Se acerca el comienzo de una nueva temporada en el fútbol internacional y como cada año desde el último lustro, el Atlético Madrid, desde las autoridades del propio club, ha contratado una publicidad televisiva que hace hincapié en el esfuerzo por romper el título de “gafe” (mala suerte según los españoles) por el que los resultados nunca le son lo favorables que esperan. La publicidad en este caso, consiste en un militar español que es enviado a la zona de los Balcanes y allí da con un pastor, del que se hace amigo, y le cuenta las tragedias que ha vivido, los familiares que ha perdido, mientras el militar le habla del Atlético Madrid, lo introduce en la historia aunque no mucho más tarde comienza a deprimirse por los malos pasos del equipo, especialmente aquella final de la Copa de Europa perdida en el último minuto ante el Bayern Munich en 1974, que dio lugar al nacimiento de esta sensación de portador de mala fortuna. El militar finaliza la publicidad contando que regresa a Madrid y que luego de haber compartido la historia del pastor, está convencido de que no podría regresar a los Balcanes con otra noticia que no sea positiva para él.
Efectivamente, el “Aleti” viene arrastrando treinta y cuatro años de mala fortuna, desde que en aquella final, que iba ganando en el segundo partido con gol de tiro libre de Luis Aragonés, en la última jugada del partido el defensor alemán del Bayern Munich Schwarzenbeck, aprovechó que el arquero Miguel Reina (padre de José, el actual guardavallas del Liverpool) había abandonado los palos para firmar un autógrafo a un alcanza pelotas, y empató el partido, dando lugar a otra final en la que, ya destruído animicamente, los españoles perdieron por el categórico 4-0.
A partir de ese momento, para el fútbol español, el Atlético Madrid fue “el pupas”, el equipo portador de la mala suerte, un estigma que no sólo no pudo superar, sino que le siguió costando dolores de cabeza: el descenso a segunda división el 7 de mayo de 2000, para regresar dos años después al campeonato principal, o aquella noche de Christian Vieri, autor de cuatro tantos y sin embargo, con el equipo perdiendo por 5-4 ante el Salamanca en 1998, o los desaciertos y la polémica gestión de Jesús Gil y Gil (fallecido recientemente), que casi desquician a un club que ahora parece ir por el camino de la recuperación, o incluso las increíbles derrotas con su rival de la ciudad, el Real Madrid, en muchos casos, en partidos que como mínimo, mereció empatar.
El Atlético Madrid tiene un correlato casi perfecto en el Racing Club argentino, que también por muchos años deambuló por la zona oscura siendo el mejor equipo de los primeros treinta años del fútbol argentino, el de más títulos de la era amateur, y el primer campeón intercontinental que tuvo el fútbol argentino (1967, ante el Celtic de Glasgow), así como también fue el primer equipo de su país en obtener un tricampeonato (1949-50-51). Sin embargo, aquel título que parecía potenciarlo hacia un futuro venturoso, fue el último ganado hasta 1988, cuando obtuvo la Supercopa sudamericana, dirigido por Alfil Basile (ex jugador y actual entrenador de la selección argentina) y recién en 2001 pudo volver a obtener un torneo nacional. Racing, al igual que el Atlético Madrid, también pasó por una inmensa cantidad de situaciones, desde derrotas insólitas, hasta un descenso al Nacional B (la segunda categoría) en 1983 para regresar en 1986 a la primera división, pero con el agregado de que como justo cambió el formato de los torneos, y el plantel se quedaba más de medio año sin jugar, la totalidad de los jugadores fue cedida al modesto club Argentino de Mendoza, con lo cual los jugadores pasaron a utilizar otra camiseta en ese lapso, jugando un torneo menor. Eso no es todo: Racing estuvo a punto de desaparecer como club y de hecho, una jueza llegó a anunciarlo públicamente, ante la enorme tristeza de su afición, pero muchos socios e hinchas se movilizaron, no dejaron embargar sus bienes con distintas movilizaciones, el club fue intervenido y pudo seguir participando en los torneos. Durante los primeros años de este siglo, Racing privatizó el manejo de sus finanzas y el fútbol a la empresa Blanquiceleste S.A, pero al contrario de ser una solución, terminó en un fracaso, con el equipo obligado a jugar dos partidos de promoción para evitar el segundo descenso de su historia, ante Belgrano de Córdoba. Racing evitó el descenso, se mantiene en la máxima división, pero está siendo intervenido otra vez por el Estado, a la búsqueda de una nueva solución, y habiendo perdido a muchos de sus jugadores, a apenas una semana del comienzo de una nueva temporada con el Torneo Apertura.
Un tercer ejemplo es el del Corinhians de Brasil, del que se considera por distintas encuestas y estudios que posee la segunda hinchada del país, apenas detrás del Flamengo, y que sin embargo no sólo estuvo veintiún años sin ganar un campeonato, invirtiendo en los mejores jugadores (allí jugaron desde Rivelino hasta Sócrates), sino que para 2003, fue presa de un extraño grupo inversor cuyos fondos provenían del magnate ruso Boris Berezovsky (que llegó a estar buscado por la Interpol) y por Kía Joorbachián, dueño de cinco pasaportes y con turbios antecedentes. Todo parecía funcionar bien con la llegada de estrellas como Gustavo Nery, Carlos Alberto, o los argentinos Carlos Tévez, Javier Mascherano o Sebastián Domínguez, y hasta ganó el principal torneo del año 2005, el Brasileirao, aunque esto duró demasiado poco, el grupo inversor se deshizo, los principales jugadores se fueron, y el Corinthians terminó en Segunda división por primera vez en su historia, desde donde sigue luchando para regresar a la zona de privilegio en la próxima temporada.
Todo indica que la suerte en el fútbol existe, sin dudas, pero estos ejemplos también nos indican que además de la suerte, hay otros factores que deben ser incluídos y no hubiera estado mal, entonces, que el Atlético Madrid, en su spot televisivo, incluyera, por ejemplo, alguna referencia a los errores del fallecido (y muchas veces justificado por los medios) Gil y Gil, como para no desligarse de su parte de responsabilidad, que sin dudas tiene también.
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