Después de ver cómo el Zenit ruso venció sin atenuantes al Manchester United (eso sí, nada menos que sin Cristiano Ronaldo) por la Supercopa Europea en Mónaco, habrá que deducir que Scholes, el colorado y veterano talentoso volante de los "Reds devils", en lugar de llamarse Paul, debería ser Pablo, como con gusto se hizo llamar el genio de Mc Cartney en su gira por España o Argentina.
Es que no puede creerse ya que Scholes sea inglés, luego de haber intentado, sin éxito, ante la impotencia de su equipo para empatar un partido que se le escapaba, convertir un gol con la mano, disimulando para que el árbitro no se percatara. Efectivamente, la pelota ingresó en el arco de los rusos, y hasta el amigo Pablito llegó a tener a un compañero suyo colgado abrazándolo, tratando de que la pericia surtiera el efecto deseado. Pero no. Lamentablemente para él, la mano, utilizada al mejor estilo de remate alto del voleibol, fue claramente divisada por el juez de línea y por el árbitro, y a consecuencia de poseer previamente tarjeta amarilla, Scholes fue irremediablemente expulsado.
Decíamos que descreemos ahora de que Pablito sea inglés. es más, ha vestido, y viste, la casaca de la selección inglesa, y ahora aparece tratando de meter un gol con la mano, es decir, de engañar al árbitro y a los espectadores en un partido que no es otro que la final de la Supercopa europea, el que define al mejor de los dos campeones europeos de la temporada pasada.
Insistimos: no es un partido amistoso, se trata de un jugador que dice ser inglés (nosotros ya dudamos de eso), y que trató de engañarnos a todos, protagonistas, epectadores y críticos, utilizando su mano, igual que Diego Maradona en aquel recordadísimo partido ante Inglaterra en México 1986 y que fue tan protestado, y mucho más, criticado, por los ingleses y especialmente su prensa, por el "vil engaño" al que fue sometida la selección británica por el inescrupuloso argentino.
Desde aquel momento, aunque ya antes con la expulsión de Antonio Rattín en el escandaloso partido de Wembley en el Mundial de 1966 (cuartos de final), los argentinos en Inglaterra han tenido siempre el rótulo de tramposos, contrapuestos a la corrección de los "sportsmen" ingleses.
Bueno, parece que no es así, y que los ingleses también hacen goles con la mano, o lo intentan. Como Scholes ahora. O también los ingleses hacen trampas organizativas, como las que hizo Argentina en 1978. Inglaterra lo hizo en 1966, cuando pergeñó con los alemanes sacarse de encima a los tres equipos sudamericanos "molestos", reventando a patadas a los brasileños en la primera rueda ante la vista gorda de los árbitros, o colocando un árbitro alemán (Kreitlein) para el Inglaterra-Argentina en cuartos, y un inglés (Finney) para el Alemania-Uruguay.
Claro, luego los alemanes, confiados, lo pagaron en la mismísima final, cual cuento de Berthold Brecht, cuya versión futbolera sería "antes sacaron a los brasileños pero no me importó porque no era brasileño, luego a los argentinos, y tampoco, porque no era argentino, tampoco me importaron los uruguayos porque no lo era, luego en la final me tocó a mí, pero ya era demasiado tarde".
Bueno, ahora parece que aquella "Mano de Dios" que tanto molestó en 1986, también apareció por parte de Scholes en un partido trascendente, lo que no quita mérito al excelente juego de Paul (¿o Pablito?) pero indica que en la realidad, los ingleses también son ciudadanos de este mundo, también son de carne y hueso, circula sangre por sus venas (aunque a veces parezca que no), y cuando están desesperados porque pueden perder, también hacen trampas. Sólo que no la saben hacer, y tal vez el genio de Maradona lo hace mejor, o algún juez de línea pícaro, harto de algunas injusticias históricas británicas, decidió hacer la vista gorda. Eso ya es otro tema.
Pero nos resistimos aún así, a creer que Scholes sea inglés, aunque use este apellido very british, aunque sea coloradito y con cara de inglés, y juegue en el Manchester United y siga siendo convocado a la selección inglesa. Porque si intentó convertir un gol con la mano, no puede ser inglés, sino argentino. Ellos, los ingleses, jamás harían algo así. Sí, tal vez, tomar alguna isla ajena porque la situación los conducía, era inevitable. O sostener invasiones de sus amigos americanos, tal vez, por meras cuestiones de geopolítica, pero jamás, jamás, harían un gol con la mano. Eso es trampa, algo que queda para nosotros, los argentinos.
Por eso nos resistimos a llamar a Scholes como Paul. Es Pablito, y debe haber nacido en Villa Forito, y le habrán adulterado el documento los tramposos argentinos de siempre.
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