”, es decir, si va a ir a buscar los partidos con un esquema propio, o si en cada partido tendrá que optar por la vieja tradición de lo que se llamó “la furia”, por la enjundia, la fuerza, la tenacidad, pero al mismo tiempo, la falta de ideas, las orejeras para ir e ir, pero no pensar en las consecuencias de tamaño desorden.
Cuando esta opinión de Menotti fue publicada en un diario español de gran tiraje, la respuesta de Aragonés, a través de un diario deportivo madrileño fue dura, sintiéndose casi traicionado, tal vez porque ya en su mente aparecía el boceto (que muchos desconocíamos) de lo que pretendía y sería el esquema de este seleccionado que deleitó en Austria y Suiza en la Eurocopa cuatro años más tarde, luego de aquel fracaso de Portugal 2004, cuando no pasó de la primera fase.
Aragonés, a quien se lo llama “El sabio de Hortaleza”, comenzó a darse cuenta de los pasos que había que dar cuando España una vez más no pudo pasar de octavos de final en el Mundial de Alemania 2006 y decidió tomar medidas complicadas pero que le redituarían mucho, como por ejemplo, dar de baja al mediático delantero del Real Madrid Raúl González, lo que grupalmente significaba también dejar de lado a sus habituales compañeros Guti y Morientes y hasta Helguera o Michel Salgado.
Ellos eran la base de la selección española por años, y esta medida, y más aún con un Raúl que en la última temporada recuperó su capacidad goleadora, le generó una enorme resistencia en la prensa y buena parte del público, sumado a su carácter contestatario y gritón, pero persistió con su idea y armó un equipo con jugadores de gran ductilidad, mucha técnica y estableció un grupo sin privilegios y por fin, con la capitanía al acaso hoy mejor arquero del mundo, Iker Casillas.
Pero tampoco debe olvidarse un aspecto que venimos comentando en estas columnas y es el notable avance del fútbol español que por primera vez se permitió exportar figuras al exterior en forma masiva, en especial a la liga más importante del mundo como es la Premier League, y así aparecen jugadores de vital importancia como Fernando Torres, o Cesc, pero también Reina, Arbeloa o Xabi Alonso, para agregarse a una excelente generación de jugadores que ya venía ganando el Mundial sub-20 de Nigeria (1999) o que había llegado a la final de los Juegos Olímpicos de Sydney (2000) o que en los sub-17 llegaba a las finales con total naturalidad.
También España da por tierra con uno de los grandes mitos del siglo XXI, que es que para jugar al más alto nivel del fútbol mundial, se requiere de una estatura media mucho mayor que anteriormente, siendo que los nuevos campeones de Europa tienen el promedio de estatura menor de toda la Eurocopa, de los dieciséis seleccionados que participaron.
Al contrario. Salvo contra Italia, el partido más duro que debió enfrentar España en el torneo, cuando empataron 0-0 y debió definir por penales, en el resto de los partidos los campeones tuvieron abrumadoramente más la pelota que su rival, en una de las principales características de su juego: posesión del balón (para lo que se requiere mucha técnica), ataque hasta con los dos laterales (de gran torneo, tanto Ramos como Capdevila) y varios pivotes (Iniesta, Xavi, Sena), y cierta flexibilidad en los planteos ofensivos: con David Villa en el campo de juego, Aragonés optó por un cambio de los últimos meses y apostó al 4-4-2, pero sin éste, sólo con Torres, al ya más habitual 4-1-4-1.
Tampoco esta irregular Alemania, que viene recuperando terreno al poder recurrir a jugadores cada vez mejores en su nivel (Schweinsteiger, Ballack, Podolski, Frings, Klose), pudo oponer resistencia al juego español, cada vez más seguro, y tras los primeros diez minutos de estudio, terminó sucumbiendo ante un equipo notablemente superior.
España no sólo ganó por ser el mejor, sino que se abre, ahora con Del Bosque, una nueva etapa en la que ya el jugador que vista la camiseta roja y amarilla no sentirá más esa desesperanza de no poder llegar, y no tendrá más el miedo a no superar la traumática barrera de los cuartos de final.
Esta generación de españoles forjada como consecuencia del Estadio de bienestar de los años ochenta, y que por ochenta años vivió siempre lejos del protagonismo, ahora ve la luz en el fútbol, como antes le habia ocurrido al básquetbol campeón mundial en 2006, o a Rafael Nadal en el tenis, o a Fernando Alonso en la Fórmula Uno. Por fin le tocó al fútbol, porque no sólo ganó sino que mucho más que eso, encontró su estilo, su identidad.
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