martes, 9 de diciembre de 2008

Eduardo Da Silva: “Mi sueño es simple, que todo vuelva a ser lo que era” (Player)

Pocos conocen a Eduardo Da Silva en Brasil. Aún cuando su tremenda lesión del pasado 23 de febrero ante el Birmingham, jugando para el Arsenal, haya recorrido el mundo, no es fácil llegar a él y casi pasa por un desconocido trotando cada día en las playas de la populosa zona de la Barra de Tijuca en Río de Janeiro. Gente de distintos lugares del mundo, con mallas y remeras multicolores, caminan y sólo ven trotar o correr a un muchacho de piel color marrón, entre los puestos 7 y 8 frente al mar, apenas un poco alejados del centro, y que sólo de tanto en tanto se detiene a descansar o tomar alguna bebida en el kiosco “Mar Barra”, donde apenas si los dueños conocen aunque se distraen hablando con él de fútbol y de la Premier League.
Aquel 23 de febrero de 2008 no fue un día más en la vida de “Dudú”, como se lo conoce entre los amigos, o a veces es nombrado así en la Premier League. Le había costado mucho llegar al Arsenal y su carrera es una de aquellas no tradicionales a las que se someten en la actualidad tantos muchachos de los países emergentes que son considerados potencias futbolísticas como Brasil, Argentina o Uruguay. Y así fue como un agente lo descubrió cuando jugaba, apenas con 16 años, en el Bangú Futebol Clube, un pequeño club carioca (como se le dice a los habitantes de Río de Janeiro en contraposición a los paulistas de San Pablo), que fue su tercer club luego de comenzar entre los niños del Ceres Futebol Clube con apenas doce años, y pasar por el CBF Nova Kennedy. Siendo aún un adolescente, sin conocer el idioma y tentado por un futuro europeo (con lo que sueñan hoy todos los futbolistas sudamericanos), Dudú aceptó la propuesta de un agente que lo descubrió para irse a jugar nada menos que al Dínamo Zagreb de Croacia. Allí se hizo hombre, aprendió el idioma, cerró los ojos y se entrenó en un lugar tan distinto al suyo. “No tenía nada que ver con el Brasil que había dejado. Era un país que salía de una guerra interna muy pesada pero tengo que reconocer que a mí me trataron magníficamente y que estuve alojado siempre en bonitos lugares y Zagreb es una ciudad encantadora, aunque al principio, además de los cambios personales, tuve el golpe del regreso de mi compañero Leandro”, recuerda aunque apenas sus ojos oscuros hablan por su cara, que siempre mantiene la misma tranquilidad en su expresión. En efecto, y para mitigar el problema de la adaptación, Eduardo fue acompañado por otro jugador que contrató el Dínamo, Leandro, pero éste no logró adaptarse y a los seis meses, estaba de regreso en Brasil. Dudú no sólo apretó los dientes y siguió, sino que superó varias lesiones, conoció a su mujer, Andrea, se casó, y tuvo una hija, Lorena- cuyo nombre aparece tatuado en el brazo derecho-, a la que anotó también en la embajada brasileña.
“Para que usted tenga una idea de lo que es jugar en Zagreb, la hinchada es parecida a la de Boca Juniors, en la Argentina. Alienta sin parar, todo el partido, ganemos o perdamos, y llegué a entender todo lo que cantaba, aunque en mi caso no había una canción concreta sino que repetían varias veces mi nombre, y yo los saludaba levantando el brazo”, rememora al detalle.
“¿Cuándo fue que aprendí a hablar croata?, sinceramente no lo sé a esta altura. Tuve un profesor de idioma que me pusieron los primeros tres meses, pero luego me lancé a hablar de manera natural, tal vez el miedo inicial hizo que fuera para adelante y no me preguntara demasiado. El único instante de miedo real fue cuando salí tan joven de Brasil, y era sobre la cultura distinta, la comida, el idioma,. Pero jamás me pregunté sin deportivamente me iba a ir bien o mal. En eso, confiaba ciegamente en mis condiciones”, recuerda Da Silva.
En el Dínamo fue tan impresionante su actuación, que le valió ser nacionalizado para poder integrar primero la selección croata sub-21 y la absoluta. Lo que sorprende es que ni siquiera un supuesto paso atrás, como para muchos hubiera significado haber sido cedido apenas un año después de su arribo, al Inter Zapresic, le ha hecho daño a su moral. “¿Por qué habría de tomarlo a mal? Sentí que era una forma de tenerme consideración y darme tiempo a la adaptación y a probarme en un fútbol distinto al mío original, mucho más duro, la marca mucho más fuerte, y fue donde aprendí que los europeos no dejan espacios, que es mucho más difícil pasarlos y que su contextura física no es la de los brasileños, aunque técnicamente jueguen mucho menos. Sin embargo, la disciplina, la concentración y la fuerza generaban mucha mayor dificultad que la de un fútbol con más espacios para crear”, nos comenta. Y así fue cómo en el propio Inter Zapresic convirtió 10 goles para ser repescado, ahora sí con total certeza de sus condiciones y su fortaleza mental, por el Dínamo. Y para mediados de 2007, por fin le llegó la oportunidad con la que siempre había soñado: el Arsenal pagó 8,5 millones de libras por su pase nada menos que para reemplazar a Therry Henry, que había sido transferido al Barcelona, sumado a que la lesión del holandés Van Persie le allanó el camino a más partidos en el primer semestre. Todos sus sueños parecían concretarse y para coronar su momento, al finalizar la Premier League le esperaba su primera Eurocopa con la selección de Croacia, cuando llegó aquel fatídico 23 de febrero de 2008 y todo pareció derrumbarse. Iban apenas tres minutos del primer tiempo del partido ante el Birmingham cuando Eduardo Da Silva quiso avanzar en diagonal hacia el área con pelota dominada, y de manera brutal, el zaguero Martin Taylor, lo lesionó gravemente en su pie izquierdo. El propio defensor, al verlo caer tomándose su pie (el más importante de los dos, el que utiliza Eduardo para su remate), se agarra la cabeza temiéndose lo peor, aunque lo corrobora el hecho de ver a Cesc Fábregas llamar al médico de urgencia. La situación es tan grave, que no sólo Da Silva queda tendido por ocho minutos en el suelo para ser atendido, sino que deberá ser operado de urgencia y se sabrá inmediatamente que se perderá el resto de la temporada y la Eurocopa con la selección croata. Incluso, los medios más importantes de Europa reclamaban a la FIFA que por primera vez, el infractor (Taylor), fuese sancionado con una suspensión que durara el mismo tiempo de la recuperación de Da Silva, aunque apenas le corresponderían tres partidos sin ingresar a los campos de juego. La polémica se había instalado en torno a la buena o mala voluntad en ese tipo de jugadas. Los diarios ingleses recordaban que apenas una semana antes, el propio Da Silva había recibido una tarjeta amarilla por una falta a Nani, el portugués del Manchester United, en la misma zona y que a la jugada siguiente, tanto Gallas como Flamini fueron a buscar al mismo Nani para golpearlo otra vez (ninguno de los dos fue amonestado, y Flamini fue apenas advertido), mientras que el nervioso entrenador del Arsenal, Arsene Wenger, sostenía que la lesión de Dudú “fue horrible. Ese sujeto (por Taylor), no debería volver a jugar al fútbol. Ese tipo de jugadas nace de la idea de que para detener al Arsenal, hay que agredirlo. Lo peor es escuchar cosas como ‘no es el tipo de jugador que haga estas cosas’ porque para matar a alguien, es necesario hacerlo una sola vez”. El sitio www.goal.com recibía más de doscientos cincuenta comentarios sobre la lesión, todos echándole la culpa a Taylor, en tanto que el Birmingham ublicaba en su web una nota de apoyo al brasileño-croata. En medio de tanta polémica y con Eduardo Da Silva operado de urgencia, el médico Tim Allardyce, especialista en ortopedia deportiva, sostenía que el delantero hasta podía perder su pie por la baja circulación. Dudú, en ese contexto, sólo pidió volver a Brasil para recuperarse, resignado, pensando en que no había mejor lugar para hacerlo rodeado de sus afectos y con la plena confianza que todos los jugadores de su país original depositan en el doctor José Luis Runco, el médico de la selección brasileña y del Flamenco. En el Arsenal ya se lo descartaba hasta 2009. El propio Runco sonríe desde su clínica “Barra Trauma” (no por casualidad en la misma Barra de Tijuca, donde se prepara Dudú) y nos dice que la recuperación “fue excepcional, estoy muy contento, especialmente porque ya en Inglaterra decían que no volvería a jugar antes de un año, y allí lo tienen, a punto de volver en medio año. Se hizo un trabajo perfecto”.
“Fue un momento durísimo, sin dudas el más duro de mi carrera deportiva. Recuerdo que me quedé en el suelo y que escuché que el fisioterapeuta del Arsenal, Gary Lewin, se dio cuenta en el acto que mi lesión era grave y llamó a los gritos a Gilberto Silva, que se paró al lado mío y comenzó a alentarme en portugués y se lo agradezco porque lo necesitaba, fue una buena idea, y de inmediato me trasladaron al Selly Oak Hospital, donde me operaron de urgencia. Fue todo muy rápido”, nos cuenta Eduardo Da Silva, sin cambiar los rasgos de sus facciones, y seguido atentamente por si amigo de la infancia, primo y representante, Narley Da Silva Lopes, aunque para Dudú es solamente “Narley”.
Narley es todo un personaje, y la única forma de contactar en Brasil con Dudú. Por teléfono su voz parece la de un agente europeo, un hombre de negocios, y habrá que llamarlo no menos de seis veces para concretar la entrevista, y su tono será siempre cordial y algo distante. Nos cita como era de esperar, en la Barra de Tijuca entre los puestos 7 y 8, en el kiosco “Mar Barra”, pero aunque llegamos allí con el taxi, nadie los ha visto. Una nueva llamada de último momento nos hará descubrir que habían cambiado la decisión y que se encontraban entonces en un gimnasio llamado “Body Tech” (Body Teki, en pronunciación brasileña) dentro de un impresionante complejo con todo tipo de negocios y patio de comidas. Al fondo de todo, aparece el “Body Tech” y Narley viene a buscarnos para dejarnos pasar los molinetes hasta depositarnos en una zona con sillones y con una piscina de fondo. Narley nos da la mano y nos cuesta creer que este muchacho de la misma edad que Dudú sea el mismo con el que hablábamos por teléfono: gorra blanca con visera, baja estatura, una remera blanca con una foto del propio Narley con otro muchacho que dice abajo “Para siempre hermanos. Descanse en paz, Michele” y ante nuestra pregunta, sólo dice que se trata “de un hermano que murió”, bermudas blancas y medias y zapatillas del mismo color (con vivos verdes), un anillo de oro de forma cuadrada con la letra A, un enorme reloj pulsera de color negro en su mano derecha y dos teléfonos celulares en sus manos. Antes de llegar a Dudú, Narley nos pregunta enfáticamente si la entrevista será la tapa de la revista y se autodescribe como “un amigo de la infancia y representante aunque también primo”. Narley se nos aparece como un chico de origen humilde, con evidente viveza y sentido común, al que Eduardo Da Silva depositó toda su confianza, y que se da el lujo de bromear a modo de anticipo con que Dudú “no habla bien el portugués, se fue olvidando”. Es evidente la complicidad entre ellos, aunque Dudú aparece mucho más medido. Remera amarilla con cuello y rayas horizontales marrón claras, el detalle de unos dibujos de sellos postales alrededor del cuello abotonado, bermudas beige, medias azul oscuras y zapatillas Nike blancas y grises.
Sabía de nuestra presencia, y entonces se lo nota inquieto y más, cuando Narley le muestra la edición de la revista “Player” con la portada de Gatusso.
Dudú nos cuenta del calvario de estos cinco meses con demasiada naturalidad. Nos confirma lo que días antes nos había dicho Runco, el médico de la selección de Brasil, acerca de la casi milagrosa recuperación de sólo cinco meses y medio, cuando en el Arsenal lo daban por perdido para toda la temporada. “Sí, estoy contento ahora, fueron cinco meses muy fuertes, yo dí el máximo posible para volver pronto al equipo aunque haya tiempos que respetar. Aún no estoy al cien por ciento, pero ya estoy haciendo trabajos con pelota, a veces en la playa, a veces en el Retiro dos Bandeirantes (un complejo de Río de Janeiro que pertenece a Zico) y calculamos que estaré en condiciones de jugar ya entre la quinta y la sexta jornada de la próxima Premier League. Estoy ansioso por volver”, nos cuenta, aunque sólo sus ojos hablen como sus palabras.
Le preguntamos si no tiene problemas en hablar del momento de la lesión y nos dice que no, entonces allí vamos. “Es imposible decir que él (Taylor) haya tenido mala fe, porque cualquier jugador de fútbol sabe que los jugadores sólo te marcan para quitarte la pelota y si te les escapas, van al cuerpo para hacerte una falta pero sólo para evitar que sigas al gol, nadie piensa en quebrarte. Yo creo que él buscó una falta común porque sabía que yo me iría con la pelota, no le daban los tiempos a llegar, no puedo responsabilizarlo de lo que me pasó. Ya está, mala suerte y lo único que quiero es regresar y que todo vuelva a ser como antes. No proyecto más allá, me contentaría con volver a una situación natural, previa a la lesión”, sostiene.
“¿Si Taylor me vino a ver? Vino, aunque no nos vimos. Mi mujer me contó que vino pero en ese momento me estaban operando y ya luego no pudimos vernos por distintos compromisos y yo viajé pronto a Brasil para recuperarme, pero no tendría problemas en volverlo a enfrentar. Tampoco me quiero meter con la sanción que recibió, prefiero poner todas las energías en mi recuperación. Es más, ¿sabe que nunca vi la repetición de cómo fue la lesión? Nunca quise, aunque tal vez cuando ya esté recuperado, en el futuro pueda verla, por ahora no me lo planteo”, nos dice con toda naturalidad, casi como si no fuera un jugador de fútbol sino apenas un observador neutral. “Lo que más me importa es recuperar la confianza, volver a jugar como antes y regresar a la selección croata. Me gustó en la Eurocopa, con Turquía sólo fue un accidente que ocurre muy cada tanto, pero demostramos que somos competitivos y que podemos llegar lejos”.
También le preguntamos por el Arsenal, al que ya se incorporaba a principios de agosto. “Hay jugadores muy jóvenes y el objetivo, en un club así, es ganar algún título, pero siempre tenemos que pelear contra dos equipos poderosos como el Manchester United y el Chelsea, que no por nada fueron finalistas de la Champions League pasada”, y en cuanto a la posición que podría ocupar en la actual estructura de los gunners, advierte que “habrá que ver qué dice Wenger. Tendré que adaptarme porque contamos con muchos jugadores en el ataque, como Adebayor, Van Persie o Walcott. ¿Cómo es Wenger? Un entrenador que dedica muchísimo tiempo a conversar con el jugador, lo hace al máximo posible”, describe.
Llega el momento de depedirnos cuando Dudú nos dice que estos meses de recuperación (la mitad del tiempo que creían en el Arsenal que duraría este duro trabajo) “recibí tremendas muestras de afecto, de jugadores brasileños, de compañeros míos, como Kolo Touré o Cesc Fábregas, o de la selección croata o ex compañeros del Dínamo, o compatriotas, me hizo sentir muy bien”.
Sin embargo, Dudú se habrá ido a Londres con las valijas llenas de recuerdos y afecto, pero con un deseo incumplido, el de haber conocido a su máximo ídolo de la infancia, Romario de Souza Farías. “Sí, no se pudo dar este encuentro soñado pese a los meses que me llevó el trabajo en Río de Janeiro. Desde pequeño era hincha del Vasco da Gama, y Romario fue siempre su gran figura, espero conocerlo algún día”, nos dice.
Le preguntamos la clave de su evolución, de haber soportado desde muy joven vivir en un país tan lejano a su cultura como Croacia, o luego, tantos meses superando una lesión en la que hasta pudo perder su pierna. “Aunque le parezca mentira, soy creyente pero no pertenezco a ninguna orden, sino que creo que la base está en mi tranquilidad de carácter, en la calma, en la paciencia y en la confianza. Y también, el haber conformado una familia muy cerrada, de mucho afecto. Siempre consigo lo que me propongo, pero sabiendo que a veces hay que saber esperar y no desesperar”.
Y hasta hay tiempo para la sonrisa cuando le preguntamos por jugadores que le gustan en su puesto. “Desde ya que Henry, Adriano, pero cuando andaba bien en el Inter”. Narley le agrega desde atrás “Ronaldo”, a lo que Dudú bromea respondiendo que “sí, pero antes, ahora paró de jugar” Su amigo, primo y agente, entonces, le recriminará que nos haya dicho que el mejor jugador del mundo “es Ronaldinho”. “¡Tienes que decir que es Cesc!”, pero Dudú sólo se ríe. Narley nos escribe en un papel que quisiera que le enviaran 4 (cuatro, así, colocando la palabra entre paréntesis) ejemplares de la revista. Le preguntamos para qué. Dudú bromea entonces y dice que su amigo, agente y primo “habla también danés, él habla todos los idiomas” y se vuelve a reir. Narley nos insiste con la pregunta de si el artículo saldrá en la tapa, mientras nos alejamos hacia la puerta del complejo “Citta America”. Justo enfrente está la parada del Metro-bus que nos lleva a Copacabana, y tenemos la suerte de que pasa justo. Nos subimos y por 3,5 reales, en media hora estaremos en nuestro destino. Dudú ya está en el suyo, la Premier League, medio año antes de lo esperado.

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