Se acercan los Juegos Olímpicos de Pekín y como suele suceder desde hace cuatro décadas, muchos análisis periodísticos vuelven a centrarse en tratar de saber cuántas medallas obtendrá la delegación argentina, o en qué situación se está, más o menos, con respecto a Juegos anteriores. Lo que pocas veces se lee, se escucha, o se ve, es que algún medio se detenga a debatir cuánto de importante es para el país, en el momento en que se encuentra, obtener medallas si eso no se traduce en una política deportiva concreta. Y para que haya una política deportiva, antes debe haber un modelo de país y un proyecto deportivo acorde. Hay que convenir, antes que todo, que toda acción gubernamental es política y por lo tanto la inexistencia de una política deportiva nacional es una política. En todo caso, es la política deportiva de no tener política deportiva, valgan las palabras redundantes, pero necesarias.
Hace escasos días, el "progresista" secretario de Deportes de la Nación, el ex muy buen futbolista y sin dudas buena persona, Claudio Morresi, sostenía en una entrevista otorgada a un medio también autodenominado "progre", que llegaba a la conclusión de que para el país, resulta mucho más prioritario el deporte de base que el de élite, aunque esto no significaba desentenderse del vértice de la pirámide. Desde ya que es la primera manifestación en años en la que aparece esto a las claras, pero así y todo, no lo habíamos escuchado tan claramente como pronunciamiento en los cinco años que lleva en el cargo (cuatro con el gobierno de Néstor Kirchner y los meses que lleva con Cristina Fernández de Kirchner). La definición de Morresi no está mal en sí misma y en todo caso es para debatir seriamente (¿es posible con estos medios, que en algunos casos ni siquiera se atreven a criticar a la entidad oficial por tener a cargo a alguien "del palo" y miran para otro lado?). ¿Qué política deportiva debe trazarse el Estado argentino luego de cuatro décadas en las que el deporte nacional fue arrasado?, ¿Es posible un aumento sustancial de presupuesto para el deporte de base?, ¿Considera el gobierno argentino actual que el deporte puede tener un rol fundamental no sólo para la mejora de las personas sino también para alejarlas de otros flagelos sociales acuciantes y hasta para evitar delitos varios?, ¿ha hecho el Estado argentino algún tipo de estudio o encuesta nacional para conocer el grado de interés, afición, o aunque más no sea inclinación a los deportes por parte de su población?, ¿sabe el Estado qué tipo de necesidades y de biotipo tienen los argentinos como para a partir de allí establecer un proyecto como corresponde y acorde a un país como la Argentina?, ¿ha tomado el Estado argentino algún contacto, algún ejemplo, con países de condiciones climáticas, geográficas y sociales parecidas como para saber qué hicieron esos países con el deporte como para saber qué tipo de proyecto se puede implementar?
No parece que nada de esto haya ocurrido y es más: en febrero de 2007 nos hemos encontrado, sorpresivamente, con el propio Morresi, elegantemente vestido, en el lujoso hotel en el que se hospedaba la selección argentinade fútbol, para jugar un partido amistoso ante la francesa en el Stade de France. Nos preguntábamos para qué estaba Morresi allí, cuál era el sentido de que, con presupuestos tan bajos, el secretario de Deportes viajara a París a un partido entre superprofesionales que lo que menos necesitan es su presencia y cuando hay tantos agujeros que tapar, tanto que hacer. Y siguiendo algunos escándalos como el generado por la nadadora Georgina Bardach, menos entendemos entonces cuál es la prioridad del Gobierno, como también de todos los anteriores, con distintos signos políticos. Lo que se ve, lamentablemente, es que siempre es la misma gente la que es consultada, la que accede a los cargos estructurales del deporte argentino, la que nunca ha cambiado nada de lo que ocurre desde hace cuatro décadas, la que sigue ocupando los cargos mientras sigue gobernando la imprevisión o al menos, nadie conoce a ciencia cierta qué se hace para mejorar la salud deportiva de la población.
Lamentablemente, los mejores ejemplos de avance en algún deporte siempre estuvieron dados a título privado por algunos dirigentes honestos quehan luchado hasta partirse por sus deportes. Nos vienen a la memoria Eduardo Guelfand y el hockey sobre césped, que ahora con los años ve un producto como "Las Leonas", o al fallecido León Najnudel recorriendo el país para mostrar pueblo por pueblo en un mapa, a los dirigentes del basquetbol, cómo se puede oganizar en serio una Liga Nacional. Y hoy vemos esta realidad del seleccionado argentino campeón olímpico, y con dos Mundiales que estudo a punto de ganar, uno robado en la final ante los yugoslavos y el otro, por un sinmple error en el último tiro ante España. Pero en nada de esto, o el siempre destaque en el fútbol, o alguna figura estelar en el tenis o boceo, o un Camau Espíndola, tienen que ver con una planificación deportiva nacional.
Se ha colocado como excusa, hasta el cansancio, que el Estado no puede entrometerse en el Comité Olímpico Argentino (COA) porque el Comité Olímpico Internacional (COI) podría suspender al COA en este caso (cuando bien podría suspender a este COA por estar presidido por un funcionario de la nefasta dictadura militar de 1976 a 1983, porque Julio Cassanello fue intendente de Quilmes en ese tiempo), pero es apenas un espejismo. En los tiempos del general Perón en la presidencia, allá por los años 1946 a 1955, el Estado Argentino había puesto en funcionamiento la Confederación Argentina de Deportes (CAD), y los Campeonatos Evita eran un ejemplo de cómo se podía tener al menos una ficha de cada chico, y un control médico como correspondía en todo el país. Hoy, todo aquello genera pura nostalgia y los "progres" que siempre criticaron todo, hoy se callan por los "gomías" que llegaron arriba. Es decir, los "progres" no hablan por conveniencia, y los otros no lo dicen por ignorancia. Una vez más, los medios nada dicen del Estado ausente, ni siquiera la Secretaría de Deportes tiene contralor, y sería bueno saber cuántos pedidos de interpelación recibió Morresi en estos cinco años, y cuántos diputados o senadores saben lo que sucede con el Estado en el que deben legislar y se interesan por ello. Después, nos volveremos a lamentar por las escasas medallas obtenidas, o estaremos delirando por las conseguidas por los de siempre, cuando al regresar de Pekín nos diremos que ahora sí, que tenemos cuatro años para trabajar, hasta que a días de Londres 2012 hagamos copy and past con esta columna y cambiaremos Pekin por Londres y Londres por la sede del 2016.
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